Alise XXIV

La cama era amplia y estaba cubierta de pétalos de rosa, de un matiz rojo tan profundo e intenso, como el color de la sangre. Los mismos contrastaban perfectamente con las sábanas de seda blanca, sobre las cuales me encontraba acostada. Había algunos cirios encendidos a mí alrededor. Las trémulas llamas, iluminaban sutilmente la habitación, alargando las sombras del mobiliario y los exiguos objetos que yacían sobre ellos.

Mis ojos echaron un rápido vistazo a mí alrededor. Reparé en el extraordinario closet, cuyo tono, en la penumbra, se asemejaba al ébano y que abarcaba la totalidad de una pared del cuarto; en las mesas de noche, que flanqueaban el lecho y en el pequeño tocador de un estilo moderno, donde resaltaba un espejo cuadrangular de marco nacarado. Divisé una pila de ropa prolijamente doblada, sobre una silla, y las reconocí como propias.

Por primera vez, me fijé en mi cuerpo con detenimiento. Llevaba puesto un camisón que apenas cubría mis muslos. Deslicé mis manos sobre aquel. Por la delicadeza y suavidad de la tela, la prenda bien podría ser de raso, o incluso seda. Mi corazón se aceleró, pero no fue precisamente por lo escandalosamente provocativa que era la pieza que llevaba, sino porque en ese instante reconocí donde estaba.

La familiaridad de la escena, me hizo dar cuenta que aquella era la habitación de mi sueño. Comencé a buscar a Jonathan entre las sombras zigzagueantes y entonces lo vi, sentado en el borde del lecho. Sus esmerilados ojos, proyectaban aquel tinte oscuro que la noche que nos rodeaba, misma tonalidad que probablemente moraba en lo profundo de su alma. Pero su albina tez y sus cabellos castaño-dorados destacaban en medio de las sombras imperantes.

La incomodidad que generaba su presencia, terminó de confirmar que aquella situación era real, y no formaba parte de ningún estado onírico. Sin embargo, no recordaba bien cómo había llegado allí, tenía recuerdos fracturados.

Después de que Jonathan pronunciara las últimas palabras, el frío me invadió. La luz proveniente de la única lámpara del dormitorio de Nicholas se extinguió de forma expedita, segundos antes de que el piso empezara a temblar y a desbaratarse.

Recuerdo haber sujetado a mi niño con fuerza entre mis brazos, mientras intentaba aferrarme inútilmente a algún objeto macizo, evitando que la oscuridad nos arrasara.

Luego, sé que comenzamos a caer de forma inevitable, sujetos por invisibles brazos tenebrosos, que nos arrastraban hacia las profundidades de la tierra.

-Por fin despiertas mi adorada- Murmuró el ojiverde acercándose lentamente hacia mi.

La proximidad a las flamas me permitió detallar sus conocidos rasgos con mayor precisión. Jonathan vestía ropa de etiqueta, de un tono ónix pleno y absoluto, desde la camisa hasta los pantalones.

El maligno esbozó su peculiar sonrisa torcida y noté aquel brillo lascivo aleteando dentro de sus orbes. Una llamarada de fuego verde consumió el oscuro iris nuevamente, mientras él alargaba sus pálidos y finos dedos, con la intención de deslizarlos por una de mis piernas.

Inmediatamente me encogí sobre mi misma. Había sido un reflejo, ni siquiera lo había pensado, simplemente mi cuerpo había actuado basándose en el repudio que sentía, aunque ciertamente había sino muy estúpido de mi parte.

Jonathan se mostró herido. Pude notarlo en el cambio en su expresión facial y sin embargo, lo disimuló bastante bien. Estaba controlando una vez más sus emociones.

—No tienes por qué tener miedo querida prima-susurró en aquel tono empalagoso y dulzón-Es cierto que para algunos el descenso hacia el Reino de la Oscuridad a veces puede ser un poco estrepitoso, pero ya estás sana y salva en tu nuevo hogar.

—¿Dónde está Nicholas? — indagué, haciendo caso omiso a su comentario—. Estoy preocupada por él...—añadí en tono más sereno, intentando sofocar la tensión que me invadía en ese momento, puesto que aún cuando fuese su hijo no podía confiar en las "buenas" intenciones de Jonathan.

—El niño está bien. Se encuentra en su nuevo cuarto descansando... Cuando estés completamente restablecida puedes ir a verlo— explicó usando una voz demasiado "amable", tomando mi mano.

Esta vez no me aparté. Necesitaba mantener mi papel, al igual que él el suyo.

— ¡Quiero ir a verlo ahora!

—No creo que sea una buena idea...Todavía no te encuentras recuperada del todo. Como dije, el pasaje hacia este mundo suele ser vertiginoso.

—¿Cómo llegamos aquí?

Era evidente que lo habíamos hecho a través de un portal, pero no recordaba haberme trasladado del cuarto.

—Había un portal en mi antigua habitación del palacio —explicó él adivinando mis pensamientos —. Uno de origen demoníaco. Las criaturas del Reino Oscuro lo usaban como pasaje entre los mundos.

—¿Lo usaban? —inquirí frunciendo el ceño.

"Entonces mi pequeño ha estado durmiendo sobre una de las puertas hacia el Averno" pensé con aversión.

—Fue cerrado hace cientos de años por Iris—moduló el nombre de la Reina de Tierra Mítica con desprecio— Cuando creó uno de sus "santuarios" justo allí. Tenía que mantener la pureza del lugar y su seguridad claro...

 —¿De manera que fuiste tú quien volvió a abrirlo?—dije con astucia.

Esa era una muy buena pregunta. Si su respuesta era afirmativa despejaría cualquier duda acerca de su esencia demoníaca.

—Efectivamente— se jactó, volviendo a sonreír—. Aunque creo que debí avisarte que el descenso sería un poco brusco. Hasta te desmayaste—dijo en un tono compasivo—.   ¿Cómo podré recompensarte por ello?—añadió, acariciando mi brazo.

—No tienes que hacer nada más por mí... Gracias—fingí una sonrisa y luego bostecé a priori, retirando mi mano de su agarre, fregando mis ojos —. Creo que tienes razón. Será mejor que descanse. Aún no estoy del todo bien.

Jonathan volvió a tensarse, y sus ojos se apagaron por completo. Su decepción era palpable.

—En ese caso, creo que seguiremos "platicando" más tarde—acercó su rostro al mío, antes de que pudiera siquiera intimidarme y susurró cerca de mi oído—:  Después de todo, muy pronto tendremos toda la eternidad, mi adorada.

"Toda la eternidad. ¿Lo ha dicho literalmente? Pero... ¿cómo puede ser eso posible?" Solo se me ocurría una forma y era demasiado improbable.

No podía perder más tiempo, debía salir de allí y comenzar a investigar.

                       
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