5
Yoongi.
Comencé a guardar los libros a toda prisa cuando sonó el último timbre anunciando el final de clases.
Por algún motivo, últimamente me gustaba cada vez menos ir al colegio. Quizá era que la comida me sentaba mal, no tenía idea, pero definitivamente algo de la escuela provocaba que me doliera tanto el estómago cada vez que cruzaba esa puerta.
Cuando mis padres me preguntaban, repetía lo mismo una y otra vez, que la gente era agradable. Y no mentía, realmente parecían todos muy simpáticos, aunque no lo pusieran en práctica conmigo.
Las únicas personas que me daban un poco de miedo eran los amigos de Jungkook, sobretodo uno de otra clase con los ojos negros y cuerpo totalmente tonificado. Siempre que mi mirada se topaba con la suya, un escalofrió me recorría entero y me ponía a mirar al suelo de forma inconsciente. Era realmente aterrador.
— Oh, perdona —murmuré tímidamente cuando choqué contra una persona. Llevaba varios libros en la mano, aquellos que no me había dado tiempo a guardar en la mochila debido a las prisas por querer salir de ahí cuanto antes.
Cuando levanté la vista, no pude sorprenderme más. Me alejé unos pasos hasta chocar contra una de las mesas, mirando fijamente a la persona con la que me había tropezado.
— Hey, Yoongi —para mi sorpresa, me sonrió abiertamente e incluso tendió una mano para incorporarme. Se acercó unos pasos y colocó varios mechones de mi flequillo de forma extrañamente cariñosa. No me desagradaba, pero tanta novedad en su comportamiento había llegado a incomodarme— ¿Ya te vas?
— H-hola.
— ¿Qué te pasa? —preguntó extrañado. Yo me obligué a comportarme de forma normal, ya que realmente parecía idiota asustándome tanto. Tan solo era Jungkook, mi amigo. No tenía motivos para desconfiar, y menos cuando me sonreía.
— Nada —sonreí y me recoloqué un asa de la mochila mientras sujetaba los demás libros con mi mano libre, sin saber cómo seguir la conversación. Era la primera vez que Jungkook me hablaba y no tenía ni idea de qué decir— M-me voy a casa porque las clases han terminado.
— ¿Podrías hacerme un favor antes de marcharte? —juntó las manos en señal de ruego y a mí me faltó tiempo para asentir sin pensarlo. Eché un vistazo para ver si sus amigos seguían en clase, pero no había ninguno. Incluso la profesora no estaba— ¿Me prestarías los apuntes de Biología? —colocó una mano en mi hombro y me miró fijamente antes de añadir— Me distraje en clase y no pude tomarlos. No puedo permitirme perder el hilo nada más ha comenzado el curso.
— No te preocupes —sonreí al tiempo que dejaba los libros sobre una mesa, y emocionado, comencé a buscar la carpeta de Biología en mi mochila. Cuando la encontré, le tendí la hoja de los apuntes de ese mismo día. Por suerte tampoco tenían muchos dibujos, solo unas pequeñas nubes tristes abajo en la esquina— Aquí tienes.
— Ah, muchas gracias —agarró el folio y lo dejó en la mesa de su lado. Me extrañó que no lo guardase, pero tampoco dije nada.
Esta vez guardé todos los libros en el interior de mi mochila, y tras colocármela a la espalda, me dirigí a la puerta. Cuando me giré, vi que Jungkook seguía en el mismo sitio.
— ¿No vienes conmigo?
— No, no. Yo tengo que hacer un par de cosas antes de irme —volvió a sonreírme, tranquilizándome, y agarró mi hoja de apuntes. Antes de que yo saliera, se despidió agitándola en el aire alegremente, y volvió a agradecerme por el favor— ¡Nos vemos!
— Nos vemos —respondí encantado, casi sin creerme lo que acababa de suceder.
¡Al fin Jungkook me había hablado! No estaba equivocado al pensar que era mi amigo. Y es que últimamente, con tanto cambio de humor, llegué a pensar que podía caerle mal. Por suerte estaba equivocado y seguíamos llevándonos igual de bien que el primer día.
Sonreí y me dirigí a la salida con pequeños saltitos, sin preocuparme que alguien pudiera verme. Aunque de hecho, nadie podía verme ya que todos los pasillos estaban desiertos. Mi charla con Jungkook se había demorado lo suficiente como para que todo el mundo hubiera abandonado el recinto.
No había nadie con quien pudiera chocarme o tropezarme. En realidad era bastante más divertido que a primera hora, cuando apenas podías dar un paso sin que te estrujaran.
Una vez salí, me dirigí a la parte trasera del edificio, aquel sitio donde yo aparcaba mi bicicleta todas las mañanas. Y no era el único, hasta había gente que dejaba sus skates o monopatines. Era como un aparcamiento para vehículos de alumnos.
