39
Jungkook.
Estaba teniendo el fortunio de poder presenciar a Yoongi comiendo un trozo de pizza casi tres veces más grande que su mano. Se había empeñado en no cortarlo en pedazos, en agarrarlo tal cual se lo habían entregado y comenzar con el festín sin siquiera cubiertos.
¿Desagradable imagen, verdad?
Pues en absoluto.
Jamás había imaginado que alguien se pudiera ver tan excesivamente adorable y gracioso con la mayor parte de su cara manchada de tomate y queso. Hasta parecía tener mayonesa en la punta de la nariz, y ni siquiera había mayonesa en la comida. De alguna forma, Yoongi rodeado de veinte servilletas sucias y con toda la boca y su alrededor cubierta de comida, era la mejor imagen que podría haber deseado en ese momento.
— ¿Quieres? —me preguntó con cautela al descubrirme mirándole fijamente. Negué y agarré mi trozo de pizza, dándole un considerable mordisco que casi terminó con la mitad de la porción. Aun así los de Yoongi eran más grandes— Fraciaz or intarme a omer.
— No importa —respondí sonriente mientras masticaba, cubriendo mi boca por educación, tal y como me habían acostumbrado a hacer en casa— Se te va a romper esa parte —le indiqué señalando un extremo del trozo. En realidad tan solo era queso, pero efectivamente estaba a punto de impactar contra la mesa— Esa no —le corregí al ver que miraba la mitad contraria— Esa —volví a señalarla segundos antes de que se desprendiera del todo.
Yoongi intentó agarrarla al vuelo con la boca, pero como era obvio, no lo consiguió, y al final tuve que agarrarla yo con mi propio índice, el cual terminó convirtiéndose en un perchero de queso.
Fui a comérmelo pero entonces vi como el castaño abría la boca de forma inconsciente, seguramente ansioso por probarlo. Reí en voz baja y se lo acerqué a los labios, los cuales no tardó ni medio segundo en abrir y atrapar el trozo de queso entre ellos.
— ¿Cómo puedes mancharte tanto mientras comes? —pregunté en voz baja al tiempo que agarraba una servilleta nueva y se la acercaba al rostro. Él se encogió de hombros y volvió a morder de la pizza, manchándose más y esta vez incluyéndome en las víctimas, o al menos a mi mano, la cual terminó con una parte cubierta de tomate— Yoongi, eres un torpe.
— Espera —dejó el trozo sobre la caja de cartón y tras limpiarse, o al menos intentarlo, con tres servilletas limpias, me agarró la mano y lamió superficialmente la pequeña zona manchada de tomate. Sonreí y le seguí el juego, el cual probablemente no era un juego para él, moviendo mi mano hasta terminar con mi índice dentro de su boca. Al cabo de unos segundos hizo el amago de apartarse, pero no le dejé, aun jugando con mi dedo en su interior, agarrando su lengua y disfrutando de como intentaba retener inútilmente la saliva que había comenzado a descender por su comisura.
— Siempre me das demasiado a la imaginación, Yoongi —suspiré con resignación, soltándole y secándome el dedo con otra servilleta. Al final iban a terminar inundando la mesa— Anda, déjame a mí —añadí acercando el mismo papel de nuevo a su comisura, secando la saliva que había descendido por ella, y con aquel detalle, encendido ciertos pensamientos de Yoongi manchándose con otra cosa diferente— Y aquí también —aproveché para limpiarle también la nariz, y en general, cualquier centímetro de cara que tuviera sucio.
— ¿Hago que tengas más imaginación? —preguntó sin terminar de entender mis palabras. Asentí y seguí limpiándole, intentado tocar lo menos posible aquel tema. No podía ignorar lo que habíamos hecho y lo mucho que me estaba costando mantener mis impulsos.
— Más o menos.
— Eso es bueno —declaró con total convicción. Al ver que yo no respondía, ladeó la cabeza y añadió— ¿No?
— Más o menos —repetí. Él abrió la boca para volver a preguntar, y basándome en mi intuición, iba a ser un cien por cien seguro sobre el mismo, y peligrosísimo, tema. Así que no lo pensé dos veces, y tras hacer desaparecer la última mota de tomate de su moflete, arrugué la servilleta y se la metí en la boca, impidiendo que hablara— Aún nos quedan dos horas hasta que terminen las clases.
