0023.
newt.
Hacía casi media hora que había tocado el timbre de salida y yo aún seguía en la maldita entrada con el móvil en la mano y esperando a que pasara el tiempo. Bueno, exactamente esperando a que mi amigo saliera de una maldita vez. Ya no quedaba nadie, todo estaba tan desierto que hasta la persona más común habría destacado en medio de la vacía explanada, pero ese no era el caso de Ben.
Él habría llamado la atención incluso en medio de veinte mil personas a cada cual más extravagante, y más en esos momentos, cuando iba con media camisa desabrochada y una sonrisa que desbordaba sesión reciente de sexo por todos lados. Una vez más cerca atisbé a ver la cantidad de marcas que cubrían su cuerpo junto rastros de pintalabios.
—Te ha manchado —declaré una vez llegó a mi lado. Él se echó un vistazo y sonrió encogiéndose de hombros. Por el fondo vi como salía una de las profesoras de prácticas, arreglándose apresuradamente mientras se dirigía al aparcamiento de los profesores. Él la miró y volvió a sonreír antes de girarse hacia mí de nuevo.
—Me ha manchado en muchos más sitios, por si te interesa —respondió satisfecho.
Rodé los ojos y negué, dejándole en claro lo poco que me importaba su vida sexual. En realidad era algo bastante triste, pues en caso de que realmente me interesara, tendría nuevas noticias de las que hablar a diario. Ben no era precisamente un negado al sexo, de hecho no era un negado a nada. Todo lo que podías imaginar, o lo había hecho o estaba en proceso, tanto a las malas como a las buenas.
Se encendió un cigarro y nos dirigimos al parque que había junto a su casa, caminando un par de manzanas. Iba a quedarme a dormir en su casa, o al menos iba a pasar la noche en su casa. Al parecer aprovechando que mañana no había clase, invitó a un par de amigos a su piscina climatizada, y yo tenía la suerte de estar con entre ellos.
Al cabo de unas horas yo ya me encontraba en bañador, sumergiéndome en la calidez de la cristalina agua. Solo tenía que echar un vistazo a mi alrededor para darme cuenta de la alta posición social de Ben y su familia. Si algo compensaba su falta de empatía, era el dinero.
Justo en ese momento entró con dos botellas de alcohol en la cubierta y lujosa sala. Los dejó en el borde de la piscina y se sumergió conmigo. Aún era pronto para que llegasen los demás del grupo, pero por suerte sus padres no estaban y podíamos hacer uso de la casa a nuestro antojo. Claro que había sirvientes y demás empleados, pero nunca se había entrometido en la vida de mi amigo, y esa vez no fue diferente.
—¿Era la tercera o la cuarta?
—¿El qué? —preguntó subiéndose sobre una colchoneta negra que flotaba en la superficie. Aún llevaba una de las botellas en la mano, la cual no dudó en abrir una vez recuperó el equilibrio sobre el hinchable objeto.
—Profesoras con las que te has liado.
—Ah —sonrió, probablemente recordando cada uno de aquellos momentos y levantó tres dedos en alto antes de darle un largo trago a la fuerte bebida—. Ahora tengo el ojo echado a la de matemáticas.
—Dicen que es lesbiana.
—¿Y? —pareció tan indiferente que ni me molesté en discutirlo con él.
—Haz lo que quieras pero dame un trago —respondí acercándome para agarrar la botella de cristal. Con el agua por la mitad del pecho, esta vez fui yo quien probé el ardor del alcohol inundando mi garganta, y minutos más tarde mi mente. Por desgracia yo era muy débil a esa sustancia—. ¿Quiénes van a venir?
—Solo podían Jeff y Alby. Los demás ya tenían planes.
La realidad fue muy diferente.
Al cabo de una hora efectivamente llegaron esos dos amigos, pero acompañados de un gran grupo de chicas a las que jamás había visto en mi vida. No me extrañaba en absoluto que las hubieran encontrado esa misma noche por la tarde e invitado a venirse, puesto que ni siquiera tenían bañador. Miré a Ben, asesinándole con la mirada por no haberme avisado de las inquilinas, pero él me ignoró y fue en busca de más bebida mientras Jeff se encargaba de poner la música al tope. Por suerte eso último ayudaría a no tener que escucharles hablar.
Varias se me presentaron, pero entre el alcohol y mi poco interés ni me enteré de sus nombres. Aún así repetí como cinco veces que tenía novia, y otras cinco que nuestra relación era completamente cerrada. Igualmente seguía acercándose a sacar conversación y Ben se reía desde la distancia. Le saqué un dedo y me alejé una de las esquinas de la piscina, llevándome la botella de alcohol conmigo.
