Deja que tu indiferencia carcoma hasta el  último recuerdo de ti,
pues ese umbral que tejes con ella se aglomera y hace que el sin sabor de tu auscencia se haga más fuerte.

Deja que tu silencio sea ese eslabón perdido, donde a lo lejos ya no alcanzo a escuchar ni su eco,
donde se confabula el frio yerto de tus labios y el vendaval de tu adiós.

No mires atrás, deja que tu mirada se pierda entre la  incertidumbre y tu egoismo,
y busca tu refugio en esos amores de paso, en amantes furtivos, en corazones sin alma.

Deja que tu apatía entre como  daga en mi pecho, para que tus palabras ya no envenenen mi alma.
Dime adiós, porque el olvido se cuela desde la lejanía de tu mirada, y el tiempo inclemente me lo concederá.

Sigue caminando, tus pasos ya no dejaran huellas, insensatos borraron todo a su paso,
te concedo el olvido ante tu indiferencia,
como ese deseo oscuro al que hoy me condenas.

Luz Marina Santiesteban
05-01-2019