En medio de la eterna oscuridad, los ojos pierden su brillo, lágrimas opacas, en su eterno fluir, golpean sin piedad el firmamento. Más allá de los sueños, se encuentra un espejo, frágil, insensato, en peligro. El nocivo temor, las sombrías dudas, hacen vibrar un universo de esperanzas rotas y corazones heridos.
Donde mueren las ilusiones, donde reside la tristeza, en medio de la gran oscuridad se encuentra el hombre, presa del miedo que creó con su mente, a merced del corrupto y tan temido dolor, en total agonía. Momentos de cristal en el precipicio de la desesperación, víctimas del insaciable pánico que anida en el alma.  
Cuando llora el silencio y los ojos profundos pierden su brillo, se conoce el miedo. Trágico el instante en el que se perdió la esperanza, cubierta por un blanco manto de sueños vacíos, de causas perdidas, de espejos rotos. Así, la muerte llega con su guadaña forjada de amor y compasión hacia los seres mortales, así la muerte sega el dolor y el miedo trayendo el eterno silencio y la paz anhelada.