6
Jungkook.
Era exageradamente divertido molestar a Yoongi.
Se había convertido en mi diana preferida de la clase, del colegio incluso. Y no solo la mía, pues todos los demás también disfrutaban de sobremanera poniendo al límite la paciencia del castaño.
Era tan inocente que aún después de todo lo que nos habíamos reído con él, seguía pensando que yo era su amigo. Solo le bastaba una pequeña sonrisa para que se pusiera de rodillas frente a mí como un perrito.
¡Eso era!
Parecía un maldito perro. Siempre pendiente de mí y creyéndose mis falsas excusas. Era tonto y tan fiel que llegaba a dar vergüenza ajena. Como esa vez que me pidió de vuelta sus apuntes y antes de que yo pudiera responderle que los había perdido, me dijo que no importaba, que ya tenía otros en su casa. ¡Hizo eso solo para evitar el momento incómodo!
— Es realmente tonto —declaró NamJoon mientras cruzábamos el muro para salir al recreo. Bueno, para salir a la calle, nuestro sitio de recreo oficial— Hoy me he chocado cinco veces con él y se ha disculpado las cinco a pesar de que era obvio que fui yo quien iba a buscarle.
— Yo sigo diciendo que me parece adorable —era una de las pocas declaraciones que hacía Chanyeol sobre el rarito. Quizá el único cumplido que escucharíamos de los labios de alguno del grupo— Yo que tú, me lo tiraba.
— ¡Pero si parece un niño! —Mark hizo el amago de vomitar y Yugyeom rió— Eres un pedófilo. Kyungsoo, tú novio es un pedófilo.
El nombrado levantó la mirada de su móvil, miró con asco a Yugyeom, y volvió a enzarzarse en su dispositivo. Chanyeol sonrió victorioso a todos y dejó un pequeño beso en la cabeza de su novio, quien siguió sin inmutarse. Realmente no entendía como dos personas tan distintas podían estar juntas.
Seguimos bromeando un rato más, comentando varios temas sin importancia.
Taehyung seguía sin conseguir avance alguno con el chico de clase de Yugyeom. Wonho estaba enrollándose con una profesora de prácticas. NamJoon había puesto su vista en un chico mayor, uno de los más guapos del curso, exactamente su tipo. En realidad nunca hablábamos de cosas vitales, tan solo nos dedicábamos a pasar el tiempo entre charlas sin sustancia.
En esta ocasión no pude quedarme a terminarla, porque cuando quedaban casi veinte minutos de descanso sentí unas enormes ganas de mear. Y podría haberlo hecho en cualquier sitio, incluso frente al muro de la escuela, pero entre que se me había acabado la cajetilla de tabaco y apenas quedaban unos minutos de recreo, me compensaba visitar los impecables baños del centro que mis padres pagaban cada mes.
Me despedí de todos y con un par de saltos ya me encontraba nuevamente dentro de la escuela, en el patio permitido para la hora de descanso. A diferencia de cómo lo veía normalmente, hoy estaba a abarrotar de gente.
Claro, quizá influía que era la primera vez en mucho tiempo que lo visitaba a la hora del recreo, cuando hacían verdadero uso de esta zona.
Me puse a avanzar por los solitarios pasillos hasta llegar a los baños. Por suerte no había nadie cuando llegué. Sí, digo suerte, porque normalmente era el picadero para las parejas. Seguro que la mitad del colegio se había encontrado a Kyungsoo y Chanyeol en una de las cabinas mientras ellos meaban.
— I just couldn't understand and I couldn't defend. What we had, what we shared, and I couldn't pretend. When the tears roll down it's like you ain't even notice 'em. If you had a heart, I was hoping that you would show it some.
¿Eh? ¿Qué era eso? ¿Alguien rapeando? Fruncí el ceño y fui paseando por las cabinas hasta posicionarme en frente de la que salía la voz. Definitivamente era alguien rapeando. No era una canción en coreano. Esa música era algo como el pop.
