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¡SI LEÍSTE "AT NIGHTFALL", MI PRIMERA HISTORIA ESCRITA, ESTE CAPÍTULO TE SORPRENDERÁ!

Si no lo has hecho, corre, una historia de misterio-suspenso te está esperando.

¡GRACIAS POR ESPERAR! LES TRAIGO UN CAPÍTULO EXTRALARGO COMO RECOMPENSA.

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En algún momento de ésta travesía, me pregunto por qué lo hago, muchas de aquellas personas no creen en un Dios, mucho menos sobre lo que sucede en el cielo e infierno, o lo que pasará en la tierra, ni en ángeles, ni en nada parecido.

Si bien soy la reencarnación de una diosa, no me creo "Dios" no me creo superior, ni nada parecido. Sólo soy alguien con una cantidad exorbitante de mala suerte. O quizás con demasiada buena suerte , pero dudo que alguien en sus cinco sentidos se ofrezca de voluntario en ésta violenta y atípica misión.

La cruz que cargo encima pesa demasiado, tantas cosas que hacer, tantas expectativas por cumplir, tanto qué hacer resumido en una sola acción; asesinar.

No sólo lo haría yo, sino también los ángeles que estén en la inevitable e inminente batalla que se aproxima y cada vez está más cerca.

Pero, ¿Es realmente inevitable? Lo más lógico es pensar que sí, que Lucifer luchará sin duda alguna, que no será hasta el efímero momento en que sus ojos se cierren para siempre, que se dará por vencido, pero, ¿Quién le pregunta a él si quiere pelear?, ¿Morir?

Luego descarto aquel pensamiento, no puedo ser tan ilusa e inocente por el indescriptible terror que tengo al imaginar una lucha de tales dimensiones.

¡Claro que él me mataría apenas tenga oportunidad! No lo dudaría, tiene demasiado odio y rencor en su alma para entrar en razón.

Me permito respirar profundamente, sintiendo mis pulmones llenos de oxígeno que necesita ser expulsado, pero lo contengo todo lo que puedo. Mis manos tiemblan ahora que no estoy haciendo nada que me tenga la mente ocupada; sólo me veo a mí misma, ensangrentada, viendo a miles de ángeles muertos a mis espaldas, mientras doy mi último suspiro y escucho de fondo una carcajada sonora de júbilo y festejo. Pues él ha resultado vencedor.

Debo seguir entrenando, me recuerdo, mi cuerpo me lo pide con fuerza, extraña la adrenalina y el dolor muscular, fruto de un extenso y cansado día de entrenar sin descanso alguno.

—Siempre quise conocer Colombia, ¿Qué te parece?—expulso un vaho de aire que se desvanece demasiado pronto, está haciendo un frío de mierda aquí. Dónde sea que esté ahora.

Ariel me mira, toma aire y habla.

—Es un país en el que quizás podamos ayudar alg....

Hago simplemente que no hable, no quiero ir sólo a ayudar, quiero despejar mi mente y conocer lugares nuevos y sorprendentes, tengo miedo de que, si Luci llegara a ganar, lo destruya todo a su paso y no haya ya nada más que admirar, que los extensos bosques o los hermosos mares se vean cubiertos de desgracia y muerte.

Olvidando ese pensamiento para nada favorecedor, recuerdo  que cuando era niña veía novelas colombianas, y me decía a mí misma que ellos no eran como los mostraban en televisión, que no los juzgaría hasta comprobar que, realmente, eran la representación hecha de carne y hueso de la maldad.

Ahora ningún humano podría herirme, ¿Qué importa sí al llegar me disparan, o roban, o secuestran? ¿O las tres juntas? Aunque dudo que sea así, pero mi mente ama los finales inesperados. Siempre estuve rodeada de ellos.

Tomo a Ariel de la mano, como se está haciendo costumbre, y mediante el blosh —que hace poco descubrí que nadie puede ver, a excepción de unos cuantos símbolos que van dirigidos a una multitud— y en menos de diez segundos pasamos de un país a otro.

No se en que lugar exactamente estoy, pero de lo que soy consciente de inmediato, es de que, definitivamente, tendré que comprar ropa.

¡Hace un calor infernal! Luego de pensar aquello hago una mueca, vaya mala elección de palabras.

Me quito las capas y capas de abrigos, decidí en mi tercer viaje que quería sentir frío y calor, eso hace parte de conocer nuevos lugares.

Me meto en la mente de una mujer robusta —cada vez se me hace más fácil de conseguir — que pasa y descubro que hay un centro comercial cerca de aquí, además de, desafortunadamente, encontrar un muy poco agradable recuerdo de ella y un hombre que no cuenta con un muy agradable aspecto en una incomoda situación.