— ¿Me vas a acompañar a casa? —preguntó antes de llenar nuevamente sus mofletes que la deliciosa masa.
— ¿Quieres? —asintió enérgicamente y yo reí, apartando a un lado el pequeño trozo de borde que me quedaba de pizza— Entonces sí —añadí sonriente, disfrutando demasiado este momento sin darme cuenta.
— ¿Te lo vas a comer? —me preguntó refiriéndose al trozo de pan que acababa de apartar. Negué y antes de poder si quiera cogerlo, Yoongi abrió la boca y se inclinó ligeramente hacia delante. Agarré el trozo de borde y se lo acerqué con diversión, observando detenidamente cada uno de sus gestos.
Hasta cuando masticaba se veía adorable y tentador al mismo tiempo. Era agotador tener que controlar todo el rato impulsos que me empujaban a comérmelo en medio del local. De hecho, agradecía que aún me quedara un poco de decencia y responsabilidad, porque lo que era vergüenza, la había perdido hacía mucho, y no dudaba que si se me cruzaban los cables iba a terminar poniendo a Yoongi a gritar en los baños.
¡Pero no lo hice! No lo hice y eso era lo que importaba. Conseguí aguantar las dos horas como una persona de impecable comportamiento, aparentando una falsa ausencia de pervertidos pensamientos a la perfección. Porque sí, no iba a negar que a esas alturas de la tarde, mi autocontrol comenzaba a tocar límite, y el mérito era mucho mayor.
Y lo peor de todo es que Yoongi no se percataba de lo tentador que era, lo que aumentaba aún más su efecto en mí.
Una vez después de comer en la pizzería, propuse ir a descansar a un parque. Tenía el estómago tan lleno que no entendía como Yoongi podía haber comido casi el doble que yo y aún conservar si hiperactividad de siempre.
Nos sentamos en el césped, él tumbado con la cabeza entre mis piernas y yo disfrutando de las bonitas vistas. Era precioso ver como estornudaba y se rascaba tiernamente la nariz cada dos segundos, seguramente por el polen. De alguna forma, el castaño parecía encajar a la perfección con el ambiente, mimetizándose con él tan brillantemente que se veía como un cuadro a mis ojos. Uno digno de apreciar durante una vida.
— Jungkook —entreabrió un ojo y me pinchó con su dedo en mi mejilla para llamar mi atención. Hice el amago de mordérselo y él lo apartó asustado, causándome gracia— No me comas, tonto.
— No te como —respondí sonriente, llevando de forma inconsciente mis manos a su rostro y comenzando a acariciárselo, disfrutando de como se relajaba a mi tacto. No podía ni quería pensar en las veces que le había hecho daño. Simplemente no entendía mis razones. Era demasiado bello como para ser odiado, demasiado bello para este mediocre mundo— ¿Qué quieres?
— ¿Esto es algo especial? —sonreí, respondiendo erróneamente con mi gesto, porque no fue hasta que pasaron varios segundos y Yoongi seguía con la timidez y apuro en su rostro, que me di cuenta a que se quería referir realmente con la pregunta. Y me lo confirmó cuando volvió a despegar los labios— O—osea, que sí va a ser solo una vez, que si no vamos a repetirlo.
— ¿Quieres repetirlo? —dobló ligeramente el labio inferior y asintió con levedad mientras se distraía jugando con los botones de su camisa, haciéndolo girar entre sus dedos— Me encantaría repetir este día por siempre.
— ¿Hablas en serio? —me miró de reojo. Asentí y sonrió ligeramente, arrimándose aún más a mi pierna. Sin aviso, agarró mi mano y siguió jugando, solo que esta vez con mis dedos, levantándolos y bajándolos como si fuera lo más entretenido del mundo— Me he divertido mucho.
— Me alegro —realmente lo hacía.
— ¿Volveremos a jugar a las máquinas?
— También me encantaría.
