xviii

Si había algún adjetivo que pudiera describir la manera en que Deborah Kerr se sentía, sería "destrozada". Era como si alguien hubiese tomado cada centímetro de su cuerpo y lo hubiese tirado a diferentes lugares en el mundo. Su cabeza estaba desordenada, su corazón latía rápidamente, y no podía evitar llorar sin parar.

Para cuando Ashton llegó de la escuela, Deb llevaba al menos cuatro horas de llanto ininterrumpido. Por primera vez en toda su vida, deseaba estar muerta. Se sentía de mil formas diferentes: sucia, abusada, estúpida, harta... no podía ni procesarlo, así que solo siguió llorando en el pecho de Ashton Irwin, quien, hasta hacía unos pocos años, era un completo desconocido, pero que ahora era su hermano.

—¿Qué te hizo? —le preguntó Ashton, acariciando su cabeza.

Deb se debatió entre decirle o no, pero era simplemente necesario desahogarse y contarle, así que así lo hizo. Entre jadeos y mucho hipo, le contó a su hermano lo que Calum le había hecho. La expresión suave de Ashton se fue convirtiendo en un ceño fruncido de seriedad, mientras ella seguía contándole. Jamás lo había visto tan serio, o tan enfadado, y tenía razón de estarlo.

Habían destrozado el corazón de su hermana.

Deb había pasado tanto tiempo asegurando que no tenía corazón, diciendo que estaría soltera de por vida, rompiendo el corazón de todos a su alrededor y jurando que se mantendrían a su lado sin hacerle daño, por algún delirio de perfección que tenía sobre sí misma, que nunca notó que alguien podría, en verdad, querer hacerle daño. Si se ponía a analizarlo, Calum era la persona ideal para hacerle esto, pero había estado tan obsesionada con él durante tanto tiempo, que simplemente asumió que, si lo conseguía, él jamás se atrevería a hacerle daño.

Pero esto, señores, le había hecho ver la realidad.

—Todo estará bien, Debby —aseguró Ashton, tomándola por el rostro y secándo sus lágrimas—. Ya casi terminamos la escuela. ¿Aprobaste tus exámenes? No tienes que ir más. Tienes todos tus créditos, todos tus papeles en orden. Quédate aquí y... simplemente, descansa. Luego puedes volver y ser la chica mala de siempre, Deb, así como tú eres.

Pero Deb solo se pudo reír con amargura.

—No lo soy, Ashton, ¿no lo ves? No soy mala, ni increíblemente hermosa, ni perfecta. Vivo la vida como si fuera una novela adolescente de mierda en mi cabeza, como si yo fuera el centro del universo y todos tuvieran que rendirme cuenta. En medio de eso lastimé a Luke, y dejé que me lastimaran como una estúpida. Comienzo a pensar que, incluso, lo merezco, por ser tan jodidamente idiota, por ser tan...

—Basta —pidió Ashton, desconcertado—. ¿Te estás escuchando, Deborah?

—Yo...

—No. Basta —la interrumpió—. Eres increíblemente talentosa, y, contrario a la creencia popular, no creo que seas mala. Eres simplemente tú, Deb, y si lastimaste a Luke, comprendo que sientas culpa, pero, ¿tú lo obligaste a enamorarse de ti de esa manera? ¿Y eres tú la culpable de haber confiado en Calum, y que haya resultado ser un maldito cabrón? Eres la mejor hermana que pude haber conseguido, la única que sabe lidiar con los ataques de pánico de Claire, la que hizo que Michael no se sintiera tan solo y la que ayudó a Luke a sobrellevar el hecho de que sus padres no le dan ni los buenos días. Y nosotros te ayudamos a seguir adelante luego de que pasaste años en una profunda tristeza por la muerte de su madre. Eres una buena persona, porque, si no lo fueras, no seríamos tus amigos. Entiéndelo, y deja de pensar que estamos contigo por algún contrato o necesidad. Estamos contigo, Deb, porque te queremos.

Deb se echó a llorar más fuertemente, pero las palabras de Ashton le habían hecho sentir increíblemente mejor. Su corazón seguía hundido, pero no todo lo que veía era negro. Se preguntó a sí misma si quería venganza, pero solo pudo responderse que quería descansar, pues sus ojos estaban hinchados por el llanto y su cabeza estaba en mil lugares al mismo tiempo.

