Alise XVII
"Los justos heredarán la tierra. Y vivirán para siempre sobre ella. La boca del justo hablará sabiduría; Y su lengua proferirá juicio. La ley de su Dios está en su corazón; Por tanto sus pasos no vacilarán. Acecha el impío al justo, Y procura matarlo. Jehová no lo dejará en sus manos, Ni lo condenará cuando le juzgaren. Espera en Jehová, y guarda su camino, Y él te ensalzará para heredar la tierra: Cuando serán talados los pecadores, lo verás."
Salmo 31
La habitación era pequeña y acogedora. Piedra blanca y madera, mezcladas en perfecta armonía, formaban parte de su estructura general, siguiendo el estilo uniforme del resto de la cabaña.
Repisas con libros de hechicería y otros de interés universal, descansaban sobre un pequeño hogar de piedra. Un sofá de troncos, un perchero de pie y una mesa de noche con una lámpara de vitro, cuyo interior brillaba por la pequeña llama de fuego celestial, componían el mobiliario de la misma. Además de la cama de madera lustrosa, donde yacía acostada, yerta e inmóvil cual esfinge, Sonia.
Había sido difícil traerla a rastras desde el living, después de que perdiera el conocimiento repentinamente, pero finalmente lo había logrado.
Una fresca brisa se filtraba a través de las mágicas cortinas del único ventanal y desparramaba sus canos cabellos, que se movían de aquí para allá como finos hilos de plata. Su rostro anciano, parecía jovial y plácido, en ese estado de reposo, pero su piel estaba igualmente gélida y pálida. En semejante condición cualquiera podría pensar que ella no dormía sino que estaba muerta. Yo también lo había creído en un principio, cuando la luz se extinguió de sus brillantes ojos acerados, mientras contemplaba como perdía el control de las funciones de su cuerpo, que se desvanecía con presura, al igual que los últimos rayos de sol crepuscular.
La penumbra y la desesperación me envolvieron en ese momento y sentí que estaba a punto de colapsar, hasta que logré sentir su pulso distante y su lento respirar. Luego apoyé mi rostro sobre su pecho y pude oír los latidos débiles de su corazón. Estaba convaleciente, agonizando, pero estaba viva.
Cuando finalmente la recosté en el lecho, empecé a investigar entre sus libros un posible antídoto, pero era incapaz de crear la pócima correcta y no quise arriesgarme a suministrarle algo que acortara su escaso tiempo.
—Sonia...Sonia dime qué hacer, por favor—susurré junto a su oído e incluso sollocé sobre ella, pero ni siquiera el poder curativo de mis lágrimas pudo reanimarla, aunque sí mejoró su estado. Al menos su semblante tenía un poco de color y continuaba respirando.
Las últimas palabras de la zahorí se repetían en mi mente una y otra vez, mientras mi ruego continuaba: "De posesión demoníaca".
"¿Entonces era en eso en lo que Jonathan se había convertido? En un ser diabólico. Pero ¿cómo había sucedido?"
—Sonia por favor...—volví a insistir y en esa ocasión mi plegaria surtió efecto.
Sus párpados comenzaron a moverse y noté que estaba luchando por abrir los ojos, aunque sin éxito. Entonces la oí balbucear algunas palabras en voz baja.
—Agua...bendita...cocina—dijo con voz difusa.
"¿Tenía sed? ¿Era eso? ¿Quería que te traiga agua de la cocina?" fue mi primer pensamiento, y un segundo después mi cerebro hizo la conexión faltante y lo deduje.
—Tranquila, enseguida vuelvo—dije antes de salir disparada hacia la cocina.
