120. Lastimada. Traicionada. Humillada.

Aquel comentario la hizo retroceder más aún.

- No creo que debamos hacerlo, mañana tienes que trabajar y tienes que ir a dormir - bajo de poco a poco el nivel de voz con el que le estaba hablando.

- ¿Después de todo te vas a negar? - pregunto en alto y la tomó de un poco mas abajo del dorso de la mano, entonces la acercó a él.

- La verdad es que no quiero - ella confesó intimidada.

El rubio ya no pudo mantenerse más en aquel corredor, así que a la fuerza, la arrastró del agarre hasta la habitación mientras ella se resistía.

- No Minato, entiende por favor, no quiero - volvió a hablar, pero esta vez suplicando.

- Pues yo si quiero y vas complacerme como la mujer que eres -.

La empujó dentro de la habitación mientras el cerraba la puerta con brusquedad, ella por la fuerza con la que la había lanzado fue a dar hasta el suelo en el tatami.

- Vamos, quítate eso antes de que te lo arranque - le ordenó duro mientras se quitaba la capa del Hokage y después su chaleco verde, pero ella negó enseguida - Entiendo, parece que lo quieres por la malas - comento por último.

Se acercó a ella mientras retrocedía aun en el suelo para después ponerse en sus rodillas y tomarle del pie para arrastrarle una vez más hacia él. Ella quedo recostada en el suelo y el sin perder un segundo le tomó de la bata. Destrozo por la mitad aquella tela que le cubría, se la arranco del cuerpo dejándola totalmente desnuda, pues aquello era lo único que utilizaba para dormir.

- Perfecto - menciono exitado mientras le tocaba el cuerpo con las manos. Ella había comenzado a sollozar en bajo sin poder hacer nada.

Después, se quitó la camisa azul y cernio su cuerpo sobre ella dirigiendo sus labios a su cuello, una vez ahí, comenzó a besarle, chuparle y morderle la piel tal como un animal salvaje. Fue bajando sus labios por todo su cuerpo dejando marcas por todos lados, en sus pechos, abdomen, cintura, también caderas y muslos, todo aquello mientras ella se quedaba en silencio sintiendo un dolor exagerado. Nunca pensó que Minato fuera capaz de aquello, lo que más le dolía era el alma y corazón, comenzaba a odiarle por hacerle aquello en contra de su voluntad.

Atolondrada por tanto daño, sintió como el volvía a su posición inicial para quitarse la ropa que sobraba en aquel encuentro, y una vez más, subió por su cuerpo pasando sus labios por todas partes.

Cuando estuvieron frente a frente, se observaron fijamente sin perderse nada del otro. Ella lo veía con miedo, aquella sonrisa no era para nada las que solía llevar siempre, era diferente, como si en realidad le gustará mucho abusar de ella.
Por su parte el rubio, quien la observaba con la ya antes dicha sonrisa de delincuente, pronto sintió una punzada en el cuerpo sacándolo de todo pensamiento malo que tenia. << ¿Yo de verdad...quiero hacer esto...? >> se preguntó a sí mismo volviendo en si, recordando que eso era lo que se necesitaba para salvarle, estaba seguro que de la albina ya le odiaba. Pensándolo mejor, dudo por varios segundos antes de decidir qué hacer, si seguir o no, realmente no lo quería, ¿como hacerle daño a la mujer que lo es todo para ti? Pero volviendo a pensar en la situación, tampoco quería perderle. << Perdón, mi vida... >> y tras disculparse con ella mentalmente, le abrió las piernas y se adentro en ella de manera brutal.

Shinato cerro sus bellos ojos al instante, mantuvo su boca cerrada con sus manos en ella y después su espalda se arqueo. Había sentido un dolor inigualable con cualquier herida que antes se había hecho.

Minato sin darle algun respiro comenzó a moverse sobre su cuerpo sin medir su fuerza, solo eso falto para que de nuevo perdiera la razón, pero ahora por el placer que le invadía completo, era muchísimo más del que antes sentía cuando estaban juntos.

Ella comenzó retorcerse sobre el suelo sin poder aguantar tal tortura, ni siquiera podía abrir los ojos, la intensidad del encuentro era demasiada, Minato aplicaba fuerza cada vez más y más encerrado en su burbuja de placer, pues mantenía las manos a los lados de su cabeza, los ojos cerrados y la boca abierta soltando gemidos sin control. Un fino semblante de estar disfrutando aquello al máximo nivel.

- Mina-Mina-to - ella le llamo entrecortado - Dentente por... favor - un gran quejido que salio de su boca la interrumpió - Estas... estas haciéndome da-daño - comunico, pero el seguía en su mundo.

Con las pocas fuerzas que le quedaban, alzó sus manos y acuno sus mejillas mientras hacia aun lado las patillas rubias que le adornaban el rostro. Siempre le habían gustado.

- Tu no, lo qui-eres así - trato de hacerlo entrar en razón - Tu no quieres lastimarme - le dijo sin ningún tipo de trabe.

El abrió los ojos y la miro con estos entrecerrados. Observo su rostro, sabía que ella moría de dolor al ver sus mejillas llenarse de lágrimas, pero no podía parar, sentía aquello como la primera vez, no tenia control sobre su cuerpo, solo quería seguir sintiendo aquel agonizante placer que le recorría entero, no pararía hasta estar satisfecho.
Volvió a cerrarlos, entonces ella se dio por vencida abrazandolo por los hombros, decidida a pensar en otras cosas en lo que el terminaba.

Definitivamente lo odiaba por hacerle aquello, se encontraba deseando que le quitará las manos del cuerpo, que la dejará en paz. Se sentía lastimada, traicionada y humillada. No podía soportar más. El corazón le dolía de solo pensar.

- Detente - dijo en un susurro. Él no la escucho nuevamente.

De pronto, el volvió a abrir los ojos y esta vez sus labios fueron a juntarse con los de ella. Comenzó a besarla feroz mientras sus manos se dirigían a sus caderas, las tomo fuertemente y por si fuera poco aumento la fuerza y velocidad de las embestidas que le brindaba a su frágil cuerpo. Ella quiso gritar de dolor, pero sus labios no se lo permitieron.

Minato tenia una fuerza increíble.

Fue cuando inevitablemente, como todas las veces pasadas, el rubio fue en busca de su mano para tomarla con la suya, se separo un poco de su boca y volvió a besarle fuerte mientras llegaba al esperado clímax de la noche, entonces se deshizo en ella como nunca llenadole con su esencia de hombre a la vez que también se deshacía el mismo en gemidos en la boca de ella. No la soltó ni un momento.

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