Ambos sonreímos, pero con distintas verdades en nuestros labios. Porque yo no podía sonreír sinceramente sabiendo lo que estos estaban callando. Yoongi en cambio sí lo hacía, porque él nunca callaba nada, él decía lo que tenía que decir, y todo ello era bonito. Sin pensarlo, me incliné y le besé suavemente, disfrutando de su dulce tacto.
— Justamente iba a preguntarte si volveríamos a besarnos —desveló con ligeras e inocentes risas. Acaricié su mejilla y disfruté viéndole reír.
— Ya sabes qué voy a responder —volví a besarle sin dejar de acariciar su suave piel. Aún reía durante el beso, lo que me hizo disfrutar aún más de él.
— ¿Que te encantaría? —respondió con diversión. Asentí y esta vez fue él quien se incorporó, lanzándose encima de mí hasta terminar los dos tumbados, y me besó con mucha más intensidad que yo a él las demás veces— A mí también me encantaría.
Y él pronuncio esas palabras sin saber el duro significado que recaía sobre ellas, la dolorosa realidad que llevaba cada sílaba consigo de la mano.
Porque realmente me moría, me moría por pasar cada segundo con Yoongi, por verle reír y que no me importase quien me estuviera mirando a mí. Por disfrutar simplemente de su presencia a mi lado. Me moría por estar con él.
Pero el miedo aún permanecía, y no sabía si tendría la fuerza suficiente para derribarlo o lo que tendría que derribar sería mi mundo utópico con el castaño.
— Jungkook —levanté la vista, saliendo de mi ensoñación y encontrándome con su intensa mirada a centímetros de mi rostro. Cuando vio que estaba escuchándole, colocó su índice debajo de mi labio, y sonrió— Me gusta tu lunar.
— Y a mí el tuyo.
Cuando volvió a besarme, antes de ello rozó con sus labios la zona que antes cubría con su dedo, en la que supuse que se encontraba la pequeña marca. Y de nuevo no pude hacer otra cosa que sonreír, sentirme con unas pocas más de fuerzas, y pensar que realmente me encantaría.
Me encantaría que fuera posible todo lo que habíamos dicho y más.
¿Sería capaz? ¿Tendría valor para plantar cara a cualquiera que pudiera ser un obstáculo, incluyendo en ese grupo a mis propios amigos? No paraba de formularme las mismas preguntas una y otra vez, aterrizando siempre en una inexistente respuesta. Porque no lo sabía hasta que llegara el momento.
La mañana anterior, cada minuto que había pasado con el castaño me sentía más y más seguro, incluso en el último instante que le vi antes de que su hermana me gritara que qué mierda hacia ahí y que me fuera, podía haber declarado con firmeza que me enfrentaría a quien se pusiera en frente, fuera quien fuera.
Pero de camino a casa los miedos regresaron.
¿Valía la pena? ¿Cuáles podían llegar a ser mis pérdidas? ¿Y las de Yoongi? ¿Qué podía sucederle a él si las cosas se torcían y acabábamos con mi grupo dándonos de lado? O peor, teniéndonos en el punto de mira.
Sería horrible, simplemente no quería ni imaginarlo. Yo era fuerte, podría contra uno, dos, puede que incluso todo el grupo, pero no con la influencia que existía tras ellos. Si les tenías en contra, no solo era a ellos, sino a todas las personas que vivían bajo el miedo de sufrir las mismas consecuencias.
Así que en general, mientras me dirigía en moto a clase, buscando un lugar para aparcar, rezaba internamente para que un meteorito aplastara el colegio y no tuviera que hacer frente a ningún problema, a ninguna consecuencia de mis acciones.
— ¿No vas a entrar?
Me giré hacia la persona que acababa de saludarme con un suave golpe en la espalda. Era Taehyung. Como siempre, iba impecable de pies a cabeza. Todo el uniforme se le ajustaba a la perfección, haciendo honor al chico con mejor tipo de todo el colegio. Era triste que prefiriera romperse a golpes ese bonito rostro en vez de cuidarlo.
