Confesiones. Parte I
Llegamos al carruaje ‹‹guiados›› por el Comandante, quien comenzó a hablar con el cochero mientras nosotros ascendíamos.
Para mi sorpresa, terminada la charla, Darius empezó a alejarse para reunirse con su esposa y abordar otro vehículo. ¡No nos acompañaría en el viaje de vuelta!
Estaba maravillada con el vertiginoso cambio en mi suerte.
La ausencia del soldado me daría la ventaja que necesitaba. Tal vez Daniel y yo podríamos escapar esa noche.
El coche avanzó y, cuando se sumergió en la profundidad del bosque, intenté abrir la portezuela.
—¿En serio pensaste que te la iban a dejar tan fácil?— se mofó Daniel, que estaba cruzado de brazos, reclinado en su asiento, en completa pose de relajación—. La puerta tiene puesto un cerrojo doble—añadió, con obviedad.
—Bueno...pero, ¿no puedes abrirlo con tus súper poderes o algo?—espeté, frunciendo el entrecejo.
‹‹¿Acaso no piensa en escapar? ¡¿Qué demonios le pasa a este ángel?!››
—Digamos que de momento carezco de esos ‹‹súper poderes››—Hizo un gesto de comillas, ironizando la frase—y aunque los tuviera, no la abriría—. ¡Era el colmo! Daniel había comenzado a colmar mi paciencia y debió notarlo, porque dijo—: Pero, antes de que te pongas histérica, aclaro que no es que no quiera escapar, simplemente no puedo... Al menos no ahora.
— ¿Qué quieres decir?
—Digamos que estoy limitado por las circunstancias— soltó, evasivo.
—Okey—suspiré, intentando mantener la calma—. Para que esto funcione, necesito que me aclares las cosas, no que siembres nuevos interrogantes. Así que si no me vas a ayudar a abrir esta maldita puerta y a escapar, al menos disipa mis dudas. Tengo demasiadas inquietudes...
—¿Cómo cuáles, específicamente?
—Para empezar, quiero saber ¿cuál es el doble significado de la función de esta noche? ¡Porque sé que, tanto el espectáculo como los actores, están lejos de ser ordinarios!
—Y no te equivocas—confirmó y se inclinó hacia mí, mirándome con intensidad. Su cercanía hizo que mis vellos se erizaran—. Responderé a esa pregunta y más, pero antes tienes que prometerme algo Alise. Cuando volvamos a reunirnos con Argos, le dirás que, por alguna razón que escapa a tu comprensión, ya no puedes entenderme, que esa capacidad tuya ha desaparecido. ¿Comprendes?
—¡No me puedes pedir eso! Sabes que el único motivo de que no me haya vuelto la presa favorita de los soldados es que puedo comprender lo que dices. Gracias a esa habilidad Argos no se deshizo de mí. ¿Acaso quieres echarme a los leones?
—Jamás lo haría. Siempre velaré por tu seguridad Alise —confesó. Había sinceridad en su voz—. Me aseguraré de que nada malo te pase, pero necesito que me hagas esta promesa—insistió.
—Bien...será como desees— acepté rendida. No podía negarme cuando me estaba mirando de esa manera.
—¡Debes prometérmelo Alise!—exclamó, elevando su voz. ¡Sus estados ciclotímicos me alteraban! Retrocedí en consecuencia, pero él lo evitó—. Por favor...—añadió sujetando mi mano, manteniéndome cerca.
Era la primera vez que Daniel me tocaba de esa manera— y mentiría si dijera que no esperaba que en algún momento sucediera—pero me imaginaba experimentando una sensación más... ¿gloriosa? como la primera vez que oí su voz, que fue como escuchar el repiqueteo de campanas, o cuando me susurró al oído llevándome a un estado de éxtasis instantáneo, pero en lugar de eso solo sentí su tacto.
Su piel no estaba fría, pese a que la temperatura había descendido bastante, sino tan cálida que me hizo desear esa combustión. Su tacto se sentía confortable, genuino, humano.
—De acuerdo, lo prometo —susurré. Sentí que la voz me fallaba. Carraspeé un par de veces, para recuperar la compostura y dije—: Ahora habla, que no tenemos mucho tiempo.