Todo el mundo parecía estar pasándolo bien, pero yo realmente no disfrutaba del momento. Ni siquiera pensaba en Teresa. Cierto que teníamos una relación cerrada, pero de seguro que en cualquier otra ocasión, con todo lo que había bebido y sabiendo que mis amigos no dirían nada, habría terminado en un cuarto con alguna de las chicas.
Pero esa vez en serio que no tenía ganas.
Tan solo bebía y les observaba desde lejos, dejando divagar mi mente en deplorables recuerdos que no se dignaban a desaparecer.
Cada vez me molestaba y arrepentía más de mis actos con Thomas. No solo por lo deplorable de ellos, sino por las consecuencias. A causa de ellos el castaño ya no se atrevía ni a caminar a mi lado en los pasillos. Actuaba como si todo estuviera bien, fingía sonrisa despreocupadas como un profesional, pero era obvio que todo había cambiado rotundamente. Y me molestaba, me molestaba enormemente.
No podía dejar de imaginar como de diferente habrían podido ser las cosas. En todo lo que habíamos hecho si hubiera manejado la situación de otra forma. Y lo peor de todo era que tampoco conseguía hacerme a la idea de que quisiera eso con él, pues era imposible. O yo estaba cayendo muy bajo o mi abstinencia sexual estaba volviéndome loco.
Ni siquiera ahora, excitándome al imaginarle en ropa interior conmigo en la piscina, colgado de mi cintura y yo colocándole sobre la pared de esta, totalmente mojado, besando y mordiendo cada zona de su cuerpo que se me pusiera por delante, lamiendo el agua de este y dejando unas visibles marcas en su lugar con sus gemidos de fondo.
No, de ninguna forma lo iba a aceptar. Me engañaba a mí mismo, era posible, pero las excusas se sentían infinitamente mejor que la realidad. En estos momentos era culpa del alcohol, y en cualquier otro ya pensaría alguna otra forma de evadir la posible verdad.
—¡Ey, tío! —me giré sorprendido hacia el moreno que salió del agua, salpicándome entero. Por suerte estaba tan borracho como mojado, así que no me molestó en absoluto—. ¿Ocurre algo?
—No tengo muchas ganas de fiesta, solo eso.
—¿Quieres que las echemos? —preguntó Alby. Al parecer él tampoco estaba muy interesado en la femenina compañía, al contrario que los otros dos, quienes parecían rozar el paraíso cada vez que una de las chicas se les acercaban.
—No, no hace falta.
Y realmente no hizo falta.
A la media hora llegó un sirviente alegando que había alguien esperando en la entrada a Ben. Este se marchó a ver que sucedía, y en un momento que fui al baño, le encontré hablando casi a gritos con un chico en la entrada. Bueno, en realidad más bien escuchaba todas las quejas que el otro joven le echaba en cara. No parecía contento con nuestra improvisada fiesta, y Ben no podía mostrarse más indiferente en ese momento. Yo volví a la piscina, totalmente convencido de que la música seguiría toda la noche, pero para mi sorpresa, nada más llegar la apagó e invitó a las chicas a marcharse.
Era la primera vez que veía a mi amigo hacer caso a alguien, y era consciente de la importancia que eso tenía, por muy borracho que fuera.
Cuando nos hubimos quedado nosotros cuatro a solas, ahora muchísimo más tranquilos sobre unas hamacas que había fuera de la piscina, me acerqué a preguntarle a mi amigo por la identidad de la persona. Él suspiró y colocó sus gafas de sol, cosa bastante estúpida ya que era de noche.
—Es Zart. Éramos amigos de pequeños.
—Parece que tienen confianza.
—Supongo que algo quedará. No rechazaría un polvo asegurado por cualquier persona, ya lo sabes. —debió adelantar que iba a seguir indagando en el tema, porque se me adelantó, interrumpiéndome y cambiando el rumbo de la conversación—. Zart va a clase del hermano del emo.
—¿De Minho?
—Ese. Parece que le odias.
—Supongo —respondí con su mismo tono. Le imité y me tumbé en la hamaca, dejándome llevar por la bajada del alcohol, a la cual seguro que seguirían vómitos y resaca. Ya me había acostumbrado, así que no me preocupaba en absoluto.
—Definitivamente no rechazaría ningún polvo asegurado por él.
Ambos reímos, quitándole importancia al asunto y cubriendo el verdadero rencor que guardaba en mis palabras. Pero claro, como iba a explicar la envidia que le tenía a un niño emo por tener de mejor amigo a un rarito.
Preferí desahogarme fingiendo que lo que realmente me molestaba era tener que asistir a una fiesta con Teresa y su amiga acosadora.
Sí, fue una buena excusa, porque me dio para desahogarme durante horas.
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