C/Ú, Especial: Todo por Santa

Ya era veinte de Diciembre, y el espíritu navideño podía sentirse en el ambiente en prácticamente todos lados, incluso en la mansión Sakamaki, ya que Ayato y yo habíamos convencido a los demás para decorar.

—Dime, cariño ¿Estás emocionado por navidad? —Pregunté a mi novio, mirándole curiosa.

—Algo así —respondió él, haciendo una mueca que denotaba confusión—. Santa debe traerme algo realmente bueno esta navidad, tsk. Ese viejo panzón me ha estado estafando durante muchos años —expresó, para luego bufar—. ¿Y tú?

—Creo que lo estoy, aunque con respecto a Santa... Me rendí hace mucho, aunque una vez llegué a recibir algo de parte de un amigo secreto con poderes increíbles, según me dijo mi nana —narré, dejando ver una sonrisa nostálgica.

—¿Qué te dió? —Inquirió Ayato, alzando una ceja.

—Un relicario de oro, aún lo tengo. Pero después de recibirlo, solo pedí por la seguridad y bienestar de mi familia —dije sin más, tomando una mano de mi trillizo predilecto por unos breves instantes y dedicándome solo a sentirla.

—Ya veo... —Después de escucharme, me vió a los ojos y depositó un beso tierno en mi frente mientras tomaba mi mentón.

—Entonces, ¿qué quisieras pedir?

—Que me visite, para mostrarle a los tontos de mis hermanos que existe —planteó él, con una sonrisa autosuficiente en sus labios.

—Si existimos nosotros, ¿por qué no existiría "él"? —Comenté yo, pues no creía que tal "mito" fuera del todo descartable.

—¡Exacto! Quizá su base en el Polo Norte sea secreta, qué sé yo —debatía.

—Kaori-san, Ayato-kun —llamó una tercera voz, bastante bien conocida para ambos, se trataba de la fémina de cabellos rubios platinados.

—Ah, Yui. ¡Hola! —Saludé, agradeciendo su oportuna presencia, pues sabía que ella me ayudaría en una interesante idea que mi mente había estado gestando.

—Hey, Chichinashi.

—¿Hablaban de navidad? —Interrogó la recién llegada, ladeando un poco la cabeza, como si aún procesara lo que había escuchado.

—Sí —contesté con firmeza.

—Vaya... No me hubiera imaginado que les interesara —confesó Yui, con su rostro iluminado con sorpresa y entusiasmo.

—Ya ves —dije, riendo por la ternura que su ignorancia me causaba, podría decir que esas ansias de aprender de nosotros me halagaba.

—¿Qué? ¿Crees que la navidad está reservada para ustedes? —Acotó esta vez Ayato.

—¡N-no! ¡Para nada! —Se defendió, negando enérgicamente con su cabeza.

—Ayato-kun, eso sonó a reclamo... —observé, riendo con gracia y nerviosismo al mismo tiempo, para colocar mi cabeza en su hombro.

—Tch, ¿no crees que exageras un poco, Baby? —Y así, acarició fugazmente mi cabello.

—No mucho —después de hablar, me senté propiamente y le guiñé un ojo.

—Yahoo~, Okami-chan y Ayato-kun —dijo esta vez Kou, mientras agitaba su mano ante nosotros.

—Eh, Kou, ¿te gusta la navidad? —Le preguntó el Sakamaki al Mukami.

—¿Ah? Claro, hay comida deliciosa. Aunque hay ciertas cosas que me desagradan, pero en resumen... Sí, creo —contestó el idol, encogiéndose de hombros.

*

Después de que Ayato se fue a "hablar" con Laito para reclamarle que escondiese la mayoría de su ropa interior y que los bóxers que quedaban eran rosas, yo decidí aprovechar para discutir algo importante con la de apellido Komori.

—Yui, ¿podrías ayudarme, por favor, a darle una sorpresa a Ayato? —Propuse a la pequeña rubia, con la esperanza de que diría que sí, después de todo éramos algo cercanas para ello.

—Claro que sí —atendió ella, llenándome así de una gran emoción y plenitud, pues mi plan sería mucho más fácil con su apoyo.

*

—Entonces, esa es mi idea... —Sentencié, terminando de explicar mi plan detalladamente.

