Alice 🌈 La caída de un héroe: II
El cepillo sobre su cabello se sentía extraño después de mucho tiempo, solo a Peyton le dejaba peinarlo porque confiaba en su juicio de hermana… Ahora decirlo así resultaba catastrófico ¿cuántas maromas locas sobre su cabeza le habrá hecho sin darse cuenta? Pero esta vez ella no necesitaba saber qué es lo que planeaba Alice.
"—Steam —a pesar de tener un volumen bajo, su voz aún mantenía la fortaleza que siempre lo caracterizó. Sobresaltó al inventor, teniendo de él una expresión de conmoción—. Quiero que peines mi cabello —no era pregunta obviamente.
—¿Eh? —Los grandes ojos de Joshua se volvieron más abiertos, después un brillo de felicidad se posó sobre ellos— ¿Eeehhh? —su sonrisa abarcó toda su cara y casi deja caer la cuchara con la que cocinaba."
La casa de los sombrereros no era de estar en silencio, no hasta que los Herz llegaron por la sangre de los dueños que le arrebataron cualquier rastro de alegría a los rincones, dónde antes las risas formaban parte del desayuno y las fiestas parte de la cena. Ahora no era más que una copia de las paredes del antiguo hogar, había que agradecer que se hallaba en un sitio menos peligroso como lo era el poblado de la resistencia.
Así que estar en una afonía se volvió normal para Alice, no tanto cuando Peyton daba vuelta la casa con su sola presencia.
—¿Prefieres flores blancas o azules?
—Elige tú.
Y algunos silencios podían ser satisfactorios, como los del castaño. Sabio tal cual su padre Mitch y dulce a su madre Bellaflor. Steam poseía ese don de arrastrar paz por donde pisara.
—Ambos son tu color, usaré los dos si no te molesta —no contestó de vuelta, dejó al mayor hacer lo suyo. Una lluvia de pequeñas flores roció el pelo dorado de Alice creando un contraste tierno de colores, a lo que su contrario respiró orgulloso del trabajo—. ¿Sabes? Hoy te ves muy bien, príncipe. ¿Es que habrá un evento?
Cuando supo que su cabello ya estaba listo, el rubio se levantó directo al espejo, sin decir nada. La ropa perfumada, los adornos en el peinado y el maquillaje gentil en su rostro lo hacían lucir como un idiota de la corte real de los reyes. Un tarado manos de porcelana de la realeza.
—Perfecto.
—¿A qué sí? —Joshua no entendió que no hablaba con él pero no pareció ser importante— Vas a deslumbrar a todos. Ya no espero por ver la reacción de los demás.
Los demás…
Quedarían con las mandíbulas en el suelo y los ojos fundidos, ya lo veía venir. Su emoción rebosaba lo normal, había que admitirlo. ¿Quién dijo que La Alicia de la guerra no podría ser fino? Si incluso no se reconocía, olvidó por completo que tenía ropa buena debajo de los trapeadores en su armario.
Faltaba practicar su nueva personalidad y justo fue el momento idóneo de aquello. Con eso, giró a donde Joshua y el tiempo se detuvo en los segundos que formó una tibia sonrisa.
—Gracias —pronunció sin rodeos, quizás abriendo de más los ojos.
Su compañero también sonrió aunque no de felicidad ni miedo, solo de muchas emociones extrañas por ver a Alice de tal forma. Elevó los hombros por instinto, pensando que vivía un sueño bizarro.
—E-Es todo un placer.
El silencio se volvió incómodo. Alice tuvo que salir de allí antes de que su cara se entumeciera.
La mañana aún se hallaba mejor que nunca, por lo que aprovechó de verse con algunas personas de la resistencia que necesitaban ayuda. Un día normal donde ser héroe no consistía en un rol imaginario.
Ayudó a unos granjeros a encerrar a sus animales, a una mujer embarazada a llevar sus compras y también a unos niños con una pelota atrapada en un árbol. Para ser un pueblo pequeño, la gente solía hacer demasiadas cosas y aún no se encontraba con alguno de sus compañeros.
No dejó caer su viva expresión a pesar de tener un calambre en los cachetes. En algún instante sintió sus dientes rechinar por el esfuerzo de mantener esa tonta sonrisa de borracho.
Debajo de la sombra de unas plantas, se encogió en sí mismo para descansar un rato; la amabilidad le pasaba factura.
—Nadie ha dicho nada…
Pensó. Posó su barbilla entre sus rodillas, dibujando rayas al azar sobre la tierra con un palo mientras la brisa matutina no le quitaba la leve tristeza dentro de él. No recibió ni un solo halago de su actitud ni su imagen, más bien, lo miraban raro y buscaban irse al minuto, como si tuviese una peste mortal ¿el perfume no era agradable? ¿O su sutileza al hablar no bastaba? Ya no pegaba gritos, ni siquiera alzó la voz de más en lo que recordaba. Se esforzó en serio en no sudar para que el maquillaje no perdiera encanto ¿Hacía algo mal?
Sus cejas se juntaron un poco y dejó de delinear el suelo. No comprendía la situación en absoluto.
—Aquí está el carbón.
Detrás escuchó a Enok hablarle a alguien, a lo que no perdió tiempo al girarse. Joshua estaba a su lado, seguro le había pedido un favor al más alto. Una vela se encendió en su mente; lo más probable es que el pelirrojo le diría algo positivo, porque su bondad se comparaba a la del inventor así que ¿por qué no intentarlo?
