Alise. XIV
—Sonia...¿Dónde estás? ¿Qué ha pasado? ¡No puedo ver nada!—me levanté de mi asiento, tanteando las sombras, en busca de la anciana.
—Mira detrás de ti.
Lentamente giré mi cuerpo en dirección a la voz, que no era la de la vidente, sino otra, más gruesa y masculina. Una voz que hizo que mi piel se erizara aún más de lo que ya estaba.
—Jonathan...—susurré su nombre, cuando mis ojos captaron su figura, que destacaba en la oscuridad.
Su cuerpo era mucho más esbelto de que lo que recordaba, delgado pero macizo, de musculatura compacta. Aquel irradiaba una suave luz anaranjada que me permitía divisar sus inconfundibles rasgos: cada ángulo de su delicado, pero igualmente intimidante y desafiante rostro; sus labios finos, que mantenía apretados en una sola línea; sus penetrantes ojos, más profundos e intensos que nunca, que parecían despedir chispas verdes a la atmósfera.
Una cosa era verlo cada noche en mis sueños, pero otra muy distinta era tenerlo ahí parado delante mío.
Me hacía sentir nerviosa, ansiosa. Su sola mirada me desarmaba por completo y sin embargo, no podía afirmar exactamente que estaba asustada.
No podía reconocer con nitidez mis sentimientos.
—¿Qué haces tú aquí? ¿Dónde está Sonia?—dije con voz firme y decidida.
—¡Sí, yo también te he extrañado querida prima!—arguyó con una sonrisa ladeada y su aliento cálido cosquilleó en mis labios en ese momento, debido a la cercanía en la que estábamos—. La verdad, esperaba una mejor bienvenida de tu parte, sobre todo después de que te has cansado de llamarme noche tras noche en tus sueños.
—Yo no...—la voz me fallaba en ese momento. Debí hacer acopio de todas mis fuerzas para poder encontrarla y mantenerme serena y con la mente fría—. ¿Cómo es que sabes sobre mis sueños?
—Sé muchas cosas querida—fue su vana respuesta—. Como por ejemplo, sé qué viniste donde esta bruja en busca de respuestas. Respuestas que yo puedo darte, ¿Te gustaría? —un largo silencio nos separó. Durante el cual él analizaba cada una de mis expresiones faciales, mientras yo intentaba mantener mi máscara de neutralidad—. Eso pensé—añadió finalmente—. Ante todo te diré que estoy aquí porque deseo que tú y Nicholas vengan conmigo a mi "nueva morada".
Aquellas palabras me hicieron reaccionar al fin.
—Evidentemente no me equivoco al pensar que estás loco. ¿¡Qué te hace pensar que yo haría una estupidez semejante!?
Sus ojos emitieron danzarinas llamas y sus labios se estiraron en un amago de sonrisa.
—¿Una estupidez has dicho? ¡Ja! Permíteme que me ría—se inclinó ligeramente hacia mí, mientras mi cuerpo se ponía aún más rígido, pero era incapaz de moverme, de replegarme, como si mis pies estuvieran fijos en ese sitio—. Creía que era una estupidez pasarte los días llorando y anhelando el regreso del ingrato de Daniel, que te ha dejado abandonada con un niño recién nacido a cuestas—murmuró con voz suave, cargada de malicia. Aunque cada silaba que pronunciaba era certera e igualmente dolorosa.
—Daniel no me ha abandonado. Él...solo se ha marchado... por asuntos muy importantes. Y el niño me tiene a mí, que soy su madre... con eso es suficiente— balbuceé, en un débil intento de defender lo indefendible, mintiéndole a Jonathan e incluso a mí misma.
—¡No me digas!—soltó con ironía, ladeando ligeramente su rostro, que bajo aquel fulgor anaranjado parecía tan hermoso como siniestro—. Pensé que justamente hoy le decías a tu amiga que él te había abandonado. Quizá me he equivocado.
Me enfurecí con su respuesta, y no solo porque nuevamente estaba en lo correcto, sino porque ahora caía en la cuenta de la razón por el cual Jonathan sabía tanto acerca de mí.
—¡Tú me has estado espiando grandísimo hijo de...!—dije elevando la voz, y mis últimas palabras quedaron sofocadas por el sonido de mi mano contra su rostro. Acababa de propinarle un cachetazo.
Él giró su faz levemente, como si aquel golpe apenas lo hubiera rosado, pero de todas formas llevó su propia mano hacia la mejilla donde hacía un momento había estado la mía, y acarició suavemente la zona, que ya comenzaba a enrojecerse levemente. Luego sonrió de medio lado, como si aquella acción, en vez causarle malestar, le hubiera provocado satisfacción.
—Eres aún más hermosa cuando te enfadas...irradias poder—musitó y eso solo logró cabrearme más, e incrementó mis ganas de darle otra bofetada, pero en esa ocasión fallé.
—Cuidado con lo que vas a hacer...
Tomó ágilmente mi mano entre la suya. Su contacto era algo frío, pero ese mismo hielo también ardía y quemaba sobre mi piel.
—Creí que te gustaba—dije sínicamente, zafando mi mano de su agarre.
—Y así es...pero dejaremos estos jueguitos para más adelante— puntualizó, y sus ojos llamearon un instante. Antes de que pudiera responderle siguió —. Yo no te espiaba. Al menos no directamente. Pero estoy en todo mi derecho, porque ¿acaso pensabas que dejaría a su merced a la madre de mi propio hijo? No soy como él.