Sonreí por mi ocurrencia mientras me acercaba tranquilamente hacia mi bicicleta, la única que quedaba aparcada. Fui a quitarle el candado, aún alegre por la reciente situación en clase, cuando me percaté de algo diferente.
Algo diferente concretamente en las ruedas. Las apreté y efectivamente pude comprobar que estaban bastante desinfladas en comparación a como las traje esta mañana. De hecho, les faltaba tanto aire, que si apretaba en mi agarre podía juntar ambos lados sin ejercer mucha fuerza.
Con agobio, empecé a buscar el causante de que mi bici estuviera quedándose sin base, y a los pocos segundos lo encontré, o más bien, las encontré. Dos rajas no muy grandes estropeaban la superficie de cada rueda. Aún soltaban aire. Seguramente el accidente acababa de suceder, y eso era lo que más me molestaba. Si hubiera salido antes de clase, quizá lo hubiese podido impedir.
Mordí mi labio inferior e intenté aguantar las lágrimas y buscar una solución. No debía llorar, siempre me regañaban porque era lo primero que me salía ante estas situaciones, pero es que de verdad sentía como el pecho me quería explotar.
Finalmente conseguí agarran mi móvil y marcar el número de mi hermana sin soltar ni una sola lágrima.
— ¿Yoongi? —cuando escuché su voz al otro lado del teléfono, juraría que la presión de mi pecho disminuyó un poco— ¿Yoongi, eres tú?
— ¡Yongsun! —con los dientes habiendo liberado mi labio, este formó un puchero inconscientemente y se puso a temblar mientras yo hablaba— Mi bici se ha roto.
— ¿Qué? ¿Has roto la bicicleta que te regalé por tu cumpleaños?
— Noooooooo —los ojos empezaron a inundárseme y tuve que taparlos con la manga de mi chaqueta para cumplir mi objetivo de no ponerme a llorar como un bebé— Te lo juro. Yo no hice nada, tan solo volví y el aire se estaba saliendo...
— Tranquilo Yoongi, cálmate.
— Pero te lo juro, te lo juro por Kumamon —si ya estaba agobiado de por sí, el que mi hermana pensara que había roto yo las ruedas tan solo conseguía ponerme aún más nervioso. Era la bicicleta que me había regalado por mi cumpleaños, aquella que tantos trabajos de medio tiempo le había costado. Quería esa bici con toda mi alma y la trataba con tanto aprecio que jamás me plantearía ponerla en peligro. Sí, era un, pero uno muy importante para mí.
— Te creo, no pasa nada, tranquilízate —hablaba de forma pausada, consiguiendo lo que sus palabras me pedían— A mí aún me queda una clase, pero si me esperas a que salga, podemos volver juntos.
— ¿En tu moto?
— Claro —rió en voz baja y casi pude sentir cómo me acariciaba el cabello cariñosamente, como solía hacer para reconfortarme— Mi colegio está a unas pocas manzanas. Te mando la dirección y me esperas en la entrada cuando llegues.
— Está bien —sonreí más aliviado y empecé a limpiarme las mejillas. De alguna forma las tenía ligeramente húmedas. Quizá, después de todo, sí que se habían terminado por escapar algunas lágrimas— Gracias S-sunnie.
— No es nada, tonto. Y deja de llorar.
— ¡No estoy llorando! —no respondió, soltó unas carcajadas, dejando en claro que no me había creído, y colgó. De igual forma, a pesar de mi indignación, ahora era una sonrisa lo que brotaba en mi cara. Saqué la lengua al móvil infantilmente y volví a guardarlo con mucho más ánimo que segundos antes.
Eché un último vistazo a mi preciosa bicicleta, lamentándome de nuevo por el incidente. Quizá había sido un animal, pero de cualquier manera, era una enorme faena. Podía imaginar el regaño de mis padres y lo que costaría arreglarla, y no me gustaba nada lo que me venía a la mente.
Suspiré, y tras acariciar el manillar con pesar, eché a andar a la salida.
Para mi sorpresa, mientras salía del centro, escuché unas voces junto a la valla. No tuve que acercarme mucho para distinguir quienes eran. Estaban riéndose a carcajadas, y entre las diferencias voces reconocí perfectamente la de Jungkook.
Me tragué mis ganas de acercarme a hablar, ya que estaba con sus amigos y no debía molestarle. Pero para mi sorpresa, el de sonrisa cuadrada me llamó.
— ¡Eh, tú! —miré a ambos lados, asegurándome de que no hablaba a nadie más— ¡Sí, tú idiota!
