43. Serás infeliz

Adrián

Me sorprendió la calidad de madurez que tiene el padre de Elena, se guardó todo su orgullo contra los Ricoy y aceptó que su hija se casara conmigo. Con su apoyo estoy seguro de que mi esposa mejorará y mi suegra dejará de interferir.

Dejo de mirar una revista, apoyándola a un costado, y alzo mi visión hacia la puerta del baño. Elena se está tardando mucho. Mala señal. Mejor me levantaré de la cama e iré hasta allí.

Lo que sospeché.

Encuentro a la rubia sentada en el suelo, llorando y de nuevo cortándose la muñeca. Rápido me acerco hasta ella, me agacho y le quito el cuchillo, tirándolo hacia un costado.

—Amor ¿Por qué? Otra vez no —digo afligido.

—¡No, déjame Adrián! —Forcejea intentando agarrar el objeto afilado —¡¡Quiero morir!!

La agarro de la cara firmemente.

—Todo va a solucionase, ¿de acuerdo? —le aclaro pero no quiere entender.

Está en negación.

—No... —Hay muchas lágrimas en su rostro, que hasta parece que se ahogara en ellas. Me parte el corazón verla así —no... ya no puedo más...

—Lo solucionaré, lo prometo —Intento calmarla y apoyo mi mano en su vientre para recordárselo —. Al menos, piensa en el bebé, por favor.

—Ya no puedo pensar en nada, Adrián, ya no... todo esto —Se abraza a sí misma, alejándose de mi toque —es mi culpa, no tuya, no te responsabilices de mí. En ese momento yo... yo te culpe a ti, pero no es cierto —Se cubre la cara con ambas manos y oigo sus sollozos que me queman por dentro, pero intento ser fuerte por ella —no es cierto —repite.

Sin pensarlo más, la abrazo, lo que provoca que se estremezca, pero de alguna manera tengo que reconfortarla.

—No importa qué o quién, yo siempre estaré de tu lado.

—Adrián...

—¿Sí?

—¿Por qué eres tan bueno conmigo?

Me alejo un poco y me pongo a centímetros de su rostro, observándola afligido.

—Yo te amo Elena ¿Aún lo dudas?

Niega moviendo la cabeza y baja la vista para no mirarme.

—No... es que... ni yo me soporto, si fuera tú, ya me hubiera ido.

Me río.

—Que mala.

Suspira.

—¿Qué voy a hacer? Odio todo.

—Vivir, y empezar de cero, de a poquito —Le ofrezco mi mano —¿Te animas? Yo te ayudo.

Alza su vista hacia mí.

—Seré tu perdición, serás infeliz.

—Estar contigo me hace feliz.

Sus mejillas se ruborizan.

—Te vas a arrepentir.

—Nunca —declaro ante el cielo, la estrellas y a todo lo que se oponga a mi deseo. Agarra mi mano, entonces la ayudo a levantarse —. Ven, vamos a desinfectar eso —digo mirando el corte de su muñeca y ella asiente.

Luego nos dirigimos a la cama, nos tapamos con las sábanas y me quedo mirándola. Ella sube la manta, cubriendo la mitad de su rostro, aunque llego a ver un poco de rubor en sus mejillas.

—No me toques —advierte avergonzada como una niña pequeña y me río.

Apoyo mi cabeza sobre mi hombro y mano en el almohadón, entonces le aclaro.

—No te preocupes, solo te observo.

Creo que sonríe.

—Gracias.

—De nada.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top