Capítulo 17
AARON'S POV
>>¿Se puede saber por qué no me hablas?
>> Me tienes preocupada.
>> Contéstame, por favor.
>> Aaron.
>> Por favor.
>> Mándame un mensaje. O llámame. Lo que prefieras.
>> Extraño bromear contigo.
>> ¿Todavía no se te han acabado las pilas?
>> Por favor.
>> Llevas días sin hablarme.
>>¿Qué te he hecho?
>> Por favor.
>> Por favor.
>> Respóndeme.
Bonnie de nuevo. ¿Qué quería que le dijera? ¿Qué estaba muriendo de celos porque estaba con un chico mejor que yo en todos los sentidos? ¿Un chico que va a su casa cada día? Miré por la ventana. Otra vez ella salía de su casa con él. No conseguía recordar su nombre. ¿Daniel? ¿Dylan?
—Aaron, cielo. Un amigo ha venido a verte—dijo mi madre.
Sin dejarme tiempo para responder, Sergio ya estaba en mi habitación.
—¿Te has vuelto fraile de un convento en tu cuarto o algo?
—No quiero hablar.
—Pues vas a hablar—replicó.
—No.
—Ya estás hablando— dijo, y me sacó la lengua.
—Muy maduro...
—Igual de maduro que coger una pataleta porque un chico se está intentando ligar a tu novia.— Touché.
—Ella no es mi novia...
—¿A dónde fue eso de que ibas a luchar por ella?—preguntó obviando mi comentario.—¿Te has rendido o crees que Bonnie no merece que peleen por ella?
—¿Qué?— pregunté indignado.— Yo jamás me rindo, colega. Y por supuesto que Bonnie merece que luchen por ella, pero también merece ser feliz. Y yo soy un perdedor nato. Y ese tipejo es un ganador.
—Pues sacaremos sus trapos sucios a la luz— propuso.
—¿Estás insinuando que juegue sucio?
—Amigo— dijo dándome un golpe en la espalda.— En el amor y en la guerra todo vale, y esto es un poco de las dos cosas... (N/A: sí, estoy parafraseando a Ron Weasley)
—¿Qué sugieres?
Yo ya me había incorporado y me estaba frotando las manos cual villano de dibujos animados. Cuando me di cuenta paré, pero ya era tarde.
—No, tú sigue imitando a Maléfica. Te queda muy bien.
Hice una mueca burlona y le mostré mi hermoso dedo medio.
—Bueno, dime que puedo hacer.
—Zoe está acosando al tal Diego— me informó.
—¿Y después qué?
—La cosa no es: "¿y después qué?" La cosa es que ahora, te vas a duchar, te vas a vestir y vas a salir a que te dé el aire. Y cuando estés preparado vas a disculparte con Bonnie por ignorarla. Lo está pasando mal por tu culpa, idiota.
— Y yo lo estoy pasando mal por la suya...—gruñí.
—1) No es su culpa si tú no le has dicho lo que sientes por ella. 2) La cosa es que TÚ quieres recuperarla, por lo que TÚ te tienes que disculpar. ¿Te ha quedado clarito?
—Cristalino.
—Pues te espero abajo.
Yo no me lo pensé más. Me vestí con lo primero que pillé y bajé hasta la puerta principal, donde Sergio estaba hablando con mi madre.
—Aaron, cielo. ¿Sabes que te has puesto el zapato izquierdo negro y una zapatilla deportiva en el derecho?—preguntó mi madre con dulzura.
Oh, shit... Pensé. Esto de intentar recuperar a Bonnie... genial, ¿eh? (ALERTA SARCASMO). Subí corriendo y me aseguré de ponerme los dos zapatos iguales. Y volví a bajar.
—Gracias por ayudarle. Aaron está un poco... raro estos días—oí decir a mi madre.
Una vez salimos a la calle me sentí mucho mejor. Había extrañado eso de respirar.
—¿Qué quieres hacer?—le pregunté a Sergio.
—Tú decides.
—Pues vamos por unos helados.
Cuando ya tuvimos nuestro suculentos helados, Sergio empezó a hablar.
—¿Por qué has ignorado a Bonnie? Es decir, ¿justo sale la competencia y te enfadas con ella?