Meto aquel recuerdo a la basura de algún lugar de mi mente.

Descubrí también que no necesito dinero, la mente de el hombre es tan fácil de confundir y manipular, que es sorprendente.

Agradezco internamente el haber conseguido desactivar mi súper olfato, tantos nuevos olores me ocasionaban mareos cada diez segundos. Mi cerebro no está preparado para tanta información de golpe y las incontables veces que vomité son testigos de que no miento.

Ingresos a un gran lugar para comprar ropa, no pienso perjudicar a un vendedor que vive su día a día de sus ganancias, dudo que en un lugar tan grande se den cuenta de que faltan unos cuantos jeans, o blusas.

El anuncio de "SILVANA JEANS" se luce en todo su esplendor en la entrada del lugar junto con los anuncios de nuevos jeans con un sistema "levanta cola" genial.

Es increíble entender todo lo que vea, sin tener idea del idioma en el que se encuentre.

Lo bueno es que hablo demasiado bien el español, y no pienso usar poderes en éste lugar, o al menos no a lo que la  comunicación respecta.

Quiero aprender por mi cuenta, sin trampas, sin poderes.

Ingreso al lugar y tomo dos pantalones, sigo mi camino ingresando a nuevos lugares y adquiero cuatro blusas, tres conjuntos de ropa interior y dos pares de zapatos deportivos que lucen realmente cómodos.

A Ariel le consigo dos camisas, un pantalón y dos bóxers que se le verán realmente bien.

Mientras paso por la calle, feliz por sentirme normal de nuevo, ya lo extrañaba; veo en todas las pantallas de televisión que hay en las calles y locales de ropa, zapatos y comida que presentan una cadena en todas las canales, se escuchan los abucheos de quiénes veían partidos de fútbol.

Guiada por la curiosidad, escucho lo que la reportera anuncia.

—... El día de hoy se cumple un año desde la extraña muerte de el oficial Steven Torres y su esposa. Según los informes policiales, aún no se encuentran pistas concretas que puedan explicar qué ocurrió aquel fatídico día, pero se pide a todos los espectadores un minuto de silencio por la tragedia presenciada en la ciudad de Bogotá, por todas las víctimas del señor José Henao, culpable de las múltiples violaciones que...

Dejo de escuchar, no quiero arruinar mi día con las tragedias y malos ratos vividos hace un año.





Llegada la noche, decido salir para conocer Barranquilla, el lugar hace poco descubrí que estoy, mejor.

Pero cuando estoy a punto de salir, una pequeña molestia en mi oído izquierdo me hace detener de inmediato, luego comprendo que es un hombre que ora.

<<Sé que no he sido la persona más creyente, pero te pido que lo salves a él, yo no importo. Te lo suplíco, él no estaba involucrado en nada de esto. Él no debía estar aquí conmigo. Por favor, él aún debe vivir, enamorarse de alguien que lo ame con la misma intensidad. ¡Salvalo! ¡Por favor! ¡Él es inocente! ¡Por favor! >>

Su voz se escucha desgarrada, con un dolor infinito, con tantos sentimientos en ella que un escalofrío azota mi cuerpo y me levanta todos los vellos que poseo. Se siente en ella el dolor agónico de la muerte, que lucha contra él por llevárselo lejos, la persona que escucho está luchando contra ella con las pocas fuerzas que le quedan,  y sólo pide que él, imagino que su acompañante, se salve. Eso sólo demuestra que sus sentimientos son puros y tan reales, que enmudezco.

Sin saberlo, ya me he transportado al lugar de dónde proviene aquel llamado.

La escena me parte el corazón, me comprime los pulmones, me ahoga y me impresiona tanto que un jadeo surge de mí y hace eco en aquel desolado lugar.

Hay un auto volcado en una solitaria carretera de algún lugar deshabitado.

Hay fuego por todas partes, un denso humo negro surge de el auto y se expande por el aire, el automóvil está casi totalmente destrozado. Tiene abolladuras y, lógicamente, los vidrios rotos en el suelo, una escena realmente digna de formar parte de una gran película de terror.

Un agónico grito surge del carro, un hombre pide ayuda.

Corro inmediatamente, más que dispuesta en salvar a las personas que allí se hallan, pero algo me detiene.

Una mujer, un ángel.

—No puedes salvarlos.

Aquello me perturba.

¿No puedo? ¿Por qué? ¡Claro que puedo!

Contradiciendo lo que dice, avanzo dos pasos más a aquel sitio, dudo que ellos tengan más tiempo para dramas angelicales.

