6

A la noche, y luego de cenar, permanecieron un momento de sobremesa, charlando. Molly estaba mucho más nerviosa que Ryan, ya que nunca se había infiltrado en ningún sitio, y el simple hecho de pensar en cometer un sabotaje contra una industria le revolvía el estómago. Él, sin embargo, revisaba pacientemente la charla grabada con el cacique indio, como si estuviera desmenuzando la información poco a poco, mientras disfrutaba del frescor de la noche sentado en el porche de madera de la casa.

—Por Dios, ¿pretendes memorizarla? Apaga eso, me pone los pelos de punta —pidió ella, en cuanto salió a su lado para acompañarlo. Se sentó junto a él y cruzó las piernas, mientras que Ryan apagaba la grabadora.

—¿Estás asustada?

—¿Tú no? —Le preguntó ella, mirándolo asombrada.

—Me preocupa más mi trabajo, en realidad. Si alguien nos ve entrar o salir, estoy jodido —hizo una pausa y suspiró—. Todo esto de la leyenda india y demás... no me parece que tenga sentido alguno.

—Si funciona, deberás tragarte tus palabras y empezar a confiar más en lo que parece extraño. Y a darme la razón —Lo miró con reproche bromista.

—Yo lo único que espero es que los niños aparezcan, nada más. Cómo lleguemos a eso, me da exactamente igual, aunque sea una completa locura.

El tono de broma con el cual Molly le estaba hablando desapareció, y en su lugar lo miró fijamente, al ver como Ryan miraba hacia el suelo, de forma seria.

—¿Estás bien?

—¿Por qué lo preguntas? —dijo él.

—Porque siento que todo esto te afecta de forma personal.

—Claro que me afecta, mi hermana también está involucrada en esto, si ese viejo cacique tiene razón. No solamente están la vida de dos niños en riesgo, también está la de mi hermana y quien sabe cuantas personas más que ni siquiera conozca —hizo una pausa y entonces se volteó a verla—. No pretendo ser un gran héroe, solo soy un tipo común y corriente como cualquier otro, pero que intenta hacer lo mejor posible. Y de repente pienso que si esto es cierto, entonces estoy luchando contra algo muchísimo más grande que tú, yo o incluso lo racional mismo.

—Y estoy segura que vas a poder con todo esto. Podremos hacerlo, confío en ti —Le aseguró. Y justo en el momento en que por fin reunía el coraje suficiente como para acercarse a él e intentar abrazarlo, Ryan se levantó de la reposera, y caminó hacia adentro.

—Bien, al carajo la indecisión. Cuanto antes comencemos con esto, mejor —sentenció.

Molly también se levantó en pos de él, y entonces lo vio dirigirse al dormitorio de su hijo, donde dormía, para comprobar la pistola, ajustarse la correa del soporte a la cintura y vestirse con rapidez la chaqueta. Ella también se colocó una gabardina larga, de cuero marrón, por encima de su suéter de lanilla. Se recogió el cabello en una coleta cómoda, y tomando las llaves de la casa, salió al patio junto con Ryan, apagando las luces y cerrando la puerta principal.

Se dirigieron en la Cherokee a una buena velocidad. A esas horas de la noche, casi las once y media, no había trafico alguno en un pueblo como Grelendale, donde seguramente la mayoría de sus habitantes estaban durmiendo la mona para trabajar al día siguiente. Siguiendo las indicaciones que Molly le brindaba, Ryan condujo hacia las afueras de la localidad y justo en el límite de la frontera entre Grelendale y Leighmone, pudo visualizar la planta de producción con el logo de la compañía. Al instante, Molly sintió como le cosquilleaba la sangre debido a la incertidumbre de lo que ocurriría, mientras que él, sin embargo, aminoró la velocidad y cambió las luces largas a cortas.

—Lo normal es que la planta tenga vigilancia, así que vamos a dar un rodeo —observó Ryan, sin embargo, ella negó con la cabeza.

—No lo creo, no es un sitio en donde haya demasiada delincuencia, somos un lugar pacifico —hizo una pausa, y razonó—. O al menos lo éramos. Ve directo, si nos encontramos con alguien, solo diremos que nos perdimos y ya.

—Como tú quieras.

Rebajó la velocidad en cuanto emprendió el camino de grava que conducía a la entrada principal. Al llegar, efectivamente, vio como no había nadie vigilando, a pesar de que esperaba encontrarse con alguna garita donde reposara algún cuidador nocturno. Sin embargo, los portones de acceso eran anchos, de metal bien constituido, y tenían al menos dos metros de altura. Ryan entonces detuvo la camioneta frente a ellos, apagó el motor y apagó las luces.

—Mierda, ¿y ahora?

