Alise XXXIV
Nos acomodamos en torno a la maciza mesa épica.
Dos demonios de aspecto felino, que se habían materializado de las mismas tinieblas, que se agolpaban en las esquinas y recovecos de la estancia, avanzaron hacia nosotros y ocuparon los flancos de Lucifer, cuando este se sentó en la cabecera.
Las terroríficas bestias, eran similares a las panteras, aunque carentes de rabo y tenían gruesos colmillos cóncavos que sobresalían de sus mandíbulas inferiores y alcanzaban una longitud considerable, casi hasta la altura de los ojos.
Su pelaje era corto, y tan oscuro como las sombras de las cuales se habían manifestado.
Ambas criaturas gruñeron a la vez y enfocaron sus bermejos ojos refractantes en Jonathan, quien, aunque no ostentó la cabecera opuesta, ocupó el sitio preferencial a su diestra, cuando este tomó la copa de licor que yacía sobre la mesa, y la acercó a su rostro.
—Esa es mi bebida—musitó el "Maligno Supremo", sumando un par de peligrosos ojos en los de su nieto, ya visiblemente tenso, pues ciertamente ya había comprendido su error y dejaba el cáliz "sagrado" de nuevo en su sitio original.
Yo sonreí en mi interior ante la situación de incomodidad de mi despreciable primo y recuperé parte de la tranquilidad que había perdido hacía apenas unos instantes, cuando por un momento, durante el contacto entre Lucifer y mi hijo, creí ver que la córnea de sus ojos adoptaba aquel insidioso tinte turmalinico.
Luego, cuando volví a focalizarme en él, todo signo de oscuridad se había despejado y sus pequeñas orbes seguían teniendo el matiz verde esmeralda, que aunque llevaban el sello que alguna vez tuvo su progenitor, al menos no eran tan siniestros como los del demonio.
»Si quieres puedo solicitar a uno de los sirvientes que te sirvan un poco...en tu propia copa—añadió Lucifer, quien claramente era muy posesivo con lo propio.
—No es necesario "Mi Señor"—dijo Jonathan en tono ceremonioso. Aunque ya lo había oído hablando con su abuelo sin formalismos—. Solo me dejé cautivar por el aroma. Buena cosecha...a propósito—añadió, adulante. Pero yo sabía cuánto debía de molestarle aquella situación de sumisión, al muy ególatra.
—Es de mi bodega personal—anunció Lucifer—. La ocasión especial lo ameritaba y aún no han visto lo que ordené preparar para la cena.
En ese momento, como un claro ejemplo a sus palabras, algunos criados de aspecto bastante humano, aunque con aquella lóbrega aura tan característica del lugar, hicieron su aparición en el recinto, cargados de exultantes y tentadores platillos y comenzaron a distribuirlos a lo largo y ancho de la mesa.
Desde mi posición, a la izquierda de Lucifer, y frente a Vera, comencé a pasear mis ojos, más que por aquella apetecible gastronomía, por los criados. Era evidente que hacían un esfuerzo sobrehumano para sostener la vajilla sin que se les escurra de sus frágiles manos. Y en breve pude darme cuenta por qué. Esas personas no estaban vivas. Eran espectros, manifestaciones de lo que alguna vez fueron seres de carne y hueso, de los que ahora solo quedaban vestigios, vagos recuerdos. Se trataba de las ánimas malditas que yacían bajo el poder del rey del averno.
Sus vaporosos cuerpos, debían de hacer uso de una inmensa energía para corporizarse por momentos, pero sus pies ya estaban desapareciendo y parecían flotar en el aire, mientras se movían con agilidad en torno a la mesa, en danza insustancial, disponiendo los distintos alimentos.
En cuestión de segundos habían terminado y enhorabuena, pues sus vacuas figuras ya se estaban desvaneciendo por completo.
No pude evitar sentir cierta pena por ellos, ni evitar preguntarme ¿dónde se encontrarían el resto de esas ánimas condenadas?
"¿Estarán vagando por el palacio, ocupados en sus serviles funciones o desparramados por los alrededores del Reino de la Oscuridad, siendo torturados por los demonios en ese sitio deprimente y terrorífico para toda la eternidad?" pensé.
También me pregunté ¿dónde estarían las almas de aquellos temibles soldados que había conocido en El Refugio y que habían muerto en esos páramos infernales? ¿Dónde se encontraban Darius, Marco y...Argos?
No lo sabía, pero sí agradecía que ninguno de esos despreciables formaran parte del servicio personal del Maligno. Aunque hubiera sido interesante ver el alma en pena de Argos limpiando los excusados de su padre.
—Estas bastante callada mi adorada—observó Jonathan, interfiriendo con mis oscuros chistes privados, y obligándome a mirarlo—. ¿Acaso no te gusta nada de lo que ves?—señaló, y aunque sabía que se refería a la comida, no pude evitar sentir aquella pizca de ironía en su pregunta.
Abrí mi boca para responder pero su abuelo, me interrumpió.
