31. Uno solo.

— Y tu serás mío.

El rubio, tras escuchar que indirectamente le dio el permiso para hacer lo que quisiera, le dió un pequeño beso en los labios y después se dirigió a besar su cuello. Comenzó con pequeños besos que a la peliazul le daban cosquillas y siguió con los salvajes que ya la hacían estremecer con cada mordida que daba.

Mientras tanto, sus grandes manos recorrieron por completo su abdomen situándose por último una de ellas en los pechos. La muchacha al sentir aquello, se avergonzó muchísimo más de lo que ya estaba; decidió no hacer caso y por esta noche la vergüenza, por mucho que le costará, tenía que irse a otra parte.

Tras no dejar ni un solo hueco de su cuello sin marcar con sus labios, el rubio se hizo a la tarea de quitarle la camisa azul con mucho cuidado, aunque pareciese que por dentro lo único que quería era quitarle la ropa con los dientes para hacerla suya de una vez por todas. Se encontraba muy exitado.

Se sentó por encima para no dejar caer todo su peso en la parte íntima de Shinato y la vió, se encontraba muy sonrojada y tenia la mirada en otra parte de la habitación, puesto que solo el sostén cubría sus pechos.
Para llamar su atención, el rubio posó sus manos en ellos, la muchacha se removió en la cama incomoda y cerró los ojos. No había funcionado.
Como último recurso, le metió las manos detrás de su espalda y desabrochó con un poco de torpeza la prenda que no le dejaba ver más de la cuenta. Hablando de la parte alta su cuerpo, claro.

Cuando Shinato sintió que le despojaban de su ropa interior, por inercia se llevó las manos a su pecho y le dio la mirada al rubio quien le sonreía desde su lugar.

— Eres preciosa, ¿ya te lo había dicho? — no recibió respuesta, así que aún sentado, se inclinó hasta que su rostro quedo a la altura del de ella — No tienes que tener vergüenza conmigo, quiero que sepas que te respeto como mujer — mientras se lo decía, llevó una de sus manos a las de ella y las quitó fácilmente. Sus pechos habían quedado descubiertos para él.

Le sonrió tenuemente y como antes le dió un tierno beso para después bajar por su cuello y encontrarse con su pecho. Comenzó a besarlos rápidamente dándose cuenta que eran un lugar sensible para Shinato, a quien escucho soltar un pequeño quejido de su boca.

<< Así que esto te gusta... >> pensó malvado para después centrarse en darle placer por medio de sus amigas. No obstante, Shinato se rehusaba a dejar escapar sonidos que fueran vergonzosos para ella, tanto que en un momento hasta se puso la mano en la boca no aguantando más la dulce tortura que el rubio le estaba dando. Se removía con incomodidad en la cama que más bien era un tremendo placer que nunca había sentido, por lo tanto no sabia diferenciarlo.

El rubio terminó, pero no le dió ni un solo segundo de tregua cuando ya estaba bajando por su abdomen con dirección al comienzo de sus pantalones.

La peliazul aún confundida por lo anterior, no le prestó mucha atención cuando sentía que el rubio la estaba despojando de sus pantalones azules hasta que sintió por fin sus piernas desnudas. Como antes, por instinto, cerró las piernas por la vergüenza. El rubio sin decirle nada, se levantó de la cama y la dejó ahí tumbada para comenzar a quitarse el pantalón. La chica avergonzada, dirigió su mirada a otra parte ya que si no, podría caersele la baba de la boca.

Escuchó como Minato soltaba una pequeña risa que aligeró la tensión que tenía. Cuando volteó a verlo de nuevo, este ya estaba subiendo de nuevo a la cama.

Se posó de nuevo sobre su cuerpo está vez dejando un poco mas de peso, ya que estaban muy juntos y de nuevo sus rostros estaban frente a frente. Mientras, su mano se escabulló por entre sus cuerpos parando en el lugar donde la ropa aun les cubría, tomó ligeramente el elástico de su ropa interior y lo fue bajando poco a poco.

