Alycia y Cheshire 🐱 Mentirosa [WLand]

Los mapas de Wønderlænd estaban en el suelo, mostrando cada rincón de aquel retorcido mundo, con figuras móviles de aspecto mágico y enigmático tan característico; desde criaturas inimaginables luciendo dientes filosos hasta los temidos reyes en sus palacios. Por sobre algunos lugares habían círculos, así como líneas entrecortadas haciendo un camino de acá para allá, siendo estos los llamados "atajos". Algunos escondites estaban marcados en una equis roja, apenas unas dos de esas eran visibles por todo el mapa, los que conocía ella.

Alycia se tomó su debido tiempo para recoger los papales del suelo, en una delicadeza increíble debido a que no eran algo fácil de hallar si se rompían. Según sus tareas, era momento ideal de organizar, tanto sus cosas como la de su hogar.

Lo que más sobraba en esa casa no eran ganas de una remodelación, sino la soledad. Por seguridad, Cheshire le dijo que jamás debía acomodar ni reparar las paredes, le dejó quedarse allí cuando era una niña si solo no tocaba los objetos reposados en polvo, los que daban mucha lastima de dejarlos perecer en el pasado. Hacía falta limpieza, lo que el gato sonriente no entendía, o no quería escuchar. A lo mejor gustaba de vivir entre tanta suciedad; polvo que traía una nostalgia tremenda.

¿Quién era para juzgar? La gente de allí se hallaba demente. Después de todo, él le dio un sitio mínimamente cálido. Hasta tenía su propio cuarto, que era el segundo piso.

Por ahora su deber sería acomodar los mapas, ignorando que cada segundo esa casa se estaba muriendo por dentro y por fuera. En fin, eso ya era cuestión de Cheshire.

Alicia de Picas.

Y hablando del diablo.

Una voz siseó entre tanto papeles, seguido de la presencia del gato sonriente que hacía honor a su nombre. Este apareció de la nada, invocando primero su inigualable rostro estático en una sola emoción, buscando un sitio en los mapas viejos para acostarse encima. Se deslizó por el suelo y los planos regados, terminando de mostrar el resto de su flaco cuerpo, siendo observado sin mayor interés por Alycia.

—¿Día de limpiar? ¿eh? —Suspiró él, colocando su cabeza en sus brazos, así mirando desde abajo a la chica que lo saludó con solo asentir— Qué trabajadora.

El gato no dejaba de mover su cola, retorciéndola en calma pero eso era lo de menos, pues su sonrisa no decaía ni un momento, y jamás lo haría. Era imposible mantener una expresión de oreja a oreja todo el día, esto no siendo un reto para Cheshire, que aparentemente su vida consistía en hacer brillar ese extraño gesto.

No despegó sus enormes ojos de La Alicia, quien seguía en lo suyo, sin cambiar su neutra cara. Ambos eran diferentes e iguales, tal vez era aquello lo único en común entre esos dos.

—¿Irás a entrenar cuándo termines? —habló coquetamente el felino, en una curiosidad falsa.

Ella asintió por segunda vez a lo que quitaba el polvo de sus manos. Su silencio se acoplaba perfectamente con el ambiente parado en el tiempo.

—Ya veo... —tras saltar los segundos, su cola continuaba girando, ahora de manera anormal— Alicia de Picas... Acaríciame —Aly ya se le había olvidado que a veces ese animal pedía cosas quitando el "por favor".

Cerró sus ojos para extender su cabeza, a disposición de la muchacha, quien no tuvo alternativa más que cumplir su petición sin preguntar. Entonces pasó su mano por encima del cabello negro de Cheshire, asegurándose de ser cuidadosa. Notó de inmediato el ronroneo de un gato a punto de llegar a viejo, al darle esos mimos, pensando que sin dudas ese era su hogar.

Él envejecería junto a esas cuatro paredes, incluso si ella ya no estuviera para regalar algo de su calor al frío aire de allí. No podía imaginar la solitaria muerte que tendría de ser así. Sonriendo hasta el fin, olvidando por completo la pizca de cordura que yace en sí. Sería de forma tranquila aunque vacía.