—Nos subiremos al espolón de la camioneta, y de ahí podremos saltar al otro lado, si trepamos la valla. Vamos —dijo él, quitándose el cinturón de seguridad y abriendo la puerta del conductor.

En aquel sitio, el aire estaba fresco, debido a la espesa vegetación que rodeaba todo el camino en ambos lados, y sintió como el vapor emanaba de su boca en cada exhalación, aunque realmente no le importaba, ya que estaba sudando. Rodeando la camioneta, apoyó un pie en el paragolpes cromado, subió al espolón y miró hacia el otro lado de la verja. Efectivamente, un extenso campo se extendía por delante, donde había una enorme plaza de estacionamiento dedicada para los camiones transportistas de la mercancía, y más al fondo, los hangares de producción, a oscuras.

—¿Ves algo? ¿Hay alguien? —preguntó ella, inquieta.

—No, no hay nadie. Saltaré yo primero, y luego vienes tú.

—De acuerdo.

Ryan entonces se sujetó de la cerca metalizada, dio un pequeño brinco, el suficiente como para poder pasar la pierna derecha al otro lado, y luego la izquierda, saltando después.

—Vamos, ahora tú —habló, del otro lado.

Molly hizo lo mismo tan rápido como pudo, lo cierto era que no tenía la agilidad que tenía él, pero por fin pudo trepar a la verja, saltando hacia el otro lado. Por su seguridad, Ryan la sostuvo en cuanto apoyó los dos pies en la tierra, y entonces resopló aliviada.

—¿Cómo volveremos?

—Trepando. De este lado la cerca es calada, te haré impulso a ti y luego yo salto, no te preocupes. ¿Ahora por donde?

Molly entonces señaló uno de los dos hangares.

—Aquel es el de las oficinas, eso no nos interesa. El de la derecha es la planta de producción, más precisamente de procesado. Vamos directo a ese, podremos cubrirnos con los camiones, supongo.

—Andando, yo iré por delante.

Trotando y cubriéndose tras los vehículos estacionados, rodearon todo el perímetro del enorme predio hasta acercarse lo suficiente a la planta principal de procesado. Justo en el momento en que iban a salir del resguardo del último vehículo, evitando los focos de luz, Ryan sujetó a Molly poniéndole una mano en el pecho, para detenerla en su loca carrera.

—Espera —ordenó.

—¿Qué pasa?

Ryan entonces señaló una serie de puntitos rojos, ubicada en un recodo de la pared frontal del hangar de producción.

—¿No que no había cámaras? —preguntó, mirándola de reojo.

—Mierda, hace mucho que no trabajo aquí, tenme paciencia. Podrían haber puesto hace poco, que sé yo —Ryan no respondió, pero ella vio como sacaba su pistola de su soporte a la cintura, y amartillaba la corredera—. ¿Qué vas a hacer?

—Quitarnos el problema de encima.

Asomó un poco de su escondite, lo suficiente como para apuntar hacia la cámara, y disparó. El estampido sonó como una explosión en la noche serena y silenciosa, haciendo que Molly diera un leve respingo del susto. El tiro fue certero, la bala impactó de lleno en el lente de la cámara, destrozando el aparato.

—No me cabe duda que eres un hombre que resuelve... —bromeó.

—Soy más practico de lo que parece. Vamos.

Corrieron hacia la puerta principal del hangar, la cual obviamente estaba cerrada, pero rodearon las instalaciones en busca de la puerta de servicio. Al llegar a la salida de incendios, Ryan guardó el arma y rebuscó en uno de los bolsillos internos de su chaqueta. Ella lo miró expectante.

—Creí que también ibas a pegarle un balazo —Se sonrió.

—Nah, no hay necesidad de gastar munición inútilmente pudiendo abrirla de otra forma —respondió, sacando sus ganzúas. Se acuclilló frente a la cerradura, metió las llaves dentro y prestando atención al sonido, demoró sus buenos cinco minutos girando de un lado al otro hasta escuchar el clic definitivo. Entonces la puerta se abrió dócilmente. Mientras se ponía de pie, guardando las herramientas en el bolsillo, hizo un gesto con la cabeza hacia Molly.

—Las damas primero, tú conoces el lugar, no yo.

—Bien.

—¿Cuál es tu plan?

—La planta está equipada con sistemas de enfriamiento que regulan la temperatura en el procesado del cangrejo. Allí —señaló a un punto a oscuras— está la sala de control principal, eso es lo que nos importa. Pondremos a funcionar la planta entera, pero en lugar de mantenerla estable, programaremos los termostatos y las calderas al triple de lo normal, y también evitaremos que las bombas absorban el refrigerante, porque eso también puede configurarse a mano.

