Daniel. VII

Aunque era de día, el Reino de la Oscuridad, se veía casi tan hospitalario como de costumbre, con la única excepción de que ahora contaba con un ser más desagradable que el resto: Jonathan.

Yo estaba completamente seguro de que él estaba allí y que era responsable de la muerte de David y posiblemente también de la de Iris. La sola idea de que mi madre estuviera muerta, me causaba escalofríos, pero debía ser fuerte por ahora y concentrarme en lo que tenía por delante.

Tenía que llegar primero a Tierra Mítica, sin ser visto por los demonios, y ahora no tenía la protección de mis alas, que brillaban cuando el peligro estaba cerca, o que servían como poderosos escudos o espadas mortales. En resumen, sin ellas estaba totalmente expuesto e indefenso, salvo por las armas terrenales que llevaba conmigo. A pesar de que estas no servían contra los demonios de mayor rango, sí podía reducir a los menores.

Afirmé, la espadilla que Alise me había regalado el día de nuestra boda, la cual colgaba directamente de mi cinturón.

Se trataba de una hermosa pieza cuya empuñadura estaba adornada con zafiros, y en cuya afilada hoja estaban grabadas, con impecable floritura, las letras de mi nombre. Parecía más una pieza de joyería que un arma mortal, a decir verdad.

Mi esposa, se había basado en el diseño de la espadilla perteneciente a Evelia, para hacerme el presente; aquella con la cual había asesinado a Argos, convirtiéndose desde ese momento, en una especie de símbolo o amuleto contra el mal.

"Mi amada Alise...¡Cuanto siento todo esto! Jamás podré perdonarme por las mentiras que te he dicho y tu jamás podrás perdonarme si no regreso con vida para enmendarlas." Pensé.

—¡Daniel! ¡Daniel!—Escuché una voz conocida a mis espaldas y pasos que se acercaban. Volteé apretando mis puños y cerrando mis ojos, rogando que aquella voz sólo fuera parte de mi imaginación.

—¡Por Iris! Brian dime que no eres tú por favor...

—Bueno, si quieres no te lo digo... pero Clara...—balbuceó el pelirrojo mientras yo lo espiaba por el rabillo del ojo, negado a abrirlos del todo, pero ante la mención de su novia me obligué a hacerlo, para convencerme, que en efecto, aquello no era una mala jugada de mi imaginación.

—¡Carajo! ¡Ella también está aquí!—ahora lo contemplaba de lleno, con el ceño fruncido, y la mandíbula tensa, mientras él se encogía de hombros.

—¡Hola Daniel!—la castaña me saludaba de manera efusiva, detrás de su novio—. ¡Qué lugar de pesadilla!

—Shifff silencio amor—masculló el rojizo—. Creo que Daniel no está de ánimo.

Yo pasé una mano por mi rostro intentando serenarme.

—A ver...—suspiré— No es que no esté "de ánimo" pero, ¿acaso nosotros no teníamos un trato? Tú debías invocar al Apóstol, para darme acceso al portal y luego volver a El Refugio, donde estarías a salvo—dije señalando a mi amigo (próximamente ex amigo)—. Y tú —ahora me dirigía a Clara—, ni siquiera tenías que formar parte de la misión para empezar —¡Listo lo había dicho!—. Esto no es un juego de niños, es algo serio. Miren a su alrededor —hice una señal abarcativa que ellos siguieron con la vista—. Esto no es precisamente el paraíso, sino lo opuesto y temo que algo malo pueda pasarles. Yo no soy el ángel guerrero de antes y no podré defenderlos.

Brian me miraba atónito, avergonzado, como un niño cohibido luego de un regaño, pero Clara lucía bastante molesta.