—¿Quién será Santa... entonces? —Inquirió el hermano de mirar caledonia.

—Pensé que Yūma-san podría, creo que tiene un aspecto más imponente y relativamente similar al que buscamos —opiné, visualizando y asintiendo con la cabeza, pues era el personaje que buscaba.

—¡Ahhh~! ¡Estoy de acuerdo! —Coincidió Kou, fascinado con mi idea.

—Ya, está bien —accedió el más alto de todos, bufando, aunque sentí interés de su parte para ayudarnos. Todos eran parecidos a inocentes niños, que alimentaban una gran ilusión.

—¿Por qué haces esto exactamente? —Cuestionó el hermano mayor de la familia, mirándome con curiosidad.

—Porque quiero mostrarle a Ayato que su fé y paciencia son valiosas —respondí, sonriendo levemente.

—Se nota que lo amas mucho, Kaori-san. Que su relación sea tan sólida es algo que me alegra —confesó Yui, con una sinceridad indudable.

—Gracias —dije, agradeciendo su buena fé.

—Ahora, la cuestión es... ¿Debo decir "jo, jo, jo"? —Preguntó Yūma, a la par que me miraba dubitativo. Después de escuchar lo que dijo, todos reímos con simpatía.

—Solo si gustas —contesté.

—Yūma-kun, hazlo, quiero ver —pidió el menor, hablando pausadamente como de costumbre, y con un rostro que delataba su expectativa.

—Jo, jo, jo... —Empezó a practicar el designado Santa, ganándose un par de aplausos y una sonrisa satisfecha de Azusa.

*

Cuando llegó la tan esperada nochebuena y noche de ejecución del plan, los Mukami se hicieron presentes junto con Yui, así que procedí a ir con ellos, que me esperaban cerca del rosal de Subaru.

Todos los Sakamaki estaban durmiendo, curiosamente habían decidido irse a descansar muy temprano, pues teníamos todo el día de navidad planeado.

El falso Santa iba a entrar a la casa teletransportándose, cuando de pronto Ruki, Yūma, Kou y yo vimos a algo o alguien apareciendo cerca.

—Esperen, ¿quién es ese? —Inquirió un confuso Yūma.

—No puede ser... —Murmuró el Mukami de cabellos rubios.

—¿Acaso concretaste algo con aquel par de raros "majestades" para hacer esto, Okami? —Me reclamó el Mukami que yacía disfrazado.

—¡No! —Respondí al instante, en susurro.

—No distingo este olor —comentó Azusa, pensativo.

—¿Santa...? —Me cuestioné, queriendo entender lo que estaba sucediendo ante nuestros ojos.

—¿De verdad será "el real"? —Habló esta vez el mayor de los Mukami.

—Creo que sí —dije.

—Dios mío —murmuró una incrédula Yui.

—Es imposible, ¿o...? —Vaciló Yūma, nervioso.

—Se... teletransportó —narré, al ver lo que el verdadero Santa hacía. Y muy poco después, todos logramos escuchar el famoso "Jo, jo, jo...", quedando boquiabiertos, pero aún procesando lo que sucedía.

Unos instantes después, se logró escuchar una desconocida voz masculina y profunda diciendo—: Jo, jo, jo... ¡Feliz navidad! También ellos son ladrones de identidad, vaya niños. —Entonces, Santa nos miró, especialmente al Mukami más alto, para saludar con una mano y así irse, teletransportándose.

A pesar de lo sucedido, decidimos seguir con el plan, ya descubriríamos la verdad entera después.

—Tener qué hacer esto como un favor... Es en serio... Tsk —se quejaba el Mukami más alto, para luego seguir en su papel—.  Jo, jo, jo...

Ya después de que había colocado los regalos en el lado opuesto donde los colocó el Santa anterior, suspiró aliviado y dijo—: ¡Jo, jo, jo!

Pero de pronto, apareció el trillizo de cabellos violáceos, quien al ver la escena, se sorprendió bastante, diciendo en voz alta—: ¡Oye, tú! ¿Qué haces? ¡Sal, intruso!

—Jo, jo... —El contrario decidió apresurarse, tomando su saco vacío y comenzando a caminar para teletransportarse, pero logró golpearse con una caja lo suficientemente dura para que le doliese— ¡Demonios, mi pie! —Maldijo en un susurro casi inaudible.

