Daniel XXIX
Al salir de la cabaña, casi podía sentir que había recuperado mis alas, debido a la velocidad de la carrera; pero era como si las volviera a perder, de forma incendiaria, conforme las llamas de la venganza iban agigantandose en mi interior y se propagaban por todo mí ser.
Una vez en el palacio, dejé a Starling en los establos y luego de darle agua y avena, me detuve a acariciar su lomo, mientras compartía con él algunos merecidos dulces extra. El semental inclinó su cabeza y relinchó agradecido, mientras saboreaba los restos de los terrones de azúcar de la palma de mi mano. A pesar de que el caballo no me pertenecía, le había tomado especial cariño. Era una criatura fiel y noble, tan leal como su propio dueño.
Era asombroso el cambio que había experimentado Brian en nuestra travesía. Sin duda había madurado y aunque su cobardía era renuente a abandonarlo del todo, había hecho un considerable desapego.
Él y Clara habían sido un gran apoyo en los últimos meses, y en el fondo de mi alma lamentaba tener que ocultarles mi partida inmediata, pero me negaba a exponerlos a nuevos peligros. Además este viaje era algo que debía solo.
Repartí algunas últimas caricias, hundiendo mis dedos, en sus ondulantes crines y también le expresé mi gratitud por rescatarme de aquel infierno de desierto. Luego salí del recinto y me dirigí al palacio.
Los astros coronaban el cielo aquella noche, y eran sus luces lejanas, las que evadía con sutileza, para que no reflejaran mi furtiva silueta, que intentaba trepar con sigilo por las gruesas enredaderas que se aferraban a los muros de piedra raudamente, y subían hasta la ventana de mi alcoba.
Tardé pocos segundos en escalarla, y apoyándome en el alfeizar de la ventana salté dentro del cuarto, dando un giro en el aire y aterrizando gatunamente.
Sonreí para mí solo, por mi hazaña. Me alegraba conservar aquellas cualidades atléticas al menos.
Tomé mi mochila y comencé a prepararme para el nuevo viaje, cargándola con las provisiones necesarias, principalmente armamento.
Faltaban dos horas para la media noche, momento en que Sonia vendría e iniciaría el Ritual para reabrir el portal al Averno, que resultó estar en el cuarto de nuestro pequeño, para mi desagrado.
Me coloqué mi traje de combate, el cual se ajustó a mi musculosa figura, en un calce cómodo y perfecto, otorgándome la movilidad necesaria y colgué a Gloriosa, de mi cinturón de armas, cuya platina hoja brillaba, pincelada con el brillo satino de la luna que ingresaba por los vitrales más altos, y se derramaba sobre el etéreo material de la espada, como si recargara su esencia mortal.
Podía sentir la adrenalina recorriéndome y cada músculo de mi cuerpo tenso cuando por mi mente cruzaban turbios pensamientos, los cuales se habían acrecentado por la charla que había mantenido con la hechicera, pues no podía dejar de imaginarme los peligros y horrores por los cuales Alise y Nicholas estaban pasando. Y lo peor era que mi impiadosa conciencia me recordaba que todo podría haberse evitado si hubiera cuidado a mi familia como se merecía y no me hubiera marchado dejándolos desprotegidos.
Me sentía un gran cretino y me urgía reparar todos mis errores cuanto antes.
De pronto, un sonido hueco me sacó de mis cavilaciones y en un ágil movimiento corrí hasta ocultarme tras los espesos cortinados, justo en el momento en que la puerta se abría.
No podía permitir que nadie me viera vestido para la batalla, pues sería evidente mi partida.
Contuve el aliento unos instantes, esperando que aquel impropio visitante se fuera de allí, al ver que no había nadie, pero perdí las esperanzas al oír el satírico comentario de mi hermano.
—No sabía que la pérdida de tus alas había afectado tus habilidades de camuflaje Daniel—dijo el alado, cuya mejoría era notoria y lo sentí aproximándose hacia la ventana—. ¡Te encon...!—no pudo terminar la frase, pues lo que había del otro lado no era lo que esperaba. Solo había encontrado mis botas.
No pude contenerme y arremetí contra él, descubriendo mi cuerpo, oculto tras los cortinados del ventanal adyacente, al que él Rafael se había dirigido y apunté con la hoja de Gloriosa justo en el hueco que formaban sus magnánimas alas en su espalda.
