⊱ Mistake - Capítulo IV ⊰
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Esas criaturas que van por ustedes con sus cuchillos son sus hijos. Yo no les enseñé nada; lo hicieron ustedes.
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[Chales Manson]
[...]
Se escuchaba como un hombre fornido vaciaba todo espacio obscuro que se encontraba en el estudio, mientras llevaba en su regazo a un pequeño de orbes zafiros, que a pesar llevar algo molestas y pesadas ojeras, oía atentamente cada palabra que su padre atesoraba en sus pensamientos.
— Recuerda esa frase hijo— una sonrisa reavivó aquel gesto serio que presentaba constantemente aquel hombre, sin embargo aquella alegría encajaba muy bien en él.
— ¿Por qué siempre debes mencionarlo?— una mueca desinteresada fluye de aquella conversación, que hasta el cansancio orientaban la frágil mente del infante que a pesar de su corta edad lograba comprender cada conversación que revelaban diversas situaciones agobiantes que afrontaba su padre, como si esta pequeña criatura fuera un adulto más en aquella casa.
— ¿Porque tus acciones exhiben nuestra formación. No crees que siendo indiferente mancharías nuestro nombre? — ¿Era acaso cierto? quedaba para la conciencia del impúber, que a pesar de mantener su idea opositora, firme de aquella frase. No dejaba de cuestionarse a así mismo, si era lo correcto o todo lo contrario, aún sus pensamientos no estaban del todo claro, pero al menos tenía una base. Aquellas palabras de su progenitor eran su base.
— ¿Crees que algún día yo... Lastime a alguien?— aquella pregunta hizo que los ojos de aquel hombre, que se mantuvieron entrecerrados, quién sabe tal vez por un cansancio desconocido para el pequeño, despertaran en una tormenta que llenaba de horror a su alma.
Y, ¿Por qué?
El hombre sabía muy bien cual eran sus acciones, y por la misma razón. Temía que su hijo se convirtiera en su reflejo en el espejo.
— Todo lo contrario.— engañó con un leve gesto de severidad y seriedad en el asunto. Sería cierto o no. El pasar del tiempo explicaría cada cambio extremo en él— Eres una buena persona, y así lo serás siempre, mientras nosotros estemos vivos, nadie te obligará a creer lo opuesto. Eso nunca lo debes olvidar.
Y, fue así como aquellas palabras quebraron una simple promesa. Fue así como el karma le dio una mala pasada y se opusiera a la felicidad de aquel joven, puesto que todos nos ha de merecernos lo justo, según nuestros actos. Pero...
¿Qué hizo este pequeño para merecer todo lo opuesto de la belleza de la vida...?
[El ambiente cómodo se desvaneció siendo arrastrado por una tormenta de pavor, quedando en profunda obscuridad]
Aquel niño quedó solo en lo obscuro, entre lagrimas y sollozos.
Hasta que un destello iluminó parte del lugar mostrando a sus progenitores en angustia y horror. Como si, se tratase de una película de terror, con una trata poco peculiar, pero no cliché.
— Mamá. — musitó entre el pavor y el espanto— Papá.
Aquel hombre sonrió a el infante mientras que apreciaba como una delgada linea de sangre se desviaba en dirección al suelo chocando inesperadamente. Se encontraban atados en sillas diferentes, apartados uno del otro, distanciados...
— Me pregunto quién es esta tan hermosa criatura.— se escuchaba entre los lazos de la obscuridad un canturreo en ese sádico todo, el niño daba giros a su alrededor como un loco buscando al dueño de esa espeluznante voz— Ustedes si se lucieron, pero... Es tiempo de hacer más divertido este juego, ¿No lo cree, Señor Shindo?
La sangre del pequeño se congelo de repente, su pulso desapareció y estando a punto de desvanecer pudo apreciar una cabellera de plata y un tanto larga. La sonrisa maniática se encendió mucho antes de que se acercara a la luz.
Aquel joven entregó al infante de hebras doradas un arma de fuego que al pasar por sus dedos se pudo sentir como congelaba aún más su cuerpo involuntariamente. El impúber no sabía como sentirse en ese instante, solo eran sus padres y aquel hombre peli-plateado de ojos carmesí.
— Vamos pequeño.— prosiguió aquel engendro del mal— Si quieres liberar a tus padres. Tira del gatillo, y da directo a las cuerdas. Eso los liberará.
— Y, ¿Q-Qué p-pasa si no lo h-hago?— su tono entre cortante preocupó a ambos adultos atados que no dejaba de mirar al inocente niño.
— Simple. Morirán...— se restringió a mencionar en compañía de una sonrisa turbadora.