Una vez allí comencé a buscar en las repisas repletas de envases de vidrio cargados de diferentes elixires, alguno con la etiqueta "agua bendita". Me enfoqué sobre todo en los frascos con líquidos transparentes. Para mi desgracia las etiquetas estaban escritas en idiomas desconocidos. Intenté descifrarlos y la tarea se volvió imposible con algunos. Pero había dos etiquetas cuya lengua me resultó familiar. Una decía: "aqua benedicta" y la otra "aquam benedictam" Estaban escritas en latín. Podía reconocerlo fácilmente, pues en la biblioteca del palacio había varios textos antiguos escritos en dicho idioma, y aunque nunca me había interesado por aprender a hablarlo, sí podía leerlo, por tanto pude traducir el significado de las palabras impresas en las etiquetas. Tomé ambos y se lo llevé a Sonia, esperando que aún continuase consciente.
—Hallé dos frascos. Por favor, bebe—pedí, inclinándome sobre la cama, mientras la ayudaba a incorporarse para que tomara el elixir, el cual básicamente debí verter por su garganta.
De pronto, ella abrió completamente los ojos y me hice a un lado, para que pudiera sentarse al borde de la cama. Se enfocó en mí y parecía que iba a hablar, pero no fueron palabras las que salieron de su boca, sino un flujo de agua negra que se derramó sobre su cuerpo formando un oscuro charco sobre el suelo de madera.
—¡¿Sonia estás bien?! ¿Qué sucede?—tenía los nervios a flor de piel. Tal vez no tenía que beber el agua.
—Me encuentro mucho mejor Alise—dijo instantes después despejando mi preocupación—. Pero mantente alejada—hizo un ademán para que no me acerque a ella—. El líquido oscuro del suelo es veneno.
Miré inmediatamente hacia el charco de agua negra, el cual ya se había espesado, burbujeaba y emitía vapores nauseabundos. Parecía alquitrán hirviente y maloliente.
—¿Ese icor demoníaco estaba dentro de ti?—Sonia asintió.
—Después de que Jonathan abandonó mi cuerpo me lo dejó como una especie de suvenires—señaló de manera irónica—. Me hubiese matado de no ser por el agua bendita que me diste de beber. Ese elixir tiene una propiedad purificante. Me limpió por dentro, exonerando el veneno completamente de mí ser—explicó, extendiendo su mano, para que la ayudara a ponerse de pie—. Muchas gracias por salvarme —añadió finalmente.
—Gracias a ti por no morir —dije entonces.
El sol dorado de mis ojos iluminó los nubarrones plomizos de los suyos, y ambas sonreímos a la vez, totalmente aliviadas.
Luego tomamos asiento en el sofá que yacía al lado del hogar de granito.
—Debí imaginar que ese despreciable de Jonathan no me dejaría viva luego de poseerme, pues he descubierto su secreto—indicó la bruja.
—¿Cuál secreto?
—El de su origen por supuesto—señaló con obviedad y yo musité un "claro".
—¿Pero cómo es posible que él sea un demonio? Vera es una criatura sobrehumana, mitad humana—mitad hada y su esencia es pura, pues deviene de la magia de Iris o sea un Ángel Supremo, y Argos, aunque completamente ruin y despreciable, era solo un humano.
—¿Estás segura que solo era eso?
Su pregunta me hizo dudar un poco. "¿Acaso era posible que el tiránico gobernante de El Refugio haya tenido sangre de demonio? Eso ciertamente justificaría, o mejor dicho, daría sentido a varias de las atrocidades que había cometido, pero no explicaba por qué si era en parte un ser demoníaco, se hubiera mostrado tan temeroso de esos seres cuando habíamos estado en el Reino Oscuro."
—Es probable que Argos no hubiera estado al tanto de cuáles eran sus orígenes. Al igual que tú tampoco sabías los tuyos y viviste creyendo que eras una simple humana durante años—alegó Sonia, al verme sumergida en mis reflexiones.
—Tienes razón—admití finalmente, comenzando a abrazar esa teoría—. Pero, ¿de qué demonio hablamos? Quiero decir, ¿cuál piensas que ha sido la madre del tirano?
—No necesariamente tuvo que ser su madre un demonio, podría haber sido su padre...Mira esto.
Sonia se dirigió hacia la pequeña biblioteca ubicada sobre a la chimenea de piedra y cogió un antiguo manuscrito, donde podía verse una lámina con extraños grabados de repulsivos seres, impresos en la portada. El libro se titulaba "Daemones".