—No la molestes querido y deja que disfrute como mejor prefiera de los platillos de esta mesa. Muchos placeres, entran primeramente por los ojos—sonrió lascivamente al contemplarme.
De pronto, me sentía hiperventilando, al ser merecedora de la completa atención del máximo súcubo. Porque en el fondo sabía lo que estaba pensado y el doble sentido de sus palabras.
Pero aunque Lucifer fuera realmente hermoso, pues mentiría si dijera lo contrario, ya que gozaba de toda la gracia, y la sensualidad nata de los celestiales, el yugo maldito estaba impreso en esos ojos insondables, y en esa invisible aura que provocaba un auténtico repudio cada vez que su mirada me abarcaba.
—Por supuesto que sí...—masculló Jonathan por lo bajo, pero pude escucharlo y también noté el ligero palpito en las visibles venas de su pálido cuello. Y entonces pude verlo claro. Había más que simple rivalidad hacia su abuelo. Él lo odiaba. Odiaba guardar silencio, por temor a sus represalias, y más que eso, aborrecía el poder que aquel exhibía.
»Por otro lado—siguió Lucifer y ahora me hablaba directamente a mí—, sería comprensible tu falta de apetito debido a que la situación por la que estás pasando, dista mucho de ser placentera para ti ¿o me equivoco?—preguntó enarcando una ceja, y bebió un poco más de su trago de vino.
—No sé de qué habla...—mascullé, fingiendo desconocimiento, en un vano intento de mantener mi papel "neutro".
—Mi querida Alise...—sonrió ampliamente mientras negaba, haciendo que sus caminos, como auténticos colmillos, centellearan a la lumbre de la llamas—. Creo que es tiempo de dejar de fingir que todo está bien y que salgan a la luz nuestros verdaderos sentimientos, así por fin podemos desempeñar sin tapujos el rol que le toca a cada quien y dejarnos de ridículas trivialidades—soltó sin más preámbulos. Yo intentaba minimizar mi estado de sorpresa. Aunque francamente lo que él decía sonaba hasta mitigante y sensato—. Además en tu caso, no sabes llevar los personajes muy bien. Noté que quisiste aniquilarme desde el momento en que me viste por primera vez y pude confirmarlo cuando te besé. Me lo susurró cada corpúsculo de tu ser...—añadió, aniquilando cualquier posible sensación de alivio que se hubiese alcanzado a forjar en mi interior.
"Si ya mi propio cuerpo me ha delatado, me quitaré la máscara de una vez por todas y le diré al demonio lo que realmente pienso" pensé
Las cosas se estaban acelerando y tendría que actuar de un momento al otro, pero antes le seguiría el "juego".
—Está bien, admito que tienes razón—dije dejando de lado también los formalismos. No sentía respeto alguno por ese ángel exiliado, así que no tenía por qué expresar ceremonia—No estoy aquí a gusto. Detesto este lugar espantoso, a tus horribles demonios, y toda la destrucción que han causado –solté con aversión, sosteniéndole la mirada.
Mi corazón amenazó con dar un vuelco y salirse de mi pecho, pero lo controlé.
Miré a Jonathan de soslayo. El maldito parecía entretenido con el curso de la conversación.
Vera por su parte, estaba en su propio limbo, intentando alimentar a Nicholas, quien yacía en una silla adaptada a su lado, más ansioso por practicar tiro al blanco con las mascotas de Lucifer, que por probarlos.
Los felinos, lejos de estar alterados, relamían los restos de comida que quedaban adheridos a su pelaje, y luego posaban sus orbes sanguinolentas en el niño a la espera de un nuevo bocado, mansos como gatos domésticos.
—¡Así me gusta querida! Es maravilloso que dejes salir ese odio interno—exclamó Lucifer satisfecho, uniendo sus manos. Más que eso, estaba totalmente pleno, como si mi furia fuera su propio alimento—. Pero antes de que sigas exteriorizando tu karma y lo canalices contra mi persona, quiero que sepas que entiendo totalmente que estés molesta con mi raza por irrumpir en Tierra Mítica y atentar contra la vida de Iris— añadió, insidioso—. De hecho, yo mismo no estoy conforme con los resultados.
—¿Ahora me saldrás con sentimentalismos?—sonreí de medio lado, mitigando las ganas de tomar una pluma/espada y masacralo. "Pronto podrás hacerlo" me recordó mi subconsciente. Era cuestión de minutos. Dejaría que me cuente sus planes, y bebería del mágico elixir para transformarme y luego la lucha por la supervivencia iniciaría—. ¿Acaso te arrepientes de que Iris haya muerto porque, a pesar de sus diferencias, eran familia y tenían el mismo padre celeste?—dije aportando mi cuota de escepticismo.
