53
Yoongi.
Lo único bueno del castigo era que terminaba esta semana y que a pesar de todo podía seguir llevando gente a casa.
Lo malo, era que me había costado tres semanas sin salir, y que a pesar de todo, Jungkook tenía que seguir colándose a escondidas porque decía que si mi hermana le veía, lo iba a matar, y él no quería eso.
Yo tampoco quería eso, pero en mi opinión, exageraba. De todas formas tampoco iba a quejarme, pues le había terminado cogiendo el gusto a verle aparecer por mi ventana.
— No puedes imaginarte los gritos que pega –Jimin estaba en mi cuarto, tirado en mi cama y despotricando sobre su hermano, quien al parecer últimamente no paraba de llevar a NamJoon a su casa cuando sus padres no estaban– Se quejaba de mí cuando yo a penas hago ruido y mírale a él.
— Prefiero no verle.
— Haces bien –murmuró con rencor.
Según mi amigo, el noventa por ciento del tiempo que NamJoon pasaba en su casa, Jin se dejaba las cuerdas vocales. Incluso me contó que les regaló una almohada rosa para que la usaran, pero no funcionó y terminó encontrándola hecha pedazos en su cama al día siguiente.
— ¿Y por qué no invitas a Taehyung? –Jimin me miró extrañado, y yo seguí contándole mi gran idea. – Podéis hacer una pelea y quien más grite gana –su expresión empeoró, tornándose a una mueca de asco. Murmuré varios insultos inaudibles y forcé una sonrisa. – Era broma.
— Estás enfermo.
— ¡Te he dicho que era broma!
— Sí, claro, como digas... –por la forma en que rodó los ojos y se acomodó en mi cama, tumbándose completamente, supuse que realmente no me había creido, pero tampoco me importó mucho. Seguro que lo olvidaría al segundo. No era la primera situación en la que tomaba por raro algo que yo decía. – Por cierto, he hablado con tu hermana y hemos llegado a la conclusión de que no puedes salir con Jungkook.
— Ajá –me acomodé en el suelo, abriendo el manga que tenía tirado y poniéndome a leer la primera página que encontré. No me costó coger el hilo, pues lo había leído como ocho veces. Además, cualquier letra de ese libro me interesaba más que la charla que iba a darme Jimin.
— Somos dos contra uno.
— Pues mierda para cada uno –respondí sin pensar. Inmediatamente me percaté de lo que había dicho y levanté la vista con una avergonzada sonrisa. – Q—quiero decir...–tosí disimulando la reciente situación y le levanté el pulgar. – Que me alegro por ustedes.
Permaneció en silencio un rato, momento que aproveché para desviar de nuevo mi concentración al manga que aún permanecía abierto entre mis manos. Era el nuevo tomo de una saga nueva que acababan de sacar hacía poco, y trataba sobre gente con máscaras que mata a otra gente. Era alucinante.
– ¿Yoongi?
— Te escucho –respondí por inercia, emocionándome internamente por una escena que ya había releído como veinte veces.
— Deja a Jungkook.
— No.
— ¡Oh, vamos! –se incorporó sentándose en la cama, como un niño cuando está enrabietado. – ¡Lo digo por tu bien! –empezó a acercarse, inclinándose aún sin bajarse de la cama, sacando medio cuerpo de esta hasta llegar a alcanzarme. Yo, que ya había previsto sus intenciones, aparté el manga antes de que pudiera quitármelo de las manos, y me alejé rodando hacia la otra punta de la habitación, donde seguí leyendo. – ¡Yoongi, hazme caso!
— Te hago caso. Tan solo no digo lo que quieres oir.
— Está jugando contigo. Te trataba mal, recuerda cuando venías llorando porque decías que no te había obligado a ladrar delante de toda la clase para que te dejara entrar –un escalofrío me recorrió de pies a cabeza al rememorar aquellos momentos. Por mucho que lo intentara, me costaba olvidarlos, y Jimin lo notó. – Recuerda lo que le hizo a tu hermana y a Moonbyul.
— Ha cambiado.
— No ha cambiado, no es buena persona.
— Si lo es, cállate.