A continuación, la hechicera tomó unos polvos del interior de un arcón ubicado junto al hogar y los echó dentro de este. Una hoguera de fuego celestial se formó rápidamente. Aquel fuego no generaba calor, pero sus danzarinas e inofensivas llamas doradas iluminaron la totalidad de la habitación, otorgando mejor visibilidad. Sonia se sentó en el sofá nuevamente y siguió hablando.
—Este libro contiene cientos de relatos—dijo tendiéndome el manuscrito para que le echara una ojeada más de cerca—. Algunos contados por los humanos y otros por mis antepasados zahories y recopilados aquí. Básicamente se trata de historias sobre encuentros, posiciones, apariciones, avistamientos, exorcismos, convocaciones de demonios a lo largo del tiempo y su relación con los humanos.
— Es un poco escalofriante la verdad—comenté al tiempo que contemplaba algunas de las aterradoras imágenes de aquellos maléficos seres, dispuestas en el interior del libro.
—Sí lo es, pero también muy útil. Por ejemplo, uno de los primeros relatos es de un zahorí que logró capturar un demonio que había intentado intervenir en el Ritual de Convocación y atacar al ángel de Tierra Mítica. Mi antepasado metió a la criatura al círculo de sal para escarmentarlo y ahí fue cuando lo interrogó. Aquel acto nos aportó muchos de los conocimientos que poseemos sobre el comportamiento de la especie y sus orígenes.
—Pero, ¿acaso todo eso no está explicado en la Biblia Católica mundana?—reflexioné.
—Debes saber pequeña que esa Biblia no contiene la absoluta verdad. Incluso hay textos que se han dejado de lado y que no están incluidos en aquel manuscrito sacro, por contrariar el canon vigente, como la historia de Iris y nuestro Génesis, por ejemplo.
Una vez más debí reconocer que Sonia estaba en lo cierto. Yo misma formaba parte de esa historia, que para la mayoría de los hombres era ajena.
—Entonces ¿qué dijo el demonio sobre su origen?—indagué.
—El diablo dijo que había sido creado directamente por Satanás, quien antes era, como Iris, un Arcángel o Ángel Supremo, llamado Lucifer. Omitiré la historia de los orígenes de este demonio, pues esta es acorde con el texto bíblico que conoces, pero haré hincapié en el destierro. Cuando Dios castigó a este Arcángel por sus celos desmedidos hacia la humanidad, y por su vanidad y orgullo y lo desterró del Reino de los Cielos a los más profundos abismos. Antes su ángel estaba en lo alto, por encima de los hombres, pero ahora estaría siempre debajo de ellos, en un lugar deprimente y oscuro, rodeado de criaturas desagradables.
—El Reino de la Oscuridad—aventuré.
—Así es. Aunque al principio no era tal. Se trataba de un submundo donde Dios había exiliado a su creación primaria, viéndose incapaz de destruirla. Allí el creador había recluido a las primeras bestias que poblaron la tierra. Seres sin alma, de corazón oscuro. No eran demonios en realidad, pero si criaturas que resultaron tener una marcada tendencia natural hacia la violenta. Eran crueles y despiadadas por naturaleza, al contrario de su creación secundaria: los hombres y animales a quienes Dios creó con alma —explicó Sonia—. En ese sitio del olvido fue donde Lucifer, junto a los ángeles que lo siguieron en la caída, fue deportado, y fue allí donde edificó su reino, transformando a aquellos seres primitivos con su esencia y otorgándole la categoría de auténticos demonios.
Acompañó la explicación indicando la página del libro donde estaba contenido aquel relato, y donde estaban además gráficados aquellos demonios primarios pululando sobre un negro castillo, cuyas torres obsidiánicas parecían rasgar el cetrino cielo, abriendo una especie de bocas oscuras, túneles vaporosos, donde esos monstruosos seres ingresaban.
