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Jungkook.

Me llegó la foto justo después de que la profesora terminara de escribir la última oración para analizar.

Era una foto de su mano agarrando un culo, el cual supuse que sería de Jimin. Genial, ellos echando un polvo y yo en clase de filosofía intentando mantener mis ojos abiertos. Realmente genial.

¿Y cómo era que mi amigo había acabado de esa forma? Porque sí, porque basándonos en circunstancias pasadas, Taehyung debería encontrarse llorando por las esquinas de su casa y no metiéndosela a Jimin. O dejando que se la metiera, tampoco podría asegurar ninguna de las dos cosas.

El caso es que el castaño no tardó ni un día en aparecer por la casa de Jimin para disculparse y suplicar su perdón de la forma más arrastrada existente. Por motivos divinos y milagrosos, terminaron follando. Y por más motivos divinos y milagrosos según Taehyung, es porque él es muy bueno en el sexo.

— Quizá Wonho tenía razón y se gustan.

— ¿Ha dicho algo, señor Jeon? —levanté con desconcierto la vista hacia la dura profesora que me observaba tras la gruesa pasta negra de sus gafas, las cuales no escondían su mirada de desaprobación.

— ¿Puedo salir un momento al baño? —solté sin pensarlo. No tenía ganas de que me preguntara la lección o seguir escuchando como la explicaba un segundo más. Necesitaba despejarme y de paso mandarle una foto a Taehyung mientras meaba para cortarle el rollo con el emo.

— No —rodé los ojos y me volví a recargar en la mesa. Gracias al inexistente encanto de la profesora, tendría que esperarme unos veinte minutos, y eso si sobrevivía. Me aburría tanto que ni siquiera podía entretenerme viendo como Chanyeol jugaba a soplarle en la oreja a Kyungsoo— Podrá ir cuando termine la clase.

— Cuando termine la clase me voy a ir a mi casa —murmuré en voz baja, relamiéndome internamente con solo imaginarme faltando a las cinco clases que aún nos quedaban.

— ¿Cómo? —la profesora se giró de nuevo hacia mi escritorio antes de dar un paso. Tragué saliva y me reincorporé de inmediato, pegando la espalda a la silla y sentándome tan correctamente que casi podía escuchar como me crujió la espalda— Me ha parecido escuchar algo.

— No dije nada.

— Eso espero.

Y se marchó con sus silenciosos, planísimos y relucientes zapatos de cuero que destellaban más que cualquier otra cosa de su vestimenta. En realidad, era algo que me gustaba bastante de ella, porque de esa forma, cada vez que bajaba la vista, podía distraerme siguiendo con la mirada aquel calzado. Además, me encantaba hacerlo porque era exactamente algo que Yoongi haría.

En este momento, Yoongi se esmeraba en tomar apuntes sin parar, intentando apuntar lo que escribía la profesora en la pizarra y lo que decía a la vez. No paraba de remover hojas y tirar accidentalmente los bolígrafos al suelo, y aunque sus compañeros de alrededor parecían querer matarle, a mí me resultaba lo más adorable del universo. En cierto modo, era el único motivo por el cual no ignoré las palabras de la profesora y me marché de inmediato.

Me gustaba mirar a Yoongi, me gustaba presenciar sus incontables manías o actos sin explicación. Era tan diferente, era la primera vez que me fijaba en alguien de esa forma, que observaba sus detalles y cada uno me encantaba más que el anterior.

Me gustaba como se mordía los labios cuando no comprendía algo, o cómo abría los ojos cada vez que esperaba una explicación, o los innumerables dibujos que hacía en el encabezado de cada página.

Todo en él era bonito, pero lo que más me gustaba, era cuando sonreía y en ella atrapaba su labio inferior, intentando borrarla, pero siendo imposible hacerla desaparecer aunque fuera un centímetro. Era tan bonita que cada noche me arrepentía de no haberla aprovechado cuando tuve ocasión.

Ahora él me odiaba.

Bueno, no me odiaba, pero se esforzaba para hacerlo. Cada vez que me miraba y yo le veía, apartaba la vista rápido, y no por timidez, sino fingiendo indiferencia. A Yoongi se le daba horrible fingir indiferencia. Lo único que hacía era que me molestase más y más su maldita cabezonería.

El timbre sonó y ahí estaba de nuevo, mirándome unos segundos, percatándose de que yo también le miraba, y apresurándose a aparentar normalidad mientras recogía torpemente sus libros. Y yo de pie, aún sentado en mi sitio, pensando alguna forma que existiera para poder acercarme a él, para ganarme su confianza.

