33
Yoongi.
Estábamos en el cuarto de Jimin, tumbados en la cama, comiendo chocolate y rodeándonos cada vez de más envoltorios de los bombones que recientemente le había regalado Taehyung.
Cada semana al menos recibía dos cajas de algo dulce y muy rico, y por suerte para mí, mi mejor amigo siempre las compartía conmigo. Quizás por eso mi yo interior aprobaba totalmente la relación entre ellos, porque de esa forma yo tendría deliciosa comida asegurada para el resto de mi vida.
— Y por eso considero que el jugador principal no debería tener ningún tipo de relación con la enemiga del nivel tres, ya que según a trama no ha cono...
— Jimin, cásate con Taehyung.
El pelinegro me miró extrañado, girándose hacia mí y mirándome desde unos centímetros arriba, ya que yo no tenía la cabeza apoyada en la almohada, sino justamente bajo ella. Levanté la vista y le imité, mirándole en silencio.
— ¿Qué has dicho?
— ¿Eh?
— ¿Acaso me estás escuchando?
— En absoluto —sonreí y él rodó los ojos al tiempo que me tiraba un envoltorio de bombón a la cara, el cual aparté zarandeándola como si fuera un perro— Pero estos bombones están deliciosos —agarré otro de la caja que descansaba sobre el abdomen de Jimin, y lo metí entero en mi boca— ¿Le preguntaste dónde los ha comprado?
— En ningún sitio. Los hace él mismo.
— ¡Qué! —sin querer le escupí una pocas de pizcas de chocolate en la cara. Me fulminó con la mirada al tiempo que se las limpiaba con asco, pero terminó tumbándose de nuevo y dejándolo pasar. Quizás porque la última vez que le dimos excesiva importancia a eso, nos tocó limpiar durante dos semanas el comedor— Perdón.
— No hables con la boca llena —me recriminó secamente, cosa que me molestó de sobremanera ya que él hacía exactamente lo mismo, solo con a diferencia de que no me escupía— Y es obvio, es decir... —agarró uno de los envoltorios y se incorporó, sentándose y apoyándose contra el respaldo de la cama mientras yo me hacía hueco sobre su abdomen, apoyando la cabeza junto a los bombones. Estiró el pequeño papel sobre mis ojos y suspiró— Ninguna pastelería vendería dulces rodeados de la frase: Jimin, te amo. Quiéreme por favor.
— ¿En ningún sitio? —pregunté dubitativo.
— Exacto —sonrió y miró el envoltorio un par de segundos antes de arrugarlo y tirarlo a alguna parte de la habitación— Igualmente puedo pedirle la receta. Seguro que tampoco es muy difícil.
— Seguro que el ingrediente especial es ponerle mucho amor.
— Seguro depende de lo cursi que sea el cocinero y por eso a Taehyung le salen tan buenos —me miró y sonrió ladeadamente antes de añadir— Y a ti también te saldrían deliciosos.
— ¿Ah sí? —asintió, reprimiendo la risa y con ella el trozo de chocolate que guardaba en su boca. Fruncí el ceño y agarré la caja de bombones, rodeándola con mis brazos como si de un bebé se tratara y me giré dándole la espalda— Pues ya no vas a comer más.
— ¡Suelta eso! —me encogí más sobre mí mismo, resistiéndome a soltar la caja a medio terminar— Ni si quiera son tuyos, ladrón.
— Son bombones de cursis para cursis. Vete a la tienda donde vendan para emos como tú —le saqué la lengua y me metí rápidamente uno en la boca, volviendo a sacarle la lengua esta vez con el chocolate en ella.
— Como sigas así, terminaré dándote motivos para que me llames emo.
— ¿Te encogerás más o qué? —le reté con diversión.
— ¡Ya te dije que emo no significaba que estás muy enano para tu edad!
