34
Jungkook.
Colgué el teléfono y lo dejé sobre la pequeña mesilla que había junto al lavabo. Era inestable y parte de ella estaba manchada de vómito, pero aun así, parecía mucha mejor opción que guardarlo nuevamente dentro de los pantalones de Taehyung.
— Ya está viniendo —le informé secamente al tiempo que agarraba otra toallita para seguir limpiándole el rostro. Estaba manchado de alcohol, babas, y lo que fuera que había estado mezclándose en su estómago antes de que lo devolviera— Aún no me creo que realmente te haya hecho caso.
— ¿Ah? —mi amigo me miró desconcertado, probablemente sin comprender ninguna de mis palabras a causa de la borrachera que llevaba encima. Puso un puchero y se agarró de nuevo a mi brazo, impidiendo que siguiera limpiándole. Por suerte a penas le quedaban los pantalones a medio poner, y toda la ropa manchada permanecía en el cubo de la ropa sucia— Quiero ver a Jimin.
— Está viniendo, te lo acabo de decir —repetí con extrema paciencia.
— Quiero verlo —volvió a murmurar, más adentrado en su mundo que en el de los demás. Solo inflaba los mofletes con tristeza y miraba a las baldosas de la pared, cristalizando nuevamente sus ojos.
Si Taehyung sobrio daba pena, después de haberse bebido él solo dos botellas de alcohol, esa faculta aumentaba en un mil por mil.
Todo esto había comenzado con él invitándonos al grupo y algunas personas más a su casa, a la fiesta que iba a dar. No estaban sus padres, y justamente una semana antes habían redecorado la asquerosa pocilga que tenían por trastero. El caso es que ahora nos encontrábamos casi treinta personas, desperdigadas por una salita sin apenas ventilación, y más alcohol del que deberíamos siquiera mirar.
Y por desgracia Taehyung había hecho algo más que mirar el alcohol, yo era su amigo, y las reglas no escritas del manual de amigos me obligaban a apoyarle en este duro y repugnante momento con olor a vómito en el que no paraba de repetir lo mucho que quería a Jimin.
— Será mejor que te deje en el piso de arriba.
— ¡No, quiero ver a Jimin! ¡Lévame con él! —se agarró nuevamente de mi brazo con tanta fuerza que pensé que me lo iba a descolgar. Cuando me conseguí soltar, no perdió tiempo y se abrazó al pequeño cubo de basura que había junto al bidé— No me iré sin él.
— ¿Sin la basura?
— ¡Sí!
— ¿Y Jimin?
Se quedó varios segundos mirándome con desconcierto, hasta que conectó mis palabras y poco a poco sus labios fueron formando un puchero.
— V-voy a hacer bombones, eso funciona.
Se vio interrumpido por la oleada de arcadas que le vinieron encima. Por suerte conseguí abrir la papelera a tiempo y acercar su rosto a ella, consiguiendo que todo cayera en su interior. Bueno, todo menos el olor, pues eso seguía esparciéndose por el baño a pesar de todos los ambientadores que yo ponía en uso para contrarrestarlo.
Los siguientes minutos tampoco fueron muy diferentes a los primeros. Taehyung seguía vomitando y lamentándose a partes iguales, y yo lo mismo pero sin los vómitos. Por otro lado no dejaban de escucharse risas al otro lado de la puerta. NamJoon y alguno más del grupo pasaron a preguntar si necesitábamos ayuda.
En realidad no la necesitaba, pero no iba a negar que prefería cargarle el problema a otro, y al menos eso hice durante unos diez minutos, cuando dejé a Kyungsoo con Taehyung, y con las llaves de este último, salí del trastero y subí a la lujosa cocina perfectamente decorada.
Después de un par de cigarros, unas bocanadas de aire fresco y medio vaso de agua, volví a sustituir a Kyungsoo, quien se encontraba apartando a Taehyung casi a patadas mientras el primero lloraba abrazado a su pierna repitiendo el nombre del emo una y otra vez.