—¡Dije que te fueras! —Reclamó el más bajo, aproximándose a la escalera mientras bajaba— ¡REIJI! —Vociferó de pronto.

—Ya te oí —lamentó en voz baja el falso Santa—. Jo, jo, jo...

Un instante después, por fortuna, Yūma ya había desaparecido sin haber sido descubierto por nadie.

*

—¿Qué sucede, Kanato? —Preguntó Reiji, yendo hasta las escaleras para ver a su hermano menor.

—No lo sé, alguien se metió en la casa. Yo lo ví, y Teddy lo vió también, era muy grande, de verdad, ¡medía como dos metros, o más! Pero lo saqué a gritos. Llevaba un gran saco, era raro —explicó el trillizo del medio.

—¿Acaso vino Santa Claus a visitarnos? Debió ser una broma de mal gusto solamente —expresó el de cabellos carbones al divisar en medio de la oscuridad una gran cantidad de artículos destacando en su atrio, arreglando sus lentes mientras reía con cierta gracia.

—¿Corrí a Santa de la casa? ¡Corrí a Santa de la casa! —Gritó Kanato, alarmado— ¡¿Y si no pudo colocar mi regalo?! ¡NO!

De pronto, Reiji encendió las luces.

—Mis ojos no me engañaban. Pero, ¿qué es todo... esto? Vaya —dijo Reiji, sin saber bien cómo reaccionar.

—¡Ya te dije que no lo sé! —Le recordó el menor.

—¿Por qué gritabas, Kanato? —Pregunté, fingiendo ignorancia, suponía que Yūma había sido descubierto, ya que ninguno de mis cómplices estaba en los terrenos Sakamaki. Por fortuna, yo había regresado a mi habitación apenas el Mukami entraba a la hacer su tarea designada.

—Se metieron a la casa, ¡y al parecer era Santa! ¡Y yo lo eché! —Comentó mi primo, nervioso e hiperventilando un poco, como si fuera a llorar.

—Creo que sí era él... Es decir, miren todo esto. ¿Qué pasó aquí? —Opiné, bajando para "investigar".

—Vaya vaya, esto debe ser un milagro —anunció Laito, llegando a escena.

Shū apareció sin decir ni una palabra, para recostarse en un mueble, con su mirar entrecerrado momentáneamente.

—Son un fastidio, ¿por qué tanto alboroto? —Reclamó el hermano menor de la casa, para luego percatarse de las novedades— Un momento, ¿qué son todas esas cajas y bolsas? —Preguntó, con extrañeza.

—¡Quiero ver qué hay! —Pidió Kanato, tomando una gran caja morada que decía su nombre en un papel con letras doradas.

—No toquemos nada hasta que Ayato llegue, por favor, él ha estado ansiando esto y sería agradable que fuera el primero en ver todo. Déjenme llamarlo —solicité, para ir a su habitación y llevarlo al atrio.

—Yo lo hago: ¡AYATO, VEN ACÁ! —Vociferó el de mirar amatista, con tanta fuerza como con la que llamó al segundo hijo de Beatrix.

—¿Qué alboroto es este? ¡Esperen! —Demandó Ayato, alzando sus manos ante los presentes para reclamar su privilegio y tomar un gran regalo con su nombre.

—¿Ya podemos ver? —Me pidió Kanato.

—¡Sí vino! ¡Se los dije! —Evidenció el heredero de Cordelia, riendo y con un rostro lleno de autosuficiencia.

—Si Ayato fuera el primero en abrir su regalo... —Decía, esperanzada.

—¡Pero Doll-chan! ¡Ya no lo soporto! —Insistió el dueño de Teddy, mirándome con ojos de desesperación y emoción.

—Está bien, Kanato, ya pueden abrirlos —indiqué, ansiosa por ver sus reacciones.

—¡Gracias! —Dijo el más bajo de los hermanos, aliviado. Estaba dispuesto a abrir su regalo, pero se distrajo con el de su hermano.

—No te preocupes, Baby, de hecho abrí uno de acá, es un... ¡¿Qué?! ¡Es una espada con incrustaciones de rubí! —Alardeó el de cabellos rojos, derrochando alegría.

