CAPÍTULO 1. Primera Carta.

2 Días Antes.

Megumi.

Eres mi mejor amiga sin contar a Sora, pero a veces eres un algo insoportable y descarada. En muchas ocasiones das vergüenza ajena. Pero lo que más fastidia es que ocultes algo y no lo digas. Porque todos sabemos que ocultas algo y eso jode. No nos contaste lo tuyo con ese tal Will. También actúas de una forma muy familiar con Yukiteru. Y sigues comportandote cómo una niña pequeña hasta delante suya.

¡Es el príncipe! ¿Es que acaso no tienes educación?

Y por si eso no fuera poco ahora nos abandonas. Ya se que te dije que me encantaba que ascendieras a la SA, pero ¿a quien voy a engañar?, no me gusta nada la idea. Seré egoísta pero es la verdad. Además seguro que en unos días ya te habrás olvidado de nosotras, es decir, de Sora y de mi, y serás una más de esos pijos.

En fin. No hay más que decir, o en este caso, escribir.

Adiós Meguchi.

Atentamente Fonn.

Acabé de escribir y dejé el boli en el escritorio.

Suspiré aliviada. Escribir cartas sobre las personas que conocía, cuando me encontraba mal por ellas, era mi mejor forma de desahogo y consuelo. Y lo mejor era que nadie se daba cuenta nunca porque siempre solía tirar las cartas y ocuparme personalmente de que no fueran vistas por nadie.

O eso pensaba... Pero no siempre puedes estar tan atenta. Los despistes siempre ocurren...

-- ¡Fonn Fonn!

"Oh no los enanos noo" Pensé desesperada.

Me percaté entonces de todas las cartas que tenia en la mesa.

-- Mierda ¿y ahora que?

Mire la mochila donde tenía los libros del insti y me avalancé a cogerla y a meter las cartas en tiempo récord justo antes de que los tres monstruitos que tenia por hermanos entraran a mi cuarto sin tan siquiera recibir permiso.

-- ¿Que hacéis aquí? -- Repliqué frustrada.

-- Nos aburrimos-- dijo uno de los trillizos mientras los otros dos se tiraban a mi cama y se ponían a saltar en esta como si fuera una colchoneta y el primero les imitó.

-- Ei chicos bajad de mi cama, no es una colchoneta, puede romper.

-- Vamos Fonn deja de protestar y vennn.

Los tres enanos de tan sólo 6 añitos se bajaron de la cama para luego agarrarme de las manos y arrastrarme hasta la alcoba.

Yo sonreí y negué con la cabeza indicando que no tenían remedio.

Uno de ellos cojió un cojin y me lo lanzó, yo le devolví el golpe pero sin querer le di a otro con lo que él también me devolvió el golpe y así los cuatro empezamos una loca guerra de cojines.

Esto pasaba muy amenudo, salvo por el tiempo que había estado en el castillo, que había sido hasta el día anterior.
En realidad ya era rutina. Ellos entraban en mi cuarto sin permiso buscando diversión y acabábamos los cuatro jugando y riendo y chimpando como los niños que ellos eran y que yo interiormente aun seguía siendo.

La verdad era que, a pesar de todo, los había hechado de menos. Supongo que un príncipe y tus compañeras y mejor amiga y toda la realeza junta con todos sus lujos, por muy genial que fuera, nunca podrían sustituir la convivencia y el amor que tenia con mi familia, más concretamente, con mis pequeños y diablillos hermanos.

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