— Que. Me. Sueltes.
— ¡Jimin, quiéreme!
— ¡Que me dejes en paz, me vas a arrancar mi preciosa pierna! ¡Jungkook, mueve el culo y quítamelo de encima! ¡Chanyeol, ven aquí!
— Anda, estate quieto Taehyung.
— ¿Qué? ¿Qué pasa, qué ocurre? —exclamó Chanyeol, entrando de inmediato al pequeño cuarto de baño y haciéndome a un lado con brusquedad. Tan solo se preocupó de buscar a su novio con la mirada, y cuando lo divisó, se acercó inmediatamente, lo liberó de los brazos de Taehyung y lo cargó al hombro— ¡Dijiste que no te gustaba Taehyung!
— ¡Y no me gusta, idiota, tan solo se ha puesto a agarrarme la pierna!
— ¡Jimin! —berreó Taehyung, aferrándose esta vez al váter y apoyando su cabeza de lado sobre la tapa de este.
Cerré la puerta a la espalda de los dos rubios, que no anduvieron ni cinco pasos y ya estaban haciendo las paces de nuevo con ayuda de sus labios, y me acerqué otra vez a Taehyung, agarrando una nueva toallita y limpiando otra vez su rostro y torso. Estaba aceptablemente limpio, pero seguí haciéndolo porque no tenía nada mejor de lo que ocuparme y porque Taehyung parecía relajarse con cada caricia.
Al cabo de veinte minutos, él terminó tumbado en mi regazo, aun balbuceando medio inconsciente incoherencias sobre el pelinegro, y dándome pequeños golpes con sus tiernas manos cada vez que paraba de acariciarle.
En momentos así casi no podía creerme que ese mismo chico había podido pelearse con tres a la vez que le doblaban el tamaño y salir casi ileso, o si quiera me extrañaba imaginarle haciendo algo que no fuera poner mofletes adorables. Las múltiples facetas de Taehyung conseguirían desconcertar a cualquiera. Incluso yo, que después de tanto tiempo ya debería estar acostumbrado, aún me costaba hacerme a sus cambios.
— Por trigésima vez, Taehyung —comencé a explicar de nuevo, intentando mantener la calma y no pagarla con un idiota borracho— Ya te he dicho que está de camino.
— ¿Jimin?
— Ajá.
— ¿Jimin viene a por mí? —volví a asentir, con más cansancio que consciencia, aunque en realidad no le culpaba a sorprenderse de eso, pues el que el emo estuviera viniendo, me había impactado hasta a mí— ¡Oh, no, ya no me quedan más bombones!
— No viene a por chocolate, idiota.
— ¡Tienes que ayudarme a hacer más, antes de que llegue!
— Taehyung, cálmate.
Y entonces apareció Mark por la puerta avisándome de que acababan de llamar al timbre. Suspiré aliviado y dejé a Taehyung apoyado contra la pared, colocando antes el cubo de la basura abierto entre sus piernas por si volvía a tener ganas de vomitar, pues realmente no me apetecía ponerme a limpiar de nuevo.
Subí rápidamente los escalones hasta la desierta casa. En realidad había sido muy buena idea lo de hacer la fiesta en el trastero, pues así no tendríamos que limpiar cada habitación de la casa a la mañana siguiente; además de que era una tranquilidad enorme tener un sitio refugiado del frío y a la vez de la abrumadora fiesta.
A pocos pasos de llegar a la puerta, volvieron a llamar al timbre, esta vez larga e insistentemente. Cuando la abrí, Jimin aún estaba con el dedo sobre este, provocando un desagradable sonido por toda la casa. Soltó el botón y levantó la vista.
— ¿Dónde está?
— Abajo. En el trastero.