—¿Qué? ¿De verdad? —Mi sorpresa no fue fingida, porque yo no había comprado ni mandado a hacer eso, sino una chaqueta de cuero negro, y un abrigo muy elaborado, digno de alguien de la realeza.

—¡Sí! ¡Mírala bien, Baby! La voy a poner en mi habitación —aseguró, visualizando su idea mientras probaba el peso y velocidad de su nueva adquisición probándola. Luego, colocó la espada dentro de su respectiva caja.

—¡Sigo yo! —Anunció Kanato.

*

—Santa me dejó una carta, dice: "Quién diría que tardé tanto para poder visitarlos... Pero cumplí mi deuda, Ayato, gracias por seguir creyendo en mí a pesar de los años transcurridos" —leyó Ayato, para luego colocarla en su sobre, había decidido que se la quedaría.

—Esta persona tiene sentido del humor para dejar este tipo de cartas y presentes, eh —reconoció el de lentes.

—¡Recibieron carbón! —Se burló el trillizo denominado como mayor, carcajeando.

—¡Cómo se atreve a hacernos esto! ¡¿Carbón?! ¿Qué diantres haré yo con carbón? ¡No te perdonaré, viejo panzón del demonio! —Se quejó abiertamente Kanato.

—Kanato, Reiji, Subaru, ayúdenme, por favor, hay algo por acá —avisé, señalando otro montón de regalos, que suponía eran los que yo había comprado.

—¿De verdad~? —El de menor estatura guardó algo de esperanza y se aventuró a ir a mi lado.

—Sí, deben ver esto —aconsejé, curiosa.

—¡Son regalos! ¡Perdón, Santa! ¡Muchachos, vengan a ver! ¡Teddy, mira esto! —Fue cuando Kanato se emocionó de nuevo y rió con felicidad, seguro de que encontraría algo que le gustara. Y así fue, pues su semblante permaneció intacto.

—Kanato-nii, ¿me dejas ver qué recibiste? —Pregunté, acercándome a él.

—¡Doll-chan, tan solo mira! ¡Miren todos! ¡Son metros de seda y encaje! ¡También una tijera nueva, bañada en oro! —Presumió, con su rostro iluminado.

—¿Seda y encaje...? Yo no compré eso... —Pensé, confundida.

—Kanato, si te emocionaste por eso, debes mirar acá —avisó Subaru.

—¡¿De verdad?! —Preguntó Kanato, queriendo saber más de lo que le esperaba.

—Vaya, ¿soy yo o Santa se está "redimiendo"? —Comentó Reiji, para descubrir un set de vajillas de porcelana con decoraciones de oro.

—Y es gracias a mí, Megane, no lo olvides —recordó Ayato.

—Dos antifaces de seda, también un masajeador para las áreas de tensión, ¡y una caja de chocolates Suizos! —Habló el trillizo de mirar amatista.

—Yo de este lado recibí dos pares de auriculares, y un par de audífonos —dijo el mayor de los hermanos.

—Ecchi-chan, ¿de verdad...? —Murmuró Laito en mi oreja— ¿Tú lo hiciste?

—¿Ah? —Atendí, pensando qué decir.

—¿Qué le susurras, Laito? —Cuestionó mi novio.

—¿Qué con Kaori-nee? —Preguntó entonces mi primo de cabellos violáceos.

—¿Y-yo...?

—Tú hiciste esto, ¿verdad? —Inquirió Laito.

—Es posible, ¿por qué vendría Santa a estas alturas? —Apoyó Reiji, mirando hacia nuestra dirección.

—¿De verdad fuiste tú? —Fue cuando Ayato se sumó, confundido, aunque no parecía molesto.

—Yo...

—¿Acaso no podían ignorarlo? —Regañó Shū, desaprobando la imprudencia de sus hermanos.

—Aún así gracias, Kaori —dijo esta vez Subaru, aún sin abrir su regalo.

—Bueno, la verdad es que... Sí, yo compré algunos de los regalos, ¡pero no todo! Les juro que no tengo idea de aquellas cajas de regalos, mucho menos de la carta —expliqué.

—¿Entonces...? —Reiji alzó una ceja.

—La verdad sí ví algo extraño poco antes de que Kanato gritara, y creo que fue él, Santa, el real. Lo ví, e incluso lo escuché —seguí argumentando.