—¡Ah no señor!—dijo ella cruzando sus brazos menudos—. No salgas ahora con un nuevo intento de parecer miserable Daniel. Jamás en toda mi vida vi a alguien que se lamentara tanto por su situación—mis ojos se abrieron como platos ante aquellas palabras—Sí, eres un humano ahora. ¿Y qué? ¿Eres distinto por ello? ¿Acaso no hay más valor dentro de ti? ¿Desapareció tu fuerza o tu espíritu de lucha en tu interior?—ni siquiera dejó que responda ya que siguió hablando, elevando su voz, mientras el cohibido resultaba yo ahora—. Perdiste las alas cierto, pero no me digas que por eso ahora eres menos valiente o menos fuerte y atemorizante que antes porque no te creo. Todos cambiamos en algún momento de nuestra existencia. Algunos por fuera, otros por dentro, pero eso no importa, siempre y cuando el resultado del cambio sea positivo y nos haga mejores. Así que acepta tu cambio y vuélvete un mejor ser humano Daniel. ¡Y sobre todo demuéstranos que tu esencia sigue intacta!

—Yo...bueno...yo...— balbuceé, sin lograr hilar una frase coherente. Cerré mi boca y tragué saliva para aclarar mi garganta, pues estaba demasiado seca, a causa de los nervios. Me sentía patético y apenado. "¡Joder, Clara me ha dejado totalmente indefenso!" pensé. ¿De qué me servían las armas frente a los discursos que lanzaba esa mujer? Brian tenía razón en lo que había dicho. Cuando quería, su novia resultaba atemorizante—. Creo...creo que tienes razón—respondí al fin, dándome por vencido—. He estado actuando patéticamente en este último tiempo, lamentándome por lo que perdí, sin pensar lo que gané, encerrando en mi situación particular, mientras me colocaba varias máscaras de sarcasmo, como defensa, sin detenerme a pensar cómo le afectaría esto a mi entorno —me rasqué la cabeza apenado, mientras ambos jóvenes tenían sus ojos puestos en mi expectantes—. Lo que intento decir es que lo siento ¿sí? Intentaré ser el Daniel de antes, menos negativo y más optimista—alcé mis pulgares—. Pero eso no quita que no siga preocupado por su seguridad y que deje de creer que haber venido hasta aquí fue una pésima idea.

—¡Joder Clara! —dijo Brian torciendo el gesto—. Ya casi lo teníamos —añadió y todos rompimos a reír.

—No te preocupes por eso Daniel—musitó la castaña—. Brian y yo sabemos cuidarnos bien. No olvides que sobrevivimos en el mundo humano, en medio de guerras y tiranos, mucho tiempo.

Le daba el punto en ese aspecto. Aunque ciertamente el Reino de la Oscuridad era mucho más turbio y siniestro que el mundano, y los demonios definitivamente más crueles y sádicos que el peor de los tiranos.

Brian y Clara me contaron que cuando decidieron cruzar el portal, el Apóstol ya estaba despertando de su letargo y asumieron que él mismo se encargaría de rendirle los honores fúnebres a David, por lo que no lo habían dejado librado a su suerte.

Por otro lado, tampoco querían quedarse a "sufrir" la ira de aquel temible hombre, al que Brian casi había asesinado.

Pero sobre todo, cuando cruzaron el portal, lo hicieron movidos por el deseo de ayudarme. Para ellos yo no era solo un amigo más, era familia, era su hermano y como tal, estarían conmigo en cualquier loca aventura que iniciara, por más intrincada y riesgosa que fuera. En síntesis, eran unos locos suicidas ambos, pero fieles hasta la médula.

Esa vez el portal no nos había dejado cerca de la playa, tal como había sucedido cuando atravesamos el torbellino marítimo junto a Alise, Argos y su ejército, sino que estábamos tierras adentro, en un lugar conocido para los ángeles como el "Bosque Negro", el cual era mucho peor.

Ese lugar estaba repleto de retorcidos troncos pútridos, pantanos y fosos y colmado de sanguinarios demonios hambrientos de carne.

Daba la impresión de que siempre los portales nos trasladaran hacia lugares similares a los de la tierra pero mucho, mucho más aterradores y sombríos.