Y entonces fue cuando le vi. Cuando Jimin se auto otorgó el permiso de entrar a la casa, haciéndome a un lado, y una vez dentro, antes de que yo cerrara la puerta, una mano me lo impidió y seguidamente apareció una cabellera castaña asomándose por la puerta. Me quedé mirándole fijamente, casi sin creerme que realmente le tuviera delante de mí, y entonces me sonrió.
— Hola —agitó levemente su mano y yo imité embobado su gesto, pero antes de que pudiera responder, salió tras Jimin hasta alcanzarle los pocos metros de ventaja que nos había cogido el pelinegro— ¡Jimin, espérame!
Y entonces caí hacia donde se dirigían, hacia que boca del lobo andaba Yoongi. Cerré la puerta y salí inmediatamente tras ellos, pero Jimin parecía tener demasiada prisa, y no llegué ni siquiera al momento antes de que entraran en el trastero.
Por suerte fueron directamente al baño y ya fuera obra de un dios o simplemente un milagro, nadie les vio. Vi cómo se cerraba la puerta tras Yoongi y todo el mundo seguía inmerso en sus cosas, sin prestarle ni una pizca de atención a las dos personas que acababan de entrar en los baños.
— ¡Jungkook! —el rubio de falsa faceta adorable se acercó sonriendo, con una botella en la mano y una pala atada a una pelota en la otra. Ni siquiera me molesté en preguntar— ¿Quiénes eran los que entraron?
— Tengo prisa, luego te digo —respondí de inmediato. Primero, porque realmente tenía prisa, y segundo, porque no me apetecía nada tener que responderle, o mejor dicho, tener que responderle la verdad.
Le rodeé y fui directo al baño, dejando a penas diez centímetros de rejilla abierta para entrar y cerrándola casi rozándome la espalda. Eché el pestillo y suspiré aliviado. Estábamos a salvo.
O al menos a salvo de los de fuera, pues Jimin se encontraba al borde de un ataque de nervios mientras Taehyung le ofrecía trozos de papel higiénico con corazones dibujados con jabón en medio de cada pequeño papelito.
Yoongi estaba pegado a la pared, observándolo todo en silencio y sin llamar la atención.
— N-no me dio tiempo a hacerte bombones.
— ¿Se puede saber cuánto has bebido? —Jimin se agachó hasta quedar a su altura e hizo cuidadosamente a un lado todos los papeles, al igual que el bote de jabón, el cual estaba abierto y desparramado por el suelo. El rollo de papel higiénico rodeando a Taehyung varias veces— Estás fatal, Taehyung.
— Te echaba de menos.
— Jungkook —me llamó el pelinegro, ignorando las dulces y ebrias palabras del más bajo. Aparté la mirada de Yoongi y asentí, dejando en claro que le escuchaba— ¿Cuál es su habitación?
— ¿La de Taehyung?
— Ajá —asintió mientras ayudaba al castaño a ponerse en pie— Esta es su casa, ¿no?
— Oh, sí, claro —asentí comprendiendo lo que quería hacer. Quizás era la mejor opción, sacarle de la fiesta y que se relajara un poco— Segundo piso, la segunda habitación a la izquierda.
— ¡Jimin, los corazones! —lloriqueó Taehyung antes de que el pelinegro abriera la puerta. Jimin suspiró y volvió al lugar donde permanecían los casi deshechos trozos de papel higiénico con jabón, pues apenas podían diferenciarse ya las figuras de los corazones.
— ¿Necesitas ayuda? —preguntó Yoongi, hablando por primera vez desde que habíamos entrado en el baño. Jimin negó y pidió que le esperara un par de minutos en lo que acostaba a Taehyung. A mí no me gustó la idea, pero de igual forma callé. Jimin parecía demasiado agobiado como para refutarle nada en ese momento.