Decidió dormir un poco, y acordó con Ashton que se reunirían con los chicos al atardecer, en casa de Luke. Mientras intentaba dormir, Deb pensó que, posiblemente, Ashton ya estuviese contándole a los chicos lo que había sucedido. Deb no estaba tan segura de lo que Luke podía hacer con esa información, pero sería una buena prueba. De todas formas, el vídeo estaba en ese CD, en el poder de Deb. Lo máximo que Luke podía hacer era esparcir un rumor más acerca de la extravagante Deborah Kerr.

Pero no pudo dormir, así que prendió un cigarrillo y, mientras lo tenía en su boca, quemó el CD con su encendedor. Si esta era la única copia —cosa que Deb deseaba con todas sus fuerzas, pero de la que no estaba segura—, entonces ya no existía. Suspiró con cierto alivio: nadie podría ver el contenido de ese CD, nunca más. Ni siquiera ella, que jamás había sentido tanta repulsión.

No quería admitirlo, pero, en ese momento, se odió.

Deb nunca había tenido demasiados problemas de auto-odio. Había pasado por su etapa de inseguridad luego de que su madre muriera y entrara en la pubertad, pero lo había superado. Amaba quien era, la forma en que era, disfrutaba ser ella.

Pero no en ese vídeo. No esa noche.

Se preguntó, en medio del pleno día, ¿por qué había bebido tanto? ¿Por qué tenía que haber ido a ese festival? ¿Cómo carajos había terminado en casa de Calum? Y, la pregunta más importante, ¿por qué se había enamorado de Calum, quien desde el principio tenía la peor reputación de toda la preparatoria, además de Luke Hemmings?

Pero Deb sabía que no podía hacer nada. Había cometido error terrible tras error peor. Añorar a Calum, intentar herirlo, perder la noción del mundo, confiar en él, en que de alguna manera podía ser posible que la quisiera, y, finalmente, amarlo. Entregarle todo, y esperar que no lo rompiera.

Se cansó de llorar, se acurrucó entre las sábanas y, con el alma un poco más rota de lo normal, se preguntó si su madre, en vida, estaría acariciando su cabeza.

Lo pensaba poco, pero lo pensaba. Su madre se había do hace tanto tiempo que, a veces, olvidaba su rostro, y tenía que ver alguna foto vieja para recordarla. Tan hermosa como era posible, tan amable y perfecta como siempre lo había sido. Deb jamás entendería cómo se había casado con un hombre como su padre.

Y así, pensando en la sonrisa de su madre, e intentando recordar su voz, diciéndole que todo estaría bien y que el noventa y nueve por ciento de los hombres jamás valdrían la pena, logró dormir por un rato.




La casa de Luke le parecía extraña, pero familiar. Había pasado tantos buenos momentos en ella que le fue imposible sentirse mal al entrar, atravesarla y llegar a la sala de juegos, donde estaban Michael, Claire y él.

Michael la abrazó apenas pasó por la puerta, sin decir nada. Claire le dio un pequeño abrazo cuando se sentó entre ella y Luke, y este último reconoció su existencia con un asentimiento de cabeza. La tensión era evidente, pero Deb no estaba segura si se trataba de lo que Calum había hecho o de que Deborah Kerr estaba, por alguna razón del destino, se encontraba de vuelta en la casa de Luke Hemmings.

—Lo mataré —aseguró Claire, rompiendo el hielo casi gélido que se había formado entre los cinco.

—¿A quién? —preguntó Luke, aparentando desinterés.

—¿A quién más? —espetó Michael.

—Pues yo la ayudaré —dijo Ashton, encogiéndose de hombros.

—Nadie matará a nadie —los detuvo Deb, bufando, pero muy seria. A pesar de que ella misma quisiera matarlo, era obvio que no sería la solución a nada. Es como matar a alguien y luego arrepentirse: esa persona sigue muerta y tú sigues siendo un asesino.

