25. No lo amas

Adrián

La madre de Elena se retira pensando que soy un profesor de baile y yo me acerco al amor de mi vida mientras me observa de mala manera, aunque me causa gracia.

—¿De qué te ríes? —expresa la rubia irritada.

—Es que sí parezco instructor, pero no de baile —Muevo las cejas —¿Entiendes?

Rueda los ojos y luego me observa fijamente, para reprenderme.

—Atrevido, no puedes montar estas escenas y salir bien parado, detén esto ahora, antes de que deba tomar represalias contra ti.

—Ah ¿Sí? ¿Cuáles?

Camina hasta el teléfono de la casa y levanta el tubo preparándose para marcar un número.

—Llamaré a la policía —me advierte y me río otra vez —. No es gracioso, hablo en serio.

Voy hasta ella, hago que baje aquel teléfono y tomo sus manos.

—Baby, tú sabes que no debes hacer eso, que ni siquiera quieres marcar ese número.

—No me conoces.

—Física sí, mental me falta un poco—Muevo las cejas y me pega un cachetazo.

—Promiscuo —me insulta sonrojada.

Me toco la mejilla adolorido.

—Auch —No dejo de sonreír —. Sé que no estás enamorada de ese tal Edel, y eso me basta —confieso.

—¿Tú qué sabes?

Me pongo serio.

—Debe ser lástima o cariño, pero amor no lo creo.

—Claro que lo quiero.

—Pero no lo amas —la corrijo.

Traga saliva.

—Claro que sí.

—Finjamos que sí, quizás antes, ahora ya no.

Rueda los ojos.

—No inventes.

—Lo evitas —le aclaro porque investigué de ella —. Hasta puede que solo estés con él por conveniencia.

—¡Eso no te importa! —Se altera.

La agarro de la cintura de repente, entonces la acerco a mi cuerpo, sus mejillas están cada vez más rojas.

—Me importa más de lo que crees.

—¿De verdad? —Se le escapa el interés por saberlo y me río, se avergüenza, así que mira para un costado, entonces tomo su barbilla y beso esos preciosos labios —Adrián... —Hace un jadeo cuando la toco —no deberíamos.

—¿Por qué no? —Rozo sus labios otra vez.

—Por... porque está mal —responde nerviosa.

—No está mal dejarse sentir por lo que uno quiere, Elena.

—Sí pero...

Tocan a la puerta y hacemos un silencio indescriptible.

—¿Elena? —Se oye al prometido y la puerta se abre un poco —¿Estás ahí?

¡¿Tiene las llaves?!

—Oh no, Edel —Ella se preocupa.

Ojalá pudiera ir a esa puerta y decirle unas cuantas verdades a ese tipo, pero no puedo, Elena se enfadaría. Corro a esconderme, porque la situación se ve bastante comprometedora, mientras ella se acomoda la ropa, para que no sé de cuenta de la situación.

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