— Sí, supongo —respondí resignado, comenzando a andar hacia la puerta que llevaba mirando varios minutos. Taehyung me imitó, adentrándonos en el interior del edificio al mismo tiempo. Todos los demás alumnos cuidaban de no empujarnos o chocar con nosotros, y no podía negar que se sentía muy agradable, sobre todo a esas horas de la mañana— Pero si quieres faltar, puedo acompañarte. Aún estamos a tiempo —propuse con escondida esperanza, la cual se disipó al ver como Taehyung negaba decaído con la cabeza.
— No puedo —se pasó las manos por la cara y suspiró. Yo ya sabía lo que eso significaba, y sinceramente, sentía lástima por él— Tengo examen. Examen de matemática —se apoyó dramáticamente en mi hombro, cubriendo su rostro con el brazo y siguió lamentándose— Si no lo apruebo, mis padres me dejarán sin paga durante un mes. Y me llevarán a casa de mis primos cada vez que ellos se marchen de viaje— Mátame, Jungkook. Estoy sufriendo.
— En vez de lamentarte, deberías estudiar. No es tan complicado.
— No es tan complicado para ti que eres listo y tienes capacidad de concentración. Yo tengo a un enano todo el rato en mi cabeza y no hay espacio para el colegio.
— Todos tenemos nuestras cosas, pero igualmente no me impiden aprobar.
— ¿Se puede saber por qué mierdas no me animas en vez de culpabilizarme más? —preguntó enfadado, levantándose de mi hombro y mirándome fijamente por primera vez. Nos detuvimos en su taquilla, donde comenzó a sacar todos los libros necesarios. Pocas eran las veces en que se llevaba alguno a casa— Así no se comporta un amigo, amigo.
— ¿Prefieres que te mienta?
— Sí —respondió ofuscado, cerrando la taquilla de golpe con indignación. Yo sonreí y le eché un vistazo de arriba abajo, relamiéndome por la respuesta antes de tiempo.
— Está bien, como quieras. Empecemos de nuevo.
— Voy a suspender matemática y mi vida es un asco.
— Te veo más alto blanco últimamente —sonrió, dispuesto a agradecerme el cumplido, y al instante se percató del significado. Me costó un golpe con fuerza en el pecho, cosa que no detuvo mis carcajadas ni por asomo. Incluso tuve que apoyarme en su taquilla, ya cerrada, para no caer de cara al suelo— Te estoy mintiendo para hacerte sentir mejor. Además que no tienes culo.
— ¡Serás cabrón! —intentó darme una patada, la cual esquivé pero fue seguida de dos más. Antes de que la tercera impactase contra mi cadera, alguien se metió en medio, sujetando la pierna del castaño y seguidamente a este mismo para que no cayera— ¿J-Jimin?
— ¿Estaban hablando de tus carencias? —rió, provocando que Taehyung volviera a fulminarme con la mirada. En cambio, cuando miró otra vez a Jimin, tan solo se le iluminaron los ojos y sonrió como si fuera el mismísimo Jesucristo caído del cielo.
— ¿Qué quieres? —pregunté con ligero rencor. Me molestaba las confianzas que se traía este niño. Me molestaba que él, alguien tan cercano a Yoongi, pudiera estar perfectamente en nuestro grupo, pudiera ser aceptado con total tranquilidad, y el castaño no. No entendía por qué Jimin había preferido mantenerse siempre alejado de nosotros en vez de integrarse. No entendía qué tenía él que no tuviera Yoongi para no desagradarle a mis amigos.
— Que te marches para poder hablar con Taehyung.
— Quizá si me lo pides con un poquito más de educac...
— Fuera, Jungkook —declaró Taehyung con firmeza. Era anormal lo rápido que podía cambiar sus expresiones, lo rápido que pasó de la mirada más oscura del mundo dedicada a mí, a la más tierna cuando miró a Jimin— ¿De qué quieres hablar?
— No sonrías así, no te emociones.
— No me emociono —respondió Taehyung con una mirada totalmente emocionada— ¿Entonces? —solo falta que soltara corazones con cada pestañeo. Era asqueroso. Lo único divertido era que Jimin comenzaba a sentirse incómodo, apartando la vista y tosiendo para reducir la tensión.