Había varios senderos que seguir en el bosque, así que era muy fácil perderse y sin mi antiguo instinto mágico de orientación eso fue justamente lo que sucedió.

Caminamos varias horas en círculo, pero no fue hasta la tercera vez que pasamos por el mismo árbol espectral, que nos dimos cuenta de lo que sucedía.

—¿Seguro que sabes por dónde vamos? Porque juraría que ya vi este pedazo de madera podrida antes—señaló Brian, deteniéndose a descansar, mientras se recargaba en aquel árbol de ramas artríticas y deformes.

—En realidad, estoy un poco confundido—me rasqué la cabeza y comencé a mirar a mi alrededor buscando alguna señal, algún indicio o punto de referencia que me sirviera para orientarme y hallar la salida, pero al no encontrar nada dije—: Creí que me orientaría con facilidad como antes pero no es así.

—¡Y hasta ahora lo dices! —se quejó Clara—. Ya tengo ampollas en las ampollas—hizo una mueca de dolor, mientras se quitaba el calzado, sentándose en la oscura turba del suelo.

—¡No es culpa mía!— protesté—. Es la primera vez que transito este mundo como hombre, y sin mi magia me resulta muy difícil orientarme—blanqueé mis ojos.

—¡Otra vez renegando de tu suerte! Ya me tienes harta—dijo ella elevando su timbre de voz, volviéndola más chillona, insoportable.

—¡Yo no reniego mujer necia pero es la verdad! Además, como ya te dije, nadie te obligó a venir.—alegué, en un tono más alto, fulminándola con la mirada. Ella estaba igual de cabreada y me miraba fijo, como en un duelo de miradas que estaba renuente a perder.

—Ya basta de discutir los dos. Eso nos va a ayudar a salir de aquí. ¿Qué les sucede? Ustedes no actúan de esa forma—interrumpió Brian, mirándonos contrariado, mientras sus cejas formaban un puente sobre sus ojos.

—Tienes razón...—dije apesadumbrado por mi comportamiento—. No sé qué me ha pasado...Lo siento Clara.

—Yo tampoco entiendo—comentó ella pestañeando confusa—. Sentí tanta ira de pronto...Discúlpame Daniel.

—Creo que es este lugar maligno el que nos pone de esta...—expliqué e iba a continuar hablando cuando un movimiento captó mi atención—. Brian quédate muy quieto—dije haciendo un gesto con la mano, bajando la voz.

Clara enseguida entendió a lo que me estaba refiriendo, pues sus ojos también veían con claridad a aquella criatura ponzoñosa, de color rojo sangre con motas en negro, que reptaba por el cuello de mi amigo, con intención de asfixiarlo.

—¿Qué está pasando? ¡Me están poniendo nervioso! ¿Qué es lo que siento en el cuello?—inquirió Brian que estaba tan quiero y pétreo como el árbol que yacía a sus espaldas.

—Tranquilo amor. Solo es una pequeña serpiente—observó Clara, infundiéndole calma.

—Oh en ese caso, creo que podré con ella—indicó Brian sin mayor preocupación.

Su sangre elfica le permitía controlar animales terrestres, mientras que la sangre de hada de Clara le daba poder sobre los animales aéreos, al tiempo que ambos tenían en común su mágico don con las plantas, pero desarrollado de una manera diferente.

Los elfos podían controlarlas de forma superficial, haciendo que crezcan a su antojo por ejemplo, pero las hadas tenían un contacto más íntimo con las plantas e incluso a veces parecía que mantenían una especie de lenguaje interno con estas, hasta el punto de que las mismas les revelaban sus secretos. Por eso la mayoría de las hadas, tenían amplio conocimiento de sus propiedades.

Sin embargo, sus respectivos dones no podrían ayudarlos en ese momento, pues no eran aplicables a entes demoníacos. De manera que tendría que actuar rápido, o mi amigo acabaría muerto.

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