—Carajo, nunca me imaginé que tuvieras una terrorista escondida ahí dentro.

—Te sorprendería lo mala que puedo llegar a ser —consintió ella—. Lo normal es que se activen los sistemas de alarma y corte automático de energía en caso de emergencia, pero confío en que arrancarás del panel los cables que yo te indique. En cuanto suban los niveles de calor y presión, bum...

—¿Y cuanto tiempo tenemos para salir de aquí sin quemarnos con todo esto?

—Tres, cuatro minutos. Tiempo suficiente, creo.

—Va, te sigo —dijo Ryan—. Mira a los techos, quiero que me indiques si ves una cámara, camina lento y siempre pegada a la pared, oculta tras la oscuridad.

Entraron a la planta de a un paso a la vez, hasta que luego de unos minutos, ella se detuvo, señalando a un rincón.

—Allí.

Ryan extrajo su pistola, pero luego volvió a guardarla, mientras miraba en otra dirección, más adelante. Molly lo miró sin comprender.

—¿Qué haces? —preguntó.

Esa cámara no esta viendo hacia nuestro ángulo, nosotros vamos a pasar por abajo, así que no hay problema con ella. Pero si le disparo, la cámara de allí —señaló al rincón opuesto, y luego a otro rincón más— y la de allí, van a ver el fogonazo de la boquilla del arma, y nos va a delatar. Mejor sigamos como estamos, caminemos despacio y sin ser vistos.

—De acuerdo, tienes razón.

—Mantente agachada.

Continuaron avanzando hasta subir por las escaleras de metal a la sala de máquinas y controles, donde nuevamente, Ryan volvió a abrir con sus ganzúas. Una vez allí, saco su linterna de mano y encendiéndola, miró todo a su alrededor. Podía hacer eso porque las cortinas industriales estaban bajas, de modo que su foco no sería visto por las cámaras de afuera. Frente a él, había un montón de paneles, reguladores de temperatura, cronómetros, medidores de energía, voltaje, carga y kilaje, y mil cosas más que no era capaz de entender en absoluto. Molly, por el contrario, se acercó a los tableros principales como si conociera aquello como la palma de su mano.

—Bien, lo primero es quitar el control de emergencia —dijo, acercándose a un panel con el logo indicado—. Debajo de este tablero debe haber una pequeña caja, dime si la ves.

Ryan se acuclilló a su lado, y se metió de cabeza debajo del panel. Desde la perspectiva de ella, parecía como si estuviese revisando un coche por debajo del motor.

—Lo tengo.

—¿Puedes abrirlo?

—No, está cerrado con un tornillo allen, no tengo llave aquí.

—¿Alguna idea?

—Perforar el cerrojo, dame tu camiseta y tápate los oídos—dijo.

Ella lo miró sin comprender.

—¿Qué?

—Voy a pegarle un tiro al tornillo, y no puedo hacerlo sin improvisar un silenciador o me voy a quedar sordo. Dame tu camiseta, la chaqueta es demasiado gruesa para envolverla en la boca del arma —explicó—. Vamos, comienzo a acalambrarme aquí abajo.

—Cielo santo... —murmuró ella. Se quitó la chaqueta, el suéter y por último la camiseta de manga larga que tenía debajo, quedando solamente en sujetador y sintiendo como el frío de la noche le erizaba la piel. Entonces se la acercó. —¿Se va a romper?

—Probablemente sí —respondió, luego de observarla un momento en silencio. Al notar que estaba mirando más de la cuenta, apartó la vista y se concentro en envolver la boca del arma con la tela.

—¿Por qué no usaste la tuya?

—Porque ahora mismo, hasta que no termine la investigación y vuelva a mi casa, tengo mucha menos ropa que tú con la que poder cambiarme. Retírate —indicó.

Molly dio dos pasos hacia atrás, mientras que Ryan se retiraba de la zona del impacto tanto como pudo, hasta que la nuca tocó la pared opuesta del cubículo donde se encontraba, apuntó y apartando el rostro hacia un lado, jaló el gatillo. El estampido fue sonoro, pero no lo suficiente como para dejarlo aturdido, aunque aún con la camiseta de Molly conteniendo el sonido, su oído izquierdo no cesó de pitar. La compuerta de metal se abrió y dentro pudo ver como una maraña de cables corría de lado a lado, algunos incluso dañados por la bala al penetrar. Desenvolvió con rapidez la camiseta, ignorando el agujero humeante que le había hecho en un costado, y se la devolvió.

—Era una de mis favoritas... —Se lamentó ella, mirándola con pena. Ryan sonrió.

—Es por una buena causa.

—Lo sé. ¿Ya abrió?

