29

Yoongi.

Me caí por las escaleras. Eso fue lo que me conté a mis padres, y se lo tragaron como si fuera su comida favorita, del tirón y sin problema alguno.

No eran inocentes o ingenuos, pero acostumbrados a mi torpeza a lo largo de toda mi vida, esa excusa sonaba totalmente creíble. Tanto que hasta yo mismo, a veces cuando me miraba en el espejo, sonreía cambiando las realidades, imaginando que realmente había tropezado con un escalón y rodado por todos los demás.

Por desgracia mi hermana no era tan fácil de convencer, y a ella sí que la tuve que contar la verdad, o al menos una historia similar.

"Me metí en una pelea para defender a Jimin y recibí una paliza. No te preocupes, no les conocíamos. Estábamos en otro barrio y nunca les volveremos a ver. Y hablando de volver a hacer algo... ¿Hoy también cenamos spaguettis?"

No parecía muy convencida, pero le valió para al menos dejarme de insistir. Y definitivamente era lo mejor, porque no quería ni imaginar lo que sucedería si mi hermana se enterase de lo sucedido, de lo realmente sucedido. Quizás hasta llegaría a matar a alguien, y nadie, sobretodo yo, quería meter más cizaña al asunto.

— Así que he decidido que desde ahora no volveré a llevar batidos a clase —declaré satisfecho con mi discurso. Mi mejor amigo no parecía tan contento con él como yo lo estaba, pero tan poco le di mucha importancia. Ya era bastante el tiempo en el que Jimin estaba especialmente decaído— No te preocupes, siempre podremos ir a la cafetería si tenemos ganas de beber algo. El otro día vi unas botellas de zumo totalmente seguras. La abres, das un trago y la vuelves a cerrar. Imposible que alguien se manche...

No dijo nada.

— ¿Jimin?

— ¿Mmm? ¿Qué decías? —levantó la vista del móvil y asintió, como si me hubiera estado prestando atención todo este tiempo. Ya veía que no. Toda mi palabrería desperdiciada— Lo siento, estaba limpiando contactos.

— ¿Limpiando?

— Bloqueaba algunos números, nada importante.

— ¿Bloquear? —me incliné sobre su móvil, asustado de estar entre sus víctimas. Nuestras conversaciones por la noche eran demasiado divertidas como para que desaparecieran de mi vida— Solo te empujé unas veces durante la partida, tampoco fue para tanto.

— A ti no, idiota —me quitó el móvil de las manos y lo guardó rápidamente en el bolsillo de su sudadera. Yo suspiré aliviado y retomé mi sitio en el banco. Sí, estábamos en el parque que había frente a su edificio porque en su casa estaban amigos de sus padres y no podíamos jugar tranquilamente como de costumbre— Y te pasaste todo el maldito nivel tirándome muñecos y dándome patadas.

— Mentira.

— Dices que es mentira porque aun así perdiste —sonrió socarronamente, apoyando un brazo en el respaldo del banco y añadió vocalizando exageradamente— Ne-ga-do.

— ¡No soy un negado!

— Negado a los videojuegos, manco, torpe, da igual como lo llames, el significado no varía —fruncí el ceño y me lancé encima de él, sin sopesar las consecuencias, tales como caernos del banco— ¡Ah, bruto, no me muerdas!

— ¡Ah, ayúdame! —exclamé con la cabeza colgando a medio centímetro del suelo. Él, que seguía perfectamente sentado, rió y finalmente, tras lo que se sintió como una eternidad, me agarró con firmeza y volvió a colocar correctamente sobre la superficie de madera— Enano musculoso.

— Estoy fuerte y sano. Y tienes envidia.

— Para nada, adoro mi cuerpo —sonreí abiertamente y me agarré de las orejas, comenzando a poner muecas raras hasta que conseguí que volviera a sonreír. Me gustaba que lo hiciera, me sentía más cómodo al escucharle— Soy demasiado bello para este mundo.

— Eres demasiado en muchas cosas para este mundo.

— ¿Puedo tomármelo como un cumplido?

— No sé —sonrió y volvió echarme una de esas miradas altivas, como si supiera lo que yo estaba pensando y lo entendiera mil veces mejor. Le quedaban muy atractivas a ser sinceros— ¿Puedes?

— Puedo —respondí con seguridad tras pensarlo detenidamente— Gracias por el cumplido entonces.

— No lo era en absoluto —respondió entre risas. Yo le fulminé con la mirada y él empezó a reírse más, poniendo a límite mi control para saltar nuevamente encima de él.

Si no lo hice fue para no arriesgarme a caer de nuevo y porque apenas habían pasado cuatro días desde el incidente, por lo que la mayoría de partes de mi cuerpo dolían horrores.