—No estaba enfadado con ella. Pero pensé que si la ignoraba, dejaría de estar enamorado de ella.
—Oh, vaya. ¡Lógica aplastante!—repuso con sarcasmo.
—Oye, cuando te salió la competencia a ti, saliste con otra—me defendí.
—No seas bobo. Tú no eres rival para mi grandeza.
Yo rodé los ojos. No me había dado cuenta de que hasta esos pequeños gestos de Bonnie se me habían quedado grabados en la memoria hasta que los empecé a imitar.
—Odio a ese tío—maldije en voz alta.— Es decir. Yo nunca antes lo había visto. Y ahora me intenta robar a mi chica. Quiero decir a la chica que me gusta.
—Bro—me dijo Sergio con una palmada en la espalda—, Bonnie ya es "tú chica".
—No lo es. Aunque no niego que me gustaría.
—Por lo que ahora sabemos, era amigo de Bonnie. Se fue. Volvió. Quedó con ella. Y se la está trabajando.
Le fulminé con la mirada por ese último comentario.
—¿Qué? ¡Es la verdad! ¿O es que estás en esos días del mes?—se burló.
—1) No soy una chica. 2) No pienso dejar que se siga "trabajando" a Bonnie. Si es necesario le parto los morros ahora mismo.
Imagino que debía parecer como un saltamontes peleón, porque mi amigo se empezó a reír de mí.
******
Después de la charla con Sergio no tuve que pensármelo mucho aquella noche para llamar a la puerta de Bonnie. Me abrió uno de sus hermanos pequeños. No me pidas que te diga cuál.
—¡Bonnie!—gritó sin apartar la mirada asesina de mí.
Ella bajó en pijama. Llevaba una camiseta de manga corta naranja desteñida y unos pantalones cortos verde pistacho. Su pelo estaba recogido en una coleta alta. Y cuando me vio, juro que vi sus ojos arder.
Se acercó a mí y me pegó un bofetón. Bueno, un bofetón no. Fue EL bofetón.
—¿A qué a venido eso?— dije sobándome la cara.
—¿A qué a venido eso de ignorarme durante días?—me espetó temblando de rabia. Las palabras le salían atropelladoramente. Se volvió a acercar y tensé mi cuerpo preparándome para otro señor golpe. Pero al contrario, me abrazó.— Te odio. Te odio. Te odio— susurraba contra mi hombro.
—Yo también me odio, créeme.
Entonces, ella se soltó y me miró muy seriamente.
—Eres un mal amigo. Una mala persona. Y no tenías derecho a hacérmelo pasar tan mal. De verdad, te odio. Pero como vuelvas a alejarte así de mí, te odiaré muchísimo más.
Su hermano pequeño seguía mirándome con cara de asesino.
—Una pregunta, ¿le has contratado para que me mate? ¿Es un sicario o algo?—pregunté a la azabache señalando a su hermano.
Ella rió de veras y sus ojos brillaron. El dolor se esfumó. Me miró con esa sonrisa y supe que todo estaba bien. "Te amo", quise decir. Ella se acercó peligrosamente a mí y me dio toquecitos en el pecho a cada palabra que decía:
—Tú sólo ten cuidado con él.
Yo sonreí de medio lado. Quise hacerme el irresistible, pero me salió mal la jugada.
—¿Te duele la cara?— preguntó algo preocupada.
—¿Qué? No, sólo... yo... Mira, olvídalo.
Ella rió mirando el suelo. Se mordió los pellejos de los labios, mientras yo di un paso atrás.
—Bueno, quería decirte que lo siento mucho. No debí hacerlo.
—¿Por qué lo hiciste?—preguntó mirándome de nuevo fijamente con sus grandes ojos color miel.
Tenía que contárselo. Debía contárselo. Pero no quería contárselo. Ella me seguía mirando esperando pacientemente una respuesta.
—Cualquier cosa que diga me hará parecer un completo imbécil integral.
—Tú sólo inténtalo. Además, ya pienso que eres todo un completo imbécil integral.
—Eso no me hace sentir mejor, ¿sabes?— le dije haciéndome el dolido.
—Dime por qué. Merezco una explicación, ¿no crees?
—Yo...
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