Su confesión me dejó paralizada. De pronto comencé a sentirme mareada, aturdida. Imágenes de una época pasada, lejanos recuerdos que había decidido enterrar en lo profundo de mi mente, habían decidido salir a flote, y se aglomeraban en mi cabeza a la misma vez. Pero aún en aquel torbellino gráfico que me envolvía en ese momento, pude hallar mi voz para responder.
—¿Qué dices? ¿Cómo que la madre de tu hijo? Nicholas es hijo de Daniel no tuyo—afirmé, aunque ya no estaba tan segura y firme con mis palabras, sino lo contrario. Mi voz sonaba trémula, temblorosa.
—Sí claro, y por eso es tan parecido a él, casi como dos gotas de agua— insinuó con ironía—. No seas ilusa, o mejor dicho, no intentes parecerlo ante mí "mi adorada".
"Tus más íntimos temores y tus pesadillas más secretas..." Las palabras de Sonia se materializaron ante mí, con las últimas sílabas pronunciadas por Jonathan.
"Entonces no fue un sueño. Ha pasado en verdad. Dormí con Jonathan y él...él me embarazó" No pude evitar sobresaltarme y soltar un leve gemido, mientras mis ojos se cristalizaban.
—Bueno, veo que al fin comienzas a asimilarlo y que además lo tienes fresco en la memoria—musitó junto a mi oído—. Después de todo lo disfrutaste ¿no? Debió ser así ya que jamás se lo contaste al idiota de tu esposo. Fue nuestro pequeño secreto.
Los deseos de llorar se incrementaban ante aquellas palabras lacerantes, pero más que un llanto de dolor, sería uno rabia, de ira. Especialmente de ira conmigo misma.
"¿Cómo había podido ser tan ingenua? ¿Por qué me negué a ver la realidad?" Me atormentaba todo aquello, me deshacía por dentro. Sin embargo, las lágrimas tendrían que esperar, así como también todo el autocastigo que pensaba darme, pues no le daría gusto a aquel ser despreciable de verme vulnerable. No le dejaría saber, la magnitud del daño que me había hecho.
—¿Cómo puedes decir que lo disfruté imbécil? ¿No te das cuenta de que lo que hiciste es perverso? Tú y yo somos primos. Y además me engañaste. Siempre creí que eras Daniel, de otra forma no hubiera accedido a nada contigo. ¡Me das asco!
Mis palabras eran ciertas. Algo así jamás se me hubiese cruzado por la cabeza y aunque deseaba a Jonathan en mis sueños, conscientemente reconocía el parentesco que nos unía y no solo eso, sino también estaba plenamente consciente de la clase de persona que era y de todo el mal que había hecho.
—¡Qué lo que hice es perverso!—repitió mis palabras como si no las aceptara o como si no entendiera el significado de lo que intentaba expresar—. En primer lugar, querida Alise, no tenía idea en ese momento de nuestro parentesco. Y en segundo lugar, no fui con malas intenciones a tu recamara. Solo intentaba consolarte. Pero no podía aparecerme como un espectro, ya que técnicamente estaba muerto—puso sus ojos en blanco.
—Claro, entonces simulaste ser Daniel, para hacerlo más fiable ¿no?—dije en tono escéptico, interrumpiéndolo.
—Simulé ser Daniel porque tú sufrías por él después del desplante que te había hecho, así que quién mejor que él para enmendar su actitud pusilánime.
—¿Y dormir conmigo también era parte del consuelo?—sentía mi rostro ardiendo al recordar ese momento.
—Aquello fue un bonus—dijo ladinamente—. Y sé que lo disfrutaste, aunque no te atrevas a admitirlo en voz alta por vergüenza y me repelas— movió ágilmente su mano hacia mi rostro, en una caricia suave, y comencé a percibir como acercaba la totalidad de su cuerpo hacia el mío. Mi corazón volvió a acelerarse y la sangre me palpitaba en mis oídos, al igual que mis propios latidos— . Lo ves...puedo sentir que también me deseas. Tu cuerpo me lo indica, cada latido de tu corazón—fue bajando su mano lentamente hacia mi pecho—. Cada una de tus respiraciones agitadas—acercó sus labios peligrosamente a los míos y su aliento me envolvió, lo mismo que su aroma, tan embriagador, provocándome mayor aturdimiento—.No te resistas más Alise, y acepta que estamos hechos el uno para el otro. ¿Qué importa si somos primos? Tu sangre clama a la mía con fervor. ¿No lo sientes?—no sabía lo que sentía en ese momento en realidad, pero empezaba a gestarse una especie de aceptación, en mi interior—. ¿Por qué luchar contra lo inevitable? Ven conmigo y nuestro hijo a mi hogar. Empezaremos una nueva vida lejos de El Refugio...juntos—apoyó ligeramente sus labios sobre los míos, que emitían pequeñas pulsaciones con su cercanía, como si mi boca estuviera deseosa de que la suya la recorriera— .Yo les daré el hogar que él no ha logrado darles. Serás mi reina Alise, si tan solo dices que sí...
"Dile que sí" "Acepta su propuesta", susurraba mi voz mental.
—Yo...yo...no...lo sé...—susurré débilmente rindiéndome a él.
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