De pronto pasó su atención a los ojos verdes de su contrario, que la observaban como si no hubiese un mañana. Eran gigantes, más de lo habitual... La sonrisa aun estaba en su mayor apogeo pero se encontraba desconfiada ¿por qué movía su cola así? ¿Pasó algo malo? En un pensamiento rápido, se percató de lo que estaba frente desde el principio...

—Está intranquilo —Pensó, algo contradictorio a lo que la expresión fija de él presentaba.

No recordaba haber dejado pistas... Estaba segura.

No le dio tiempo de preguntar ya que en menos de un parpadeo, estaba sintiendo la sangre recorrer su abdomen. Tres grandes marcas de garras adornaban su piel, las cuales se abrieron lo suficientes para dejar ir el líquido rojo. También sentía una de las paredes en un espalda, incrustándose en su carne tras ser arrojada tal cual trapo inútil.

La garra de Cheshire estaba al aire, lista por si necesitara hacer eso de nuevo. Mientras la cara del gato no se había movido, y nunca lo haría. Jamás.

Aly tenía su mente en otros asuntos, como en el dolor de su cabeza y su cuerpo. Estaba aturdida, ni siquiera dejando espacio a la fuerza de sus brazos para defenderse. El golpe fue demasiado rápido, no recordaba lo ágil que era ese loco ¿o es que acaso seguía escondiendo su verdadero poder? Típico de él; guardarse todo.

—¿Entrenar? —hizo referencia él a la vestimenta trasparente de la chica, bajo su ropa habitual— Qué trabajadora... —el dorado y negro en esa tela característica le daba mucho repelús.

Prendas que usaba cuando iba a vender su cuerpo al reino de Picas.

—Mentir no se te da bien —su tono burlesco para nada iba con lo que en realidad sentía—, aun eres fácil de leer —la vio caer de rodillas, aparentemente con la desorientación que le dio ese ataque. Seguía siendo una niñata.

—Ches-

Dijiste que ya no irías.

Otro golpe. Esta vez a su linda cara, que cabe aclarar, le hace competencia a la del gato sonriente. Ella ya no podría expresar más cosas, aunque le estuviera doliendo de verdad esos arañazos. Una sola mueca es lo que le quedaba en ese mundo. Como mucho abrió levemente los ojos.

Alycia se dejó caer al suelo, donde los mapas restantes esperaban a ser recogidos. Si no se movía pronto, la sangre iba a pintar los caminos restantes de esos papeles, pero estaba muy incapaz.

Vaya, si no aguantaba esos ataques de Cheshire, de seguro que contra el rey Obelhard no iba a tener oportunidad.

El mundo empezaba a dar vueltas desde el piso, que seguía estando tan sucio como lo demás de esa sala. Su espalda se sintió pesada sin razón aparente, quizás la punzada de dolor no iba a dejarla hasta pasado una semana. Por su parte, el felino se había parado en dos patas sobre ella, tomando sin mucha prisa sus dos brazos para jalarlos a él. Junto a su sonrisa, emprendió toda su potencia en atraerlos.

Romperlos. Herirla, como él lo estaba.

La rubia ya no pudo controlar sus cincos sentidos al soportar por unos minutos el nuevo daño a su cuerpo. Experimentó perfectamente cuando su brazo derecho se desprendió de ella, causando un sufrimiento de un instante, dejándola sin más que agregar tras desplomarse por última vez. El dolor fue amable al dejarla inconsciente.

—Me haces sentir culpable... Odio sentirme así —el de orejas soltó los brazos de la jovencita, sin importarle que estos cayeran como si estuviesen muertos.

De todos modos, en alguna parte de él estaba orgulloso de lo que había logrado en Aly. No se había dado el lujo de demostrar tormento en un gesto, ni dado la libertad de gritar, porque hace mucho tiempo su guardián le enseñó a reprimir todo.

—Alicia de Picas —canturreó el feliz gato. Ese apodo no iba a cambiarlo a pesar del probable apego que tenía a esa mocosa—, no dejes que nadie vea tu alma. Mantén una sola cara por el resto de tu vida, y así no buscarán ni hallarán tu debilidad.

El pelinegro continuó sonriendo en forma insondable, escondiendo algo que la pequeña niña de mueca miedosa no conoció esa noche.

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