Antes de salir por la puerta, Taehyung, aún en brazos del pelinegro, miró a Yoongi y murmuró con el cejo fruncido un adorable: "Mío" al tiempo que estrechaba más aún el cuerpo del pelinegro entre sus brazos. Yoongi se alejó unos pasos asustado y asintió.
Luego la puerta se cerró y volvimos a quedarnos en absoluto silencio.
— Está borracho, perdónale —solté sin pensar antes de que terminara el minuto de tensión. Yoongi asintió y de nuevo el silencio nos invadió. No sabía que más decir, no sabía cómo hacerlo sin quedar como un idiota— No sabía que venías tú también.
— Estaba en casa de Jimin cuando llamaste.
— ¿Solos? —asintió y yo evité fruncir el ceño por mucho que me costara. Cada vez me resultaba más difícil no tener celos del idiota pelinegro. Quizás las conclusiones de Taehyung eran ciertas y realmente había algo entre ellos.
— No hacemos cosas de novios, si es lo que estás pensando.
— ¿Eh? —pestañeé sorprendido por la forma que había tenido de leerme la mente. Y entonces, cuando hube procesado sus palabras, la tranquilidad volvió a invadirme entero, y con ello la compañía de una sonrisa se detuvo en mi rostro— ¿Y qué son cosas de novios?
— ¿C-cómo?
— Eso. Lo que acabas de decir —sonreí por lo adorable que se veía tras haberse puesto nervioso con mi pregunta. Sus mejillas cogieron un leve tono rojizo, e intentó apartar la mirada al techo inútilmente, ya que cada milisegundo volvía a detenerla en mis ojos para comprobar mis expresiones— Explícame cómo es eso.
— Pu-pues algo así como...no sé —levantó la vista un segundo y esta vez la bajó al suelo, guiando la mía propia hasta sus manos, las cuales tenía dentro de las mangas de su jersey y no paraba de juguetear nerviosamente con la tela del extremo de estas— Como p-pasarse el humo supongo, no sé.
— ¿Pasarse el humo? —sonreí y me apoyé a su lado, de espaldas a la pared y sin mirarle directamente. Solo lo hacía de reojo, para no intimidarlo de sobremanera y a la vez poder disfrutar de sus tiernas expresiones— ¿Eso no lo hemos hecho tú y yo? —soltó un casi inaudible asentimiento y se alejó varios centímetros con disimulo. En esta ocasión no volví a acercarme— ¿Eso quiere decir que tú y yo hemos hecho cosas de novios?
Entonces me miró, y así estuvo los pocos segundos previos antes de que entreabriera los labios para formar una respuesta, antes de que mi corazón se acelerara por la tensión y mi gran interés por escucharla, y antes de que un inoportuno rubio de casi dos metros nos interrumpiera apareciendo por la puerta de la nada.
— Jungkook, muévete que quiero mear. Oh, hola rarito.
NamJoon levantó la tapa, pasando de largo hasta el váter, y entonces escuché como deslizaba su cremallera. Yo aún seguía pasmado cuando se giró con los pantalones totalmente abiertos, mostrando sus azules bóxers, y señaló a Yoongi.
— ¡Mierda, es el rarito!
— ¡No grites idiota! —exclamé inmediatamente lanzándome a cubrir a Yoongi con mi cuerpo, el cual no tardó ni medio segundo en agradecerlo y colocarse a mi espalda, agarrando suavemente el extremo de mi camiseta.
Y tal como mis mayores miedos predijeron, al rato no tardaron en aparecer tres cabezas diferentes asomándose por el baño. Las voces comenzaron a elevarse, y con ellos las risas y mi temor a que pudiera terminar mal la noche.
Pero entonces apareció Wonho, abriéndose paso hasta el interior, y todo eso se vio confirmado en la sonrisa que traía de oreja a oreja.
— ¡Anda, rarito, cuanto tiempo sin verte!
— Jimin está arriba —solté sin pensar, quizá como aviso. Era muy triste, pero fue lo único que me sentía con fuerzas de decir en voz alta.
