Trago de Hennessy (Death x Aioria)

Hace mil no actualizaba este libro y me siento feliz de venir con esta parejita que me gusta tanto y que fue inspirado por una hermosa canción y que quiero dedicar a jessy88g que tiene los más lindos fics de ellos.

ADVERTENCIAS: SONGFIC CON UN TOQUE DE LIMÓN.

Canción: Trago de Hennessy

Compositor: Miguel Gaxiola

Artista: Voz de mando.

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Un trago de buen coñac ya es compañía,
encontrarte sin buscar, suerte la mía.
Conectar nuestras miradas en aquel bar,
invitarte una copa y platicar
pretendiendo algo más, me culparía.

Deathmask se sentó en una de las mesas que por fortuna todavía se encontraba vacía con gesto cansado. Era viernes por la tarde, pero todavía era temprano como para que el lugar estuviera casi vacío, pero eso no le importó cuando le hizo una seña al bartender para que le sirviera una copa. Estaba cansado, había tenido una semana agotadora y lo único que necesitaba era una copa de un buen coñac para relajarse. Bebió sin prisa, dejando envolverse por el ambiente bohemio del lugar que poco a poco iba llenándose. Su tercera copa de la noche fue servida y se giró a observar un poco a los asistentes para ver si había alguien interesante con quién pasar la noche.

No frecuentaba el único bar del pueblo buscando compañía, ya que solo iba con el fin de escapar de la monotonía del Santuario, pero tampoco se negaba a ella si de pronto alguien llamaba su atención lo suficiente como para querer pasar un buen rato. Encendió un cigarrillo. Al elevar la vista, se topó con una cabellera castaña y ojos verdes muy conocidos viéndolo. Alzó una ceja con sorpresa y Aioria arrugó la frente. Deathmask sonrió. Eso sí que era interesante, jamás pensó toparse con el León Dorado en aquel sitio. Dio una calada a su cigarrillo mientras veía a su compañero perderse en la multitud. Era una pena que no se llevaran bien, de lo contrario le hubiese invitado a sentarse con él y ofrecerle una copa.

Se encogió de hombros y dio un leve trago a su copa y siguió con su búsqueda visual encontrando en la barra a Shura quién parecía bastante interesado en algo, pues lo vio observando con bastante interés un punto en específico. Le picó la curiosidad y siguió su vista encontrándose con unos rubios cabellos y ojos celestes que casualmente también conocía. Una sonrisa burlona apareció en su rostro al fijarse en el seño fruncido del de Piscis. Deathmask no tardó en adivinar que ese gesto era de enfado, algo bastante habitual en Afrodita pese a su semblante sereno, sabía de primera mano que se cargaba con un muy mal humor.

Sus dedos tamborilearon la mesa por breves segundos, no era raro encontraste a Shura en aquel bar, ambos eran clientes frecuentes pero fingían no conocerse, sus temperamentos no terminaban de cuadrar pese a que dentro del Santuario era uno con los que más se relacionaba, fuera de él, prefería mantener su distancia. Afrodita también podría estar dentro de esta categoría, pero a diferencia del de Capricornio, Piscis era más sencillo de tratar en ciertas circunstancias. Volvió a tamborilear sopesando sus opciones que se reducían a pasar el resto de la noche solo o mantener una conversación medianamente buena con su compañero del duodécimo templo.

Optó por lo segundo, estaba a punto de ponerse en pie para llamarlo cuando sintió que la silla vacía a su lado estaba siendo ocupada. Se giró para ver quién tenía la osadía de sentarse a su mesa sin ser invitado siquiera sorprendiéndise de encontrarse con el rostro de Aioria quién lucía algo cansado. Miró a Deathmask quien lo observaba con el seño fruncido y el cigarrillo en sus labios. Sus ojos se conectaron por largos segundos en los que ninguno de los dos dijo nada. Aioria se removió incómodo ante la ceja alzada de su compañero, luego paseó su vista por el bar encontrándose con Shura y Afrodita en la barra y le parecía haber visto a Milo en una de las mesas de juego.

—Parece que hay reunión dorada aquí —comentó como al descuido para romper el hielo—. ¿Vienes con alguien?

—Fue una semana difícil, quizá todos necesitamos de un poco de recreación —respondió con calma—. No, ninguno de ellos viene conmigo.

—Oh, ya veo. Cómo son amigos pensé que venías con alguno de ellos.

—Se puede tener amigos en el Santuario? —preguntó burlonamente Deathmask.

Aioria sopesó por algún momento la respuesta y decidió que no, que ese tipo de relación en un ambiente tan poco sano como lo era el Santuario no podían florecer. Deathmask aguardó su respuesta encendiendo otro cigarrillo.