Inconscientemente me levanté un poco la camiseta y observé mi amoratado abdomen. Había una fusión de colores verdosos, azules y morados que me hipnotizaban cada vez que los veía. En verdad, si no fuera por el dolor, me haría todo lo día moratones de ese tipo.

— ¿Verdad que son bonitos?

— No. Son horribles y dan asco —respondió al instante. Jimin era muy tajante con este tema. Siempre que lo sacábamos mostraba su lado frío, uno que no dejaba abertura a nadie— Bájate la camiseta ya. ¡Y échate la pomada que te presté!

— ¡Pero si me la echo se irán, y son muy bonitos! —levantó una ceja y decidí dejar el tema. No podía discutir de esto con él. Aunque fuera el diseño más precioso del mundo, lo odiaría por el hecho de que me hacían daño, lo que me parecía una tontería. Había demasiadas cosas que me herían como para poder preocuparnos por todas— Esta noche me la pongo, te lo prometo.

— Más te vale —soltó un bufido y tras un segundo de tensión, suspiró y se arrimó un par de centímetros, comenzando a levantarme la camiseta de nuevo hasta exponer los morados— Te dieron fuerte, joder.

— En realidad creo que solo me dio Wonho —tampoco lo recordaba muy bien. Al igual que en otras situaciones similares, mi cabeza cubría con un velo negro la mayoría de momentos. En cierto modo era mejor así, olvidándolos— Fue a quien tiré el batido.

— No lo tiraste, te asustaron y les salpicó sin querer. No fue tu culpa, ya te lo he dicho —rodé los ojos y asentí a las palabras que tantas veces había escuchado estos últimos días— Está loco, realmente lo está.

— ¿En serio?

— No lo sé, pero no me extrañaría. Casi no me creo que me haya llegado a gustar. Es asqueroso.

Abrí la boca sorprendido y seguidamente volví a cerrarla antes de decir nada.

Recordé de inmediato que el día anterior Jimin me lo contó todo. Como se había acostado con Wonho en la fiesta de hacía unos meses. Y todas las esperanzas que tenía en verle algo bueno, las cuales se vieron pisoteadas tras la escena de los baños conmigo. Según él, ese chico no merecía ni su más mínimo interés.

— No es feo, tan solo da miedo.

— Es asqueroso igual —declaró dando por terminado el debate. Era su palabra final, y es que en estos temas él siempre solía tenerlas, y a mí no me molestaban porque sonaba tan seguro de sí mismo que me era imposible ponerlas en duda.

— ¿Sabes que está realmente asqueroso? Los bocatas especiales que hace mi hermana de champiñones y queso. Saben horriblemente mal, en serio, no puedes imagin... —en ese momento volvió a vibrar y parpadear su móvil desde el interior de su bolsillo de la sudadera. Por un momento pareció que no lo iba a coger, y por la cara que puso al ver la pantalla, quizás habría sido mejor de esa forma— ¿Quién es?

— Deja de llamarme —contestó al dispositivo ignorándome por completo. Aun así intenté ver la pantalla, acercándome más y más a él, cosa inútil ya que él lo compensaba echándose hacia atrás— Te lo prometo, si vuelvo a recibir una llamada tuya, te denuncio. Venga del móvil que venga. Me da igual, tan solo piérdete... ¡No, ya te lo he dicho, no quiero tener nada que ver con ustedes, acéptalo de una jodida vez!

Varios insultos después averigüé quien estaba al otro lado de la línea porque mi amigo soltó su nombre en mitad de una frase. Era Taehyung, y aunque quizás sí que parecía bastante acosador por su parte, me dio bastante pena por el desprecio con el que le hablaba mí amigo.

Cuando colgó, me quedé expectante a que me explicara lo sucedido.

— ¿Qué? —preguntó bruscamente, aún agitado por la tensa conversación que acababa de tener. Hasta se le notaban algunas venas en la garganta— Ya te lo he contado, no es nada nuevo.

— Pensé que no le odiabas. Que había comenzado a caerte mejor.

— El que hablara más con él para acercarme a su amigo no cambiaba nada. Además, nunca nos hemos llevado bien. No soportaba que me recordara lo poco que me convenía Wonho, y ahora soporto menos que tuviera razón.

— También pensé que te gustaba un poco —puso una expresión de asco e hice un gesto con mis dedos, indicando una pequeña cantidad— Un poquito poquitín.

— ¿Taehyung? —asentí y él negó, mostrando una amarga sonrisa probablemente al rememorar algún momento. Por este tipo de detalles había llegado a tales conclusiones, y me parecía que mi forma de pensar era muy coherente y nada exagerada, al menos en este caso— Puede que las cosas cambiaran durante un tiempo. Quizás hasta llegó a caerme bien, y no voy a negar que sea muy atractivo. Pero todo eso acabó, ya te lo he dicho.

— ¿No te gusta?

— ¿Qué parte de que lo odio a él y a todo su grupo de amigos no has terminado de entender, Yoongi?

