41. Un médico
Adrián
Jairo me mira de mala manera.
—Tu futura esposa me da miedo —declara.
Dejo teclear en mi laptop de la oficina y alzo la vista a observarlo, lo veo con un gesto sin expresión.
—Ella te tiene miedo a ti, no tú a ella —lo reprendo.
—Pues yo no le hice nada —Rueda los ojos.
—Obvio que no, sino ya la tendrías cortada —Chasqueo los dedos —, y no entiendo tu queja.
Sonríe.
—Déjame decirte que tu casa ya no es tu casa, ella cambió todo de lugar.
—¡¿Qué?! —grita entrando Jacob en mi oficina de repente —¡¿Y los martinis?! —Alza las manos —¡¿Dónde los voy a preparar?!
—En tu casa —digo directo.
—¡¡Pero...!!
Lo interrumpo.
—Sé que esto va a ser un cambio tremendo chicos, pero esta es la cuestión, algún día iba a pasar.
—Cierto —responde Jairo y mira al cobrizo —¿Y tú qué haces aquí?
—Me aburría —Se ríe Jacob.
—Si ya terminaron sus juegos, retírense, que estoy ocupado —Vuelvo mi vista a la notebook.
—¿Qué buscas? —pregunta el morocho acercando su rostro a la pantalla —¿"Urólogo especializado en andrología"? —Lee —¿Qué es eso y para qué lo quieres?
—Tengo que dejar de ser Míster Libido, así que busco un médico, específicamente un andrólogo, es como el ginecólogo de los hombres, se encarga de la función sexual masculina.
—¡A la mierda! —exclama Jacob desconcertado —Te lo estás tomando muy en serio.
—Porque es en serio —Lo miro de mala manera —. Tengo que descubrir cómo detener mi libido.
—¡¿En verdad vas a sacrificar a tu amigo de juergas?! —grita alterado.
Hago una carcajada.
—Ni que me lo fuera a cortar —Observo rápido la pantalla nervioso —¿O sí?
Jairo se ríe.
—No, no creo que te la corten para arreglar tu problema.
Ya me había asustado. Las cosas que me hacen pensar, cielos.
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