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LAS VOCES CADA VEZ SE HACÍAN MAS FUERTE, EL PUEBLO ACLAMABA CON FELICIDAD LA LLEGADA DE SU PRÍNCIPE. No era para menos, el único príncipe del Imperio Oriental no pisaba sus tierras alrededor de cinco largos años en los cuales se encargo de representar a su hogar en varios paises y reinos extranjeros donde realizó varios acuerdos comerciales para conveniencia del Imperio.


Las damas más jovenes murmuraban embalsamadas entre ellas por la belleza que se rumoreaba del príncipe, los cuchicheos eran reprendidos por sus padres logrando callarlas sin embargo, desde aquella carroza que todos veían con curiosidad y felicidad, Isis VI, sonreía con algo de soberbia ante los halagos.

Miraba por la ventana, su mirada reflejaba adoración hacía su pueblo, un amor incondicional que todo soberano debería tener desde su perspectiva. Desvío su mirada al frente, con una sonrisa nerviosa ansiaba llegar a palacio, habia extrañado tanto a su adorada madre.

Habia estado tanto tiempo fuera que sentia irreal el volver estar en su casa, sentía como habia pasado el tiempo al ver por la ventana, ver todo tan distinto le creo un nudo en la garganta al percatarse de que estuvo tanto tiempo lejos de sus raíces. Hizo bien en aceptar este descanso, diecinueve años de vida y no recordaba su propio palacio ni mucho menos su pueblo, que estaba mas hermoso de lo que recordaba, sentía que la gente brillaba y ese nudo volvia porque las personas habían esperado por él, sentia que los habia abandonado a pesar de saber que las cosas no fueron asi.

Entre suspiros decidio dejar el tema de lado, de momento.

Mientras tanto, en el palacio Oriental una joven dama de compañía peliroja llego corriendo con su rostro ligeramente sonrojado por el esfuerzo de querer llegar rapido a su objetivo, o quizas por otro asunto, se detuvo frente a unas enormes y elegantes puertas las cuales cruzo sin miedo alguno, con la emocion ardiendo en sus venas. Aquello llamo la atención de quienes estaban en la habitación, una mujer madura de cabellera azabache que la mirada regañandola y otra mujer de porte elegante con una cabellera larga y dorada que alzo una ceja curiosa ante el accionar de su dama más joven, parecía traer noticias recientes y no estaba equivocada en lo absoluto.

—su majestad—tomo aire aun colorada—un carruaje esta llegando a palacio, han confirmado que es el carruaje de su Alteza real, el príncipe Isis

Ambas damas pudieron apreciar como el rostro de su emperatriz se tornaba feliz a la vez nostálgico, una hermosa sonrisa se expandió por todo sus labios parandose un poco precipitada aun mirando a la dama de verde.

—Laura, ¿estas segura?

—aja, sisi, ¡puedo jurarlo por mi vida! oí a los guardias decir que deberían informarle de esto al emperador ademas de que varias damas que volvían de hacer compras escucharon mucho revuelo en el mercado porque festejaban la vuelta del príncipe

Podían jurar que la emperatriz irradiaba felicidad, brillaba en ella logrando enternecer el corazón de las damas. Era una madre felíz por la vuelta de su único y amado hijo, pero lamentablemente no todo fue felicidad porque su mente penso en lo que su hijo diría acerca de las recientes acciones de su padre, al igual de la reacción que tendria con la amante de este. Asi como su felicidad vino, se esfumo. Su hijo era impredecible pero no idiota, sabia que se mediria y analizaria todo antes de hacer cualquier cosa, o eso esperaba. No queria que su niño se viera afectado en una guerra que no era suya solo por defenderla.

Dejando de lado su pensar, ignoro las posibilidades y se arreglo con ayuda de sus damas para estar preparada para una ocasión tan especial. Para la sorpresa de todos, el emperador hacía lo mismo sólo que con la mirada curiosa de su amante sobre él quien ya habia planteado su duda, ahora esperaba una respuesta que no era dada por el simple hecho de lo ansioso y felíz que se encontraba el emperador, después de tanto, su príncipe estaría en casa.

—Rashta, tengo que irme, lo más probable es que no podamos cenar juntos ni pueda darte las buenas noches

Fruncio el ceño ¿que sucedía? ¿porque se veia tan feliz? ¿acaso vería a la emperatriz?. La falta de respuesta le causo panico, miedo a lo desconocido que podria o no afectarle.

—¿porque? ¿porque dejara a Rashta sola?

Cualquier otra persona perdería la lengua por tal atrevimiento, incluso si era ella, el regente no habría dudado en matarla al cuestionar el "por qué" iría a encontrarse con su hijo, pero Rashta era ignorante a ello por lo que el emperador fue comprensivo.

