21

Damas y caballeros, tomen asiento que el siguiente capítulo tiene más de tres mil palabras. Vayan al baño y por comida.

Buena lectura, no olviden votar y comentar, por favor.

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Debo parecer una loca con  esquizofrenia actuando sin detenerme a pensar, sin analizar mi entorno, ignorando el echo de éste lugar no tiene un solo punto de sobrenatural.

Pero estoy segura de que él ya tiene un cuerpo, o de que está muy, demasiado cerca de hacerlo, y no puedo arriesgarme a enfrentarme a él sin estar cien por ciento segura de que ganaré.

Estoy arriesgando demasiado, no por mí, sino porque estoy temiendo que nos enfrentemos en un lugar con personas.

O todos aquellos que serán usados —sus cuerpos—, quiero que hayan los mínimos daños posibles.

Me pregunto cómo entrar en aquel candente y para nada atractivo lugar, e, inconscientemente, doy un paso cerca, luego otro, y luego otro más.

Luego la candela me consume, pero no siento absolutamente nada.

Nada.

Con los ojos cerrados, tomo un profundo suspiro —sorprendida de sentir una suave brisa en la piel—. Para luego abrirlos y cerrarlos nuevamente, negándome a creer lo que hay frente a mí.

Es simplemente imposible estar aquí.

Pero el olor que siento es rápidamente asociado al hogar, a familia.

Estoy frente a la casa en la que viví con mis padres, tiene todo exactamente igual; la pintura sigue teniendo un tono indescifrable por las múltiples capas de colores que  la conforman, las ventanas tienen las mismas cortinas y la puerta aún cuenta con líneas que narran la historia de mi crecimiento.

Todo sigue tan dolorosamente igual, que me dejo consumir un momento por los hermosos recuerdos que me provee aquella alucinante imagen.

Cierro los ojos para sentir mejor cada recuerdo, cada sensación.

—¿Qué haces afuera? Hace un frío mortal, te vas a enfermar,  ¿Por qué no tienes un abrigo puesto? ¡Entra ahora mismo a la casa, jovencita!

Desconcertada y con el pulso un poco más alterado de lo normal, abro los ojos para ser cruelmente golpeada por la increíble imagen de el mejor hombre que ha podido existir desde siempre; mi padre.

Al verlo parado en la puerta, mis ojos se llenan de lágrimas por la revolución de sentimientos encontrados en mi pecho, corro en su dirección y lo abrazo tan fuerte que se tambalea por un momento, pero en el segundo en que siento sus tan ya conocidos brazos y el calor que ellos proporcionan, seguido de un beso en la cabeza, ya estoy sollozando. Lo extrañe tanto.

Sé que es imposible que esto sea real, aunque se vea y se sienta así, pero no puedo evitar apretujarme a él con un poco más de fuerza de la necesaria.

—Tranquila, cosita, ¿Quieres contarme qué pasó?

Niego mientras reprimo otro sollozo, sólo el me llamaba cosita, solo él.

El sentimiento abrumador se mengua un poco cuando recuerdo dónde estoy y que estoy haciendo aquí.

Entonces tomo una fuerte bocanada de aire, seco mis lágrimas mientras retengo el oxígeno en mis pulmones, y con una gran fuerza de voluntad me aparto de él, sintiendo como me pican las palmas de las manos por tocar su cabello y ver si sigue siendo tal como lo recuerdo, pero reprimo el impulso.

—Esto no es real.

Me gustaría decir que mi voz fue fuerte y determinada, pero, en realidad, fue un susurro entrecortado que me hizo sonar miserable y necesitada de amor; quizás lo estoy.

—¿De qué hablas, cariño? Vamos adentro, debes estar temblando, vamos para que me digas que te pasa.

—No, quiero que me ayudes en algo; una búsqueda, ¿Qué opinas?

Los ojos de aquel hombre brillan como estrellas. Comprendo que él no es mi padre, y que el plan ea que me quede aquí, en el infierno.

Así no tendría que enfrentarme a Luci.

Sonaba como un buen plan.

Lastimosamente mi intuición —o mi madre, no lo sabría definir—, me hizo descubrir qué era lo que planeaban.

Aquel hombre que tantos recuerdos me brinda es un demonio, y su torpe naturaleza lo empujaba a cumplir con cualquier desafío, y el que yo le proponga una búsqueda y lo haya descubierto tan rápido y fácil, lo llena de indignación.

—¿Una búsqueda? ¿De qué hablas, cosita?

Suspiro, me dan escalofríos sus palabras, me hacen recordar tantas cosas, tantas situaciones, tantos momentos, pero de todos ellos destaca uno;

Yo lloraba por lo que mi madre me había hecho, ¿Cómo me pudo hacer eso?, ¿Cómo pudo ser tan desgraciada? ¡¿Cómo?!