—¿Decías algo brother?—dije en un tono divertido y oí como el ángel dejaba escapar el aire de su garganta, bufando.
—Vale, ya acaba conmigo. Me lo merezco, por subestimarte—dijo él levantando un poco sus brazos en señal de rendición.
—¡No! no lo haré por ahora. Ya bastante tienes que sobrellevar el karma de ser el menos guapo de los dos— solté y sonreí de medio lado, mientras me preparaba para guardar mi espada nuevamente y entonces el artero ángel me lo impidió. De forma expedita me desarmó invirtiendo los roles, dejándome totalmente indefenso y atónito frente a él, mientras blandía a Gloriosa, y agitaba su afilada hoja en la desprotegida y expuesta piel de mi garganta.
—¿Decías algo bro?—se burló esta vez, usando mis mismas palabras. Y antes de que protestara añadió—. No dudes en que si yo fuera un demonio clavaría tu propia espada hasta el fondo de tu garganta, y te degollaría para luego beber tu impura sangre de la hoja, Daniel.—ya no había rastro de diversión en su voz, sino que esta se había transmutado en un tono serio, frío, monocorde. Sabía lo que significaba. Rafael estaba a punto de soltarme una enseñanza, o un sermón.
—Sí lo sé...—musité a regañadientes—. No debí haber sido tan confiando, ¿no?—aventuré. Mi mandíbula estaba tensa, lo mismo que mis puños vacíos y cerrados. Me sentía doblemente desarmado.
—Está bien que lo hicieras conmigo. Sabías que estábamos jugando—sus ojos estaban puestos en mí y me observaban duramente—. Pero no será un juego en el Reino Oscuro.—sí, él ya lo había adivinado—. No será un juego cuando te enfrentes a un Jonathan transformado. Y definitivamente no será un juego cuando él tome la ventaja, por su condición sobrenatural y te venza a ti en un santiamén, porque mal que te pese, sólo eres humano —aquello último no me lo esperaba. Rafael acaba de aniquilarme totalmente y ni siquiera había tenido que usar a Gloriosa.
El ángel retiró la espada y dio un medio giro antes de tomarla por la hoja de forma diestra y entregármela del lado de la empuñadura.
»Tienes una gran espada. Una pieza única. Pero ni siquiera su magia podrá protegerte del demonio. ¿Lo sabes no?—dijo cruzándose de brazos. Las venas de sus músculos desnudos parecían a punto de estallar, en aquella piel levemente aceitunada. Ya había ganado peso, y su vitalidad se hacía notar, en más de una forma.
—Lo sé desde el instante mismo en el que mis alas fueron arrebatadas. Sé que soy un simple humano, y que mi fuerza no se compara con el de los seres sobrenaturales, pero tú bien sabes que no me faltan agallas, y sabes que lucharé hasta mi último aliento por defender y traer a mi familia ilesa a El Refugio—solté, aún cuando una parte de mí, la más crítica, me decía que aquello no sería suficiente y me recordaba lo descabellada que era mi misión, pero preferí ignorarla.
En cierto sentido mi situación era peor que la de mi esposa, pues ella al menos era una criatura sobrehumana y claro, también estaba el hecho de que había una profecía que le aseguraba el éxito, aunque yo no creía del todo en esta. Pero era una ventaja, que a mí me faltaba. Aunque era demasiado terco para aceptar estas cuestiones.
—Lo tengo claro. Y por eso no te impediré que te vayas al Averno esta noche—dijo para mi sorpresa. Mis ingenuos ojos claros, focalizaron en los suyos, más oscuros y mucho más eruditos y astutos—. Pero yo iré contigo —sentenció y sabía muy bien, que no era opción discutirlo.
A continuación, mi hermano paseó sus ojos por el ventanal escrutando la noche. La nívea luna estaba cubierta por un fino velo de nubes, y un manto de estrellas, como una moza introvertida, que dejaba ver a medias, su singular belleza.
Sabía exactamente el rumbo que tomaban los pensamientos de mi hermano, porque los míos eran idénticos. Era imposible no buscar en la gloria del cielo a nuestra madre, su deslumbrante imagen se hacía visible en las lucientes constelaciones.
»Ya casi es media noche—susurró el ángel, con cierta nostalgia—. No perdamos más tiempo.
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