— ¡A-ah! —levanté la vista de inmediato hacia aquella voz.

Efectivamente era de Yoongi. Estaba en el suelo, con varios libros alrededor suyo y dos chicos pasando de largo. Seguramente se habían chocado con él para hacerse un hueco, y seguramente que el golpe no había sido accidental por la forma en la que sonreía con malicia.

Apreté los puños con frustración, poniéndome en pie sin pensarlo. Solo quería agarrarlos y obligarles a que se disculparan, a que le pidieran perdón y se asegurasen de no volverse a chocar con él. Pero no hizo falta.

No hizo falta porque alguien se me adelantó.

Ante mis incrédulos ojos, Wonho agarró a ambos chicos del cuello de la camiseta y les arrastró de nuevo a la mesa de Yoongi, colocándoles frente al castaño, quien estaba de rodillas, recogiendo tímidamente aquellos libros que se habían desparramado por el suelo. Yo estaba inerte, como casi toda la clase.

— Discúlpense —los chicos se miraron confusos entre sí. Tampoco los culpaba, pues ese no era el típico comportamiento de Wonho. Aunque siendo sinceros, Wonho no tenía un típico comportamiento. Era demasiado imprevisible— Ahora —añadió con firmeza, soltando bruscamente las camisas de estos y empujándoles un poco como empuje a que cumplieran su orden.

— Pe-perdón.

— Tú también discúlpate por tirarle al suelo —el segundo chico miró a mi amigo y luego a todos los de la clase que se encontraban presenciando la escena. Varias personas se encogieron de hombros, pero yo por mi parte, observaba con una vista muy afilada, temiéndome las intenciones de Wonho con su primer movimiento— Vamos.

— Perdón.

— Muy bien —volvió a empujarles sin mucha fuerza, pero esta vez en dirección a la puerta. Cuando los chicos se vieron libres, no tardaron en salir todo lo rápido que pudieron, intentando permanecer el menor tiempo posible frente al pelinegro— ¡Y más les vale que no se vuelva a repetir! —advirtió con firmeza aunque no hiciera falta, pues era obvio que ninguno de los dos volvería a realizar lo mismo, incluso aunque él no estuviera presente.

— Gra-gracias... — esa voz apenas audible, pertenecía a Yoongi sin duda alguna. Y efectivamente, el castaño seguía de rodillas en el suelo, con un par de libros entre sus manos y una incredulidad en sus ojos casi palpable.

— Espera un momento —Wonho se giró hacia la clase, que casi le habían hecho un corro para presenciar la escena, y frunció el ceño— ¿Qué mierda miran? —a excepción de Chanyeol y Kyungsoo, quienes no estaban interesados, y de NamJoon, quien obviamente no se achantó bajo las palabras de Wonho, todos los demás de la clase volvieron a sus tareas o abandonaron el aula. Tan sencillo como eso, como imponer o transmitir miedo— Ahora sí —se agachó hasta quedar a la altura de Yoongi y sonrió. Yo apreté los dientes, observando la escena con impotencia. Estaban muy cerca, demasiado para mi gusto— ¿Decías algo?

— Decía que gracias.

— Oh, claro —Wonho sonrió tan falsamente y a la vez con tanta perfección, que no pude más que odiarle mientras Yoongi se quedaba embobado con aquella belleza a la que tantas personas habían sucumbido— No te preocupes, tú no tienes la culpa —sin previo aviso, se puso a recoger los pocos libros que quedaban bajo la mesa, y se colocó de nuevo en pie, dejando los libros, esta vez sobre la mesa, y tendiendo gentilmente una mano a Yoongi para ayudarle a levantarse— Además, te lo debo.

— S-sí, eso creo —el castaño estaba totalmente sobrecogido, aceptando sin mucha convicción la mano de Wonho, con tanto desconcierto que parecía drogado— Gracias.

— Nos vemos, pequeño —le revolvió el pelo, revolviéndome el estómago a mí con tan solo ese gesto, y se marchó. Se marchó después de buscarme con la mirada a centímetros de cruzar la puerta y sonreírme.

Realmente quise pegarle, quise perseguirlo y poner en práctica todas mis advertencias. En realidad no había hecho nada, o nada malo, pero estaba acercándose a Yoongi, y no me daba ninguna confianza.