—Puede que tengas razón, pero pensé que se llevaban bien.

—Nos llevamos, pero eso no significa que me guste estar cerca de ellos siempre, pero dime Aioria, ¿por qué estás hablando conmigo, tan aburrido estás?

—Me puedo ir si te molesta, yo solo...

—No dije que me moleste —se apresuró a respinder—. Solo me sorprende que me estés hablando sin peleas y por tu propia voluntad.

—Bueno, tal vez en un ambiente neutro, podamos tener una charla normal —respondió rascándose la nuca

—Siempre que no hablemos del Santuario —accedió.

—Me parece bien.

Tal como acordaron, charlaron de todo un poco y sin mencionar nada sobre el Santuario en amena conversación. Fue como conocerse de nuevo con una perspectiva diferente.

El perfume de Channel al besar tu cuello,
fui tejiendo en tu piel, el lienzo perfecto.
No le dimos importancia a un reloj,
ni tampoco al calendario ni a la estación.
Cuando evaporó el alcohol, fue para perdernos.

El lugar se fue vaciando a medida que la madrugada avanzaba. Luego de ver qué Afrodita y Shura se retiraban, decidieron que también era hora de que ellos volvieran, pagaron la cuenta y salieron del bar, en tácito acuerdo, volvieron al Santuario juntos, caminando por el pueblo sin prisas cada uno sumido en sus pensamientos plenamente conscientes el uno del otro y a medida que se acercaban a su destino, su corazón anunciaba el fin de aquella velada que quedaría como un sueño cuando el sol saliera y todo volviera a la normalidad. Deathmask volvería a ser el desalmado del cuarto templo y Aioria el santo que buscaba redención al pecado cometido por su hermano mayor.

Se detuvieron en la entrada del templo del Gran Cangrejo.

—Fue una buena velada —confesó Aioria iniciando la despedida.

—Lo fue —concordó Deathmask—, pero no tiene por qué terminar todavía.

No le dio oportunidad de responder, lo rodeó con sus brazos y aspiró su aroma levemente antes de depositar un beso sobre su cuello que luego fue subiendo hacia su mentón, mejillas y finalmente deteniéndose en sus labios. Aioria estaba perplejo ante aquella acción. De a poco fue cediendo a las pretensiones de su compañero y a medida que pasaba el tiempo, correspondiendo de a poco y de forma tímida, que encendía más la piel del cuarto guardián. Se separaron a tomar aire y se vieron intensamente a los ojos y se sonrieron de manera cómplice. Recorrieron los pasillos del Gran Cangrejo hasta llegar a la habitación donde pequeñas lámparas iluminaban con luz tenue la estancia.

Deathmask desvistió con parsimonía a Aioria, trazando con sus manos y luego sus labios cada parte de su anatomía como si de una sagrada escultura se tratara demorándose en cada rincón de su cuerpo que iba descubriendo. Tomándose su tiempo para descubrir los puntos de su placer. A medida que descubría la piel dorada Aioria soltaba pequeños suspiros de placer que alentaban a continuar su exploración con marcado deleite. Una sonrisa perversa cruzó su semblante cuando tuvo a la vista su entrepierna. Dio un rápido vistazo al rostro del León, el cual se encontraba levemente sonrojado y tras un gesto de asentimiento, se apresuró a volver a su tarea.

Tomó con sus manos aquel glande y lo masajeó, frotó y estimuló hasta que estuvo lo suficientemente firme para proceder a meterlo a su boca. Aioria soltó un suave gemido al sentir la boca caliente de su compañero sobre su pene y arqueó ligeramente su cadera para sentirlo mejor. Deathmask chupaba y lamía con auténtica maestría a la vez que se apoyaba de su mano para masturbar de manera eficiente y llevarlo al clímax. Las  manos de Aioria se perdían dentro de su cabello al tiempo que daba voces de placer que lo invitaban a ir más y más rápido hasta finalmente lo hizo alcanzar su orgasmo liberado en su boca. Sus ojos se conectaron por breves segundos antes que Leo invirtiera las posiciones, imitando sus acciones que culminaron con la escencia de Cáncer brotando dentro de su boca.

Dentro de la habitación del cuarto templo sus ocupantes se perdieron entre apasionadas caricias, besos salvajes y al placer mutuo que se podían ofrecer. Olvidándose de quienes eran y dónde estaban. Esa noche lo único que importaba eran ellos y la cercanía de sus cuerpos. Se perdieron en las largas horas de la madrugada mientras el alcohol se evaporaba de sus cuerpos a través de su sudor.

