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Deb entró a la escuela aferrada al brazo de Ashton. Llevaba lentes oscuros, un short muy, muy corto y un suéter negro que dejaba ver su hombro derecho. Sus botas eran fieles amigas, compañeras en el crimen que Claire no podía ser por su falta de carácter.
Había llegado a la hora del primer receso, las miradas de media secundaria puestas en ella y la bolsa de plástico negra que tenía en la mano derecha. Caminaba firme, decidida. Cualquiera pudo haber muerto a su lado y no lo hubiese notado por lo concentrada que estaba.
Encontró su objetivo. Rubio, un metro noventa y tantos. Vestido de negro y flirteando con alguna chica, su casillero convenientemente abierto. Su mochila estaba colgando en su espalda y no representaba ninguna amenaza a simple vista.
Ashton se quedó atrás, cuidando de la espalda de su hermanastra, mientras ella llegaba hasta Luke. La chica que hablaba con él se vio intimidada muy pronto por ella y se despidió rápidamente. Luke le sonrió falsamente, a sabiendas de todo lo que había hecho.
—Hola, Debby —dijo, amable—. ¿Cómo lo llevas, eh?
—¿Qué cosa? —preguntó Deb, sintiendo una extraña urgencia de hablar.
—El más grande rechazo que te han hecho en tu puta vida.
Deb levantó su mano y le dio un golpe en el rostro tan fuerte que resonó en el pasillo. Las personas a su alrededor volviéndose a presenciar el drama porque no tenían nada mejor que hacer con sus inútiles vidas que mirar a los demás.
—Jódete —gimió Luke, su mejilla enrojecida.
Antes de que pudiera recomponerse, Deb sacó una navaja de su bolsillo y abrió su casillero. Usó el filo para romper la bolsa y que todo el contenido cayera sobre su ropa, libretas y demás cosas. Luego la soltó y se volvió hacia el rubio, que la miraba completamente asombrado.
—¿Eso es basura?
—Directo de la cafetería —vociferó Ashton, llegando a un lado de Deb y tomando su mano—. No creo que tenga que advertirte todo lo que puede pasar luego de esto, ¿o sí, Lukey?
Él apretó los labios, su mirada baja en resignación. Había cometido un grave error y lo iba a pagar hasta el último centavo que a Deb le diera la gana de proponer como equivalente a la humillación que sintió.
—¿Así que si eres humana, eh? —siguió, pero no estaba siendo sarcástico— Te afectó tanto que necesitas que alguien pague. No eres de piedra.
Deb le sonrió amable, de la misma forma en que él la había recibido. Luego se acercó a él y se retiró sus lentes oscuros, hablando muy cerca de su oído.
—Dale mis saludos a Jack.
Y luego se dio la vuelta, yendo a su siguiente clase.
Claire acariciaba su cabello mientras compartían palomitas de maíz. Veían un reality show de modas al que no le prestaban atención. Deb estaba recostada en las piernas de la pelirroja, muy cómoda.
—Luke es un imbécil —dijo ella, con la boca llena de palomitas—. Lo conozco desde que estamos en el kínder y siempre ha sido un idiota.
Deb comió más de sus palomitas.
—Si te hace sentir mejor, nos dijo que caíste muy bajo nombrando a Jack.
Eso hizo que ambas se rieran. Deb reía de la imagen en su imaginación de Luke herido por el hecho de que Deb se había follado a su hermano cuando se suponía que iba a su casa a follárselo a él. Eso había sido un golpe a su orgullo que aún no había podido superar, por alguna razón. Jack se burlaba de él hasta el día de hoy por eso, pero no era como si Deb hubiese cometido un crimen. Era muy claro para ella que podía hacer lo que quisiera con su vida, y si los demás no estaban de acuerdo, era su problema.
—¿Te entristeció lo que pasó?
¿Entristecerle? Por favor. Tuvo que bufar cuando Claire dijo eso. Por supuesto que no estaba saltando de la felicidad por el hecho, pero no estaba triste. Estaba enojada, furiosa. No era una damisela en apuros. No necesitaba ayuda para cobrar venganza por la mierda que le habían echado encima.
