Epílogo.

¡Es el último capítulo, así que voten y comenten qué les parece!

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Los ángeles que lograron salir con vida y estaban nuevamente en su único hogar, sintieron un dolor fuerte y profundo arraigado en algún lugar de su cabeza, uno que ya habían sentido hace siglos. Cuando Pfhia había sido asesinada.

Atribuyeron ese dolor a la muerte de Esmeralda.

Posteriormente las dudas emergieron, ¿Ahora quién dictaría qué hacer?, ¿A quién obedecerían?

Las dudas de Ariel fueron diferentes; ¿Cómo pudo Lucifer asesinar a Esmeralda?, y sí lo hizo, ¿Cómo pudo salir de los dos campos que él realizó?

¡Eso no era posible!

Pensó en pedir que lo dejaran salir a buscarla, pero ¿A quién se lo pediría? Miro a su alrededor buscando qué hacer, y se encontró con una infinidad de confusión.

Nadie sabía qué hacer.

Por otra parte, Esmeralda y su incomparable e indefinible dolor la trasladaron a algún lugar del mundo.

Aunque ella no pudo darse cuenta de ello sino hasta que el dolor fue sometido porque Lucifer, dentro de ella, se cansó, pues para él era más complicado atacar sin un cuerpo físico.

Miró a su alrededor consiguiendo la imagen de una maltrecha calle mal iluminada y con olor a orines tan fuerte, que aún con todo sus músculos tensionados por la tensión y el anterior dolor, pudo distinguir.

Pensó que sí la mataban allí, todo estaría bien, pero se corrigió inmediatamente. Su alma ocupaba su cuerpo, y sí su alma se iba, Lucifer quedaría como dueño de su anatomía. El mundo sería un caos completamente.

Eso no podía pasar.

Sus entumidas manos formaron un blosh que cambiara su apariencia, y otro para que la protegiera de que ángeles y demonios la ubicaran o lo ubicaran a él, apretó fuertemente sus dientes por el dolor que esos movimientos causaron y por la fuerte punzada que sintió en su cabeza, sin ganas de maltratar más su garganta aguantó el grito que luchaba por salir.

Se aseguró de que su apariencia cambiara, pero no que curara su cuerpo, temía que él también saliera beneficiado por eso.

Entonces escuchó pasos que vacilantes, se acercaban a su posición. Se desmayó después sin poder evitarlo.

Anderson era un joven sencillo, feo, flacucho, y con mala suerte; cuando se dirigía a su casa, luego de salir de la universidad en su auto, el motor decidió pararse ¡Así, de la nada! Luego descubrió que la gasolina se había terminado, pero él recordaba perfectamente haber llenado el tanque en la mañana.

El auto se paró en un lugar que sin duda no recorrería sin un cuchillo (él sabía usarlos muy bien).

Iba preguntándole al cielo qué había hecho para merecer el robo que estaba seguro se ganaría por andar en esa callejuela, ¡Justo se había puesto sus zapatos nuevos, y seguro se los robarían! Cuando frente a él, entre la oscuridad, una figura femenina apareció.

Maldiciendo, y listo para pelear de ser necesario, pensó en que era un cadáver, y pensó también que por ahí podía estar el asesino, y que él sería el siguiente.

Se obligó a respirar sin hacer ruido, pegar su espalda contra una pared para protegerse de un ataque sorpresa, mientras inconscientemente entrecerraba los ojos para ver con más claridad. Luego se abrieron tan grande, que le dolió.

¡El cadáver estaba desnudo! Y... parecía tener sangre en su boca. En su mente se formó una historia.

<<Seguramente la secuestraron, violaron, obligaron a prostituirse, y cuando estaba en medio de una sobredosis por heroína -que le inyectaban sus secuestradores-, la votaron ahí.>>

Pero luego vio que ella respiraba, su vista viajó desde su abdomen -que se movía, aunque muy lento y tenía una capa de ¿arena?, no, quizás tierra- hasta sus senos, que eran de buena proporción, pero que no parecían golpeados. Aunque la iluminación era tan pobre, que no estuvo seguro de nada de lo que había visto antes.

Una fuerza mayor que la suya lo obligó a caminar hasta ella, alzarla y llevarla hasta su auto, que extrañamente encendió inmediatamente.

Cuando se dio cuenta, ya estaba en un hospital, frente a un oficial de policía, explicándole cómo se la encontró. Y pensando en lo linda que parecía.

Pensaba también en su cuerpo, no podía sacarlo de su mente. Luego se fue a la sala de espera, algo lo retenía allí y no lo dejaba marchar, algo en su pecho que nunca antes había sentido. Una fuerza mayor que su racionalidad.

Entonces recordó las palabras que su abuelo le dijo antes de morir.

"—Tú deber y único motivo para vivir es para cuidarla, ella vendrá y puede necesitarte, es tú obligación estar con ella, siempre, ¿Entiendes?

Un pequeño niño de cinco años lo miraba extrañado, ¿De qué hablaba su papito?

—¿Quién es ella? —dijo con voz infantil, baja.

—La diosa de los cielos, la tierra y quién acabará con Satán. Busca en el cuarto gabinete de el segundo cajón, del octavo cuarto. Cuando encuentres el libro, léelo, mil veces de ser necesario. Promete que lo harás.

Su abuelo de moría, así que para tranquilizarlo dijo que sí, aunque aún se le dificultaba leer."

Entendió que era ella, y fue tanta la impresión, que se desmayó pensando que su abuelo no estaba loco. Y él tampoco.

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¡Ah, el final llegó!

¿Les gustó?

Luego publicaré un apartado con las aclaraciones necesarias.

¡Dejen su comentario!

Erika x

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