De igual forma, eso no era suficiente para que yo permaneciera ahí sujetando las velas, así que en medio segundo, seguí avanzando, abriéndome paso entre los dos y empujando con fingida casualidad al menor, quien solo me miró con rencor pero no se molestó en comenzar una pelea. En cierto modo, me decepcionó que no lo hiciera. Habría sido una buena forma de ganarme una expulsión y no tener que ver a nadie, a nadie que no quisiera.
El caso era que terminé sentado en mi sitio, con NamJoon al lado enseñándome las nuevas fotos de perfil del príncipe del colegio y Chanyeol las que tenía de Kyungsoo cuando este último se había quedado a dormir en su casa. Ambas no podían ni compararse en un milímetro a las que me había hecho el día anterior con Yoongi en la cabina.
Pero a pesar de todo mi poco interés, seguí fingiendo que prestaba toda la atención del mundo, que lo que rondaba por mi cabeza era toda esa estúpida batalla de ligues y no mis comeduras de cabeza sobre qué hacer con el tema de Yoongi, el cual por cierto, aún no había entrado en clase.
Llegó casi diez minutos después de que esta comenzara. Por suerte, la profesora tenía un especial cariño por él, por todos los alumnos en general, y no sufrió represalias. Bueno, al menos por parte de ella. Los murmullos, comentarios y risas en voz baja sí que llenaron el ambiente durante unos segundos. Pero Yoongi no los oyó, o quizá fingió no hacerlo. En su lugar, me buscó entre la clase, levantando disimuladamente la cabeza, y cuando me vio, sonrió con ternura.
No lo pensé, tan solo sonreí en respuesta y vocalicé un saludo mudo, recibiendo otro por su parte, seguido de otra rectangular sonrisa. Luego se giró y comenzó a colocar torpemente los libros y apuntes sobre su escritorio, haciéndome imposible apartar mi vista de él, aunque solo pudiera contemplar su espalda.
— Tsch, tsch —NamJoon me tiró una tapa de bolígrafo desde su sitio, llamando mi atención y la de casi todas las personas que estaban en medio. Solo necesitaron una molesta mirada para volver a sus asuntos— ¿A que ha venido eso?
— ¿El qué? —pregunté cubriendo mi nerviosismo, haciendo que no sabía a qué se refería. Obviamente sí lo sabía. Me miró con molestia y cansancio, y señaló a Yoongi, quien estaba jugando a sacar y meter las minas de su portaminas— ¿Yoongi? —asintió y yo me encogí de hombros con naturalidad— Nada.
Abrió la boca, pero un instante antes de hablar, notó el exagerado silencio que inundaba la clase, y se decidió por el método tradicional de papel y bolígrafo. Cortó un trozo, escribió en él, y me lo lanzó con una pésima puntería. Después de tener que pedirle a mi compañero de dos mesas al lado que me acercara la nota, la abrí con curiosidad.
"Le has sonreído con si te lo quisieras tirar"
Fue levantar la vista y recibir el impacto de otra nota en medio de toda la cara. Fulminé a NamJoon, quien me sonrió divertido, y con resignación me dispuse a leer la segunda.
"O de que ya te lo has tirado"
Tras leerlas, agarré ambas notas y las arrugué con mi puño. Esperé a que la profesora se girara a la pizarra, para lanzárselas con fuerza. Le dieron en el pecho y cayeron de nuevo al suelo. El rubio las miró pero ni se inmutó, volviendo a levantar la vista a mi sitio.
— No es nada —insistí con cansancio. Él rió, miró a Yoongi, y empezó a hacer el amago de una mamada y demás obscenidades. Le saqué el dedo, murmuré un insulto, y devolví mi vista al cuaderno, intentando no imaginarme al castaño en todas las situaciones que había recreado mi amigo.
NamJoon era uno de los que me daba esperanzas. A él le daba todo igual. Iba por libre, pendiente de él y su gente. Jamás se metía en asuntos que no sintiera como personales, y definitivamente, mis gustos no lo eran. Seguramente si se enteraba de que me gustaba Yoongi, tan solo soltaría algún comentario pervertido y luego se olvidaría del tema.