— ¡Yoongi! —me acerqué a paso rápido hacia él, quien se sorprendió cuando me vio aparecer. Seguro que aún estaba en su burbuja creada por Wonho. Rodé los ojos y acaricié inconscientemente su pelo, limpiando cualquier centímetro que pudiera haber sido tocado por mi amigo— ¿Estás bien? —pregunté por inercia, aunque pareciera en perfectas condiciones.

— Sí —con un disimulado movimiento de cabeza, apartó mi mano y comenzó a guardar los libros en su mochila— Perdona, tengo que irme —murmuró sin mirarme, antes de colocarse la mochila por un asa y salir casi corriendo de clase.

Casi sentí como se me contraía el estómago, como se doblaba sobre sí mismo y formaba un nudo mientras veía marchar a Yoongi, mientras le veía cruzando esa puerta y desapareciendo de mí vista en un segundo.

No sabía cuantos días más podría aguantar que me evitara, pero de lo que sí estaba seguro, era que no pasaría otro día viéndole tan cercano a la persona que menos confianza me daba en el mundo.

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De por sí, nunca me ha gustado ir a clase. No me gusta, a nadie le gusta, es aburrido y una pérdida de tiempo necesaria para poder obtener un trabajo, lo cual es otra pérdida de tiempo necesaria para poder conseguir dinero, y sinceramente, había mañanas en las que mi cara no era la felicidad absoluta.

Sí, yo que solía estar la mayoría del tiempo entre risas, cuando entraba por la puerta del colegio, mis comisuras tendían a decaer, igual que mi estado de ánimo.

Pero esos días no tenían ni punto de comparación con los actuales.

Cuando crucé la entrada a mi aula, y encontré a Yoongi sonriendo tímidamente mientras Wonho le acariciaba el pelo con disimulo y leían unos apuntes del castaño juntos, me visualicé a mí mismo tirando la mesa por la ventana. Realmente me vi cogiéndola, lanzándola contra el cristal y tras ella al pelinegro.

Obviamente no lo hice, pues en mis planes no estaba pisar la cárcel tan pronto. Me limité a apretar la mandíbula con fuerza, apartar la mirada y dirigirme a la última fila de la clase.

— Buenos días, Jungkook.

Rodé los ojos, maldiciéndolo por ni siquiera tener la decencia de ignorarme, sabiendo lo que su comportamiento significaba para mí. Le saqué un dedo sin mirarle, y comencé a sacar mis libros y demás material para la clase que nos tocaba a primera hora. Matemáticas. Un infierno, pero aun así lo prefería mil veces a la escena frente a mis ojos.

— Yoongi tiene problemas para estudiar este apartado de Trigonometría —colgué la mochila de la silla, intentando ignorarle. Él notaba mi molestia y se reía sin pudor alguno cuanto más borde era mi reacción— Quizá podrías ayudarlo.

— No hace falta —sentí cómo se me contraía el estómago al escuchar esa negativa con su dulce voz. Ese rechazo.

— A Jungkook se le dan bien las matemáticas, no te preocupes —me mantuve callado, observando a Wonho desde mi lugar. Yoongi no se giraba, tan solo miraba suplicante al pelinegro, seguro que para que no siguiera insistiendo en que me acercara. Se le notaba incómodo, y yo casi no podía comprender cómo prefería estar a su lado antes que en el mío— A él se le dan bien muchas cosas —me miró fijamente y sonrió con malicia. Ni siquiera sabía que pretendía, pero fuera lo que fuera, si era enfurecerme, lo estaba consiguiendo— ¿Verdad que sí, Jungkook?

Apreté mis puños y me tragué todas las palabras. Ni siquiera iba a darle el gusto de responderle, no iba ni a mirarle, ni a ver como volvía a acariciar la cabeza de Yoongi, como descendía la mano por el cuello, llegando al hombro, bajando lentamente y agarrando su brazo. ¡Y Yoongi ni se inmutaba! ¡Esto era insoportable!

Empujé la mesa, rompiendo el silencio de la clase y abriéndome paso hasta donde estaban ellos dos. No miré a la cara al castaño, de hecho, no miré a los ojos a ninguno. Pasé de largo y señalé a Wonho y seguidamente la puerta antes de ordenar con autoridad, con una firmeza que me salió del alma.

— Afuera, ahora.

Escuché las risas de Wonho mientras yo salía por la puerta, pegando la espalda a la pared nada más abandonar el aula. Varias personas pasaron frente a mí, pero no estaba de humor para devolver siquiera un gesto de cortesía a nadie.

— Eso fue muy rudo, Jungkook.