— Ah, cierto —fruncí el ceño y me encogí de hombros, al tiempo que volvía a meterme otro bombón en la boca y lo masticaba sin cerrarla para darle envidia. Creo que lo único que terminó sintiendo fue asco, porque puso una cara desagradable y se alejó, tumbándose de nuevo en la cama— ¿Ya no quieres?
— Eres asqueroso.
— Pero al menos no soy un emo —sonreí y me tumbé otra vez a su lado, disfrutando del dulce sabor del chocolate— Por cierto, estás manchado en el labio.
— Tú en toda la cara —rió y pasó su dedo por mi barbilla, sacándolo totalmente embadurnado de chocolate. Seguidamente lo llevó a su boca y limpió por completo, sonriendo divertido mientras me miraba— Tienes razón, realmente está bueno. Le pediré la receta a Taehyung.
— ¿Y me harás bombones todos los días?
— Te daré los que él me haga.
— ¡Bien! —sonreí y me senté en la cama, rebotando varias veces en ella y provocando que los pocos bombones que quedaban se esparcieran por toda la caja. Sonreí avergonzado y comencé a colocarlos con disimulo— Aunque eso es un poco cruel.
— Ellos son crueles.
— Taehyung no parece cruel.
— Sí, quizás tengas razón —levantó la vista al techo y frunció sus labios pensativos. Al cabo de unos segundos, cuando yo casi había terminado de colocar todos los bombones, volvió a hablar— Taehyung no es como los demás. Podría salvarse.
Le miré fijamente, pero perdiéndome en mis propios pensamientos con sus palabras. Taehyung se salvaba, Taehyung era diferente, y quizá no era el único. Quizá alguien más tampoco era tan malo como Wonho. Quizás existía otra excepción, una con una sonrisa muy bonita.
— ¿Y crees que alguien más podría salvarse?
— ¿Alguien más? ¿Cómo quién?
— Como... no sé... ¿Jungkook por ejemplo?
— ¿Jungkook? —preguntó frunciendo el ceño. Asentí con demasiado entusiasmo, así que cuando me percaté, tosí, y volví a sonreír más tranquilamente, como si no me muriera de interés por escuchar su respuesta— No, Jungkook es igual de idiota que todos.
— ¡Oye, cállate! —espeté inconscientemente. Jimin me miró extrañado y yo volví a toser por segunda vez, sintiendo una vergüenza enorme recorrerme cada vena del cuerpo— Qu—quiero decir que no lo conoces.
— Tú tampoco.
— ¡Eso! Ninguno lo conoce. Ni tú, ni yo.
— ¿Y qué con eso?
— Pues que quizás no es idiota. Existe la posibilidad de que sea una persona encantadora —Jimin apartó la bolsa de bombones de mis manos, dejándola en un lugar apartado de la cama, y me miró inquisitivo. Asustado, me lancé a recuperarla, pero me detuvo, volviéndome a tumbar en la cama, y se colocó encima de mí, apresándome entre sus muslos— ¿Qu—que haces?
— No me digas que te gusta ese imbécil.
— ¿Taehyung?
— No, Taehyung es mi imbécil, no ese imbécil —aclaró con la misma seriedad con la que había formulado la pregunta. La situación estaba comenzando a agobiarme, y comprendí porque había ocultado lo de Jungkook a mi amigo todo este tiempo, comprendí a mi instinto, el cual me empujó a ello. Había sido pura supervivencia— Ahora responde.
— ¿A qué?
— ¡A lo que te he preguntado! —respondió frustrado.
— Pero si no me has preguntado nada.
— ¡Que me digas si te gusta Jungkook o no!
— Ah, eso... —asentí varias veces, pero no como respuesta, sino porque acababa de comprender la pregunta del todo. Y luego sonreí tímidamente, y no hizo falta volver a asentir, porque Jimin sacó sus propias conclusiones sin mi ayuda.