Sovieshu suavizo su mirada, no le habia contando absolutamente nada de Isis a Rashta, lo cual consideraba un error porque ansiaba que ambos se conocieran pero ahora no, no era el momento, primero debia recibir a su hijo y luego explicarle los recientes acontecimientos. Estaba seguro de que su hijo y su amante se llevarían de maravilla, Lumius era un joven de corazón bueno y puro al igual que Rashta, se harían grandes amigos.

—Rashta, yo tengo un hijo unico, Isis Lumius Vikt VI, la emperatriz y yo lo tuvimos hace diecinueve años—sonrio—y hoy, volvió a palacio después de mucho tiempo, tengo que ir a recibirlo

El mundo se cayo para la albina pero el monarca no lo noto, tomo su silencio y sonrisa como algo bueno, por lo que se marcho no sin antes dirigirle algunas palabras con dulzura y emoción.

Rashta sintio miedo porque su posicion peligraba por no haberse informado mejor, ahora tendria que buscar la forma de que esto no se le volviera en contra. Pues su hijo ya no seria el primero como insulsamente creyó, había alguien más y no sólo eso, era hijo legítimo del emperador y de la emperatriz. Tenia diecinueve años siendo el único sucesor al trono, la corona y todo lo que correspondía a ella, era suya. La corona era del hijo de la emperatriz Navier desde hace mucho antes de que pisara palacio ¿porque jamas se entero de algo tan importante como esto?

Por otro lado, una madre abrazaba amorosamente a su hijo recién llegado, siendo observados por varios sirvientes de palacio, enternecidos ante el reencuentro madre-hijo.

—querida madre, se ve igual de hermosa que siempre, es obvio que para usted los años no pasan—agarro con delicadeza sus manos entre las suyas, besando con adoración sus nudillos causando ternura en la mujer.

—mi hijo, estas tan grande—elevo sus manos acunando su rostro en ellas, logran sacarle una sonrisa calida al joven adulto—eres todo un hombre

—lo soy pero aun necesito de mi madre—respondio haciendo un puchero sacandole una risita divertida a su progenitora, sonrio con ego al lograr su objetivo, fijo su vista en la espalda de la fémina logrando ver a sus damas de compañía—Condesa Eliza, me alegra ver que sigue cuidando de la emperatriz

—para mi es un gran honor y placer hacerlo—bajo su mirada con una sonrisa cariñosa realizando una reverencia, para nadie era secreto el cariño que el principe le tenia a la dama pues fue algo asi como una tia amada para él, ella le cuidaba si su madre se encontraba atareada con los deberes de palacio, fue una segunda madre, podría considerarla su nana.

Sus orbes viajaron curiosos ante la dama joven, que enrojecio al tener la atención del apuesto y joven príncipe. El príncipe rio con ternura por ello, demostrando que no debía temer pero aun asi la dama se escondía detras de su compañera causando su gracia y que le viera con ligera picardía.

—¿esa hermosa joven es nueva, madre?

—algo asi, estuvo conmigo desde hace unos años, Laura proviene de una buena família de nobles cercana

—entonces, encantado de conocerla, Lady Laura—se reverencio elegantemente observandola fijo por un breve momento, aquel gesto por poco hizo entrar en panico a la joven quien a duras penas pudo pronunciar un "el gusto es mio, alteza" y reverenciarse. Isis se vio divertido por su reacción aun que sabia que un regaño de su madre era proximo pero antes de ello, vio de reojo como su guardia se acerco a él susurrandole al oído. Asintió en un gesto serio para luego volver a ver a las mujeres ya más suave.

—madre, my Lady's, lo lamento pero tengo que reportarme ante nuestro señor, el emperador—sonrio ansioso—en cuanto termine, ire a tu alcoba, madre

—no—la mujer nego generando un puchero lastimero en su hijo, ya se lo veía venir—tienes que descansar adecuadamente, fue un vieje muy largo por lo que tengo entendido, asi que tienes que descansar—acaricio el cabello de su niño logrando que quite el puchero y lo reemplace con una sonrisa comprensiva.

—esta bien, tendremos mucho tiempo para pasar juntos dese ahora—sonriente ante la idea, se despidió adecuadamente de las mujeres para luego marcharse seguido de su círculo de guardias quienes tenían un porte serio y intimidante, estaban atentos al rededor y a todo movimiento del principe.

—¿los rumores son ciertos?—preguntó al aire serio, con un rostro carente de emoción y empatia alguna.

—lamentablemente si, mi señor, el emperador tomo una esclava como amante

—Mm...tendre que encargarme de eso, ¿eh?

Nadie respondio porque sabian que no tenian la confianza para opinar, eran pocos los que la tenian.

Solo tengo que procurar no poner las cosas en mi contra, solo dejar a padre en jaque, con eso bastara para poner a la esclava en su lugar.

—llama al Marqués Karl a mi alcoba en cuanto me reuna con mi padre quiero saber lo que sucedió en mi ausencia

—como ordene, su alteza

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