Hoy tan solo me acompaña el trago de Hennessy,
aquí mismo en la barra dónde te conocí
y me atrevo a decir que es por el coñac,
Puedo oler tu escencia en el lugar,
falta tu presencia, pero algo hay de ti.

Aioria contempló el líquido ambarino dentro de su copa por largo rato antes de siquiera atreverse a probarlo. El Hennessy fue catalogado como la bebida favorita de Deathmask, dicho en su propia voz en un eufórico arranque de buen humor antes de invitarlo un trago tras otro ofreciéndole su compañía y su charla como extra. Ese día solo tenía el trago de coñac como compañía y sus pensamientos como conversación. Bebió el contenido de golpe y pidió otro, esta vez asegurándose que la botella se quedara en su mesa, quizá la necesitaría. Tenía responsabilidades al día siguiente pero no estaba seguro de poder abandonar aquel bar antes de beber siquiera lo suficiente para emborracharse.

El olor a tabaco y coñac inundó sus fosas nasales, ese era el aroma que impregnaba la piel de Deathmask recordó. Sonrió sin humor, burlándose de sí mismo llenando de nuevo su copa y viendo que la botella ya se encontraba a la mitad. El alcohol ya lo estaba haciendo pensar sinsentidos. Estaba en un bar, dio un pequeño trago, era normal que oliera a alcohol y tabaco cuando las personas que asistían a él eso hacían por lo general: beber y fumar y eso era algo que Deathmask hacia con frecuencia, era lógico que ese olor lo acompañara. Decidió de pronto que ya había tomado suficiente, tenía cosas que hacer al día siguiente y ya había tomado lo suficiente, tomó la botella dispuesto a liquidar su deuda e irse sin embargo...

—Todos estamos destinados a morir algún día, ¿para qué preocuparse tanto por las cosas?

Esa fue una de sus respuestas en aquella agradable velada en la que sentía que por primera vez había conocido a su compañero de la cuarta casa. Un Deathmask que no volvería a ver o que quizá nunca existió y solo fue producto de aquella noche, el momento y el alcohol reflexionó, porque no tenía nada que ver con el que él conocía de toda la vida: cruel, egoísta, sanguinario y sarcástico sin una pizca de compasión en su ser que nada tenía que ver con el idealista y bohemio que había conocido en esa misma mesa de aquel bar que a diferencia de aquella noche que sentía de otra vida, se encontraba casi desierto.

Volvió a dejar la botella sobre la mesa y lo supo, no solo le acompañaba aquel coñac, Deathmask lo acompañaba en sus recuerdos, no estaba solo. ¿Qué importaba cuál era el verdadero rostro de su compañero? Ya no estaba para descubrirlo, se había marchado para siempre dejándolo con el único recuerdo agradable que compraría con él y eso era suficiente. La guerra contra Hades se avecinaba y lo más probable es que muriera en ella qué más daba lo sucedido. Vació el contenido de su copa y la volvió a llenar, elevándola ligeramente hacia el frente.

—Por las dos versiones de Deathmask que pude conocer —brindó.

Hoy tan solo me acompaña el trago de Hennessy,
aquí mismo en la barra dónde te conocí.
Mientras bebo el olvido, te voy a esperar
y para la una, ya no dolerás.
Dejo mi fortuna de propina aquí.

Ya no se preocupó por la cantidad alcohol que bebía. Fue sucediendo copa tras copa rememorando cada escena que había vivido con su compañero hasta esa última en el templo Gran Cangrejo pensando en la posibilidad de que Hades les permitiera volver a verse y si es que Deathmask querría volver a verlo. Quizá la espera valdría la pena, quién sabe.

Las horas se fueron consumiendo en cada trago que daba, su mente se perdía en recuerdos, alegrías y tristezas todas al mismo tiempo. El olvido llegaba conforme la botella se vaciaba. No fue consciente de nada hasta que sintió la mano de Milo sobre su hombro. Lo miró fijamente y el Escorpión le sonrió condescendiente y le hizo una seña al hombre tras la barra, el cuál no tardó en acercarse a ellos al ser ya los únicos dentro del establecimiento y retiró la botella y la copa en silencio. Ambos hombres lo vieron con curiosidad cuando comenzó a alejarse.

— Hoy la casa invita —dijo ante su muda pregunta.

Milo agradeció y ayudó a Aioria a ponerse de pie y a pesar de lo dicho por el hombre, dejó todo el dinero que llevaba sobre la mesa, seguro de que ya no volvería a aquel lugar.

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FIN

GRACIAS POR LEER

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