—Vale, Debs, si a mí me hubiese sucedido eso estaría encerrada toda una semana llorando. Tú pareces simplemente furiosa.
—Lo estoy.
—No puede ser que no te hayas sentido un poco desilusionada.
Deb sabía que era así, pero no podía admitirlo. Para ella era completamente estúpido ponerse triste por cualquier cosa. Como si eso fuera a arreglar algo, como si sirviera de algo. En cambio, la ira sí funcionaba. Cuando estás molesto quieres algo que te devuelva a la normalidad, pero cuando estás triste te estancas y era lo último que Deb necesitaba.
—Él ni siquiera fue a la escuela —Claire cambió el tema cuando notó que era inútil—, qué imbécil. Siempre supe que había algo raro y que no valía la pena en ese tipo, pero cruzó la línea.
La línea la había cruzado Luke, al haberla traicionado. Calum no era nada suyo, no le debía nada y, por más que hiriera el orgullo de Deb, tenía derecho a comportarse como quisiera con ella. Pero Luke había sido su amigo desde antes de que Ashton fuera su hermanastro, y Deb había llegado a confiar en él ciegamente. Se dio cuenta con lo que pasó que había sido un error confiarle cualquier cosa a un pendejo irremediable, por más lindos que fueran sus ojos azules.
—Que se jodan —dijo Deb, levantándose del regazo de Claire.
Le escribió un mensaje a Ashton diciéndole que la viniera a buscar, queriendo salir de su aparente pasividad depresiva. Él llegó con Michael poco después, porque Claire no quería quedarse sola en casa, y entonces Deb y Ashton partieron. Todos parecían sentir como si Deb fuer a partirse en mil pedazos, como un jarrón de la dinastía Ming, por un estúpido episodio como el de anoche.
—¿Dónde quieres ir? —preguntó él.
Deb se encogió de hombros mientras él salía del vecindario de Claire. Miraba al frente, aburrida de todo y un poco irritada. Sentía como si después de Calum su vida se tuviera que reducir a sus amigos siendo condescendientes con ella y ella no sabiendo cómo lidiar con ello.
Tomó su móvil y rebuscó rápidamente en Twitter, hasta que consiguió una fiesta no muy lejos de aquí con entrada libre. En Florida era muy fácil encontrar fiestas, porque era básicamente la esencia del estado. Le dio la dirección a Ashton y rápidamente se estaban acercando al lugar. Era una fraternidad, cosa que no era muy conveniente pero era suficientemente aceptable para ellos. Sólo quería olvidarse de todo un rato, y ¿qué mejor forma que con universitarios?
Cuando bajaron, la fiesta estaba en su pleno apogeo. Nadie notaría a una pareja de preparatoria colándose en su fiesta. Acordaron encontrarse a las dos en la entrada, como para asegurarse de que nadie saliera herido, y la locura comenzó.
Deb fue hacia la cocina y pidió un gran vaso lleno de vodka. El chico de la barra era rubio y sus ojos eran del color de las avellanas, pero era demasiado simplón como para tomar el riesgo de sacarlo de ahí justo ahora. Se quedó en el mismo lugar, esperando divisar un objetivo certero, cuando una chica llegó a su lado. Casi escupió su bebida cuando la vio.
Si Calum hubiese tenido una hermana gemela, habría sido ella. La misma forma de su nariz y ojos, el mismo tono de piel. La misma jodida sonrisa y forma de caminar. Tenía el cabello teñido de color caramelo hacia las puntas y vestía un simple short con un top cortado que dejaba ver su ombligo. Era tener a Calum en su versión femenina a su lado, pidiendo una cerveza tranquilamente, sin saber quién era ella.
—¿Te conozco? —preguntó Deb. La chica la examinó brevemente, confundida por el hecho de que una completa extraña le hablara. Deb era buena identificando a las personas en niveles cruciales.
—Mali-koa. La mayoría me dice Mali, a secas.