— Ya lo sé, le vi saliendo con Taehyung a cuestas —se acercó unos pasos más, quitándole importancia a mis palabras, y Yoongi iba alejándose hasta chocar con la pared del baño, arrastrándome a mí con él. De alguna forma sentía que era un alivio poder permanecer en medio y sin que pareciera que lo hacía por intención propia— ¿Por qué te asustas? Solo quería disculparme —fruncí el ceño pero no dije nada, tan solo me quedé observando la escena desde el centro de ella— Pedirte perdón... ya sabes, por lo del otro día.
— ¿Pe-perdón?
— Ajá. Quizá me pasé un poco —explicó el pelinegro, elevando la ceja decorada con sus dos lunares e inclinándose ligeramente— Tuve un día malo.
Todos sus días eran malos, nadie con dos dedos de frente se creería sus palabras. Nadie a excepción de Yoongi y su ingenuidad extrema que rozaba la idiotez. El castaño asintió tímidamente y perdonó con casi un susurro a Wonho, a aquella persona que tanto daño le había hecho sin piedad alguna.
"Tu hiciste lo mismo y también buscaste su perdón"
Cierto. Por mucho que me doliera admitirlo, estaba en la misma posición que Wonho, y era totalmente injusto que aún permaneciera en medio de él y Yoongi a pesar de que no parecía que fuera a haber indicios de algo peligroso para el castaño. Era totalmente hipócrita de mi parte, pero no quería que se acercara a él, no quería que ninguno de los del grupo lo hicieran.
— Yoongi ya se iba —declaré con firmeza, agarrando al castaño de la muñeca y tirando de él hasta la puerta del baño, abriéndome paso entre el tumulto de gente. Cuando iba a salir, algo me lo impidió. Bueno, exactamente alguien se lo impidió a Yoongi y en consecuencia a mí— Suéltalo.
— Oh, vamos Jungkook. No seas aburrido —Wonho miró a Yoongi y sonrió alegremente al tiempo que soltaba su mano. Intentaba transmitirle confianza— Estamos en una fiesta y aún es pronto.
— No va a quedarse.
— Eso lo decidirá él, ¿no crees? —el pelinegro miró a Yoongi, quien parecía la indecisión en persona, mirándole a él y luego a mí repetidamente mientras mordía nerviosamente su labio inferior— ¿Tú qué opinas, Yoongi? Puedes quedarte un rato con nosotros si quieres —tiré un poco más de su brazo, intentando alejarlo, pero esta vez puso resistencia— Será mi forma de compensarte por lo de la otra vez, mi forma de pedir perdón.
— Quizá podría quedarme un poco.
— Oh no, de ninguna manera —intervine yo. Wonho me fulminó con la mirada, pero ni siquiera me detuve en él. Me acerqué de nuevo a Yoongi en interpuse entre él y los demás. No quería que estuviera cerca de mis amigos, y menos con alcohol de por medio— No le gustan las fiestas, así que será mejor que se vaya.
— ¿No quieres que me quede? —preguntó tiernamente Yoongi, mirándome con sus grandes ojos que paralizaban cada centímetro de mi cuerpo sin esfuerzo alguno. Tragué saliva e intenté recuperar la voz.
— N-no, no es eso, simplemente no te va a gustar.
— ¡No le hagas caso, pequeño rarito! —Wonho agarró a Yoongi por los hombros, y sin previo aviso lo dirigió hasta el pequeño círculo de gente que habían formado sobre la alfombra. Había una botella en medio, y ya podía imaginar que era aquello a lo que estaban jugando— Jungkook últimamente se está volviendo igual de aburrido que un viejo —confesó lo suficientemente alto como para que yo lo oyera. Yoongi rió como un inocente niño al que le cuentan un secreto, y yo rodé los ojos— Quédate un rato con nosotros. Nos faltaba gente para jugar.