Me miró fijamente durante varios segundos, con la mandíbula desencajada y los ojos completamente abiertos. En verdad daba bastante miedo, y le agradecí enormemente que terminara apartándose de encima de mí, ocupando de nuevo un lugar sobre la cama, tumbado boca abajo.
Y así permaneció casi cinco minutos en los cuales yo me dediqué a terminarme la caja de bombones y acercarme cada ciertos segundos a centímetros de su rostro para comprobar que aún siguiese respirando.
— ¿Jimin, has muerto? —agarré su propia mano y comencé a darle toques a sí mismo con ella. De improviso, se incorporó, asustándome y casi haciéndome atragantar con el último bombón que había metido a mi boca— ¡Si vas a revivir, avísame antes, idiota!
— Yoongi, dime que estoy equivocado en lo de antes. Que es un malentendido —me interrumpió, sentándose frente a mí y agarrándome de las manos. Yo las miré, luego a él, y repetí ese acto casi cinco veces hasta entender a qué se refería.
— Estás equivocado.
— ¿En serio? —me preguntó esperanzado.
— Yo que sé —la decepción volvió a ser visible en su rostro e irremediablemente, me sentí ligeramente culpable— Puede que no me guste. Solo me parece que es guapo, pero mucha gente me parece que es guapa.
— ¿Guapo? —volvió a levantar la vista, mirándome con repulsión. O quizás reaccionando con repulsión a mis gustos.
— Ajá. Y tiene una sonrisa muy bonita.
— ¿Revisaste tu vista recientemente?
— No —respondí con desconcierto por el cambio de tema— ¿Por qué? —Jimin enarcó una ceja y segundos después comprendí que había querido dar a entender con eso. Hinché los mofletes y le tiré varios envoltorios de bombones a la cara con todas mis fuerzas, los cuales recibió como apenas unas caricias— ¡Es muy guapo, mucho más que tú y que Taehyung y que nadie!
— ¡Nadie es más guapo que Taehy... ¡Nadie es más guapo que yo! —se corrigió a mitad de la frase, apartando los envoltorios de su regazo.
— Jungkook lo es. Acéptalo.
— Jungkook es idiota.
— Quizás no lo sea.
— Quizás eres un niño que se queda encantado con algo bonito y le tapa la vista a la realidad.
— Acabas de reconocer que Jungkook es bonito.
— Y que te gusta.
— ¿De verdad lo crees? —pregunté curioso.
— Por mucho que me duela, ambas cosas tienen demasiada verdad en su interior —sonrió tristemente y colocó una mano en mi hombro— Y créeme, amigo, créeme que me duele.
Miré a Jimin desconcertado, quien negó antes de darme una explicación, y agarró un envoltorio que había por la cama antes tumbarse en ella, de nuevo escondiendo su rostro en la almohada.
— Quizá es bueno —insistí de nuevo.
— Quizá.
Eso fue lo que respondió, pero me transmitió la misma confianza que la primera vez que dijo que los bombones de Taehyung sabían horribles, y ahora hasta guardaba cada envoltorio en una cajita de madera que había sobre su escritorio.
Habíamos quedado para estudiar, y muy a mí pesar, eso era lo que terminamos haciendo, lo que nos encontrábamos haciendo en ese exacto momento.
Yo sentado en el escritorio de Jimin con las piernas cruzadas sobre la silla, y él tumbado en la cama boca arriba con el libro abierto sobre su cara. Decía que de esa forma aquello que estuviera escrito en la página, le entraría más fácilmente por los ojos y así se lo aprendería mucho más rápido que con el método de estudio normal. Yo lo había probado y no obtuve ningún resultado, así que deduje que simplemente era una manera disimulada de dormirse.
No me equivoqué, pues cuando repentinamente apareció el padre de Jimin por la puerta, sin siquiera llamar antes, el sonido asustó tanto a mi mejor amigo que al mismo tiempo que se incorporó, lanzó el libro por los aires.