Todos guardaron silencio, y lo siguiente que Deb sintió fue la mano de Luke en su rostro, secando una lágrima que ni ella misma había notado que caía por su mejilla. Quizá era de tristeza, decepción, o quizás, incluso, frustración acumulada.

—Te lo dije —dijo Luke, simplemente, con los ojos tristes y más presente que nunca en la vida de Deb.

Y es que Luke tenía la razón, y se lo dijo mil veces. Pero Deb nunca iba a hacerle caso. Tenía que llevarse su golpe sola siempre, ¿no? Pues ahí tenía su golpe.

Había, de alguna forma, asumido que Luke nunca volvería a hablarle, por haberlo lastimado de la manera en que lo hizo, pero resultaba ser que ahí seguía, como siempre, a su lado. Luke no era de abrir su corazón a nadie, ni siquiera a sus mejores amigos, pero a Deb se lo había abierto desde el principio. Y ella se lo había roto. Y él no se había ido.

Deb no era para nada sentimental desde que la muerte de su madre le había convertido en alguna clase de roca, pero, en ese momento, no pudo evitar serlo. Dejó que la expresión contenida de dolor en su rostro se formara, y, para evitar que la vieran, abrazó con fuerza a Luke, quien la recibió en sus brazos como si nunca hubiese dejado de hacerlo.

El silencio entre las personas en la habitación era muy notable, y Deb, mientras lloraba sobre el pecho de Luke, pudo captar cuando Ashton le susurró a Claire y Michael que los dejaran solos. Deb no estaba segura si necesitaba estar a solas con Luke, pero no le venía mal. Pudo llorar con tranquilidad, como lo había hecho con Ashton en casa, y drenó gran parte de la carga.

—¿Tú lo sabías, Luke? —le preguntó, secándose las lágrimas y sintiendo la hinchazón de sus ojos.

—No estaba seguro, pero pasé el suficiente tiempo con él como para saber que había hecho algo grave. Intenté decírtelo.

—Soy la persona más estúpida de este mundo.

—Solo estás enamorada. Son sinónimos, la verdad. Sé bastante sobre eso.

Deb levantó su cabeza del hombro de Luke para mirarlo, sus ojos azules mirándola con amabilidad.

—Tengo que comenzar a escucharte, me parece.

Y Luke le sonrió, pero era muy extraño, porque no estaba intentando besarla ni nada por el estilo. Por el contrario, y por primera vez, Luke Hemmings parecía quererla lo suficiente como para darle su espacio y consolarla a la vez.

Entonces, el timbre de la casa de Luke comenzó a sonar repetidas veces. Desde su móvil, Luke accedió al sistema de vigilancia de la casa, y pudieron ver, en tiempo real, que se trataba de Calum. Estaban lejos como para oírlo, pero se podía notar que decía algo.

—Quédate aquí —le dijo Luke, y se fue de la habitación.

Pero Deb no iba a seguir las ordenes de nadie, así que se dirigió al otro lado de la casa, hacia la entrada, donde Claire, Ashton, Michael y ahora Luke se conglomeraban, gritándole a Calum que se fuera de ahí.

—¡Ella no está aquí! —exclamó Claire, iracunda.

Al otro lado de la puerta, Calum hablaba firme, pero calmado.

—Chicos, vamos. Solo déjenme pasar a hablar con ella cinco minutos.

—Si logras acercarte de nuevo a mi hermana va a ser en un jodido ataúd, Hood —le advirtió Ashton, con los brazos cruzados—. Fuera de aquí, imbécil.

—Llamaré a la policía —aseguró Luke, por lo bajo y Michael asintió en su dirección.

—Basta —pidió Deb, de pronto. Todos se quedaron en silencio, y Calum volvió a hablar.

—Deborah, ¿estás ahí?, ¿puedo hablar contigo un segundo?

Deb se acercó hacia la puerta, sus amigos abriéndole paso a medida que lo hacía. Tomó la manilla, y abrió la puerta. Luego de unos instantes, estaba en el porche de Luke, con Calum, relativamente a solas.

Ver a Calum luego de haber entendido lo que había hecho estaba provocando en Deb algo muy inesperado. Había imagina que, al verlo, sentiría alguna mezcla de miedo por su integridad e ira incontenible, siendo esta última usual en Deb, pero no. Lo que sentía era la más profunda decepción, como si hubiese entregado su vida a una causa que había resultado ser una completa mentira. Calum, a un metro de distancia de ella, parecía encontrarse dividido entre alguna clase de indignación y arrepentimiento.