—Gracias, ¿los barrotes ya están listos? —El castaño tomó la bolsa de carbones sin prisas, en lo que Alice entró a la conversación con su presencia y los ojos de Enok se centraron en el recién llegado— Oh, príncipe ¿cómo va la mañana?
—Maravillosa —una nueva sonrisa, esta vez apretando sus manos detrás de la espalda. Intentaba controlar la impaciencia entre su gesto bien fingido—. ¿Cómo están ustedes? —Se sorprendía de estar usando palabras distintas, normalmente no era él quien llevaba una conversación y menos se acercaba a preguntar tales cosas.
Tan rápido como un relámpago en las lejanías de las montañas, el filo de una hacha aclamó por los aires el deseo de sangre de la Alicia presente, quien solo con sentir el arma levantarse del suelo, se dio a la fuga saltando tal cual conejo. A su vez cambió su cara a una de sulfuro por menos de unos segundos hasta que nuevamente sintió el piso estable y reincorporó la relajada expresión que arrastraba.
En los ojos de Enok vio la chispa de un guerrero frívolo, que en las batallas se pueden diferenciar unos de otros. La llama de la desconfianza, la de las ganas de hacer desaparecer todo a su paso. ¿Intentó matarlo?
—¿¡QUÉ PUTAS TE- —y calló, respiró hondo para componer su postura, de tal forma extender la sonrisa y lucir de lo más calmado, ignorando que por dentro gritaba de la rabia— Enok ¿qué fue eso? ¿Por qué tratas de atacarme?
Joshua ni siquiera supo en qué parte de la situación el más alto tomó un hacha pero yacía detrás de él, siendo protegido por uno de sus brazos mientras la mano restante sostenía el arma, aún con demasiadas ganas. Miró exaltado al pelirrojo, esperando una respuesta especifica.
—¿Ah? ¿A caso eres una copia de Alice? —Enok no hacía perecer su agarre. Fue un mero impulso el haber tomado a Steam para cubrirlo, pediría disculpas luego por ser brusco— ¿Sabes que él no es así, verdad? Estás haciendo un pésimo trabajo.
“Será imbécil”. ¿Una copia? De los peores insultos ese se llevaba un premio. Y eso que pensaba que tal vez recibiría unas palabras lindas de su parte, más bien casi pierde la pierna solo por ser amable.
—¡E-Espera! ¡Él es Alice, yo lo peiné esta mañana! —Joshua tomó de brazo a su acompañante. Sabía que la actitud de La Alicia era fuera de lugar pero tampoco imaginó que un cambio provocaría tales peleas— ¡No tienes que atacarlo! H-Hoy quiso verse diferente ¿comprendes?
—¿En serio? —El ex caballero parpadeó ingenuo, esta vez con un dedo en la mejilla— ¿Hoy es el día que Peyton dijo? ¿Cómo se llama?... ¿El día de lo opuesto?
“Sí, un imbécil completo”.
Los puños del rubio se volvieron más tensos; su enojo no iba a demorar tanto en salir. No podía creer la tarugada que presenciaba ¿Alguno de ahí tenía el cerebro suficiente?
No, él mismo era el estúpido que creyó poder cambiar de la noche a la mañana. Porque no era Allis, no era Enok, no era Cater, no era ni Raizel ni las personas que alguna vez sirvieron a los reyes, que en tiempos mejores se regodeaban de gente de su mismo calibre, deslumbrando con una luz divina de su más pura esencia del alma.
Una sombra, quedada en un rincón en el que pertenecía por mero gusto.
Alice era la Alicia sin poderes. Sin fuerza. Sin control. Ni una pizca de carisma que lo hiciera agradable a la vista, que lo pudiera ayudar en su misión.
Cuando sus amigos demostraban ser los salvadores dignos, él seguía atrás, deseando llegar a donde ellos. Luchaba y no veía victorias.
Sus buenas acciones, su valentía o preocupación nunca se había visto recompensada, a pesar de no dormir por días ni descansar. Vivir en una constante batalla de una agonía que decidió llevar.
Pero ¿qué no toda su lucha se basaba en encontrar el mundo soñado de Wønderlænd? El país de las maravillas de nuevo, a donde ir y bañarse de felicidad junto a los sueños de quienes conocían la fantasía. Querer buscar otros asuntos lo hacían mezquino, se desviaba del tema principal, por lo que nadó por mucho tiempo dentro de su ser, a lo mejor dándole más vuelta de las que debería al propósito de ser héroe.
Siembras lo que cosechas.
Escuchó muchas veces a su padre decirle, aconsejándole sin importar la amargura impregnada en el niño. Ya siendo mayor no lograba hallar el mensaje en esa frase, lo que lo asustó.
—Papá —vio al inventor hablando con Enok, que por fin llegó a ser convencido de no aniquilarlo pero el héroe no se encontraba en sus mejores cabales, su mirada se iba y venía en una negrura. Consiente de todo y de nada—. No entiendo tus palabras. Yo… ¿Dónde está lo que he trabajado todo este tiempo?
Un pelo oscuro se dejó ir al suelo. A nadie le importó escucharlo caer.
Ya cuando el pelirrojo entró en razón quiso disculparse con Alice pero este dejó un agujero en el sitio, porque no tuvo la decencia de despedirse. O quizás el coraje. El silencio amargo fue llenado por el viento cálido, avisando que pronto serían las doce.
Joshua no pudo quedarse tranquilo y Enok lo comprendió tras verle suavizar su cara en melancolía.
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