50. Te quiero

Elena

Entro a mi habitación, Adrián como siempre lee una revista en el colchón, voy al baño y me cambio allí. Luego de ponerme el camisón, abro la puerta y camino hasta la cama. Me tapo con las mantas, acto seguido le doy la espalda a mi marido, para cerrar los ojos e intentar dormir.

—Tenemos que hablar —oigo que dice y me siento, dejando de estar recostada.

Se ve serio.

—¿Qué sucede? —pregunto.

Deja su revista a un costado y me mira fijamente, lo que me inquieta.

—Puedes ignorarme, incluso tratarme como un desconocido, pero no tolero que no intentes acercarte a tu hijo, lo haces sentir mal, es solo un niño.

Frunzo el ceño.

—No puedes obligarme a sentir algo por él, porque no puedo —declaro.

Suspira.

—No sé por qué piensas que te estoy atacando, no te pongas a la defensiva, nadie te está obligando a nada, Elena.

Bufo.

—Vale, ya ¿A qué viene todo este planteo? Tú...

—Baby, no quería decírtelo, pero ya que no te das cuenta, te lo aclaro, te estás pareciendo a tu madre.

Me percato de que se burla porque de repente se ríe y aligera toda la tensión del momento, mis mejillas se ruborizan, entonces bajo la vista avergonzada.

—Eres un idiota —lo insulto.

Ríe otra vez.

—Me gusta cuando te sonrojas, porque veo a la antigua Elena.

—No me parezco a mi madre —digo molesta en un tono bajo —¿Y qué tiene de malo mi actual personalidad? La necesito, tú no entiendes nada —le aclaro.

—Comprendo bastante, hemos estado viviendo juntos por un tiempo largo —Se acerca a mi rostro y me estremezco —. No tiene nada de malo, la chica fría me encanta, tú eres el hielo y yo soy el fuego —Se muerde el labio inferior.

—Po... podemos volver al tema anterior —Retrocedo nerviosa.

—Perdón —Se ríe al alejarse —. No todo el mundo es tu enemigo Elena, sobre todo tu hijo, él será tu gran aliado si lo dejas entrar en tu corazón, él solo quiere tu amor, quiere a su mami.

—Lo sé, lo sé —repito y suspiro —pero es que simplemente no puedo.

—No lo estás intentando —expresa en un tono cantarín.

—¡Ay, ya cállate! —Le tiro un almohadón en la cara.

—Auch —Baja la almohada que atajó con ambas manos y sonríe ampliamente —. Creo que nos estamos entendiendo, así que, ¿puedo pedirte un favor?

—¿Eh? ¿Qué?

—Dile que lo quieres, nada más.

Me sonrojo.

—No voy a decirle eso.

—No seas fría, solo una vez, ¿sí? —Alza un dedo —Él piensa que no es así, pero yo estoy seguro de que se equivoca.

—Yo... —Bajo la vista —no quiero hablar más del tema.

—¿Quieres practicar?

—¿Pra... ¿Practicar? —digo confundida.

—Sí... —Se acerca a mi rostro y alejo la cara —di "te quiero".

—Te... ¿te quiero?

—Sí, ahora repítelo.

—Te quiero —Siento mis mejillas arder.

—Una vez más.

—Te quiero.

—Yo también te quiero, mi amor —exclama de repente y mi corazón se acelera a mucha velocidad —. Te amo —Une sus labios con los míos y le correspondo.

Los nervios me invaden y me estremezco cuando toca mi pierna.

—No... no, espera...

Se aleja.

—Perdón —se disculpa sonrojado —. Me emocioné un poquito, yo... —Señala la puerta —iré al baño.

Se inclina para levantarse, pero lo detengo agarrando su brazo.

—Quédate —digo avergonzada.

—Baby ¿Sabés lo que eso significa?

—Sí...

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