—Yo... —Calum comenzó—, puedo suponer que viste lo que había en la famosa caja.

—Sí.

—¿Qué harás al respecto?

¿A qué se refería?

—Debería llamar a la policía, pero no lo haré —aseguró Deb, y él pareció aliviado.

—¿Hay alguna versión de esta vida en la que me creerías si te digo que lo siento, y que lo hice por razones que puede que te parezcan estúpidas, pero que significaban mucho para mí?

—Puede que hayas tenido alguna retorcida razón, Calum Hood, pero, si lo sintieras, hubieses destruido ese vídeo. Joder —bufó Deb—, ¡ni siquiera sé si tienes otras copias!

—No las tengo —aseguró Calum, apresuradamente—. Y jamás pensé en publicarlo o divulgarlo.

—¿Por qué conservarlo, entonces?

Calum suspiró. Parecía resignado. Deb se preguntó si por fin, luego de todo este tiempo, sabría la verdad completa.

—Luego de que te humillé en esa fiesta, tú cobraste venganza acostándote con mi hermana, y, sinceramente, no debería haberme afectado como lo hizo, pero Mali sufre de episodios de depresión, y eso que le hiciste le hizo sentir suficientemente usada como para caer en uno de nuevo. —dejó caer sus manos a cada lado de su cuerpo—. Cuando llegaste así de intoxicada a la puerta de mi casa, yo solo... estaba tan enfadado que quise cobrártelo. Quería que sintieras lo que le habías hecho a Mali...

—¿Pero?

—Pero luego comprendí que tú no sabías el mal que estabas haciendo, y luego comenzamos a coincidir en todos lados, y comenzaste a gustarme, pero seguía desconfiando. Tienes que entender que, a mis ojos, podía seguir siendo alguna clase de venganza.

—¿Y luego?

—Y luego me hiciste enamorarme de ti, y juro que estuve a punto de destruir el vídeo mil veces, pero no tengo idea de por qué no lo hice. Quería decírtelo todo, pero, ¿cómo te lo diría?

Deb se encontró a sí misma echándose a reír, de la nada.

—¿Sabes qué creo yo, Calum? Creo que guardaste ese vídeo para tener poder sobre mí. Sabías que si en algún momento se daba la oportunidad, podías destruirme con eso, así que lo conservaste. No me vas a convencer de cuentos de hadas cuando tú eres el ser más asqueroso y despreciable que se ha pasado por mi camino. —volvió a soltar una carcajada—. Durante meses soñé con estar contigo, descubrirte y enamorarte, y vaya que lo logré —dijo, con amargura y sarcasmo—. Jamás hubiese esperado algo como eso de ti, y eso dice mucho de mí.

—Deb...

—No —lo interrumpió—. Solo quiero que sepas que no hay versión de esta vida en la que yo te perdone, y que quiero que te alejes permanentemente de mí. No quiero volver a oír mención de tu nombre jamás, y quiero que sepas, Calum, que lo arruinaste. Te quise como nunca quise a nadie, y nadie nunca te querrá como yo te quiero, y ese será tu karma, Calum Hood. Disfrútalo.

Por primera vez en el tiempo que llevaba conociendo a Calum Hood, Deb vio tristeza en sus ojos, y por más que le dolía, no podía parar de hablar. Se sentía como si fuera su último discurso; sus últimas palabras.

—En verdad te amo, Deb. Eso no está en el vídeo porque lo que siento por ti se desarrolló mucho después. Eres la primera persona que no quiero dejar, ¿acaso eso no significa nada para ti?

Pero Deb tenía una armadura que repelía sus intentos.

—No. Y quisiera que te fueras, por favor, antes de que decida llamar a la policía, y esta vez en serio.





buenas, buenas.

razón de ausencia: falta de wifi en mi casa nueva. vine a casa de mis abuelos solo para esto, jajaja. 

de aquí en adelante en la historia vendrán cambios muy drásticos.

enjoy.


xx.

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