| Stela ✨ Una señal del cielo |

Stela no dejó de ver el cielo estrellado, pues la única compañía desde que cayó en el tierra habían sido las constelaciones. De algún modo sentía que ellas le miraban siempre, y le producía temor que pensaran cosas horribles de su persona, ¿a caso era demasiado pedir una respuesta de las estrellas? Porque nunca se permitió olvidar cada firmamento que colocó allá arriba ¿la recordarán? ¿La querían como ella lo hacía? Cientos de preguntas cuyas respuestas no existirían en mucho tiempo rondaron sin piedad sobre su mente. Claro, cruel era una palabra corta para lo que le pasó pero quizás… Se lo buscó en primer lugar… Su única obligación había sido mantener las pequeñas luces del cielo dando su mayor esplendor.

Debió ver las señales de la propuesta de su creador, nada podía ser gratis. Ella ya tenía en mente la peculiar manera de hacer las cosas de Dios, por eso caminar despacio en esas situaciones de suma importancia eran lo que la hubiese salvado, aunque allí estaba, observando lo que alguna vez fue su trabajo en la tierra. Oh, la tierra… Para su (mala) suerte, las nubes al parecer llevaban la costumbre de irse corriendo cuando la Ángel dirigía la mirada hacia arriba, tal vez por la maldad de mostrarle el cómo lucía su hogar sin su presencia. Tan callado, vacío… Hacía falta un toque de amor en ese azul oscuro. Vaya vida.

Pedir perdón no daba resultados, ya lo intentó tantas veces. Solo quedaba esperar alguna señal de su superior porque lo seguía siendo ¿verdad? Aun una pizca de esperanza yacía sobre el delicado corazón de la misma, de que no la olvidaron del todo. De ser así, a lo mejor se encontraría en peores condiciones, o estaba recurriendo a una desesperada motivación por su parte.
Lo peor es que el tiempo transcurría, no dejaba de andar a toda prisa pero no veía resultados de la muerte en su cuerpo. La pobre lo más seguro es que viviría muchos años y así vería morir a quienes les importa, para cereza del pastel. Suspiró, la mudez le daba espacio a un eterno debate interno, donde siempre perdía ante la tristeza. Llorar tampoco daba frutos; eso lo comprobó, cada noche, cada mañana.

—¿Qué será de mí? —entre esas palabras se notaba las ganas de dar el ultimo salto de fe en lo más alto, para saber si así podría recibir algún milagro a último momento.

En cielo ya no se mostraba más que solo una oscuridad enorme, no quería ver más de eso, le entraba un ardor insoportable.
Decidió que ya era hora de dormir, seguir pegada a la ventana no sería sano… Jamás lo fue. El sufrimiento no se desvanece hurgando la herida.

Para cuando se levantó, una luz intensa bajó a una velocidad tremenda en las pocas nubes, traspasando la atmósfera y el silencio antes postrado en todas partes. La noche por un segundo desapareció, gracias a que algo chocó contra alguna montaña del bosque ¿Un llamado de su creador? ¿Una casualidad? Parecía ser algún objeto pequeño y era raro que no se hubiese deshecho llegando a la tierra.

La Ángel no perdió más minutos, definitivamente eso era algo más que solo un meteorito. No conocía una razón exacta de tal pensamiento, el dolor del pecho se esfumó al igual que el sueño una vez vio aquello dar contra el piso. La pequeña gota de un sueño brillante se convirtió en una catarata de alegrías para Stelita.

Ella corrió, se impulsó contra cada roca con sus alas casi inexistentes. El azufre peleando en contra de la humedad de los árboles era un aroma extraño, los animales iban en dirección contraria a la mujer. Había que darse prisa o los humanos buscarían el lugar de impacto para sacar todo lo que dejó el evento.

—Oh, mi señor —un aliento de plegaria salió descaradamente—, ojalá esto sea lo que necesito.

Al dar con la zona del choque, notó que el agujero dejado por lo que fuese caído, era demasiado pequeño. Ni siquiera dañó los suficientes árboles alrededor y la superficie no estaba tan quebrada en sus pies, lo que sí le sorprendió fue la figura curvada de un cuerpo hecho un ovillo en medio del agujero.

No midió su sorpresa al darse cuenta de que lo que cayó poseía forma humana. Esos cabellos casi amarillos llenos de mugre, la fragilidad de esos brazos y la enorme sensación de que la había visto antes, la sostenían del cuello. Era imposible, los seres vivos no caen del cielo, no en esa época… Por un momento se asustó, revoloteo la idea de que era otro ángel desterrado hasta que se acercó mucho más a la delicada presencia.

La sostuvo en brazos; era niña. No cargaba ropa ¿se habría quemado? Pero la nena se hallaba muy bien, algo sucia pero lo que importaba era su salud. El frío de la noche no se comparaba al de su cuerpo, se veía que aquel ambiente no era lo suyo. No le vio en alguna ocasión, no podía reconocerla del todo. Su rostro pálido cubierto por pecas se le hacía familiar por segundos.

Quiso llevarla a su casa por seguridad aunque conllevara un riesgo, le daría el peor de los males si la dejaba. En el bosque y sobre todo en ese planea existían cientos de males que imaginarlos le hacían perder la cabeza. La chica al parecer sintió su preocupación, porque abrió los ojos lentamente, llevando un brillo inocente en ellos, queriendo avivarsea pesar de lo gélido de la noche. Stela la recibió con un rostro arrugado en asombro y alivio, justo lo que requería fue saber que estaba consciente.

—¿Estás b-

—Stela.

La voz a punto de llegar a lo desdichado le hizo perder toda felicidad. La pequeña habló, robándole un suspiro de sorpresa por haberle llamado por su nombre.

—Yo… Estoy…

—Por favor no hables de más —la mayor no permitió que se gastara en explicar el asunto, lo mejor era recurrir a un médico. Lo tenía resuelto pero tras oír una vez más a la  desconocida, hizo que su mundo se viese con colores brillantes, en pinceladas de melancolía y temor.

Sin dudas, un ser divino gustaba de verla estallar en emociones potentes.

—Soy una estrella, parte de la constelación de Orión… He venido para estar contigo, madre.

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