| Sam 🍊 Herida |
Sammer se encontraba herido, no físicamente, si no un dolor profundo que emanaba desde lo profundo de su ser, una cicatriz tan incrustada que jamás llegó a repararse por sí mismo. Ni siquiera pensó en recurrir a un experto en el tema emocional, como lo era un psicólogo, ya que siempre pensó que podía hacer esto solo, y hoy más que nunca estaba equivocado.
Jamás lo pudo hacer solo, por eso extrañaba en secreto a quienes lo guiaron alguna vez, aunque fuese llevado por el camino incorrecto, confiaba en el juicio de sus mayores desde pequeño y eso lo hacía nadar en seguridad. Dejó su vida a manos de su familia porque ellos serán adultos, y los adultos conocían un gran camino lleno experiencia, según creyó en el pasado, pero ahora él era mayor, y aun así, se le dificultaba elegir un buen sendero que no llevara a una soga al cuello.
Fue un desastre, todo terminó en terrible desastre.
No tenía a nadie a quien llorarle al hombro, quien decirle sus dolencias porque la gente ya aguantaban sus propios problemas. No quería molestar a otro, deseaba ahogarse en su miseria, como en los viejos tiempos.
No avisó nada a sus amigos, los únicos compañeros más cercanos eran los de su trabajo, tales como Siete, quizás Morgan y un par de más, y todavía no tenía la suficiente fuerza de llegarles con lágrimas inundando sus mejillas para confesarles lo que se guardaba. No gustaría de que le viesen débil... Cuando cada día Sam les demostró que se puede salir adelante con una sonrisa ¿qué pensarían de él si hiciera lo contrario a esas palabras? No, no. Definitivamente encontraría otra manera de sacarse el veneno.
La otra opción sería su mejor amiga, Dann, quién en muchas ocasiones le entregó su corazón y alma gracias al amor que le tuvo desde pequeño, el cuál todavía no confesaba. Era extraño, dado que incluso los años pasaron y no pudo olvidarla. Cuando se reencontraron, la chispa se avivó nuevamente y le trajo un inmensa cantidad de alegría, fue como una estrella en oscuridad, justo en el momento idóneo. Dann en la actualidad era distinta a como se comportaba adolescente, ya era amorosa, cariñosa, mucho más expresiva superando las expectativas de Sam y más. Irradiaba luz, él se lo hizo saber incontables veces, mientras ella nada más reía agradeciendo cumplidos. Incluso si no le correspondía su amor, el chico estaba contento con pequeños detalles, como darse las buenas noches, cuidarse al estar enfermos, cocinarse mutuamente; cualquier diminuto detalle se convertía en el sol de su universo.
—Yo maté a tu hermano —cuando recuperó su identidad y recuerdos, la castaña quiso ser sincera desde el comienzo.
Su confesión le derrumbó por completo. La fuerza dejó de existir en su cuerpo... La seguía amando, lo cual no paraba de torturarlo. Del mismo modo que ella asesinó a Jhon, apuñaló el corazón del pelirrojo.
Dann era hermosa, incluso llevando ojos de arrepentimiento total.
Y por eso y un poco más, fueron las razones de las lágrimas que cubrían el rostro del muchacho. Se hallaba en su motocicleta a toda velocidad, viajando a un lugar sin ninguna parada en específico, una dirección fantasma donde llegaría a tener descanso. Necesitaba ir lejos de sus recuerdos pero lo peor es que estos se habían anclado en su mente. Cada parpadeo se convertía en una escena donde era feliz de verdad, la imagen de su persona sonriendo y disfrutando su entorno le provocaba más sollozos.
La mentira más grande fue creer que todo estaba bien.
Si no tenía cuidado, pronto llegaría a chocar contra algo aunque las ganas de mandar todo a la borda seguían allí. Sin embargo, no le apetecía hacer una locura, sus responsabilidades necesitaban de él, por ejemplo su hijo, el trabajo, sus estudiantes y a pesar de que no lo quisiera admitir, quizás el tema de su familia aún seguía en pie. Por ahora lo que menos le importaba era conocer su destino, ya vería donde caer rendido. Anteriormente le había dicho a su hijo Ollie que fuera a casa de sus amigos a pasar la noche, así una de sus preocupaciones estaría tachada de la lista.
Sin darse cuenta ya había llegado a parar a un lugar que no era lo suyo, un bar, o algo más fuerte. Sentirse miserable tomando alcohol no era lo primero a lo cual recurrir, sin embargo ¿qué iba a perder con intentar? Pidió lo más fuerte que ofrecían allí para después sumergirse en litros y litros de licor, tratando saborear su tristeza en cada trago, sin importar la cantidad de botellas que dejaba caer. Olvidar su nombre era su meta, su identidad nunca le importó... Odiaba ser él. Se mintió por muchos años, queriendo llegar a comportarse como un hombre fuerte que podía manejar sus situaciones.
Las bebidas hacían efecto, pero lo peor era que Sam aun no conseguía sentirse mejor, las memorias continuaban saludando. Menos mal mantenía su cordura a un nivel decente como para no formar un pleito, porque terminar con una demanda de alguien ya sería el colmo. Igualmente, pasó un gran rato del mismo modo: llevándose vasos a los labios, esperando a que lo amargo de la cerveza se llevara algo de su miseria.
La cabeza le daba vueltas, los colores comenzaban a mezclarse en el ambiente y él pensó que ese era el punto máximo de lo deprimente, hasta que se dejó ir por el sueño. Aceptando que no podría arreglar su estado, ni mejorar sus recuerdos pero al menos con el mundo patas arriba sería llevadero momentáneamente, con los escombros que en su corazón habitaban.
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