— ¿Se puede saber qué haces, hijo? —preguntó el padre aún con el pomo de la puerta en su mano. Le miró a él, luego a mí y de nuevo a él. Yo solo me encogí de hombros sin poderle dar una explicación concreta.
— Creo que es un nuevo método de estudio, señor Park —terminé explicando.
— ¿Lanzar los libros por los aires? —me miró extrañado y yo volví a encogerme de hombros.
— No lo sé. Es su hijo quien los pone en práctica.
— No es ningún método, cállense —se queja Jimin mientras frota su sien con cansancio. Entre los pelos que lleva y que tiene toda la comisura manchada de baba, es obvio que estaba durmiendo— Solo me asusté —explica sin dar detalles, y sorprendentemente, sin mentir, pues exactamente eso es lo que pasó— ¿Qué quieres, papá? Te he dicho mil veces que llames a la puerta.
— Es mi puerta, mi casa, y haré lo que quiera —recordó el señor, pero con una voz tan apacible que ni siquiera se acercó a imponer. Definitivamente, Jin no había sacado el carácter del señor Park— Venía a avisarte de que iré con tu madre a casa de unos amigos y quizás no volvamos hasta mañana.
— Vamos, que van a beber hasta no poder conducir y tendrán que quedarse allí a dormir.
— Exacto —respondió el mayor sonriente desde la puerta. Imaginaba esa escena con mis padres y al menos ya habría recibido tres castigos como mínimo por tan solo decir "beber". Jimin parecía tan indiferente como su padre— Dile a Jin que te haga la cena y no os vayan muy tarde a dormir.
— ¿Por qué no se lo dices tú mismo?
— Porque está con una amiga en su habitación y no quiero interrumpir —explicó nervioso el señor Park, causando que su hijo menor rodara los ojos por lo obvio. Hasta a mí me había parecido estúpido.
— Es gay, papá.
— Lo sé. No quiero pillarles viendo porno juntos.
— Yoongi es gay y ni siquiera ha visto un pene en su vida, eso no tiene nada que ver, papá —respondió Jimin, señalándome sin darme pie a la conversación.
— ¡Oye! —me quejé, totalmente avergonzado— ¡Que yo no soy gay!
— ¿Eres hetero? —preguntó el señor Park. Esta situación parecía surrealista.
— Si eres hetero, vas a dejar de ser mi amigo en ese instante —añadió Jimin impasible, llamando la atención nuevamente de su padre.
— Jimin, ya hemos hablado mil veces de eso. Tienes que dejar de discriminar a los heteros.
— Dan asco.
— No lo dan. Tu amigo lo es.
— ¡Yo no soy hetero! —ambos me miraron, esperando una explicación que ni yo mismo tenía— Bueno, tampoco lo sé...
Nadie dijo nada.
— ¿Se puede ser sonrisa de Jungkook sexual?
— Jimin —ambos miramos al padre de este — Tu amigo es gay.
Después de eso volvió a recordar que avisáramos a Jin para la cena y cerró la puerta a sus espaldas. Jimin se tiró de nuevo en la cama, pero esta vez ni se molestó en colocarse un libro, pues directamente cerró los ojos.
Yo seguí estudiando la lección, haciendo esquemas y memorizando cada apunte que había tomado en clase. Y mientras tanto mi amigo dormía y Jin y su amiga no paraban de reírse en la habitación de al lado.
Fue a mediados del cuarto tema, cuando Jimin despertó de su coma y me miró limpiándose a baba y tan solo con un ojo abierto.
— ¿Ya es de día?
— Solo ha pasado una hora.
— ¿Es de noche entonces? —asentí y él se asomó por la ventana para comprobarlo. Eran las diez, y entre que anochecía más pronto por el frío, había una oscuridad completa únicamente rota con las farolas en línea que iluminaban la acera— Voy a decirle a mis padres que te quedas a dormir.