Papá me abraza, mientras estoy en una camilla de hospital. Lloro descontroladamente, mientras presiono mis manos en mi pecho porque siento un dolor incomparable a ningún otro que haya sentido antes.

—Sé que lo extrañarás, pero él estará bien. No llores más, cosita, por favor, me siento terrible.

No puedo hablar por el nudo en mi garganta, no puedo tragar saliva siquiera, siento que moriré en cualquier momento por la falta de oxígeno que estoy sufriendo, pero es imposible detenerme, mi padre piensa que estoy así por la muerte de mi perro, él no sabe que describí a mamá y a mi novio —ex, ahora— juntos, en una cama jadeantes.

Contemplo la idea de decirle, pero no quiero que salga herido, él es tan noble y bueno que no lo soportaría. Lloro más fuerte por eso, mientras me arrojo en sus abrazos por un abrazo; sólo él puede calmarme con uno de sus inigualables abrazos.

—Tranquila, me tienes a mí, siempre me tendrás, deja de llorar, por favor.

Cierro los ojos y hago puños las manos, para luego abrirlas y sacudir los dedos en un intento de eliminar tanta tensión.

—Mira, asqueroso demonio de cuarta, deja de actuar. Te propongo un negocio, ¿Qué dices?

—Un negocio —saborea las palabras mientras acaricia su barbilla con una mano, un típico gesto de mi padre.—, ¿Qué propones?

—Supongo que sabes que hago aquí, ¿Verdad? —continuo hablando al ver que responde afirmativamente—, tú me darás pistas para llegar a mi objetivo.

—¿En qué me beneficia a mí este trato?

—Tú decides tu recompensa, o lo que sea que quieras a cambio. Dime qué quieres, y, si es posible, te concederé lo que desees.

Él camina a mi alrededor, analizando mi propuesta, esto es una mala idea, una muy mala, ¿Y sí me quiere muerta de premio?, o ¿Qué pasa si quiere que no pelee con Luci? ¡Mierda! Debo dejar de ser tan impulsiva.

—En el momento en que me descubriste, me consideré frito, no sabes como se pone él cuando hacemos las cosas mal —chasquea la lengua—, un verdadero castigo me espera, así que quiero que sufras uno tú también; mientras estés en el inframundo, no usarás tus poderes, ni uno solo. Serás una humana, cuando salgas, si es que lo haces, los tendrás de vuelta, te daré dos pistas a cambio.

Sus palabras me golpean como un ladrillo en el estómago, imaginé que pediría cualquier cosa, menos aquello.

—¿Estás seguro de que quieres eso? Puedes tener lo que quieras, piénsalo bien.

Mi voz suena segura, pero estoy suplicando para que lo considere, me acostumbré a ellos, no quiero dejarlos ir, ¿Quién me asegurar que los devolverá?

—Si, muy seguro, ¿Qué me dices tú?

—¿Yo? Pfff, claro que lo estoy, ¿Por qué no habría de estarlo? —me aclaro la garganta sutilmente—, ¿Cómo me los podrías quitar y devolver después? No confío en lo absoluto en tu palabra.

—Chica lista.

Él chasquea sus dedos y un pergamino con apariencia antigua aparece en su mano, me explica que es el contrato.

De repente el ambiente se siente más tenso, pesado y desagradable.

Esto es una mala idea.

—No confío en que ahí dice lo justo, sé que quieres ganar algo aparte. Debo leerlo.

No se molesta en negarlo, procede a desenvolver el pergamino y presiono mis dientes con fuerza, es tan largo, que abruma.

Sin embargo, y con ayuda de dos bloshes que no permito que el demonio vea, lo termino de leer en tiempo récord.

—No dice que la devolución de mis poderes será inmediata. Habla de tiempo, pero no de cuánto. Arregla eso. Y dime cómo salir de aquí cuando sepa dónde debo ir.

El se ríe y dibuja un símbolo a unos cuatro metros de mí, debo pararme allí.

Algún tiempo después, el negocio está cerrado, y yo sin poderes. Me siento tan indefensa, que es decepcionante.

Sé combatir, soy una maldita guerrera, pero me siento tan miserable sin ellos.

Las pistas, sin embargo, son buenas.

La primera es: custodiada ha estado desde siempre, entre fuego, huesos y heces.

La segunda, sin embargo, fue menos clara: después de lago de lamentos, y un montón de cuerpos deformados que sufren, se encuentra cautiva .

Si,  estaba aterrada.

Me senté un momento en el sucio y desagradable suelo, mirando a mi alrededor.

La visión de mi casa se ve deformada por mugre y partes quemadas, con las plantas comidas por los gusanos y las plagas.

Un olor a quemado inunda el ambiente.

Intento crear un símbolo, pero me veo como una idiota retrasada moviendo la mano sin ver el halo de luz dorada que surgía siempre que hacía lo mismo.