— No. Y cuando te des cuenta será demasiado tarde. –ahora seguía mirando las páginas del manga, pero no podía poner atención a ellas. Llevaba en la misma frase desde que Jimin me había recordado los malos tiempos con Jungkook. Aunque me doliera, cada vez que pensaba en ellos, volvía a temer que las cosas cambiaran a esos momentos. – Yoongi –levanté tímidamente la vista y dejé el manga a un lado, sin atreverme a cerrarlo por si tenía que recurrir a él para escapar de las palabras de mi amigo. – Te digo todo esto porque me preocupo, ya lo sabes.
— No es así –murmuré autoconvenciéndome, intentando ignorar aquellas heridas que vi en sus manos la primera noche que vino a verme al cuarto. – Ya no es así –repetí con forzada confianza.
Jimin se puso en pie y fue a acercarse, pero negué, y antes de que me alcanzara, le pasé de largo y tumbé en la cama, extendiendo mis extremidades para que el pelinegro no cupiera y se pudiera subir encima. Él se quedó de pie, observándome en silencio, y terminó sentándose en el suelo con las piernas cruzadas. Me dio un poco de pena, pero aún así no encogí ningún músculo.
— Hablo en serio, Yoongi.
— Yo también.
— No quiero que te hagan daño –aparté la cabeza, mirando hacia la pared en vez de a su cara. – Yoongi, no seas niño y piensa con coherencia. No es bueno para ti.
— Tú no sabes lo que es bueno para mí –murmuré abultando el labio inferior, dolido por las duras palabras de mi amigo. Estaba comenzando a hartarme de no recibir apoyo en una de las primeras cosas que había empezado por voluntad propia y con las que más feliz me encontraba.
— ¿Y tú sí? –escuché como se ponía en pie y tal como me esperaba, segundos después noté el colchón hundiéndose en zonas concretas hasta que llegó a mis muslos, donde se sentó como si estos fueran parte del colchón. – No te enfades conmigo, Yoongi... –apoyó las manos en mi espalda y comenzó a palmearla cariñosamente. – Te digo todo esto porque soy tu amigo.
— Estoy harto de que me des tu opinión aunque no te la pida.
— Eso es lo que hacen los amigos, Yoongi.
— Yo no lo hago –respondí de inmediato. – Y muchas cosas que haces no me gustan, pero no te digo nada porque no son mis asuntos y no me incumben.
— ¡Claro que lo haces! –se quejó nada más escucharme. Yo m giré indignado porque se atreviese a negar tal verdad. Él murmuró un insulto porque casi le tiré de la cama mientras me colocaba boca arriba, pero cuando volvió a sostenerse y acomodarse de nuevo sobre mis muslos, esa mirada de desaprobación ocupó otra vez su rostro. – El otro día me dijiste que no debía mentir a mis padres para escaparme a casa de Taehyung.
— ¿Y me hiciste caso?
— No –murmuró de mala gana. Luego volvió a mirarme, mucho más enérgico, adelantándome que pretendía volver a rebatirme. – Pero eso no importa, lo que importa es que me lo dijiste y—
— Te lo dije y no me hiciste caso. Y ya está, no volví a insistir. Tú llevas un mes repitiéndome lo mismo con Jungkook.
Agachó la cabeza antes de rodar los ojos. Al menos seguía escuchándome.
— Quizás deberías dejar el tema y empezar a apoyarme. Los amigos también hacen eso. –esbocé una pequeña sonrisa y le pellizqué el estómago para que volviera a mirarme. – Además, no soy un bebé, puedo cuidarme solo.
— A veces te comportas como uno.
— ¡Oye! –fruncí el ceño y le pegué un empujón, haciendo que cayera de espaldas en la cama. Esta vez me coloqué yo sobre él y le inmovilicé agarrándole de los brazos. – ¡Retira eso! –exclamé. No duré ni un segundo antes de que se soltara con toda la facilidad del mundo y volviera a er yo el que estaba sin poderse mover. – ¡A—ah, vale, me rindo!