— ¿Jugar? ¿Jugar a qué? —preguntó el castaño imitando a Wonho y sentándose entre él y una de las chicas que había invitado Mark. Ella estaba mirando de tal forma a mi pequeña y perfecta carnada, que no sé si me daba más miedo que estuviera junto a Wonho o junto a ella.
— A la botella —Wonho se inclinó y dio un pequeño toque a esta, haciendo que girara y sobresaltando al castaño ligeramente— ¿No lo conoces?
— Claro que no lo conoce —intervine yo con más brusquedad de la pretendida— Aparta —ordené a la chica que se sentaba junto a Yoongi. Esta me miró sorprendida, pero no tardó en disponer a hacer lo que le dije, y entonces en ese momento escuché la risa de Wonho y cambié de opinión— Mejor ven aquí.
— ¿Eh? —Yoongi me miró desconcertado al tiempo que me sentaba detrás suyo y señalaba el vacío hueco que había entre mis piernas— ¿Me pongo ahí? —asentí y él, tras varios segundos vacilando, terminó por colocarse en medio, pegando su espalda a mi pecho.
Me miró para conseguir un visto bueno por mi parte, y después de que yo asintiera, sonrió y miró de nuevo a Wonho, quien al igual que los demás disimulaba la sorpresa que les había infundido mi reciente acto.
Yoongi, ajeno a todo eso, volvió a hablar.
— Jugaré hasta que Jimin termine arriba.
— Genial —murmuré en voz baja, obviamente con ironía. Seguramente el pelinegro tardaría mucho más de lo que había prometido, mucho más que de un par de minutos— ¿No prefieres mirar cómo los demás juegan?
— No, quiero jugar yo —respondió con ligero tono de berrinche. Seguidamente se giró a Wonho, quizás porque este parecía totalmente dispuesto a meterle de lleno en el juego. Probablemente solo era para reírse de él, y eso me dolía enormemente, ver como Yoongi no se percataba— ¿Cómo se juega?
— Es muy fácil, mira —empezó Wonho, agarrando una botella del regazo de Bambam, quien había caído dormido sobre el sofá, y la abrió. Aún quedaba más de la mitad del fuerte líquido en su interior— Primero tienes que beber de aquí.
— ¿Beber? —rodé los ojos pero no le detuve cuando cogió con inseguridad la botella entre sus manos y acercó la nariz para oler un poco. Por la expresión que puso, no me esperé que realmente fuera a beber— ¿Es obligatorio?
— No, pero es más divertido así.
— No hace falta que lo hagas, Yoongi.
— ¿Jungkook lo hace? —preguntó de repente. Wonho asintió, y al segundo siguiente, el castaño se encontraba dándole el trago más largo que había visto en mi vida. El líquido iba desapareciendo a medida que la nuez de su garganta subía y bajaba. Tuve que terminar quitándole yo la botella para que no se la terminase— ¡Agh! —fue lo primero que exclamó con cara de asco, antes de tirarse un enorme eructo, cerrar los ojos con fuerza y agitar su cabeza— Agh.
— Te dije que no hacía falta que lo hicieras —le recordé rodando los ojos. Ni siquiera yo había bebido tanto en toda la tarde como él en menos de un minuto. Aunque claro, lo mío había tenido que ver también con hacer de niñero de Taehyung.
— Ehta azquerozo —declaró con la lengua afuera.
— Te prometo que de esta forma es mejor —intervino Wonho, dándole él mismo un trago a la botella y haciéndola a un lado. Seguidamente agarró la de vidrio vacía que había en medio del círculo, y la giró— Y ahora viene el segundo paso.
— No quiero beber más —murmuró el castaño, recargándose sobre mi pecho. Ya comenzaba a hacerle efecto, y no me temía nada bueno de esto— No quiero beber más, Kook.
— ¿Cómo me has llamado?