— They say that your darkest hour come before your dawn. But there was something that I should've asked, all along. I'mma ask on the song.
— ¿Eso es inglés?
— ¡Ah! —se cayó de la tapa del váter en el que se encontraba sentado, terminando de culo en el suelo. El pequeño cuaderno en el que estaba dibujando y un estuche de pinturas también, terminaron desperdigados en el suelo. Me apoyé en el marco de la puerta, disfrutando de toda la vergonzosa escena, de cómo, mientras seguía de rodillas, lo primero que hizo fue levantar la cabeza y sonreírme con la misma inocencia de un niño— Hola Jungkook, me asustaste.
— Ya me he dado cuenta —reí porque a pesar de que el tiempo pasaba, seguía en el suelo del baño. Cualquier persona normal se habría levantado al segundo, pero claro, era Yoongi de quien hablábamos— ¿Estabas rapeando?
— Ajá —asintió sin prestarme mucha atención, más pendiente de recoger todas las pinturas que había rodado junto a nuestros pies. Aproveché su distracción para agarrar yo el cuadernito en el que momentos antes estaba dibujando— ¡A-ah, no lo veas! —dejó el estuche sin cerrar a un lado y fue a ponerse de pie para quitarme la libreta de las manos, pero antes de que si quiera pudiera levantarse, coloqué una mano en su cabeza y presioné hacia abajo, haciéndole imposible levantarse— Ciérralo, ciérralo, ciérralo porfi.
— Yoongi, dibujas muy mal —declaré mientras contemplaba los miles de garabatos que invadían las páginas. Un niño de seis años no tenía nada que envidiarle al castaño— ¿Es tuyo?
— E-eh, ah...—solo con ese balbuceo se delató por completo, pero aun así, el muy bobo lo intentó negar frente a mis narices. De veras que no entendía cómo podía existir persona tan ingenua en el mundo— No. Claro que no.
— ¿Y qué hacías con él en el baño?
— Me lo encontré tirado por ahí. En los pasillos en clase.
— ¿En los pasillos o en clase? —pregunté con diversión. Obviamente mi objetivo no era que me dijera la verdad, ya que poco me importaba su vida artística; más bien disfrutaba de verlo nervioso, me entretenía bastante.
— E-en el pasillo que hay junto a nuestra clase. Ahí lo encontré.
— Ah, claro —reí y me dirigí a los urinarios que había fuera de las cabinas, pegados a la pared. A pesar de los recientes acontecimientos, el tamaño de mi vejiga no había aumentado, y sí, seguía igual de llena que antes— Y cuéntame, Yoongi —desabroché mi cremallera y dispuse a hacer mis necesidades sin dejar de lado la conversación con el rarito— ¿Qué hacías en el baño con ese cuaderno?
— Yo solo...—me miró, le miré, bajó la vista y volvió a subirla al par de segundos con las mejillas totalmente enrojecidas. Yo tan solo sonreí. Estaba bastante orgulloso de lo que guardaba en mi pantalón, y no tenía ningún pudor con ello, sobre todo con otros hombres— Lo miraba y... —ahora tenía la vista clavada en el suelo, intentando cerrar el estuche mientras los nervios le invadían. Era tan gracioso lo inocente que se estaba viendo en este momento— Y s-solo eso, lo miraba por curiosidad...
— ¿Tenías curiosidad y por eso miraste? —aproveché sus palabras para darle un doble sentido a las mías.
Cuando me miró con los ojos muy abiertos y tapándose la boca, no pude evitar reír. Terminé de mear y mientras guardaba ciertos temas y subía cremalleras, seguí hablando:
— ¿Qué tiene ese cuaderno que es tan interesante?
— ¿Eh? —había vuelto a apartar la vista para no ver más cosas indebidas, así que cuando me acerqué de nuevo a él, le pilló por sorpresa— ¡Ah! Eh...