—¿Dejarás a Jungkook? –volvió a preguntar. Yo me quedé con la boca abierta, pensado que toda esa conversación que acababábamos de tener no había servido para nada. Y entonces, por suerte, sonrió con resignación y me pellizcó la mejilla. – Es broma, idiota.
Inflé las mejillas, dispuesto a lanzarme de nuevo sobre él por haberme pegado tal susto, cuando otra tercera voz invadió la habitación.
— Hay bromas que no tienen gracia –ambos nos giramos hacia la ventana, donde se encontraba Jungkook cruzándola. Con un pequeño salto entró en el cuarto y la cerró a su espalda. – No esperaba encontrarte aquí –añadió mirando a Jimin. Este soltó una especie de bufido y me impidió levatarme de forma disimulada, haciendo más presión sobre mi cuerpo.
— Jimin, quita de encima.
— Eso, Jimin, quita de encima de mi novio, por favor –me siguió Jungkook, arrastrastrando las palabras y soltándolas con molestia. Por suerte, el pelinegro se apartó, poniéndose en pie, y yo pude levantarme para ir a recibir al recién llegado, quien se relajó cuando me tuvo a su lado. – Pensé que estarías solo.
— Mi madre me permitió subir a Jimin. Es mi último día de castigo, así que tampoco le debe importar mucho.
— Sí, me ha dejado subir a mí –intervino el pelinegro, colocándose en medio de los dos y rodeándome con posesividad. – Seguro que por tu parte, ni siquiera saben que estás aquí.
— ¡Jimin! –le regañé dándole una patada en intentando soltarme. Me ignoró por completo, tan solo sacudiendo la pierna y prosiguiendo con ese duelo con Jungkook de a ver quien sostenía más la mirada.
— Y encima entrando por la ventana. Que cliché.
— Taehyung hace lo mismo contigo–le recriminó el mayor alzando una ceja con impaciencia. Yo no dejaba de dar toquecitos con el pie contra el suelo, nervioso por como pudiera terminar esta situación.
— Así que eres un cliché y encima vas copiando a tus amigos –le miró de arriba abajo y chistó. – Que poca personalidad.
— Te recuerdo que no soy yo el penoso que mete su pedazo de nariz en relaciones ajenas en vez de preocuparse por la suya.
— Me preocupo por mi relación, idiota.
— Pues ya podrías limitarte solo a eso y dejar a los demás.
— Quizás tú podrías limitarte a volver por dónde has veni—
— Cuando terminéis me avisáis –declaré soltándome de Jimin y dirigiéndome a mi cama, donde me dejé caer al tiempo que agarraba a Kumamon y acomodaba con él entre mis brazos. Por suerte, al contrario de lo que me esperaba, ambos se callaron. – Me estoy cansando, que lo sepan.
— Es él quien siempre me busca –murmuró Jungkook revolviéndose el pelo con frustración. Seguidamente abrió uno de los bolsillos de su chaqueta de cuero y de ella sacó una cajetilla de cigarro. Antes de que Jimin respondiera, ya tenía uno encendido en los labios y se dirigía a abrir de nuevo la ventana.
— No le busco, me provoca que sea tan idiota –respondió mi mejor amigo mientras observaba a Jungkook. Cuando este último comenzó a fumar apoyado en la ventana, Jiminse giró y me miró anonadado. Yo alcé una ceja sin comprender la reacción. – ¿Él puede fumar aquí? –asentí extrañado de que le sorprendiera tal detalle. – ¡A mí no me dejabas!
— Me quiere más a mí –bromeó Jungkook para enfadarle aún más. Quizás en otro momento hasta podría haberme llegado a hacer gracia, pero ahora no quería pinchar más a Jimin. Bastantes avances habíamos hecho como para estropearlos por un cigarro.
— No quiero a ninguno más que a otro. Y puedes fumar si quieres, he cambiado de opinión.
— Ya no fumo, idiota.
— Oh, es verdad –recordé sonriendo. Al parecer Jimin se indignó mucho cuando un día Taehyung le ganó en una carrera y desde entonces decidió dejar el tabaco para ejercitarse y mejorar su condición física. Un motivo estúpido que había llevado a un buen cambio. – De cualquier forma, si lo hicieses, ahora podrías.