Detuve sus risas de inmediato, cerrando la puerta de clase con un golpe y seguidamente colocando al pelinegro contra la pared, encasillándole ahí mismo. Me daba exactamente igual que la poca gente que frecuentaba los pasillos a esas horas, nos viera. Me daba exactamente igual todo, menos el que estuviera al lado de Yoongi continuamente.

— No sé qué mierda pretendes, pero te advierto desde ya —me incliné más sobre él, incapaz de reprimir mis impulsos. Bueno, de reprimirlos más de lo que ya lo estaba haciendo, porque sinceramente, si me guiara por ellos, ahora estaría golpeándole la cabeza contra la lisa e impecable pared— Sea lo que sea, déjalo.

— ¿No piensas que Yoongi tiene una piel muy linda? –comenzó a hablar, dándome a entender que nada de lo que yo le había dicho le importaba en absoluto— Enrojece con facilidad.

— Wonho...

— Seguramente será muy divertido marcarlo.

El puñetazo fue directo a la mandíbula.

No hubo más, solo fue uno, y más que suficiente. Mientras él volvía a incorporarse, yo le observé aún con mi puño latente, con sangre hirviendo corriendo por mis venas. Acababa de encender una mecha, y tenía que apagarla si no quería verme con consecuencias desastrosas. No sería bueno que me echaran, no quería ni imaginar la situación de un día entre Yoongi y Wonho solos.

Por miedo a esa última idea, me giré en busca de cualquier profesor o adulto que nos hubiera visto. No había nadie, a excepción del pequeño grupo de alumnos que se había aglomerado frente a la puerta de clase, temerosos de abrirla sin mi permiso después de que yo la hubiera cerrado.

— Entren o váyanse de aquí —ordené sin paciencia, consiguiendo que el grupo se disipase en cuestión de segundos. La gente que caminaba por el pasillo también aceleró su paso— Y tú —volví a mirar a Wonho, quien estaba sujetándose la mandíbula y lamiéndose el labio inferior, cerca de la comisura derecha, porque había empezado a sangrar— No juegues con eso, te lo digo en serio.

— Jamás te había visto de esta forma —sonreía maliciosamente mientras hablaba, desprendiendo veneno en cada una de sus palabras. No me importaba, pues yo en las mías desprendía ira.

— No quieras verme, hazme caso.

— ¿Por qué no? —se pasó el dedo por la rotura del labio, manchándolo de sangre, y mientras se lo metía en la boca, me sonrió— Es divertido.

— ¿Hola? —ambos nos giramos hacia la tímida voz que surgió a nuestro lado. Era Yoongi, asomándose levemente por la puerta. Cuando nos vio, echó un vistazo a ambos, deteniéndose en el labio de Wonho y luego mirándome a mí, impresionado, y por desgracia, con un atisbo de miedo. No quería que me temiese, no quería eso de ninguna forma— Tardaban mucho y escuché a unos compañeros hablando de que alguien se estaba pegando, y pensé... pensé que podría salir a mirar.

— Yoongi.

— No te preocupes, no pasa nada –me interrumpió Wonho, quitándome de en medio y revolviendo dulcemente el pelo del castaño con la mano que no tenía manchada de sangre— Vamos, entremos a clase —le sonrió y Yoongi asintió, agitando su cabello con ese gesto— ¿Y tú? —se giró hacia mí, al tiempo que colocaba un brazo alrededor de Yoongi, siendo consciente de que mi vista se fue a ese gesto nada más lo hizo. Fruncí el ceño y él sonrió— ¿Entras?

— Wonho, cuidado con lo que haces —advertí entre dientes, apretando la mandíbula en lugar de apretar otra cosa, como el cuello de Wonho. En ese momento, adoraba la idea de asfixiarle de mil formas diferentes. Luego miraba a Yoongi, encontrándome con esa curiosa y asustada mirada, y volvía a relajarme de inmediato.

Negué y me giré, dándoles la espalda.

— ¿Jungkook no viene a clase? —escuché preguntar al castaño, pocos segundos después de que yo echara a andar.

— No, no lo creo —esa no era mi voz preferida, era de nuevo aquella que tanto conseguía enfadarme. Inspiré hondo de nuevo, manteniendo los nervios allí donde no pudiesen ser visibles y seguí caminando.

No asistiría a la primera clase. No lo haría por un bien común, por un bien en el que evitaba que todos mis compañeros y profesora presenciasen un asesinato en directo. Mejor sería fumarme un cigarro tras los muros de la escuela e intentar olvidar cómo un amigo mancillaba lo mejor que existía en el mundo.

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