—Lo sé... Pero para que puedas comprender mejor el mensaje oculto tras ‹‹el espectáculo›› debo contarte una historia, una que se remonta a mis orígenes y los de mi especie, aunque trataré de ser breve —señaló. Acto seguido volvió a su postura original, soltando mi mano y no negaré la ligera opresión que sentí en el pecho ante esa repentina lejanía—. Hace muchos años nosotros, los seres místicos, vivíamos en la tierra en paz con la especie humana. Incluso podría decirse que nos ayudabamos mutuamente y así se mantenía el equilibrio del planeta...
Daniel sonaba como mi madre.
—Conozco esa historia—interrumpí—. Mi madre me la ha contado. Sigue la parte donde ustedes se marchan, por nuestra culpa...
Él asintió.
—Es cierto, muchos de nosotros nos fuimos como consecuencia de las acciones de algunos humanos, pero no creas que los abandonamos; otros seres míticos decidieron quedarse, ya que se resistían a creer que los hombres, capaces de dar vida, de hacer cosas extraordinarias, de crear tanta belleza, de amar... pudiesen llegar a ser tan malvados. Estas criaturas, mis hermanos, mi familia, permanecieron aquí en el mundo...
Hizo una pausa y sus ojos comenzaron a proyectar cierta luminosidad, mas no era como si estuviese a punto de llorar, no había humedad en ellos. Sus orbes se asemejaban a misteriosos espejos sobre los que comenzaban a refractarse lejanas memorias.
››Y entonces perdieron su inmortalidad—prosiguió—. Con el tiempo, alejados del mundo natural en el que vivían, también dejaron de usar sus dones y estos se adormecieron.
—¿Fue como si se volvieran humanos? —aventuré.
—En parte, aunque seguían teniendo rasgos físicos diferentes. Sin embargo, esto no fue impedimento para que se enamoraran y formaran pareja con los humanos. Incluso tuvieron hijos con ellos; mas no tardaron en darse cuenta que esos niños, que parecían hombres en su exterior, en el interior guardaban un tesoro extraordinario. Ellos habían heredado habilidades especiales, algunos de esos ‹‹dones mágicos›› perdidos.
—¡Es increíble!—exclamé.
—Y hay más... Los dones se fueron transmitiendo generación tras generación, aunque no siempre eran los mismos, variaban según el tipo de sangre que se mezclara. Por ejemplo, la prole de un elfo y un humano, solo tenía ‹‹un›› don, el otorgado por la sangre mágica, pero si este niño, al crecer, se emparentaba con otro ser místico, una ninfa supongamos, la descendencia de ambos heredaba ‹‹dos›› dones, uno de cada progenitor—explicó—. Sin embargo, la transferencia se interrumpía en la tercera generación. Los dones no se acumulaban. Todos los individuos sobre humanos, podían ser poseedores de dos dones mágicos, no más.
—¿Por qué sucedía aquello?
—No lo sabemos a ciencia cierta, perecía algo propio de la nueva especie. Cada generación se hacía recesiva de dos de los dones más fuertes. ¿Demasiado extraño?
—¡Claro que no! ¡Es solo genética mágica!—comenté, como si tal cosa.
La verdad aquello escapaba a mi comprensión, a mi racionalidad, a mi sentido de la lógica. Pero el hecho de que fantástico exceda lo mundano, lo ordinario, y no pueda medirse con los mismos parámetros, no implica que sea menos probable. De hecho, todo lo que estaba aconteciendo era bastante real.
—También descubrimos algo más asombroso—prosiguió Daniel—. La sangre humana que corría por las venas de estos niños especiales, potenciaba sus dones y los mejoraba —‹‹Al menos la humanidad hizo algo bien››—. Al principio, estos fueron usados para ayudar a los hombres, pero cuando se tornaron más egoístas y ambiciosos, la nueva especie decidió mantener sus poderes ocultos, por temor a que aquellos los esclavizaran y aprovecharan su magia para conseguir más poder.
—Eran válidos sus temores —reconocí, con cierta culpabilidad. Después de todo era una humana y me sentía responsable por las atrocidades de mi especie.
—Así es. Pero la magia no puede permanecer oculta por demasiado tiempo; se mantiene latente, aguardando el momento justo de emerger —señaló, de manera asertiva—. De hecho, esta misma noche, fuiste testigo de lo que puede hacer.
—Entonces los actores en ‹‹El Circo››, son verdaderos...
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