Tantos años encerrada, tanto tiempo sin contacto con el mundo, ella ha perdido su inocencia. Tan bella y pura, tan amarga y destructiva. Ella sabe cómo hacerte caer, tiene en sus ojos el hechizo de la muerte. Sus palabras son sagradas, su respiración cálida puede llevarte a la locura. Es el fuego que te consume, la llama que te da la vida, el sentimiento del poder.
Su pecado fue vivir, su carga es la rabia cruda que la ciega. Inamovible, su mirada es atrapante, su corazón olvidado ha perdido su ritmo pero aún sabe como cautivarte. Ella vive en decadencia, encadenada en el fondo del alma mortal, buscando una salida de la cegadora luz que la rodea. Minada de recuerdos, acompañada por el deseo, se rehúsa a permanecer atrapada, nació de un alma libre y como libre vivirá.
El infierno de la eternidad, morada de los malditos, recubre su alma como un manto de furia y descontrol. Nació sin sueños, sin esperanzas, se le otorgó una vida de miseria y despecho. Ella aceptó su destino entre lágrimas oscuras, maldiciendo a su familia, jurando venganza. Terrible es su poder, su toque puede destrozar tu alma, volverla inútil, oscura, llenarla del más puro veneno que el hombre jamás ha disfrutado.