—Entiendo—dije, mientras mis ojos absorbían la imagen—. Sin embargo, dices que los primeros seres creados eran violentos y crueles porque no tenían alma, pero los humanos si la poseen y varios son propensos a la violencia—señalé.
—Y eso es porque sus corazones han sido corrompidos, manipulados por la cizaña impura de Lucifer, que no descansará hasta ver devastada la creación más amada de Dios, su eterno adversario. Al principio el diablo enviaba a sus huestes diabólicas a destruir a los hombres, y el Altísimo a su vez mandaba a la tierra a sus huestes celestes para combatir a los demonios. Era Iris quien comandaba el ejército divino—comunicó la anciana—. Pero luego, ella forjó su propio destino, desviándose de las órdenes originales al crearnos, y fue también exiliada del reino y su cargo ocupado por Gabriel—en ese punto la historia que me había contado Iris en Tierra Mítica se me vino a la mente—. Sin embargo, pese a los esfuerzos del Arcángel por combatir las fuerzas infernales, Lucifer ya había encontrado métodos más eficaces de concretar su venganza...
—Y todo parece indicar que ha ganado la batalla, pues los humanos se han destruidos los unos a los otros, y se han cargado al mundo en su guerra—observé interrumpiendo el relato, chasqueando mi lengua.
—En realidad, no creo que esto último sea del todo cierto—objetó ella y las llamas parecieron avivarse en el hogar, lo mismo que en sus ojos—. Antes, cuando veía los horrores que los hombres habían causado en la tierra y cuando vivía como esclava de un tirano, lo creía también, pero luego de que Argos muriera las cosas cambiaron y entendí que Dios tenía un plan de reserva y que a Lucifer pronto se le acabaría su reinado.
—¿A qué te refieres?
Ahora sí estaba realmente confusa.
—Me refiero a que si bien muchos hombres han sucumbido ante el mal de Lucifer, no todos son malvados. Algunos tienen el poder de resistirlo. Llámalos como quieras: héroes, guerreros del bien, indulgentes, piadosos. Aquellas personas han combatido la oscuridad que buscaba anidar en su interior, porque en su corazón, en su alma, hay suficiente luz. Los humanos fueron creados a imagen y semejanza de Dios, un ser celestial y en el caso de las criaturas sobrehumanas hemos sido creadas por un Ángel Supremo, del mismo origen. Así que la regla aplica para ambas especies. Y somos nosotros, los que hemos resistido al mal y los que ahora quedamos sobre la tierra quienes tendremos que librar la batalla final contra el demonio. Batalla que tú pequeña presidirás.
—¡Espera!—interrumpí comprendiendo finalmente lo que Sonia quería decir —. ¿Acaso insinúas que en realidad el designo de Dios para mi vida escondía algo más grande?
—Sé que al principio parece una locura—confirmó ella—. Pero parte de lo que está pasando ahora está contenido en la Biblia—hizo una pausa y luego recitó—: "Los justos heredarán la tierra y vivirán para siempre sobre ella"
—Salmos 31...—afirmé. Conocía bien ese pasaje, pues mi madre solía recitarlo en sus frecuentes desvaríos místicos.
—Exacto. La otra parte del plan divino está bastante clara en la profecía—siguió la hechicera—. Has sido la elegida para destruir al mal Alise, y no solo se trataba de aniquilar al último de los malignos de la tierra...pienso que el creador quiere que acabes con la raíz misma del mal. Aquella tarea que le fue conferida a Iris en primera instancia te corresponde a ti concretar...
—¿Dices que debo volver nuevamente al Reino de la Oscuridad?—no podía creer que esto me estuviera pasando de nuevo.
Ni bien formulé la pregunta, supe de antemano la respuesta que ella me daría y comencé a sentir que me desvanecía, mientras el peso de las sombras se ceñía nuevamente sobre mí aplastando mi cuerpo y empujándolo inexorablemente hacia abajo.
—Sí, Alise...Lo siento pequeña, pero debes aceptar la propuesta de Jonathan.
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