— Es un alivio saberlo –respondió irónicamente mientras se colocaba las zapatillas. – Yo me voy – se colocó su chaqueta y miró en el espejo antes de dirigirse a la puerta. – Nos vemos mañana en clase.
— ¡Hasta mañana! –me despedí alegremente.
— Taehyung estaba en el parque que hay a dos calles. Algo de una pelea, nada importante.
— ¿Piensas que diciéndome eso me vas a caer mejor?
— Pienso que diciendo eso, vas a ir a verle, y en consecuencia mi amigo estará mejor –dio una última calada y tiró el cigarro, cerrando inmediatamente la ventana y girándose hacia mi amigo. – Tú no me interesas, mocoso.
— No entiendo como Yoongi puede querer estar contigo.
— Jimin –murmuré regañádolo. Él rodó los ojos y abrió la puerta, girándose hacia mí antes de salir.
— Lo acepto, tranquilo. No lo entiendo, pero lo acepto.
Cuando cerró la puerta yo sentía como si un peso que llevaba cargando desde hacía semanas, desapareciera por completo. Jungkook se sentó en la cama, observándome con una sonrisa, y lo primero que hice, fue arrastrarme hacia él y agarrarme de su cintura, rodeándole con ambos brazos.
— Tiene envidia porque trepo las ventanas mucho mejor que su novio –reí y él se movió para poderme observar mejor, quitándose los zapatos y subiéndose por completo a la cama conmigo. Apoyé la cabeza en su regazo y él comenzó a acariciar mi cuello de una forma muy agradable. – Quizás deberías cambiar de amigos en vez de novio.
— Te recuerdo que él fue el único que me ayudó y quiso estar conmigo cuando se burlaban de mí –apartó la vista incómodo y yo escondí mi cara girándola hacia su abdomen y pegándola ahí. Tampoco me resultaba apetecible tratar estos temas, pero solía salírseme de forma inconsciente. – No importa, no he dicho nada.
— Soy un capullo.
— No lo eres, ya no lo eres –él suspiró y apartó la vista cuando volví a mirarle. Levanté la mano y le acaricié el mentón, llamando su atención. – No te enfades.
— No estoy enfadado contigo.
— Tampoco quiero que te enfades contigo mismo –rodó los ojos y yo me abracé más a él, intentando tranquilizarle. – Te he perdonado, todo está olvidado.
— No está olvidado, Yoongi –declaró más bruscamente de lo esperado, tensándome al escuchar el tono de voz. No me asustaba, pero tampoco me era agradable. – No he cambiado, y si me comporté de esa forma en el pasado, nada me dice que no vaya a volverla a repetir en un futuro.
— Per—
— Wonho te metió una paliza mientras los demás observaban y sigo juntándome con ellos con total normalidad, como si nada hubiera sucedido.
— Eran otros momentos, ahora es diferente... –murmuré autocoveciéndome. En realidad no entendía porque era yo quien tenía que tranquilizarle siendo la víctima en el pasado. Debería ser al revés, yo quien estuviera nervioso, quien tuviera miedo de que se repitiera, y no al contrario. – Confío en ti, Jungkook.
— Eres el único –respondió con voz ahogada. Esta vez no esperé a que me mirara, a llamar su atención. Me incorporé, levantándome hasta colocarme de rodillas en el colchón, y seguidamente me senté sobre sus piernas estiradas, rodeándole con las mias mientras le abrazaba del cuello. – Yoongi, lo siento mucho.
— No me importa. Cállate.
— En serio, no soport—
No esperé a que terminara la frase, pues si lo hacía, nunca terminaríamos. En su lugar, le tapé la boca con mis propios labios, comiéndome aquellas palabras que tan inútiles eran en este momento. No quería escucharlas, no quería nada que no fuera besarle y que me besara en ese momento.
Cuando me separé, le sonreí. No entendía por qué, pero estaba feliz, y de alguna forma él parecía más animado también. Me respondió con otra sonrisa y solo eso me fue suficiente para volver a besarle al tiempo que colocaba a Kumamon de espaldas a nosotros.
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