— ¿Y qué es lo que te ha gustado tanto de él como para que escribas tu nombre en la primera página? —levanté una ceja, inquisitivo, y volví a tenderle la libreta. Él miró mi mano, luego el cuaderno, y de nuevo mi mano. Rodé los ojos y se lo tiré al regazo— Solo ha estado en contacto con mi polla, nada más —declaré con indiferencia, haciendo referencia a mi mano. Él volvió a comenzar a balbucear disculpas o palabras sin sentido— ¿Y bien? —le interrumpí.
— ¿Bien? —apoyé la cabeza contra el marco de la puerta con desesperación. Esto comenzaba a perder la coherencia de la conversación, y mi entretenimiento se iba con ella. Señalé el cuaderno con el pie, manchando un poco de polvo los pantalones de uniforme sobre los que estaba colocado— ¿El cuaderno?
— Que me cuentes qué mierda es eso y dejes de mentir.
— A-ah, perdón, mmm...—se puso de pie agarrando todas las cosas entre las manos, y con dificultad colocó el cuaderno frente a mis narices, abierto por la mitad— Pero no se lo puedes decir a nadie.
— ¿Qué es? ¿Un diario? —pregunté en broma, agarrando ahora yo mismo el cuaderno. Estaba a punto de reírme por mi propio comentario cuando miré a Yoongi. Su mirada me dejó mudo— No me jodas, es un puto diario.
— Pero de dibujos.
— ¿Tienes un diario de dibujos? —asintió sonriendo y yo le miraba incrédulo, intentando comprender su problema mental. Pero no lo hacía. Quizá solo tenía retraso de edad en la personalidad o algo así— ¿Y cómo mierda lo lees? No se puede entender nada.
— Ya lo entiendo —se encogió de hombros como si los dibujos frente a mis narices pudieran ser descifrados. Ni siquiera llegaban a la categoría de dibujos— Mira, por ejemplo, este eres tú —señaló una especie de mono deformado que había dibujado en medio de la página.
— ¿Esa cosa de ahí soy yo?
— Es del primer día, cuando me hablaste —me miró sonriente, como si no me acabara de comparer con una mierda colorida— Fue lo mejor del día, así que lo dibujé. Y mira, aquí...—señaló otra página— También te dibujé. Fue cuando me pediste prestados los apuntes. También me sentí feliz cuando me hablaste —ahora solo sonreía a las páginas, como metido en su punto. Por algún motivo empecé a sentirme mal y quise dejar de escuchar, pero él no paraba de hablar— Y justo al lado dibujé mi bicicleta verde. Es un recuerdo triste, pero no solo voy a escribir los bonitos.
— Yoongi.
— ¿Sí? —levantó la vista del cuaderno, como si no pasara nada. Y quizás no pasaba nada de puertas afuera, pero en mi interior me sentía como la mierda. Debía ser esa amiga toca pelotas llamada conciencia. Hacía años que no venía a visitarme. Y como no tenía práctica, las palabras no salían de mi boca. Ahora el raro de los dos parecía yo— ¿Jungkook?
— Siento haber perdido tus apuntes —no se me ocurrió que otra cosa decir. Ni siquiera los había perdido. Los tiré al suelo nada más salir de la escuela.
— Oh, no pasa nada —sonrió y cerró su cuaderno, pegándoselo al pecho mientras lo estrechaba con fuerza. Parecía que llevaba un tesoro. De verdad que era jodidamente raro— Son cosas que pasan.
No respondí nada, y tampoco hizo falta, porque el timbre anunciando el final del recreo se hizo un hueco en nuestra conversación y la terminó. Yoongi me preguntó si íbamos a clase, y tras revolverle el cabello, negué. No andaría con él por los pasillos, no éramos amigos y mis ganas de pasar tiempo con él seguían siendo bajo cero.
Después de todo, seguía siendo el novato raro de la escuela.
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