— Kook —sonrió un segundo antes de girarse de improviso hacia Wonho, quien exclamó su nombre para llamar su atención— ¡Ah, el segundo paso!
— No te distraigas, rarito, que sino no es divertido —advirtió el pelinegro aún con la botella girando entre sus dedos— Ahora tienes que hacer lo mismo que yo. La sujetas y luego giras.
— ¿Así? —Yoongi se incorporó para acercarse al medio, y cuando Wonho soltó el cristal, este fue remplazado por la mano de Yoongi, quien siguió cada paso a la percepción— ¡Está girando! —exclamó sonriente. Me miró y volvió a gatas hacia mí, hasta volver a coger su sitio entre mis piernas— ¿Y ahora?
— Ahora tienes que esperar a que se detenga y señale a alguien —expliqué junto a su oído en voz baja, ya que me lo había preguntado directamente a mí.
— ¿Vas a señalar a alguien?
— Yo no, la botella.
— ¿Y por qué tien...
— ¡Chanyeol! —exclamó uno de los del grupo. Todos miramos al rubio, quien estaba demasiado distraído con su novio como para notar que la botella se había detenido frente a él. Cuando levantó la vista y vio a Yoongi, no pudo evitar sonreír ladinamente.
— ¿Y ahora? —preguntó Yoongi en mi oído.
— Ahora tienes que besarte con Chanyeol —expliqué en voz igual de baja, controlando las hormonas que comenzaban a jugarme una mala pasada teniéndole tan cerca de básicamente todo.
— ¿Con Chanyeol? —me miró con un puchero, luego a Chanyeol, y de nuevo a mí. Entonces se puso de rodillas y se abrazó mi cuello dejándose caer ligeramente para acceder más fácilmente a mi oído— No quiero besarme con Chanyeol.
— Podemos irnos cuando quieras.
— Quiero besarme contigo.
Rodé los ojos y decidí que había sido suficiente. Yoongi no estaba siendo ni medio consciente de sus actos, y menos aún de sus palabras. Suspiré y me puse en pie con él en brazos, consiguiendo los abucheos de todo el mundo a excepción de Chanyeol y Kyungsoo, quienes terminaron la interrupción sin prestar la mayor atención y siguieron molestándose entre ellos.
— Lo subo arriba. No se encuentra bien.
— ¡Pero si acaba de beber, no exageres!
— ¡Eso, no exageres, Jungkook! —exclamó Yoongi junto a mi oreja. Rodé los ojos y coloqué una mano en su cabeza para apoyarla de nuevo en mi hombro.
Ignoré las quejas del grupo y salí con el castaño de allí, pasando de largo por la ladeada sonrisa que me otorgó Wonho. Con suerte seguía bebiendo y al siguiente día no recordaba nada de esto, porque estaba seguro de que me lo echaría en cara.
Tras cerrar la puerta del trastero a mi espalda, me dispuse a subir las escaleras con Yoongi a cuestas. Se abrazaba con pies y piernas a mí, y mientras caminábamos no parada de trazar figuras con sus dedos en mi espalda. Era relajante, incluso agradable. Hacía tiempo que no encontraba esa satisfacción en un gesto sin violencia.
Una vez en la casa, llevé a Yoongi a la habitación de invitados que tenían. En realidad eran tres las que había, pero exactamente esa era la que solía usar cada vez que Taehyung me invitaba a quedarme a dormir, eso siempre que llegábamos a dormir en la casa, claro, y era la que mejor conocía.
Abrí sigilosamente la puerta y con cuidado, una vez estuvimos dentro, volví a cerrarla sin hacer el más mínimo ruido. Quizás una parte de mí estaba disfrutando demasiado este pequeño rato a solas con el castaño, y quizás, solo quizás, no quería despertar o llamar la atención de cualquier cosa que pudiera arrebatárselo.