— Pero Jungkook está en su grupo de amigos —solté de repente. No lo pensé, tan solo me vino su imagen a la mente.

— ¿Y? —Jimin me miró extrañado y yo me encogí de hombros.

— No, nada, solo eso.

— ¿Por qué iba a caerme bien ese idiota?

— No es idiota —volvió a mirarme con el ceño fruncido y yo agaché la vista. Sabía lo que opinaba, y para mi desgracia estaba en lo cierto— No siempre.

— No entiendo a qué quieres llegar con esto, ni siquiera sois amigos —declaró mirándome, invitándome indirectamente a que se lo explicara.

Pero no iba a hacerlo. No abriría la boca por nada del mundo, porque lo había prometido. Ni siquiera a Jimin, eso me pidió, y yo cumpliría mi palabra. Se la di a Jungkook, a mí Jungkook favorito, aquel que sonreía como el primer día.

Volví a encogerme de hombros y sonreí.

— Tienes razón. Hemos hablado un par de veces, apenas le conozco.

— ¿Han hablado? —sonreí y asentí, más emocionado de lo que me hubiera gustado mostrar. Inmediatamente me recompuse y bajé la mirada, perdiéndola como él solía hacer, clavándola en ningún sitio concreto de la madera, pero aun conservando una sonrisa.

— Tan solo compartimos un cigarro.

— ¿Un cigarro? —me miró sorprendido y desconcertado a partes iguales, adelantándome que sería lo siguiente que iba a decir— Pero si tú no fumas.

— Lo sé —me encogí de hombros y mis comisuras se ensancharon aún más— Compartió su humo conmigo.

— ¿Humo? —asentí, sabiendo que no lo comprendería. Y efectivamente no lo hizo. Tan solo negó y devolvió su vista a la caja de tabaco que se encontraba abriendo en esos momentos, olvidándose de mis últimas palabras.

Y con ello, alargando la vida de mi secreto mejor guardado. El mejor que tenía hasta ahora.

Si antes me sentía sobreprotegido, ahora había alcanzado un nuevo nivel con Jimin, uno que no llegaba a desagradarme del todo.

Me acompañaba a todos lados, incluso al baño. Nunca se separaba de mí, y por extraño que pudiera parecer, no me agobiaba en absoluto. Me gustaba estar con él, así que a excepción de cuando bufaba a alguien que se me acercaba mínimamente, estaba contento con el cambio.

— Yo creo que es demasiado lindo para ser malo —declaré como argumento definitivo. Estábamos hablando de Taehyung, porque al parecer era el único que se había pasado el ultimátum de Jimin por donde le placía y seguía intentando hablar con el pelinegro a pesar de los violentos rechazos que solía recibir. Me llegaba a dar pena hasta a mí— No tiene mofletes de mala persona tampoco.

— Yoongi, solo tú eres demasiado algo para ser malo. Acéptalo. Todos los demás podríamos recaer en algún momento —declaró dando un trago a su batido. Por algún motivo, desde el incidente los traía para cada descanso, y siempre me daba uno a mí. Yo los acepté con la condición de tomarlos siempre que no hubiera personas cerca, y él aceptó a regañadientes.

— ¿Demasiado qué? —sostuve mi rostros y mostré una bonita sonrisa, acompañándola con un aleteo de pestañas. Solía hacer infinitas peleas de estas con mi hermana, para saber quién era más lindo de los dos. Obviamente solía ganar yo— ¿Puro como un ángel caído del cielo de los algodones de azúcar?

— No, demasiado tonto. Y siento decirte que ese cielo no existe.

— Y tú que sabrás. Nunca has estado en él.

— Ni voy a estarlo, porque no existe.

Inflé los mofletes con indignación y tomé aire para comenzar a soltarle de carrerilla los motivos existentes que defendían irrefutablemente diferentes cielos para cada tipo de comida. Era una teoría creada por mí, y dijera lo que dijera Jimin, también totalmente cierta.

De ese tema recaímos en un debate sobre perros y gatos. Luego hablamos de la adopción de animales sobre la compra de ellos. Seguidamente pusimos en común nuestra depresión en lo referente a la semana de exámenes que se acercaba cada vez más rápido, y finalmente la conversación volvió a recaer en el ser humano demasiado bajito como para guardar maldad en su interior.

— ¿Eres consciente que lo que me digas no va a cambiar en absoluto lo que pienso?

— Pero tu opinión es muy triste.

— No por nada me llaman emo —sonrió y yo le pegué un pequeño golpe en el hombro, harto de esa broma tras haberme enterado de lo que realmente significaba. Él no era así. Quizás lo aparentaba, pero después de conocerle la imagen cambiaba totalmente. Era muy triste que lo calificasen de algo sin conocerlo siquiera— Además, no es triste, es realista. Si alguien es un asco de persona lo es y punto.