Suspiro derrotada, me siento en constante peligro. En una misión suicida.

Maldita impulsividad.

Cierro los ojos para concentrarme, necesito descifrar las pistas, necesito dar con mi arma rápido, aunque no tengo idea de cuál sea su apariencia o su tamaño.

Estoy en problemas.

Serios problemas.

Mis neuronas chocan entre ellas intentando descifrar el lugar, intentando descifrar quién mantiene cautiva mi arma.

Entre fuego, huesos y heces.

¿Cómo voy a cruzar fuego? ¡Ay, mierda! ¡¿Dónde puede estar?!

Pienso durante mucho tiempo, sintiendo los músculos y los huesos resentidos por estar tanto tiempo en la misma posición.

Me levanto y hago ejercicios de estiramiento mientras sigo pensando, luego descubro uno de mis dibujos pegados en la sucia y vieja pared, que se ve quemada y a punto de caer.

Yo dibujé un perro.

Un perro.

Uno muy feo, pero la pista definitiva que necesitaba.

Ya se dónde está.

Corro para pararme en el símbolo y relajo todos mis músculos y mi mente.

Algo cambia en el ambiente y abro los ojos, estoy en un túnel.

Que cliché.

La diferencia es que al final no hay una luz, al final hay un paisaje aterrador.

El infierno en todo su esplendor.

Me niego a dar un paso, le doy la espalda a aquel lugar, dispuesta a correr.

Pero soy halada con fuerza hacia atrás, mientras un grito de sorpresa trepa por mi garganta y es liberado haciendo eco.

Lo primero que mis ojos ven, son montañas de azufre gigantes en cada lugar.

Me levanto de un salto analizando mi entorno, cagada del miedo.

Un grito es atrapado en mi garganta, hay muchas personas con cuerpos deformados, cargando con piedras gigantes en sus huesudas espaldas.

Retrocedo por la impresión de la imagen que se presenta frente a mí.

Tropiezo con una piedra, cayendo de espaldas y recibiendo un fuerte golpe en el trasero.

Hago puños mis manos, no me puedo dejar abrumar, tengo una misión que cumplir.

Las personas solo sueltan sonidos lastimeros, son puro hueso y sus deformados cuerpos los hacen ver perturbadores.

Mi piel se pone de gallina y camino mirando hacia el suelo para evitar seguir viendo lo que frente a mí sucede.

Una huesuda mano me toma del hombro y brinco por la impresión mientras corro y esquivo cuerpos ignorando las lamentaciones de todos aquellos que se interponen en mi camino.

Quiero que esto termine lo más pronto posible.

Frente a mí, un barco viejo con un hombre de aspecto aún más viejo me espera, entonces recuerdo las palabras de aquel demonio.

D

espués de lago de lamentos, y un montón de cuerpos deformados que sufren, se encuentra cautiva.

¿Lago de lamentos?

Supongo que el que tengo en frente.

Con mil dudas en mente, y al no ver más camino, me subo al barco, que es más una pequeña canoa, leí sobre esto en algún momento de mi adolescencia, pero los recuerdos son muy vagos, sin embargo sé lo que sigue; y me aterra.

Un temblor involuntario sacude mis manos, debo ser muy ágil, debo ser inteligente.

Tengo que ser valiente.

Las almas golpean la canoa con fuerza, queriendo volcarla. Sus fantasmagóricas manos intentan tomar mi pie, pero me hago una bola, intentando sentirme segura. Presiono tan fuerte mis ojos que me siento mareada, y por el balanceo de la canoa siento ganas de vomitar. He visto mucho en muy poco tiempo.

Solo debo tomarla y saldré de inmediato, el trato lo decía.

Solo tomar el arma y ya.

No puede ser tan difícil.

Cuando el movimiento casa, abro los ojos, viendo demasiado borroso. Luego de unos segundos, veo "tierra firme"  y comprendo que debo bajar.

Brinco para salir, pero una de las almas me toma fuertemente del tobillo haciendo que mi salto se vea frustrado, y que mi barbilla se golpee fuertemente contra el duro suelo, mientras me hala hacia el lago.

El golpe me desconcierta por unos segundos, además del mareo y las abrumadoras ganas de vomitar, y ni hablar del olor.

Sangre, sudor, azufre, mierda y muerte.

Muevo con fuerza el pie para liberarlo, pero más manos se unen a mi pantorrilla para sumergirme con ellas.

Uso mis manos para arrastrarme lejos de ellas, mientras sigo pateando para liberarme, un gruñido de frustración abandona mi garganta, me están apretando con demasiada fuerza.

Me arrastro con las manos hacia adelante, poniendo toda mi fuerza en mis brazos. Tengo que liberarme.

—¡Joder, suelten mí puto pie!

De a poco, voy saliendo de aquella espantosa tortura. Y una vez afuera, vómito por mucho tiempo.

