⊱ Mistake - Capítulo II ⊰
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Un pequeño error puede ocasionar grandes problemas, cuyas victimas serían aquellas que nos rodean.
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[...]
Se escuchaba como los cristales de la ventana eran destrozadas por minúsculos proyectiles. Afortunadamente ellos habrían escapado por las escaleras de emergencia, y sus pies ya habían tocado el asfalto del callejón.
— ¡Agáchate! — Mikaela obligó a que el oji-esmeralda se lanzase el suelo, mientras que el rostro de este chocó brutalmente contra el pavimento.
Un agonizante grito que se abrió paso por las cuerdas bocales y la garganta del rubio, dejando que este escapara por sus labios. Era muy desgarrador y doloroso, no duró demasiado, pero si logró llamar la atención del azabache, que aún estaba pegado al cemento seco de la calle.
Volteó la mirada en dirección al chico oji-zafiro para encontrarse con una escena poco agradable.
— M-Mika...— un susurro inaudible se deslizó por los labios del oji-esmeralda, observando como aquel líquido rojo, producto de un ataque poco predecible. Convertía aquella escena en un cuadro realista bañado en un tinte escarlata, que sin alguna censura mostraba el resultado de un error poco probable, cosa que aún no se percataba aquel rubio.
La sangre escapaba en cantidades como si pudiera llenar una bolsa completa, mientras fruncía el ceño dejando escapar gemidos lacerantes al hacer presión en su pierna herida. El menor tomó valor para poder levantar su cuerpo y logrando quitarse el cinturón ayudó a presionar con fuerza la herida abierta, evitando que este muriera desangrado.
— ¿Puedes caminar así?
El azabache levantó la mirada directo a la del rubio mientras se apoyaba del hombro de este, que aún estando poco dispuesto para ayudarlo a ponerse de pie realizó un sobre esfuerzo tan solo para escapar y no dejar al oji-zafiro con aquellos agresores. Que no tardaban en bajar las escaleras.
— Mi auto. Está a unos pasos de aquí, si puedes romper el vidrio nos evitarías el trabajo de intentar abrir la puerta.
— Espero que tengas suerte y esté ahí. Vamos te ayudo a levantarte...
El rubio envolvió su brazo en el hombro de este, tardando en ponerse de pie con ayuda de otro agraviado. Para su fortuna, el sangrado había reducido un poco, pero aún no dejaba de apreciarse un pequeño rastro al realizar un esfuerzo en arrastrar su pierna en la dirección de este.
Y así fue como lograron ingresar por la puerta del copiloto, el oji-zafiro deslizó su cuerpo en la silla, mientras se retorcía de dolor. El azabache corrió al asiento piloto sin dejar de observa la puerta trasera del lugar y enfocó su vista en los hombres formalmente vestidos.
Tomó asiento para cerrar la puerta con tal magnitud que lograrían romper los cristales, y aceleró aquel automóvil.
El azabache presionó el volante, muy fuerte clavando las uñas en aquel forro que protegía el timón, mientras delicadas y finas gotas de sudor y sangre se desplazaban por su rostro, no reducía la velocidad ni siquiera para detenerse por las señales de transito que se ubicaban por cada lugar.
— D-Detente — se escuchaba como la débil voz intentaba llamar la atención de aquel precipitado joven que ni siquiera dejaba escapar algún suspiro— P-Por favor. D-Detente... ¡Detente!
Un acelerado movimiento fue una de las razones que dejó que sus cuerpos fueran mecidos muy bruscamente de manera involuntaria. Adelante, para así que el azabache se golpeara la nariz. Y atrás, para que su espalda se golpease intensamente contra el asiento...
— ¡M-Mi nariz! — vociferó dejando impactado al rubio sin saber como tomó oxigeno para poder levantar la voz a todo pulmón, y luego verlo chillar como si de un niño se tratase. Pero no hay que ser inhumano, fue brutal el golpe que este se dio en el tabique.
Y así fue como un delgado hilo de sangre se deslizaba hasta sus labios, pasaba tan deprisa que aquellas gotas del vivo se golpeaban contra su pantalón. Lagrimas encendían los ojos del azabache mostrando un tono esmeralda, sin olvidar que parecían ser un color más encendido y por qué no mencionarlo, tóxico.
— Necesitamos llevarte a un hospital— el rubio oji-zafiro llevó su mano al rostro de este pero siquiera el azabache tuvo la amabilidad de recibir aquella ayuda rechazando el tacto de este.
— N-No, no podemos...
— ¡¿Por qué?! ¡¿Por qué no podemos?!— frunció este el ceño golpeando por el torso de su mano el cajón que se ubicaba delante del copiloto, haciendo que el mismo azabache diera un ligero suspiro abrumado.
— Ellos me encontraran ahí, no hay caso ir allá, ellos me están buscando. Soy muy peligroso para ellos...
— Y, ¿Por qué?
— No es momento para hablar de eso...
— No podré ayudarte si no confías en mí.
— ¡BASTA! ¡Nadie puede ayudarme yo ya estoy muerto! ¡Estoy muerto! ¡Lo estoy! ¡Estoy muerto!— reprimía tal respuesta que aquel oji-zafiro buscaba en palabras sin sentido alguno, de alguna forma aquel podía sentir como el joven azabache se perdía en la desastrosa situación.
En lo que no bastó recibir una bofetada inesperadamente por parte del oji-zafiro.
Él pudo ver que el azabache pronunciaba o intentaba hacer mención alguna, pero no pudo captar en ese instante, el incómodo y a la vez agobiante ambiente se hacía más fuerte y muy notorio, transformando aquel silencio molesto en cadenas que obligaban al cuerpo del oji-zafiro inmóvil.
No había una opción muy a parte que le hiciera cambiar de opinión para así tomar la palabra. Sin embargo el poco alentador instante era una de las razones que no dejaba que este se arrepintiera.
El dolor vuelve con más intensidad, junto con una gran combinación de color vivo carmesí, alertando al azabache.
— Todo bien ahí a dentro— se escuchó una voz irreconocible para el oji-esmeralda— Mikaela...
— ¡¿Qué rayos haces aquí?!— el rubio volteó la mirada riñendo zafándose del agarre del menor, se podía mostrar una mirada inquieta y algo incómoda, después de todo él no conocía a ese individuo. O al menos eso creía al fijarse en su aspecto físico.
— Pues iba a casa. Espero que no hayas causado problemas, ¿Quién es tu amigo? ¿Por qué está herido?
El albino recogió el flequillo un poco sin dejar de observar al rubio. Al joven no le costó nada en abrir la puerta y dejar caer su extremidad herida para que así rozar con el suelo y dejar que un suave quejido volviera escapar de sus labios.
— Han vuelto, ¿Verdad?
— Eso me temo.— respondió el azabache interviniendo, apoyándose del hombro del rubio.
—Sé a donde tenemos que ir en estas circunstancias. ¿Sabes conducir?— el mayor volteó la mirada directo hacía el azabache pronunciando cada palabra llenas de ironía y poco amistosas, y así fue como poco a poco la verdadera personalidad del albino abría nuevo paso, dejando caer la ligera máscara que llevaba para persuadir a cualquiera que estuviese cerca— Recordé que acabo de verlos en ese fatal estado así que no me queda más remedio que llevarlos a ambos.
Tomo el lugar del azabache quien no tardó más de un minuto en ubicarse en el asiento trasero del automóvil y cederle al albino para que encendiera el auto y siguiera su camino.
— ¿Aún sigues vivo?— mencionó fríamente al rubio para que este moviera la cabeza un poco.
— Descuida. No tardaremos mucho, mientras tanto resiste.
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