Elena

La playa. Recuerdo que cuando Crista tenía doce, Adrián se fue con Ian y ella hasta allí. Esa vez viaje a Europa por un negocio que tenía que hacer mi padre. Lo hice para no sentirme sola, al parecer estoy entre la espada y la pared, porque mis pensamientos no han cambiado desde esa ocasión.

También los extrañé.

Adrián lo sabe.

Esto no tiene sentido.

¡¿Para qué se va a ir a la playa?!

—No lo permito —Me cruzo de brazos mirando a mis hijos y a mi marido con las maletas.

—Baby, ya habíamos hablado de esto —Se acerca y me toma de los brazos —. Solo serán un par de días.

—¡Es trampa!

—Pues entonces ven con nosotros —ofrece.

—¡No! —chilla Crista y la miro —. Qui... quiero decir, madre, esta es una salida de padre e hijos, no puedes venir —Hace una gran sonrisa, aunque no puede ocultar su nerviosismo.

—Solo quieres salvarte de tus lecciones —la reprendo y se sobresalta.

Ian no acota nada, porque sabe que lo ignoraré, aunque no me quita la vista de encima, está alerta y desafiante por cualquier cosa.

—Amor ¿Qué dices? Ven —Insiste Adrián.

—¿Podemos hablar un segundo a solas? —le aclaro mientras él sigue con una gran sonrisa.

Entonces nos dirigimos a la cocina, mi esposo cierra la puerta para que nuestros hijos no escuchen.

—Elena...

—¿Qué clase de mal chiste es este? —me quejo —Sabes como me sentí la última vez y lo usaste en mi contra.

—Y sí, de esa forma no hay divorcio de ninguna manera posible —Se ríe.

—¡Adrián!

—Yo no quiero separarme de ti, Elena —Hace puchero.

Suspiro.

—Esto no funciona, mereces algo mejor.

—Déjame elegir por mí, no hay nada mejor que tú, Elena —Me toma de las manos.

—Nada va a cambiar.

—No importa, me encanta mi chica gruñona —Apoya su frente en la mía.

—Dime eso cuando empecemos a discutir.

—¿En la playa?

—¿Eh? —digo confundida.

Se aleja y alza las manos feliz.

—¡Vamos a la playa!

¿Eh? ¡Maldito manipulador tramposo!