Por ello, cuando sonó el timbre del primer recreo, cuando nos encontramos con varios del grupo tras el muro, mis ojos no paraban de posarse en él, destellando un mínimo de esperanza y curiosidad por saber que sucedía si le contaba todo, por saber si encontraría el apoyo que buscaba.
— Nam —golpeé suavemente su hombro para llamar su atención al tiempo que daba una última calada a mi cigarro y lo tiraba al suelo. Señalé la escuela y abotoné mi chaqueta del uniforme— ¿Entras?
— Aún quedan cinco minutos.
— Tengo que pasar por el piso de los de último curso para pedirle unos apuntes pasados a una persona. Pensé que quizá querrías ver a Jin.
— Vamos —tiró su cigarro al suelo, a pesar de que ni siquiera lo llevaba por la mitad, y tras agarrarse con fuerza, se impulsó apoyando su pie en el muro, y lo saltó con maestría, la maestría que nos habíamos ganado con la experiencia de todos estos años.
Yo hice lo mismo, cuidando no manchar mi uniforme, al contrario que mi amigo, quien ni siquiera llevaba puesta la chaqueta y tenía la mitad de los botones superiores desabrochada. Antes de saltar al interior, escuché una voz ligeramente aguda a mis espaldas.
— ¡Esperen, voy con ustedes! —miré a Taehyung, quien estaba colgando de la fachada. Le tendí una mano y ayudé a subir, aunque al igual que todos nosotros, no le hiciera falta. Ambos caímos al suelo al mismo tiempo, y de igual forma, nos quitamos el polvo del uniforme mientras andábamos a paso rápido para alcanzar al rubio— ¿Qué debería hacer si alguien me dice que deje de celarle pero luego me mete en los baños y empieza a comerme los labios hasta calentarme de una forma que ni te imaginas?
— Pues dejar de celarle y disfrutar —respondí sin prestar mucha atención. NamJoon ya estaba en nuestro lado, pero tampoco parecía con intención de meterse en la conversación. Tan solo tenía la vista pegada en su móvil y a pesar de ello lideraba firmemente la marcha, esquivando con total naturalidad a los pocos despistados que se ponían en su paso— ¿Jimin ha hecho eso?
— Más o menos —levanté una ceja, reclamando la verdad. Una verdad que no sería muy objetiva siempre que viniera de Taehyung— Lo de que dejara de celarle sí que me lo dijo.
— ¿Y luego te besó?
— Luego lo besé yo —sonreí con orgullo. Lo sabía, sabía que el castaño no había contado la realidad. Y él lo notó, porque me dio un golpe y frunció el ceño— ¡Pero fue él quien me metió en los baños!
— Seguro que no quería que nadie les viera mientras te lo comías ahí en medio.
— Puede ser. Pero una vez dentro, mientras me estaba regañando, volví a besarle y esta vez no se apartó.
— ¿Y luego?
— ¿Luego qué?
— ¿No tenía que decirte algo?
— ¡Oh, cierto! —se rascó la nariz y encogió de hombros con normalidad, como si eso careciera de importancia. Quizás así era para él— Nos olvidamos. Sonó el timbre y tuve que irme al examen.
— ¿Qué tal el examen? —pregunté cambiando de tema. Por la cara que puso, ya adelanté las malas noticias sin necesidad de palabras— Las matemáticas no son tan difíciles, vamos.
— Habla por ti.
— NamJoon —me acerqué al más alto, y miré a Taehyung mientras hablaba con el primero— ¿A qué no son difíciles?
— ¿Eh? —levantó la vista del móvil y me miró desconcertado— ¿Quién es difícil? ¿Jin?
— Las matemáticas.
— Ah —me miró con indiferencia y negó. Seguramente habría reaccionado igual a cada asignatura. Era tan brillante en ellas que aún no entendía como podían resultarle tan indiferentes— Supongo. Todo eso es fácil.
— No me compares con NamJoon. Él es un cerebro con patas.
— Y polla —intervino el rubio sin quitar la vista de la pantalla. Parecía que estaba hablando con alguien.
Luego Taehyung y yo seguimos discutiendo hasta terminar apoyándonos mutuamente. La conversación cambió cuando caí en que ya no tendríamos casa para fiestas, en que ya no podría pasarme la vida en su habitación haciendo el vago o que no tendría un lugar donde caerme muerto a las seis de la mañana volviendo de fiesta.