—He dicho que no puedes salvarlos.—Su voz me ordena detenerme, lástima que nunca  haya  seguido ordenes de extraños.

Cuando voy a dar un paso más, ella me lanza una patada, con la intención de hacerme caer, pero no herirme.

Inesperado, totalmente inesperado.

Enojada, dibujo rápidamente un símbolo que la deja inmóvil.

—No puedes salvarlos, no puedes jugar con el futuro a tú gusto. Sé quién eres y sé que te debo obediencia, pero con lo que haces sólo estás perjudicando más el mundo.

No le presto atención, necesito salvar a aquellas personas. Estoy desesperada, el humo negro trae consigo un olor que me inquieta terriblemente, mis nervios están enloqueciendo, igual que mi ritmo cardíaco.

Avanzo, arranco una puerta del auto sin importar su temperatura y saco a la persona que está en el volante, no me fijo en su aspecto, me arrastro por el piso para sacar a a los otros.

Un hombre de veinte años, Aghon Volbers, una persona que ha causado demasiado daño, lo rodea un aura oscura. Él fue quién hizo la súplica, a él fue quién escuché.

Lo saco y muevo lejos, junto con su compañero. Entiendo luego que son pareja, involuntariamente sonrío. Aunque sea lo más salido de lugar en ésta situación.

Ya lejos del problema, miro a el ángel, su mirada no expresa nada, sin embargo sé que me respeta, y que sólo cumple ordenes.

—¿Por qué no podía salvarlos?—La curiosidad me gana.

—Si alguno sobrevive desatará una guerra que dejará tanto daño a su alrededor, que fácilmente podría considerarse  una masacre. Su venganza desatará tanto caos en la tierra que el daño será catastrófico.

Veo imágenes en su mente, ella no miente. Un nudo me cierra la garganta y me hace un nudo en el estomago. Ellos no pueden vivir si van a dañar a más personas.

El hombre del llamado, ciertamente es merecedor de un lugar VIP en el infierno. Todo lo contrario a el hombre que ama, su alma es tan pura y limpia que es digna de admirar.

Pienso en borrarles la memoria, pero ella se encarga de desechar mis ideas una a una en tiempo récord.

Con lágrimas retenidas, me acerco a los hombres, me tiemblan las manos y estoy sudando frío. Mi corazón está tan estrujado y herido con la situación, que puedo llorar como bebé en cualquier momento.

No quiero hacer esto, pero es lo mejor.

Lo hago rápido y sin dolor. Les doy el pase a una vida sin preocupaciones, sin miedo, sin problemas, sin ambiciones; sin maldad.

Desactivo el símbolo para que el ángel cumpla con su trabajo y desaparezco de allí, entre sollozos de dolor, porque ellos realmente se amaban.

Un amor tan retorcido y siniestro que nadie nunca entendió, ni entenderá jamás.

Excepto yo.

Me voy a un bar, en cualquier lugar del mundo y pido lo más fuerte que tengan.

Horas después, nada afectada por el alcohol, salgo a vagar por horas en  las oscuras y solitarias calles de aquel lugar sin fijarme en absolutamente nada, pensando únicamente en el amor que ellos se tenían,  en lo que tuvieron que pasar para aceptar que estaban enamorados, en sus vivencias y experiencias. Tanto las buenas como las malas, porque ellas los fortalecieron.

Y lo que yo hice...

Me siento en un paso peatonal, ignorando el frío ambiente, la suciedad o lo que me rodee.

Tiempo después alguien se sienta a mi lado, lo único que observo son unos hermosos ojos cafés, color caca.

Sin que se dé cuenta, desactivo todos mis bloshes, excepto el que oculta mi identidad a los demonios y a todo aquel que me rodee.

La chica a mi lado se limita a acompañar mi silencio, y, sin esperarlo, me abraza.

—No te arrepientas nunca de tus acciones.

Y lloro. Sólo un momento, solo cuatro lágrimas, pero me muestro débil, y aquello me desagrada. No puedo ser débil.

Lo siguiente es un chiste.

—¿Sabes cuál fue el último animal en subir al Arca de Noe?

Totalmente pérdida por su voz, el inoportuno comentario y el muy irónico tema, solo puedo negar con la cabeza.

—¡Pues el delfín! ¿Entiendes? Del-fín. El de el fin.

Luego todo pasa simplemente muy rápido, pero estoy ingresando con ella a un hotel, dispuesta a descargar mi frustración y enojo entre besos, caricias y pecado. El más dulce pecado.

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¿Se lo esperaban?

¿Has leído At Nightfall?

¿Te gustó el capítulo?

Hasta el próximo (:.

Erika x

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