— ¿No puede ser un asco de persona y un amor de persona al mismo tiempo?

— No. Cuando es lo primero, se anula lo segundo. Puras matemáticas.

— Odio las matemáticas —declaré formando un pico con mis labios, molesto por la forma de pensar de mi amigo— ¡No, no me hables, soy un asco de persona!

— No eres un asco de persona porque no te gusten las matemáticas, idiota.

— ¿Ah, no? —negó sonriente, con esa mirada divertida, expectante a ver qué era lo siguiente que yo tenía pensado decir. Normalmente solía avergonzarme, pero ese día estaba tan seguro de mi punto de vista, que no me intimidaría ni un poquito— Tampoco me gustan las judías. O los champiñones. O acompañar a mi madre en vacaciones a ver los pájaros con prismáticos porque me quedan pequeños y hacen daño en la cabeza —Jimin enarcó una ceja, mirándome sorprendido y desconcertado a partes iguales, pero siempre con aquella entretenida sonrisa curvándole el rostro y dándole una apariencia más madura— Ni me porto bien todos los días del año a pesar de que escriba que sí en la carta de Papá Noel. ¡Y siempre le escondo el cepillo de pelo a mi hermana para que tarde en encontrarlo y yo tenga más tiempo en el baño para mí solo! —el pelinegro soltó una carcajada, cubriéndose inmediatamente la boca por la mirada que le otorgué— ¡Lo digo en serio, no te rías!

— Oh dios mío, eres una horrible persona Min Yoongi.

— ¡Para de bromear! —fui a pegarle pero se apartó a tiempo, colocándose a mi espalda y haciéndome cosquillas de improviso. Reí, chillé y me aparté de un salto, alejándome de esa maldita tortura— ¡Jimin, para, estate quieto!

— ¿Se puede saber por qué me acabas de hablar como si fuera un perro? —preguntó entre risas, ya sin preocuparse en reprimirlas, lo que me molestaba cada vez más. Realmente quería tomarme el tema con seriedad— No te enfades, bobo.

— No me enfado, simplemente me entran ganas de pegarte un puñetazo porque te estás riendo en mi cara mientras te explico algo —volvió a reírse y yo apreté los puños con fuerza, frustrado de que no me escuchara— ¡Que no entiendes que no todo es como tú dices, tan blanco o negro!3

— Pero Yoongi, los tonos grises no existen —sonrió resacoso de la fiesta de risas que acababa de otorgarse él solito. Por suerte ya podía hablar como una persona normal— O malo, o bueno. Si te esfuerzas por hacer el bien, eres bueno, y si no, pues lo contrario. No hay más.

— Pues yo soy completamente gris, ya te lo he dicho. Todos los somos, y si me escuchases lo entenderías. Pero no escuchas.

— Sí escucho, pero no estoy de acuerdo.

— ¿Entonces tú que eres? ¿Blanco?

— ¡Claro que no! —volvió a reír, pero esta vez de forma amarga, y por suerte apenas duró unos segundo— Hay muy pocas personas que lo son, y yo no estoy entre ellas.

— Tú no eres negro.

— Lo soy.

— ¡Jimin, te prometo que eres gris, hazme caso aunque no sepa explicarme bien! —exclamé exasperado. Él sonrió y negó.

— Esta conversación está empezando a carecer de sentido, así que mejor cambiemos de tema.

— ¿Pero aceptas que tengo razón?

— De ninguna forma —se encogió de hombros en una especie de disculpa tras escuchar el bufido de frustración que solté— Solo puedo confirmar dos cosas. Una, es que Taehyung no me va a caer bien. Taehyung y todos sus amigos están en la cerca negra, con casi el noventa por ciento de la población.

— ¿Y la otra? —pregunté esperanzado de que al menos coincidiera conmigo en algún punto. Algo, cualquier cosa me servía.

— La otra es que tú eres la persona más blanca que he conocido en mi vida.

Suspiré y al menos terminé coincidiendo con él en algo, en que sería mejor dejar el tema si no quería terminar hecho un manojo de nervios.

Y a pesar de lo convencido que estaba sobre mi teoría de tonos grises, cuando volví a clase y saludé a Jungkook, esta se tambaleó ligeramente. Cuando me miró fijamente y apartó la vista sin responderme, volvió a balancearse. Y cuando al final del día se acercó en clase y me soltó unas palabras.

— No me mires o saludes, y mucho menos me hables. No somos amigos, no te confundas y sobre todo, no hagas nada que pueda confundirme a mí también. Maldito niño raro.

Ahí, justo en ese momento, mientras salía por la puerta dándome a espalda y sin girarse en algún segundo, comencé a plantearme que quizá Jimin tenía algo de razón.

Quizá sí que existían personas de solo un color, sin tonos grises.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top