| Amadeus 🎀 Amigo imaginario |

No era de extrañar que las palabras alocadas de su hijo fuesen lo último que decía antes de dormir. Era como la novela que nunca vería en televisión. O el libro de cuentos que nadie se atrevería a redactar con simples definiciones del diccionario.

La madre sabía de la intensa imaginación de su niño, quien no podía dejarse ni un detalle de las aventuras con aquel peculiar señor de la capa roja. Y sí, así lo llamaba, porque sería más sencillo para su mamá entender de él y su existencia.

—¿Y ese hombre no tiene nombre? —la más mayor intentó verse lo más normal, ya que dentro de ella quería salir una carcajada.

—Claro que sí —explicó su pequeño, tomándose todo muy en serio—. Se llama Amadeus Raymundo Azael Griffin de los santísimos señores ca-

—Espera, ese es un nombre muy difícil de aprenderse... —detuvo la mujer, porque el niño era capaz de decir un listado de nombres— Mejor le digo El señor de la capa roja.

—Así le dicen todos —comentó el infante, anulando la importancia del asunto.

—Entonces debe tener muchos amigos.

—Sip, ¡y va a invitar todos a una fiesta hoy! —su entusiasmo era obvio porque claramente estaba invitado también a la dichosa celebración.

—De seguro te divertirás, cariño —fue cuando ella depositó todo su amor en un beso, justo en la frente, siendo la señal de que ya se iba a retirar—. Tráeme pastel —se le escuchó a la madre una vez comenzó a enfocar sus pisadas a la puerta.

De seguro mañana le contaría cómo fue la fiesta, y no podía esperar con qué rara sorpresa le saldría.

El pequeño solo se limitó a prometer eso, en un inocente gesto de felicidad, antes de acomodarse entre las sabanas para dejarse ir por los sueños.

Su madre por otro lado, fue directo a su habitación, riendo a lo bajo por las ocurrencias de su descendiente. Y vaya que eran muchas, pero últimamente había estado más insiste con un señor de sombrero y capa roja. Ella solo podía suponer que los amigos imaginarios de los niños eran parte del crecimiento, y le hacía muy feliz saber que el suyo era algo normal.

¿Un hombre de dos metros que ama las fiestas, los dulces y vestía siempre de rojo? Nunca se le hubiese ocurrido. Es lo adorable de escucharlo hablar, que le contara de sus aventuras con ese señor: Que si saca objetos de la nada, que si puede volar, que si es tan alto como un poste.

Una de sus amigas le dijo que esos relatos ficticios se debían a la falta un padre, y así tenía que divagar junto a un tipo que le da alegría y diversión, tal vez llenando un agujero en su corazoncito. Y ella, aun dudaba si podía ser verdad. Es madre ante todo, y conoce que cualquier cosa que afecte a su muchacho le duele también.

Aunque, iba a dejarlo pasar. Todos esos cuentos de su hijo eran solo una parte de la niñez, lo cual no podía ser más normal. Y además, él nunca le preguntó por un papá, tampoco se ha quejado ¿de qué se debía preocupar?

Pero...

Pero... Si nada más eran historias alocadas de la infancia, ¿por qué su pequeño no estaba en la cama?

El reloj marcando su hora indicaba la madrugada, exactamente las dos de la mañana.

Ella yacía en la puerta, hecha un desastre con esa cara de haber sido asaltada pero no por la hora, sino por el pánico que se acrecentaba en su corazón. ¿Dónde está su hijo?

Lo que la llevó hasta allí fue un golpe fuerte, como si la cama hubiese sido lanzada a la pared. Aunque todo se hallaba normal, y lo único faltante de la escena era un diminuto cuerpo en las sabanas, que no daba señales en ninguna parte del cuarto.

Aparte de los grillos presentando sus canciones nocturnas, el latido de la mamá desesperada hacían un coro de tranquilidad y terror profundo.

El señor de la capa roja siempre me lleva a su hogar cada noche, me ha preguntado si quiero quedarme con él pero yo no podría dejarte sola, mami.

Escuchó esa voz infantil alguna vez.

Entonces ¿por qué ya su hijo no está? ¿por qué la dejó? ¿a caso no le importa que estuviese llorando al ver la ventana abierta y la luna burlándose?

Su mundo se derrumbó en segundos, al igual que su cuerpo tras quedarse viendo la ausencia del niño y un misterioso pedazo de pastel en la mesita de noche, que decía en el más apetecible glaseado que se pudiera cocinar: De parte del señor de la capa roja.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top