—Yo te creo —dijo Ayato, tomando una de mis manos.

—¿Sí? —Pregunté, a lo que él asintió.

—Claro, además... ¿Qué ganarías con mentir, Nūdoru? Pero no solo eso me emociona, que te preocuparas así por mí, por nosotros... Gracias, fue muy lindo de tu parte —musitó mi novio, acariciando mi mano disimuladamente.

—Lo hice porque son mi familia. Agh, te amo, Ayato —confesé, sonriendo.

—Tsk... —Bufó el mencionado, sonrojado.

—Responde algo, idiota —reclamó el Sakamaki menor.

—¡Cállate, mocoso! No debo decirle cada minuto que la amo, ella... Lo sabe bien. Pero ya sabes, te amo, Nūdoru —recordó, besándome fugazmente, sin importarle que todos sus hermanos estuvieran ahí.

—Cásense de una vez —habló Kanato, mientras disfrutaba una barra de chocolate.

—Pronto —fue lo único que dijo Ayato.

—Uh~ —silbó el otro hermano de mirar esmeralda.

—Haremos el intercambio después, ¿no? Ya compré el regalo de mi amigo secreto —comentó el trillizo del medio.

—Sí, lo haremos en unas horas —procedió a aclarar Reiji.

*

Ya en mi habitación, recibí una llamada de la fémina de apellido Komori.

—¿Ustedes también...? —Pregunté a la rubia, al escuchar de la otra parada que tuvo Santa.

—Sí, los chicos están viendo sus regalos ahora —me dijo ella, entusiasmada.

—Espero los disfruten. Bueno, tengo que irme. Gracias por todo, de verdad —me despedí, para ver a mi contrario.

Recordé mi regalo de parte de Santa Claus entonces, y decidí que lo abriría después.

—Tengo algo para ti —me dijo, a lo que extendía una caja, la cual abrí con rapidez.

—¿Más ropa deportiva? —Respondí, aunque me había gustado mucho mi presente.

—Claro, necesitamos ropa adecuada para jugar baloncesto. Mira la camisa —me invitó, a lo que atendí.

—Tiene mi nombre, y el número "1" atrás, me encanta —hablé, siendo sincera.

—Estos son zapatos a juego, y una licra, con shorts —indicó, señalando los artículos.

—Me encanta, todo es... Hermoso.

—Después hay que verlo puesto —opinó, sonriendo de lado.

—Tienes razón.

—Lo colocaré por acá —avisé, para ubicar la caja en mi armario. Después, me acosté en la cama.

—Oe, ¿y si Carla es Santa? —Propuso el de mirar esmeralda.

—Ayato, eso es imposible —contraataqué, segura de que no era así.

—Cabello blanco, viejos, sus nombres se parecen... No creo que sea casualidad. ¿Y si no nos visitaba porque odia a nuestro padre?

—Cariño, es casualidad esta vez, y si hablamos de nombres, tu padre se llama muy similar, y el mío también. Y bueno, lo último es posible —opiné, riendo sin querer.

—Es imposible que ese viejo sea Santa... Pero tu padre... Quién sabe —comentó, dudoso, algo que era peligroso tratándose de él.

—Coincido contigo. Y debo aclarar que mi padre no es Santa Claus, Ayato —decidí aclarar de una vez.

—Bah, está bien —se resignó.

—Sabía que este año sería mucho más especial —comenté, feliz de que todo haya salido bien e incluso mejor de lo que esperaba.

—Lo fue, pero no solo por lo del viejo panzón, sino por lo que tú hiciste, ¿sabes? —Expresó, sonriéndome.

—Me alegra que te gustara... —Musité, imitando su gesto.

—Y mucho, eres adorable. Aunque hayas tenido que pedir ayuda a esos Mukami —reprochó, para luego abrazarme con dulzura y besarme, a lo cual correspondí.

—B-bueno... Lo único que sé, es que Santa seguro es un vampiro —aseguré, recordando lo que había visto rato atrás.

—También lo había pensado —comentó el trillizo.

Y me quedé con él, siendo rodeada por un dulce abrazo que duraría todo lo que nos quedaba por dormir. Me sentía increíblemente plena.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top