—Claro que no —reconoció, apelando a su lado honesto, una vez más—. Acepto que no mantenía el mínimo sentimiento de empatía hacia mí irritante e inoportuna "hermana". Un mismo origen, una esencia común no garantiza sintonía de carácter. Iris y yo pensábamos y sentíamos muy distinto. Sin olvidar que ocupábamos lados opuestos en esta antagónica guerra celestial—terrenal—dijo con cierto ápice de hastío, albergando en sus palabras el paso de los eones de tiempo que les había llevado la batalla entre el bien y el mal. Estaba claro que por más que gozara de una eternidad, Lucifer deseaba terminar con esa lucha lo antes posible—. Cuando le di la "Espada Execrable" a Jonathan para agilizar las cosas con ella, esperaba que la asesinara, no que la hiriera—confesó lanzándole una mirada algo reprobatoria a su nieto.
El rostro de aquel se ensombreció de pronto. Hasta su sonrisa se desvaneció.
—¿Entonces no estás conforme con la forma en la que transcurrieron los hechos? ¿Hubieras querido una muerte más rápida? —solté, mientras por debajo de la mesa apretaba mis puños, intentando mantener un gesto parsimonioso.
—Para ser más claro, la muerte de Iris complicó las cosas. Envié a mis tropas a Tierra Mística nuevamente por el agua mágica, para que el resto de mis creaciones pudieran obtener inmortalidad, y así lograr un ejército de demonios mucho más poderoso y resistente, soldados letales que terminasen de una buena vez esta guerra iniciada hace milenios—dijo, confirmando mis pensamientos—. Pero no contamos con que al morir la Creadora, también el elixir se volvería obsoleto.
Esta vez no pude contenerme y mis ojos se abrieron como platos. Estaba fluctuando entre la felicidad y la incertidumbre.
—Pero cómo...yo vi a Jonathan—comencé a musitar—. Te vi transformarte recientemente—lo increpé— . Y dijiste que había sido gracias al elixir.
—Y así fue mi adorada—respondió despojándose de los secretos que había guardado hasta ahora—, pero no fue el elixir de Iris el que bebí. Fue el tuyo.
—Esto es imposible. ¡Yo no he creado tal cosa!
"¿Jonathan intenta confundirme? ¿Qué clase de artimaña está usando ahora?" pensé.
—No fue necesario querida. ¿Acaso tu sabia abuela no te explicó que la afamada agua de la energía vital es la gracia del Ángel Supremo en su estado natural, la esencia de la que fueron hechos?
—Sí lo hizo, pero... pero, yo renuncié a mi gracia...
—¡Oh sí ya recuerdo!—Jonathan blanqueó sus ojos—. Pero déjame decirte que esa renuncia que hiciste por un ángel de segunda caído en desgracia, y convertido en humano, acto que, aunque tuvo cierto aire romántico, fue muy estúpido de tu parte, no fue más que una farsa o una renuncia parcial — al ver que estaba aún más confusa que antes prosiguió sus explicaciones—. No puedes renunciar a lo que eres en realidad. Tu interior alberga todavía la esencia divina, tu gracia permanece latente, esperando ser despertada nuevamente—señaló como si eso fuera lo obvio del planeta. Y claro que tenía razón—. Como sea, lo que hizo Iris en esa ocasión fue regresarte a tu estadio anterior simplemente, al retirar una parte de tu gracia. Luego la guardó como un afectuoso recordatorio, en ese medallón que llevas en tu cuello—no pude evitar llevar mis dedos al dije—, el cual es un contenedor especialmente diseñado para contener la divina esencia, como lo era la fuente y es lo que yo usé para transformarme, dejando lo suficiente para otra toma...—puntualizó con satisfacción.
Por fin lo comprendía, ahora sabía por qué Jonathan me necesitaba con vida; por qué ninguno de estos demonios me había matado todavía, aún cuando fuera una amenaza. Cuando bebiera aquella pequeña parte de mi propio elixir en su estado de pureza, volvería a emerger mi verdadero ser y una vez que estuviera transformada en un poderoso ángel por completo, yo misma sería una fuente inagotable de energía, capaz de convertir a otros, y dotarlos de vida eterna. Todo era un maldito ciclo recíproco.
Un maldito ciclo del cual no podía salirme, no tenía escapatoria. De una forma u otra, para bien o para mal, era imperativo que adopte mi verdadera forma una vez más.
Suspiré con frustración y comprendí que aunque el juego no había concluido del todo, esta partida había terminado y en esta ronda, mis cartas eran un asco.
Queridos lectores:
Quizá este capítulo fue demasiado informativo, y pasivo, y careció de la acción habitual, pero prometo compensarlos con creces en el siguiente.
Pasarán cosas que los dejarán absortos en verdad y más porque será el capítulo final del segundo libro.
Sin mas, les agradezco mucho su acompañamiento incondicional.
Les cuento que el primer libro acaba de ganar su tercer premio en Fantasía 😍 y que eso me da mucho ánimo a seguir.
También les quería contar que estoy trabajando en un libro de poemas, y me encantaría contar con su apoyo.
¡Gracias nuevamente! Los amodoro ❤
Dedicado a Skyler_2005 EzeMontero
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