El pequeño observo el arma aterrado y angustiado, el miedo recorría por todo su cuerpo como si este tuviera forma humana y lo estuviera tocando indecentemente. Y así fue como el estrés y la desesperación tocó su cabeza exhibiendo su temor en frente de sus progenitores.
Volteó la mirada en dirección a sus padres con una mirada aterrada, como si este tuviera algún temor a la obscuridad de la noche, o a algún monstruo mitológico que se esconde en el armario de su habitación.
— Vamos hijo, tu puedes...— palabras que brotaron de la boca de su padre, que a pesar de ser delatora y mentirosa, reconfortó a su hijo, haciendo que este levantara la mano mientras sostenía con inseguridad el arma de fuego, si indice tocó el gatillo y a penas al descuidar la vista, mientras daba un respiro y cerrar los ojos, bastaron tan solo dos segundos para poder forzar a su vista para dar en lo indicado.
— "Es mentira"— la voz que habitaba en lo interior de la mente del niño, se fijó por completo en el acto del infante— "Está distorsionando la verdad, sabes..."
Empezó a temblar la muñeca desviando el arma, las lagrimas lo invadieron en un mar de desesperación. El miedo se apoderarse de él por segunda vez.
Estruendosos sonidos se escucharon alrededor del pequeño que sin saber cual fue el resultado por cerrar los ojos, descubrió que un mundo lleno de sangre invadía su espacio, mientras volvía a mantener la mirada fija en ambos cuerpos que ahora exponían una muy fuerte gama de color rojo, sin duda alguna un hermosa, pero a la vez trágica escena.
— Mamá...Papá...— las lagrimas reaparecían en secuencia, llenando de ira su cuerpo, mente, y alma— ¡Padre!
— ¡Mika! — llamaron al pequeño...
— ¡Mika! — se mostraba otra vez un tono espectral— ¡Despierta!
— ¡¡¡Mikaela!!! — de nuevo apareció pero esta vez fue muy estresante.
[ Y así fue como volvieron a apreciar la vida en un penosa y leve miseria. Esa misma vida. Era la realidad. ]
— Mika...— se encontró con una mirada encendida en esmeraldas preciosas, y toxicas. Aquel dueño de esas extraordinarias y exóticas joyas amenas, suspiró con fuerza, eliminando el temor de su mente que lo dominada por completo. Y sin permiso alguno, rodeó sus brazos en el cuerpo de aquel joven de mirada corindón de tonos zafiro.
El joven parecía estar petrificado. ¿Por aquel sueño?
Tal vez esa sería la respuesta. Sin embargo, él ya había vivido aquel suceso.Ya lo habría presenciado de una forma similar... Un acontecimiento que se aparecía en su cabeza muy seguido, debilitando las fuerzas de poder volver a sentir esperanza.
— Yuu-chan.
Su voz parecía estar desvaneciéndose como una vela siendo golpeada por una ráfaga de viento. Al instante.
Volvió a la "vida" después de estar en un largo trance para corresponder a aquel abraso antipáticamente. Sin mostrar algún sentimiento.
— Eres un idiota.— susurró aquel azabache pegando aún más su cuerpo al del blondo— Prometiste que me protegerías, y pensabas irte sin avisar, cobarde.
— Yuu-chan.
Su voz dejó de ser gastada. Poco a poco dejaba que sus pensamientos se perdieran y olvidaba todo el orgullo para así rodear de tal forma su brazos en aquel delicado, fino y delgado cuerpo del menor, dueño hermosas joyas esmeraldas.
Su mundo se volvió un color intenso, dejando el tono retrógrada blanco y negro.
— ¿Por qué piensas alejarte, cuando apenas te conozco?— se controlaba para evitar ahogar a aquel oji-zafiro. Mientras que el acariciaba la espalda del azabache pegando su rostro al hombro del joven de mirada esmeralda.
— Yuu-chan.
Sus manos pasaban por toda su espalda, fue así como el menor apoyaba más su cuerpo en el blondo llevando un muy elevado color carmesí, que se manifestó en su delicado rostro; hasta que el joven oji-zafiro inconscientemente llevó al límite al pobre azabache, que logró escuchar un muy suave y agudo gemido, que tenía un gran parecido a maullidos.
De repente en la puerta se escucho el llamaba de una rubia completamente enfadada, puesto que llevaba más de un hora elevando la voz para que ambos jóvenes bajaran. Teniendo conciencia de que el mismo blondo tenía aún una herida sin sanar...
Fulminaba a ambos con la mirada, pero eso no disimulaba el sonrojo en sus mejillas tras haber escuchado aquel sonido emitido por el azabache.
— Me descuido un momento — prosiguió perpleja— y ya están intentando acostarse. No en mi guardia, ¡Bajen ahora mismo!
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