— ¿Cuándo he dicho yo que quiera? —pregunté indignado por mi falta de opinión en ese asunto. Jimin ya estaba con el móvil en la mano cuando levantó la vista, enarcando una ceja— Vale, pregúntaselo.
— ¿Quieres que te pregunte a ti primero? —asentí emocionado y él suspiró— ¿Quieres quedarte a dormir en mi casa?
— ¿Podemos cenar pizza?
— ¿Jin puede preparar pizza?
— Sí —respondí desconcertado por la obviedad de la pregunta.
— Entonces sí podemos —zanjó Jimin aún sin soltar el móvil.
— ¡Guay! —exclamé emocionado. Jimin ya estaba escribiendo el mensaje, pero poco me importó. Al menos se había tomado la molestia de preguntar— Sí quiero.
— Yo les declaro marido y marido.
Ambos nos asomamos a la puerta de la cual había provenido esa tercera voz. Ahí estaba Jin, con una sudadera blanca a juego con la chica a sus espaldas, quien observaba curiosa la escena. La saludé amablemente y ella me devolvió el saludo con una sonrisa.
— Tienes que hacernos la cena —fue lo primero que soltó Jimin, aún tumbado en la cama y sin dignarse a mirar a su hermano.
— Vuelve a hablarme así y cenarás oxígeno —cambié mi cara a una de total horror, aterrorizado con no poder cenar, y entonces Jin rio y se acercó a mi sitio, acariciándome dulcemente la cabeza— Tú no, tranquilo bebé.
— No es un bebé —intervino nuevamente mi amigo.
— Y tú no eres el encanto de hermanito pequeño que deseé —respondió el mayor sonriendo— Venía a decir que me ausentaré una media hora porque voy a acompañar a Chuu a su casa.
— Hola Chuu —saludó Jimin de repente. La chica le devolvió el saludo entre risas, causando la desesperación de su hermano. A mí me resultó gracioso, y de nuevo volví a sonreír como un idiota— Está bien. Sobreviviremos.
— Si necesitáis algo llamarme.
— ¡Vale, Jin hyung! —exclamé alegre. Quizás el saber que iba a poder cenar pizza preparada por él, me había animado de sobremanera.
— Si necesitas que te libre de la pesada compañía, llámame —intervino el pelinegro.
— ¡Jimin! —le recriminó su hermano.
— Se lo decía a Chuu, no a ti.
Al final Jin cerró la puerta maldiciendo a los cielos porque le hubiera tocado un hermano tan maleducado, poco formal e inmaduro. Yo estaba de acuerdo con todas esas palabras, pero eso era lo que le hacía tan divertido, y en consecuencia, que yo le quisiera tanto.
— Mensaje nuevo —me informó el pelinegro, sacándome de improviso de mi burbuja. Me levanté de la silla por primera vez en dos horas, y lancé de un salto a su cama, rebotando varias veces hasta coger sitio a su lado.
— ¿Es de tus padres?
— No —miró la pantalla y frunció el ceño con desconcierto— Es de un número desconocido.
— ¿Sueles hablar con números desconocidos? —pregunté extrañado por las incomprensibles manías de mi amigo. De igual forma no iba a juzgarle, aunque por la cara que puso, no parecía haber acertado.
— No sé quién es, voy a mirar su foto de perfil.
Y entonces amplió la pequeña foto cuadriculada, y su sonrisa desapareció de la misma forma que la mía tomó un amplio lugar en mi rostro.
— No me jodas.
Yo agarré su móvil y seguí observando la foto unos segundos antes de mostrársela más de cerca.
— ¿Verdad que tiene la sonrisa más bonita del mundo?
Jimin me miró y suspiró antes de dejarse caer de espaldas en la cama.
— No me jodas —repitió.
Y yo solo podía sonreír por la extraña forma que había tenido Jungkook de intervenir en mi día, aunque fuera indirectamente, seguía alegrándome de sobremanera.
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