Le ofrecí clases particulares gratis y obligué a NamJoon que nos prestase su ayuda, quien accedió sin prestar mucha atención a lo que acababa de aceptar. Ni siquiera se percató de cuando Taehyung se marchó a los baños tras ver entrar a Jimin en estos.
NamJoon y yo seguimos avanzando en dirección al último piso. Él con la esperanza de encontrarse a Jin y yo con los nervios a flor de piel, sintiéndome cada vez más inseguro de lo que iba a suceder.
Y entonces oímos un grito.
No fue un chillido, sino más bien un insulto en voz alta. En voz tan alta que hasta NamJoon bloqueó el móvil, intrigado en lo que sucedía. Ni siquiera tuvimos que hablarlo para cortar nuestro camino y cambiarlo de vuelta hacia el corro de personas que comenzaba a formarse en el interior del pasillo.
— ¡Tenía que ser con él, a pesar de todo lo que te he dicho!
— ¡Ya te dije que me iré con quien quiera, que dejes de joder!
— ¡Solo me preocupo por ti, idiota!
— ¡Nunca te he pedido eso!
— ¡Entonces deja de confundirme con tu forma de actuar!
Eran Taehyung y Jimin, manteniendo la conversación más larga, quizás de toda su vida. Al menos la más larga que el mundo había presenciado, pero no la que más insultos contenía, aunque a medida que hablaban estos iban en aumento.
Eché un vistazo alrededor para intentar comprender el punto de la pelea, y no tardé en divisarlo apoyado en el marco de la puerta del baño con la camiseta a medio abrochar y unas marcas recientes en el cuello. Y no solo Wonho, Jimin también tenía varias zonas rojizas, aunque este último fuera más cubierto.
— Creo que Wonho ha vuelto a enrollarse con Jimin —murmuré en el oído de NamJoon, quien se encontraba valorando la situación en silencio. Tenía una mirada impasible, pero supe que no estaba de acuerdo con el comportamiento de Wonho, cuando soltó sonoramente el aire contenido por la nariz, y estiró su cuello.
— Me marcho —comenzó a andar en dirección al segundo piso y yo asentí. No se metía en cosas ajenas, pero aquellas que le desagradaban, prefería no presenciarlas. No era su problema, y quizás yo debería haber hecho lo mismo.
Pero no lo hice, y esos segundos de más, me hicieron presenciar aquello de lo que me arrepentiría sin duda alguna.
El primer golpe fue de Jimin. El segundo de Taehyung. El tercero creo que también del castaño, y luego el pelinegro se lanzó sobre este primero y comenzaron a rodar por el suelo mientras se rompían la cara con tantas ganas que parecían hasta disfrutar del acto. Miré a Wonho, quien observaba la escena con una ladeada sonrisa.
Y luego apareció él.
Apareció Yoongi, abriéndose paso entre la gente hasta llegar a mi lado. Fue a preguntarme algo, supuse que el qué sucedía, pero entonces vio a Jimin, y tras quedarse paralizado unos segundos, hizo el amago de lanzarse hacia su amigo.
— ¡Jimin! —le agarré de la espalda, impidiendo que se metiera de lleno en aquel intercambio de golpes por doquier. Su amigo ni siquiera le escuchaba. Tanto él como Taehyung, con tan solo unos minutos de pelea, daban pena, al menos físicamente, porque en lo que respectaba a fuerza seguían repartiéndose con la misma— ¡Suéltame! ¡Jimin!
— Yoongi, calma.
— ¡Jimin, para! ¡Déjame! —exclamó desesperado, intentando zafarse de mi agarre con tanto ahínco, que en un momento que lo consiguió, casi se me sale el corazón. No lo pensé ni un segundo antes de lanzarme a por él, agarrándolo con más fuerza que la vez anterior y colgándomelo al hombro— ¡Bájame, bájame, Jungkook! ¡Jimin!
Le cubrí la boca y seguí avanzando más rápido, sujetándole con firmeza, aun temiendo que se soltara y saliera corriendo. Temiendo que de alguna forma pudiera terminar implicado, y en consecuencia, dañado.