— Me sabe mal la boca —declaró una vez le hube dejado en la pequeña y mullida cama de invitados. Me sacó la lengua y comenzó a mirársela, quedándose bizco un par de segundos y mostrándome una imagen demasiado tierna— ¿Por qué te estás riendo?
— No lo hago, solo sonrío con fuerza.
— ¿Por qué sonríes con fuerza? —volvió a preguntar con el mismo tono de curiosidad que la vez anterior. Me encogí de hombros sin saber que responderle— Eres muy raro.
— ¿Yo soy raro? —asintió de nuevo y solté una carcajada, incapaz de reprimirla— Eso sí que es gracioso.
— ¿Es gracioso que seas raro?
— Es gracioso que tú me lo digas.
— ¿Digo cosas graciosas? —asentí sonriendo— ¿Soy gracioso? —volví a asentir mientras él valoraba detenidamente mi respuesta. Después sonrió y rebotó varias veces en el colchón, emocionado— Me gusta ser gracioso.
Me senté a su lado y le ayudé a arroparse. No quería decir que se fuera a quedar a dormir, tampoco me gustaba esa idea sabiendo la gente que había dos pisos más abajo, pero por ahora era lo mejor. Si se dormía, no haría nada de lo que pudiera arrepentirse. Y yo tampoco.
Además, Jimin aún no aparecía, y algo me decía que les iba a tomar más tiempo del que esperaba incluso yo.
— ¿No vamos a volver a la fiesta? —preguntó con el edredón tapándole hasta casi por encima de la nariz. Sonreí, divertido con la imagen, pero negué— ¿Por qué?
— Porque no es bueno para ti.
— ¿Van a comerme? —asentí e hice el amago de comérmelo, exactamente igual que en las películas infantiles. Él pegó un pequeño chillido y se escondió por completo bajo la manta— No me comas, vete, vete de aquí.
— Es difícil no comerte —respondí con voz pausada. Al instante se asomó por debajo de la manta, mirándome con los ojos muy abiertos— Sí, es muy difícil.
— ¿Por qué?
— ¿Por qué? —repetí como si fuera una pregunta obvia, y es que a mis ojos lo era— Tan solo mírate.
— ¿Que me mire? —asentí y él adentró la cabeza debajo de la manta, supuse que para echarse un vistazo al cuerpo. Cuando volvió a salir, su cara de desconcierto era la misma— ¿Qué pasa conmigo?
— Eres demasiado tú.
— ¿Demasiado yo? ¿Y eso es malo?
— Muy malo —a pesar de que él no lo notara, mis palabras iban cogiendo más profundidad a medida que hablaba. Eran tan ciertas, tan sinceras, que aún no me creía que las estuviera diciendo— Atraes a demasiados monstruos.
— ¿Y eso es mi culpa? —de nuevo volví a confirmar su pregunta con un leve movimiento de cabeza— Oh... —se tumbó de nuevo, apoyando la cabeza sobre la almohada y clavando su vista en el infinito mientras se encogía sobre sí mismo— Oye, Kook.
— ¿Me llamarás así a partir de ahora? —pregunté divertido. Él asintió, pero no parecía dispuesto a distraerse con aquel apodo. Quería decirme algo— ¿Qué ocurre?
— Mírate.
Fruncí el ceño, pero a diferencia de él, yo no lo hice. Tan solo me quedé en silencio, mirándole sin saber muy bien cómo reaccionar a sus inesperadas palabras.
— ¿Que me mire?
— Ajá.
— ¿Por qué?
— No lo sé —me sonrió y se encogió de hombros debajo de la gruesa manta— Yo lo hago siempre.
Luego cerró los ojos y aún con la sonrisa en el rostro, fue atrapado por el sueño que tanto rato llevaba amenazándole.
Y yo me quedé mirándole. A él, no a mí. Pues si no tenía la suficiente valentía como para ver el reflejo de los monstruos que Yoongi atraía, tampoco la tenía para ver mi propio reflejo.
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