— Voy tratar de ser lo más cuidadoso que pueda, pero no te prometo que te sentirás bien — le confesó cuando vió el miedo irradiar de sus ojos azul y blanco.

Una vez su ropa interior estuvo a la mitad de sus piernas, para no batallar más, el rubio la rompió y se deshizo de ella. Shinato se sintió más avergonzada, pues ya estaba totalmente desnuda.
Después, el rubio se deshizo de su ropa interior también. Listo, los dos estaban ahí tan juntos como dios los trajo al mundo.

— Si te incomoda mucho puedo parar en cuanto me lo digas...

— Minato, confío en tí — confesó tras brindarle una sonrisa y una pequeña risa por ver lo nervioso que se encontraba.

El gran Konoha no Kiiroi Senko, por mucho que no quisiera mostrarlo, se encontraba muy nervioso, no por él, sino por ella, por que ya antes sus amigos, los casados, le habían contado que al parecer para las mujeres no era nada agradable su primera vez, así que tenia mucho miedo de lastimarla.

Un poco aliviado después de sus palabras, posó una mano en su mejilla y la acarició, la peliazul cerró los ojos y la beso lentamente mientras le abría las piernas y se acomodaba para comenzar. Una vez acomodado, mientras seguían en el beso, el entró en ella poco a poco. Shinato al instante, al sentir dolor por el miembro del rubio entrando en su parte íntima, echó la cabeza hacia atrás rompiendo el beso y sus manos fueron a parar a las sábanas arrugandola.
El rubio, se sintió un poco alarmado tras ver la expresión en su rostro, pero no sabia que hacer. Tras un momento sin moverse, la vió relajarse un poco y después abrió los ojos, los cuales, se encontraban cristalinos debido a las lágrimas que querían salir de ellos.

— Shinato, yo... — Minato quiso decir algo, pero ella lo interrumpió.

— Puedes continuar — animó casi audible, como tragándose un terrible nudo en la garganta — Estaré bien — le sonrió de manera sincera.

Minato, no muy decidido, comenzó a moverse sobre ella entrando y saliendo lentamente de su cuerpo. La peliazul había cerrado sus ojos de nuevo y esta vez sus manos fueron a parar a su espalda, no quería, pero involuntariamente, sus uñas se estaban clavando en esta debido al insoportable dolor que sentía, aun así jamás le dijo que parará.
Minato, quien por el momento estaba siendo cuidadoso, de pronto se había convertido en una víctima del placer que recorría todo su cuerpo y comenzaba de poco a poco a ir más rápido, solo que la peliazul en ningún momento se había acostumbrado.

La habitación comenzaba a llenarse sonidos, como sus cuerpos chocando y los innumerables gemidos que salían de la boca del rubio, también los de Shinato, pero en cambio estos, podían distinguirse como gemidos, gruñidos y un par de sollozos de dolor. A pesar de escucharlos, él, sumergido en el placer, sentía que no podría parar aunque se lo pidiera a gritos. No le estaba teniendo nada de consideración, sentía que su cuerpo no le respondía echando por la borda todas las palabras que antes había pronunciado.

Tras un momento, Shinato no pudo soportar más aquel dolor que le causaba tener su primera vez, sabía que de alguna manera, el rubio no estaba teniendo control sobre el mismo, así que sería en vano tratar de decirle que fuera más amable, además, le gustaba que él lo estuviese disfrutando.

Salió de su escondite, que era el hueco de su cuello y de nuevo su cabeza fue a parar a la almohada totalmente exhausta, Minato la observó por unos segundos y volvió a besarla, pero esta vez más rápido, como si quisiera comérsela, y con una mano apoyada en la cama, la otra fue en busca de la de su amada para tomarla y elevarla por arriba de su cabeza mientras seguía embistiendola con más fuerza que antes.

Por último, en medio de la noche, en la habitación se escuchó un gran sonido pleno en placer que llevó al Minato a lo más alto.

Habían sido uno solamente.

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