Deb le sonrió pícara. Una idea demasiado terrible y tentadora pasando por su cabeza, irresistible en todos los ámbitos posibles. Las coincidencias de la vida jamás iban a dejar de sorprenderla. El mundo le estaba dando su venganza en una bandeja de oro, lista para hacer estragos con ella.
—¿Hood?
—¿Cómo lo sabes? —ella se rió, tomando su cerveza. El chico rubio de la barra las vio curioso por un momento. Deb no dijo nada— Ah. Debes conocer a mi hermano, ¿Calum?
Deb se encogió de hombros y bebió de su vodka, haciéndole ver con una mueca que no sabía de quién hablaba. Mali la vio anonadada por un segundo, justo de la manera en que quería que ella la viera. Le sonrió, y ella le devolvió la sonrisa, entendiendo el mensaje.
—¿Cómo te llamas, extraña?
Deb tomó uno de los mechones de su largo cabello y lo llevó detrás de su oreja, sintiendo como ella se estremecía bajo su toque. Le guiñó un ojo y no pudo evitar pensar que era adorable la forma en que se sonrojaba.
Tampoco pudo evitar ver todas las diferencias que había entre ella y su hermano. Ella era fácil como flotar y él era tan difícil como amar. Ella era agradable, mientras que él era un desgraciado hasta el nivel de merecer lo que Deb estaba a punto de hacer. Tomó la mano de Mali y entrelazó sus dedos.
—Te lo diré arriba.
Mali-koa Hood llegó al cielo y volvió dos veces. Podrían haber sido más, pero Deb se había aburrido. Sin embargo, para Mali pareció ser suficiente porque para cuando Deb se fue, ella dormía plácidamente en una habitación, agotada por todo lo que había disfrutado. Deb no podía decir lo mismo, pero el cometido había sido logrado y eso era lo que importaba.
Eran las doce, casi la una cuando Deb salió de la habitación y se dirigió a la cocina. El chico de la barra estaba sentado en una silla, bebiendo una cerveza light y mirando hacia abajo. Deb se detuvo dos metros antes de llegar hacia él, acelerada y hasta cierto nivel, desesperada. Había bebido poco, una lástima dadas las circunstancias.
—Ey —él se volvió hacia ella, levantando la cabeza—, ¿nombre?
—C-Charles —dijo, confundido. Dios, ¿nadie podía captar el maldito mensaje a tiempo?
—Deb —le dijo ella, y tomó su mano para levantarlo de su lugar. Eso hizo que tuviera que dejar su cerveza a medio beber sobre la barra, siguiéndola atropelladamente escaleras arriba.
Deb probó hasta que consiguió una habitación vacía y prácticamente tiró a Charles adentro.
—¿Por qué tanto apuro? —cuestionó, Deb llevaba sus pantalones a medio camino bajando por sus piernas y él parecía, aun, jodidamente confundido. Ella se irguió y tomó un profundo respiro.
—Acabo de follarme a una chica, ¿vale? A la hermana del desgraciado al que en verdad me quiero follar. Y yo no he acabado, así que cierra la boca y deja de mirarme como si estuvieras esperando una mamada, porque no sucederá.
Él subió las cejas.
—Me parecías de pocas palabras. —sonrió, una trasformación que le dio alivio a Deb. Ahora parecía mucho más confiado y tranquilo. Salió de sus pantalones y desabotonó la camisa de Deb para luego quitársela por los hombros—. Veamos qué podemos hacer por ti.
Deb se sentó en la cama, y sintió como si su suministro de oxígeno hubiese sido repuesto cuando él se arrodilló frente a ella y le quitó sus bragas, haciéndose cargo de ella.
ESTO ES MUY NUEVO PARA MÍ PERO ES GENIAL Y NI SIQUIERA VOY A EXPLICARLO, SE JODEN TODOS
tomémonos un momento para apreciar qué tan perra es Deb
ahora tomémonos otro momento para apreciar a luke assholde dándome vida
tomémonos un último momento para recordar el behind the scenes de hoy a malum
ya, listo
pd: sexo
xx.
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