—Sí, dime que cables corto —pidió, dejando el arma a un lado.

—Hay uno principal, amarillo y verde. Debe seguirle otro rojo, por debajo. Corta ambos.

Ryan sacó entonces de otro bolsillo un pequeño cortaplumas, con una navajita de mano, y luego aceptó la linterna que ella le ofrecía. Sujetándola con el hombro contra su mejilla, tomó los cables, los jaló hacia afuera y cortó. Luego se arrastró hasta salir de debajo de los controles, tomó el arma, se puso de pie y se sacudió el polvo.

—¿Desde cuando sabes cosas de electrónica? No dejas de sorprenderme —preguntó, viéndola vestirse otra vez.

—Cuando tienes un marido casi ausente y mucho tiempo libre, solo puedes hacer una cosa: ocuparte de la casa y leer mucho —explicó—. Ahora vamos a poner esto a volar.

Ryan vio como ella manipulaba los botones de los controles en un orden en específico, activando y desactivando algunos, y aunque parecía mostrar una destreza innata, lo cierto era que estaba muy nerviosa. Lo notaba en el temblor de sus dedos, y en su respiración agitada. Intentando darle un poco de ánimo, al menos de forma silenciosa, le pasó una mano por la espalda justo en el momento en que ella lo miraba de reojo, detenida frente al interruptor de encendido general.

—¿Listo? —preguntó, dudosa.

—A la mierda —respondió, presionando el activador.

Al instante, el hangar entero se iluminó en cuanto las luces automáticas y las cintas transportadoras de productos comenzaron a funcionar, en medio de un ruido enorme a válvulas de presión, máquinas empaquetadoras y procesadoras. La aguja de los termostatos comenzó a subir paulatinamente, no a una velocidad muy potente, pero sí lo suficiente como para darse cuenta de que el sistema de enfriamiento no funcionaba, tal y como lo habían planificado.

—Vámonos de aquí —instó ella, girándose hacia la puerta, casi trotando.

Ambos emprendieron la loca carrera hacia la salida. Al hacerlo, Ryan no tuvo más remedio que disparar a las dos cámaras de seguridad que había podido evitar un momento atrás, porque ahora, con todas las luces encendidas, los verían casi con toda seguridad. Llegar por fin afuera fue un alivio, el aire refrescó el sudor de sus rostros mientras corrían en loca carrera hacia la portería principal, donde del otro lado, la camioneta de Ryan esperaba con las luces encendidas, tal como la había dejado. Atravesaron toda la plaza de estacionamiento de los camiones de transporte, y una vez allí, Ryan juntó las manos entrelazando los dedos por delante del estómago.

—Vamos, arriba —indicó.

Molly se aferró de sus hombros, apoyó el pie derecho en sus manos y al erguirse, Ryan la impulsó hacia arriba, para que se sostuviera del borde de la verja. Levantó más las manos, para que subiera con más facilidad y una vez que la vio pasar al otro lado, dio un salto para aferrarse del borde y trepar por el calado de hierro de la cerca. En cuanto acabó de cruzar al otro lado con los pies por delante, respiraba agitado, pero no importaba. Lo habían conseguido, y no habían tenido ningún percance, eso era importante. En otro contexto le importarían las huellas que habrían dejado, pero en un sitio tan apartado como aquel no contaba con que iniciaran una investigación demasiado exhaustiva. Sacudiéndose las palmas de las manos para quitarse la tierra, subió a la camioneta del lado del conductor, mientras que Molly ya estaba subiendo del lado del acompañante. Dio medio giro de llave, encendió el motor y girando en U por el camino de acceso, pisó acelerador para salir de allí cuanto antes.

El plan no tardó demasiado en funcionar. Justo cuando estaban abandonando el sendero que dirigía a los accesos de la planta industrial, sintieron un potente tronido en la distancia. Molly miró hacia atrás, girando en su asiento, mientras que Ryan observó el retrovisor frente a él, viendo ambos como una columna de humo se elevaba en la oscuridad de la noche, iluminada por las lenguas de fuego que debían estar quemándolo todo.

—Bueno, oficialmente somos unos terroristas —bromeó ella, sonriendo nerviosamente.

—Ahora solo tenemos que volver con el cacique, y decirle que el trabajo está hecho. Por ahora dediquémonos a descansar.

Ambos permanecieron en silencio un momento, y luego ella apoyó su mano encima de la de Ryan, que reposaba inerte junto a la palanca de cambios.

—Gracias —dijo.

—¿Por qué?

—Por hacer todo esto, solo por encontrar a mi hijo.

—Tú lo mereces —respondió, sin apartar los ojos del camino nocturno que se extendía por delante de la camioneta.

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