— Anda, Yoongi, ven aquí —esta vez era Jungkook, probablemente el único que sabía mi nombre. Prefería que se hubiera acercado él y así estar solos ya que sus amigos me intimidaban. Al final, tras vacilar un par de segundos, me acerqué. Él me lo había pedido, no podía negarme.
Cuando llegué, una bocanada de humo me envolvió por completo, empujándome a un ataque de tos. Jamás había probado el tabaco. De hecho, gracias a nadie de mi familia fumaba, mi vida había transcurrido bastante alejada de esa sustancia.
Agité mi mano para deshacerme de la nube y miré de reojo al chico rubio que me la había lanzado. Era otro de los de mi clase, el que se llama Chanyeol.
— Perdona —dijo sonriente, pero tras eso volvió a echar otra vez el humo en mi dirección. De nuevo tosí al tiempo que lo dispersaba con un movimiento de mi mano— ¿Te ha ocurrido algo?
— ¿Eh? —miré a mi alrededor en busca de la única persona que no se sentía como que me quería comer. Y le encontré junto al chico que me había llamado, también fumando. Llevaba la chaqueta colgada del hombro, dejando al descubierto la camisa que tan holgada y bien le quedaba. Esta vez cuando respondí, tan solo le mire a él— No sé a lo que se refieren.
— ¿Has llorando, Yoongi? —abrí los ojos de par en par, sorprendido por las palabras de Jungkook. Y sobre todo avergonzado, completamente avergonzado de que me hubiera descubierto. Solo los niños lloraban, y yo no lo era. Quise esconderme, pero de alguna forma habían terminado por formar un círculo, quedando yo en medio y expuesto a todas las miradas.
— N-no, para nada —me limpié los ojos con la manga por si quedaba alguna lágrima que me delatara, pero la tela seguía igual de seca que antes.
— ¿Y no te ha pasado nada? ¿Ningún incidente? —intervino otro del grupo. Un chico muy alto, el que tenía un lunar en la mejilla. Negué varias veces, abrumado por la situación— ¿Y dónde has dejado tu bicicleta?
— A-ah, eso...
— ¿Te la has olvidado?
— N-no, tan solo se ha roto —murmuré tímidamente. Y tal como predije en mi mente, todos se rieron, incluido Jungkook. Las ganas de irme comenzaron a invadirme, y los pies empezaron a moverse por sí solos. Pero por desgracia, como me había puesto a avanzar de espaldas, no noté que iba a chocarme con una persona. Una imponente— A-ah, perdona.
Era el chico ese que tanto miedo me daba. Inmediatamente me giré y alejé otros pasos hasta quedar de nuevo en medio del círculo. Los ojos del chico anterior me estaban mirando tan fijamente que me era imposible apartar la vista de ellos. Tenía la mirada más fría que había visto en mi vida. Mordí mi labio y apreté con fuerzas el asa de la mochila, rezando para no ponerme a temblar ahí mismo.
— ¿No tienes idea de quien ha podido ser? —negué con la cabeza sin prestarle mucha atención a sus palabras. En realidad estaba más pendiente de que no me fuera a comer— ¿Nadie sospechoso?
— U-un animal tal vez —solté sin pensar en voz muy baja. Quizá algún perrito que quería jugar. Ellos no parecían compartir mi opinión, porque echaron a reír como locos.
— ¡Un animal dice!
— ¡Oye, qué razón tienes, chico! ¡Ha sido una rata!
— ¡Hey! —se quejó, aunque tampoco paró de reír. Disimuladamente fui acercándome a él, hasta quedar pegado a su lado. Cuando me miró, me despeinó el pelo con su mano libre del cigarrillo, mirándome sonriente. Su sonrisa seguía igual de bonita, pero en estos momentos no conseguía tranquilizarme— Eres muy inocente, Yoongi.
— Ya, n-no se —solo quería marcharme, de veras que era mi prioridad en ese momento— Yo tengo que irme.
— ¿Tan pronto? —Chanyeol fue a acercárseme, pero como acto reflejo, me escondí rápidamente detrás de la espalda de Jungkook, aumentando las risas en todo el grupo— Llega a ser hasta adorable —y de nuevo todos volvieron a reír, soltando humo y tosiendo. Y yo cada vez me asustaba más.
Solté la manga del castaño que había terminado por agarrar, y me alejé unos metros. Antes de cruzar la calle, Jungkook se giró y se despidió agitando la mano del cigarro, dejando un rastro de humo con cada movimiento.
Fui a sonreír, pero entonces sus amigos imitaron el gesto, y los nervios volvieron a invadirme. Hice una rápida reverencia y me marché a toda prisa. Durante el camino a la universidad de mi hermana solo podía pensar en la hoja que había visto tirada en el suelo junto a la papelera.
Una hoja enormemente parecida a la que yo le había prestado a Jungkook con mis apuntes.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top