Levanto la cabeza, y lo que veo me hace vomitar nuevamente.

Una pared hecha con huesos y sangre se muestra en todo su esplendor, hay una única entrada, y está custodiada.

Custodiada por Cerbero.

Mierda, es demasiado grande. Y tenebroso, y grande.

Joder, demasiado grande.

Me acerco lentamente a él, que sigue mis pasos con sus ojos, ¿Dónde mierda está el arma?

Entre fuego, huesos y heces.

Definitivamente es aquí, la han tenido cautiva desde siempre, pero ¿dónde?

Levanto lentamente la mano para ponerla sobre mi collar, pero recuerdo que ya no lo tengo y mascullo una maldición.

La gran bestia frente a mí irradia poder, y desprende algo que hace que el miedo se multiplique y se sienta por todo el cuerpo.

Me quedo recta, intentando encontrar algo que me indique dónde rayos podría estar, pero entonces el animal ladra.

Todos los vellos de mi cuerpo se crispan y mis terminaciones nerviosas se alteran al igual que mi corazón, lo siento latiendo con fuerza, como si quisiera correr lejos de aquí, lejos del peligro.

Cierro los ojos mientras me encojo.

¡Mierda, ¿Qué hago?!

El Cerbero levanta el hocico viéndose imponente, y entonces lo veo, él también tiene un collar.

Intento dar un paso cerca, poniendo las manos en frente en todo momento, pero el dolor en la mandíbula y en la pantorrilla me azotan al mismo tiempo, haciendo que grite fuertemente por el dolor.

El Cerbero salta entonces encima mío, poniendo sus grandes y terroríficas patas en mi pecho para hacerme caer. Cada parte de mí duele por el golpe, exceptuando mi cabeza, que cae sobre un cadáver en descomposición, me quedo sin oxígeno y, en un instinto de pura supervivencia, pongo las manos en forma de equis frente a mí.

El collar se mueve y me deja ver el dije, que debe medir veinte centímetros.

Una de sus garras se incrusta en mi pierna, y otra en la canilla, haciendo que lágrimas de dolor salgan de mis ojos.

Empieza a ladrar cerca de mi rostro y saliva y sangre surge de su gran boca para terminar en mi cara.

No voy a soportar cinco segundos más.

Con la voz rota, empiezo a cantar la canción que Pfia me susurro en aquel gimnasio.

Y, sorpresivamente, la gigantesca bestia se detiene y aleja su hocico para luego empezar a gemir, como un pequeño cachorro.

Se me quita de encima, pero en el proceso me rasguña profundamente las manos y el pecho, llevándose mi piel y músculos en sus garras.

Dejo de cantar por el dolor y la bestia gruñe, por lo que hipando y llorando, continuo cantando.

Me obligo a sentarme, ignorando mis heridas, a pesar del gran dolor que soporto ahora mismo y levanto mi mano izquierda, que está manchada de sangre y tiembla, para acariciar a el gran perro frente a mí.

En un principio se niega y se aleja mientras muestra sus feroces colmillos, entonces canto un poco más fuerte, sintiendo la adrenalina en mis venas y el ácido en mi garganta.

Cuando me permite acariciarlo, mis ojos se quieren cerrar por el cansancio, pero me obligo a permanecer cantando.

Baja su gigantesca cabeza y con una calma y parsimonia, empiezo a rasgar con mi uña su gigante collar.

El proceso es largo y cansado, mi mano sufre calambres y temblores, la sangre seca me raspa y el pelaje del Cerbero es tan tosco y grueso, que tengo todo el brazo con miles de pequeñas cortadas que brotan sangre. Pero lo consigo, y en el momento en el que collar cae de su hocico y el ruido sordo del impacto hace eco junto con lamentos y mi cansada voz susurrando la canción, la bestia se levanta y me muestra sus fauces.

Me muevo tan rápido como puedo para tomar el collar, y cierro los ojos con fuerza esperando desaparecer de este infierno.

Infierno literalmente.

Pero entonces siento una mordida en mi pie izquierdo, mientras siento los tejidos siendo desgarrados y el músculo cediendo ante la fuerza de la mandíbula del Cerbero.

Un agudo grito surge de mi garganta, trepando mis cuerdas vocales y expulsado con tanta fuerza que siento perder el sentido de inmediato por el dolor.

Entonces surge un símbolo en el piso y desaparezco, aunque nunca soy consciente de dónde aparezco, porque la inconsciencia y la oscuridad me reclaman, haciendo que por fin tenga un poco de paz.

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Bueno, quizás les haya tomado menos de cinco minutos leerlo, pero a mi me tomó muchísimas horas escribirlo.

¿Les gustó?

¿Se sorprendieron e.e?

No olviden votar y comentar (:

Hasta el próximo.

Erika x

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