Abrí la puerta del gimnasio que había rodeando la parte trasera de la escuela, y tras lanzar a Yoongi sobre unas colchonetas, fui rápidamente a cerrar la puerta desde dentro, impidiendo que este volviera a abrirla cuando de un salto vino corriendo hacia mí, o más bien, hacia el manillar que había tras mi espalda.
— ¡Déjame salir, Jungkook!
— Cálmate y te dejaré.
— ¡Están pegándole a Jimin, apártate!
— No le están pegando, se está pegando con Taehyung. Igualdad de condiciones —Yoongi volvió a intentar quitarme, colmando mi paciencia. Le agarré de las muñecas y giré, colocándole con la espalda en la pared y sus manos en alto, aún sujetas— ¡Yoongi, para de una vez!
Y entonces se hizo el silencio.
Me miró con los ojos muy abiertos, inundados en lágrimas que ya llevaban rato recorriendo sus mejillas. Sentí el impulso de limpiárselas, pero sabía que si le soltaba una mano, no tardaría en apañárselas para utilizarla y salir de aquí. Aún seguía resistiéndose, obligándome a ejercer fuerza y presión alrededor de sus muñecas, pero eso iba disminuyendo con el paso de los minutos, hasta que casi no tuve que hacer ningún esfuerzo para mantenerlas en alto.
Solté una lentamente. Luego la otra, y luego subí mi mano hasta su mejilla, limpiando su rostro con todas las ganas que guardaba en mi interior. Él no hablaba, solo lloraba en silencio, y yo le acariciaba en un intento de calmarle.
— ¿Estás mejor? —pregunté en casi un susurro. A penas podía distinguir las facciones de su rostro, únicamente iluminadas por la tenue luz que entraba a través del ventanal del fondo de la sala— ¿Yoongi? —me agaché ligeramente para verle desde abajo, ya que él seguía sin levantar si quiera la cabeza. Al encontrarme, la apartó, elevándola de nuevo y girándola a un lado. Volví a incorporarme, esta vez sosteniéndole de la mandíbula— Va a estar bien, no te preocupes.
— ¿Puedo irme ya? —preguntó fríamente, sorprendiéndome y seguidamente asustándome. Tragué saliva y baje la mano, rozando la suya e intentando tomársela disimuladamente, con el mismo disimulo que él tuvo cuando la apartó, escondiéndola tras su espalda— No hagas eso.
— ¿Qué ocurre? —no respondió, lo que empezó a incomodarme aún más. Me lancé a besarle, y apartó la cara, lanzando un golpe metafórico directo a mi pecho. Ni siquiera uno, en realidad ese rechazo se sintió como veinte camiones atropellándome— ¿Qué ocurre, Yoongi? —volví a preguntar, ahora con mucha más preocupación.
— No hagas eso tampoco —fui a hablar, pero él intervino antes de que yo soltase palabra, siguiendo con la frialdad de las suyas— No quiero ser tu amigo. Ni más que amigo. No quiero nada tuyo ni de tus amigos.
— ¿Qué? ¿Qué dices?
— Todos ustedes son malos y estoy cansado de tener miedo.
— E-eso no es así.
— Sí es así. No me gustan.
Ahora rezaba para que dejara de mirarme, para que apartara esa dura mirada fija de la mía, una que contenía tanto dolor como verdad, una que me afectaba más que cualquier otra en todo el universo.
— Vamos a hablarlo, Yoongi.
— Ya te he dicho que no quiero hablar nada, simplemente no hagas nada. Como los primeros días —me empujó ligeramente, intentando salir, y yo por inercia me interpuse y agarré su brazo. Me miró la mano y luego a mí— Suéltame.
— Vamos a hablarlo, por favor —insistí con desesperación. Aun así, seguía siendo el único sin lágrimas de la sala— Por favor, Yoongi.
Y de nuevo, no respondió.
Se soltó bruscamente y abrió la puerta sin echar un vistazo hacia atrás, sin mirarme una última vez antes de echar a correr en busca de su amigo, antes de que yo echara a llorar por un único motivo, por ser tan cobarde.
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