28

Jungkook.

No había casi gente. La mayoría de alumnos se habían esfumado nada más sonó la alarma de final de día, como era de esperar, y lo profesores otro tanto de lo mismo. Los únicos idiotas que aún quedábamos en el centro éramos Taehyung, la directora, el personal de limpieza y yo.

Bueno, y el grupo de idiotas que tenía por amigos, a los cuales llevábamos esperando casi quince minutos. Se me estaba haciendo eterno, y más teniendo a Taehyung al lado, contándome los progresos que estaba haciendo con Jimin.

— Te lo juro, últimamente me ha cogido confianza.

— Ajá.

— Después de la fiesta, estamos mucho más unidos.

— Sí, claro.

— A penas me insulta cuando me ve —le miré enarcando una ceja, haciéndole ver la mentira que acababa de soltar. Ni siquiera entraba en la categoría de mentir, pues se acercaba más a una distorsión de la realidad abrumadora— ¡Es verdad!

— Bufa cuando te ve.

— Pero no me insulta. Es un avance.

— Taehyung —di una calada a mi cigarro y sonreí amargamente, rompiendo la esperanzadora mirada de mi amigo. No iba a ser condescendiente. No tenía ganas— Das mucha pena.

Él frunció el ceño y empezó a farfullar palabras a toda prisa, quejándose sobre la poca credibilidad que tenían sus amigos sobre él, alegando que no entendíamos a Jimin y por lo tanto malinterpretábamos su comportamiento, que el humo del tabaco nos aplastaba las neuronas y no nos dejaba pensar con claridad.

Y todo eso de carrerilla, ni siquiera se detuvo cuando apareció el mismo pelinegro del que tantas maravillas hablaba, a su espalda. Pero lo habría hecho de ver la cara que traía, tan agobiada que parecía haberse encontrado a la mismísima muerte de frente.

— ¡Taehyung!

— ¿Eh? —el mencionado se giró extrañado, probablemente desconcertado al escuchar por primera vez la voz del pelinegro pronunciando su nombre sin estar seguido de un insulto. Quizás no estaba tan loco y sí que había hecho avances— ¡Jimin! —sonrió abiertamente, destellando felicidad en la mirada y aun así controlándose para no establecer contacto físico con el menor. Realmente me estaba sorprendiendo muy gratamente en los últimos minutos— Justamente acababa de hablarle de ti a Jungkook.

— Wonho está en los baños con Yoongi —mi sonrisa desapareció al escuchar esos dos nombres juntos en la misma frase. El pelinegro no me miraba a mí, pero yo me sentía incluso más implicado que él mismo en la conversación tras escuchar el comienzo— Acabo de encontrarme a NamJoon y me ha dicho que vaya a por él, que puede acabar mal.

— ¿Y qué mierda hacían esos dos en los...

No escuché el final de la frase, pues antes de poder hacerlo eché a correr a toda prisa, dejándoles atrás, sorprendidos con mi salida.

Incluso yo, mientras avanzaba a rápidas zancadas, no llegaba a comprender el agobio que comenzaba a invadir cada centímetro de mi pecho. Había sido una reacción totalmente inconsciente. Y la mejor que podía haber tenido, pues la escena que vislumbré al entrar en los baños, me dejó hecho piedra.

Miré a mi amigo, quien parecía desconcertado, pero en ningún caso molesto o asustado por mi interrupción. Al contrario, ni siquiera parecía tener intención de detenerse. Seguía con sus manos puestas sobre el tiritante cuerpo de Yoongi, decorado a base de golpes.

Y no solo eso, también sangre, lágrimas y saliva. Desde el suelo, con la cara pegada a las baldosas, me miró fijamente. Su rostro estaba tan descompuesto como mi estómago al verlo. Tan aterrado, tan desesperado.

Fue como volver al pasado, a una pesadilla.

Y no reaccioné, no moví ni un músculo. Me era imposible hacer otra cosa que no fuera ahogarme en la agonizante mirada de Yoongi. Quería con todas mis fuerzas, pero mi cuerpo no respondía, y por un segundo sentí su agonía. Era indeseable hasta para tu peor enemigo.

— Tenías razón, Jungkook. Este chico es perfecto para divertirse un rato. Míralo —se inclinó sobre su espalda, aplastándole aún más contra el suelo, y sostuvo su barbilla para levantarle el rostro. Yoongi gimió de dolor, siempre de forma ahogada y casi inaudible por la chaqueta que tenía amordazándole. O porque se estaba quedando sin aire— ¿Quieres empezar tú? Aún no he tocado nada. Y joder, estoy casi seguro de que es virgen. 

— ¡Yoongi! —entonces sentí unos brazos empujándome, seguido de la pared con la que impacté, aunque nada grave, tan solo un pequeño golpe en el hombro.

Nada en comparación a la patada que recibió Wonho en toda la cara.

Jimin en dos segundos había hecho más que yo en todos los minutos que había pasado frente a la puerta. En medio. Inútilmente parado sin hacer nada. Quieto mientras mi amigo estaba a punto de violar a Yoongi.

— ¿Taehyung? ¿Qué mierda pasa aquí? —preguntó Wonho con total desconcierto, masajeándose la parte de su mandíbula que había recibido la patada. Cierto que se la había propinado con fuerza, pero para desgracia del pelinegro, no era nada en comparación a las que solía catar cada noche en sus típicas peleas— ¿Jungkook? —esta vez me miró a mí, pero yo estaba demasiado distraído viendo como Jimin ayudaba al castaño a recuperar la respiración como para hacerle caso— Me estaba encargando de él, no sé qué cojones hacen.

De alguna forma Taehyung consiguió sacarle de ahí. Yo debería haber ido detrás, pero no me moví, y no supe si era porque de nuevo el cuerpo no me respondía o porque no quería abandonar a Yoongi. No en esa situación. No una segunda vez.

— ¡No te quedes ahí parado, joder! —exclamó el menor completamente alterado. Pero le comprendía tan a la perfección que el insulto casi ni lo escuché, quedando como algo totalmente insignificante en ese momento.

Ayudé a sentarlo contra la pared, apoyando su espalda en ella e intentando que cogiera aire de nuevo. Jimin se quitó su sudadera —la cual no estaba permitida en la normativa del uniforme escolar—, y la colocó bajo el agua del grifo hasta que estuvo completamente mojada.

Y yo permanecí al lado de Yoongi, agarrándole la mano con fuerza, dejando que poco a poco comenzara a sustituir la pared por mi pecho.

— Levanta la cabeza, Yoongi —ordenó suavemente Jimin, ayudando a su amigo a incorporarse lo justo para que limpiara con la mojada prenda su rostro. Por suerte era negra y apenas se notaba el rojizo oscuro de la sangre, en mi camisa blanca era mucho más diferenciable— Voy a comprar una botella de agua, espérame aquí —le informó con el mismo tacto que había utilizado para todas las demás palabras. Era increíble la madurez y profesionalidad con la que abordaba esta situación— Cuídale.

Esta vez no supe si era orden o petición, pero tampoco me importaba, ya que pensaba realizarla independientemente de ello.

Y si por algún motivo Yoongi hubiera podido leerme la mente en ese momento, me habría escuchado aquello, porque nada más salir Jimin del cuarto de baño se aferró a mí con todas sus fuerzas.

Lentamente fui encontrando el valor para abrazarlo, para sentirme cómodo con ello, y lo acerqué a mí, sintiendo como sus aspavientos iban disminuyendo, como el aire volvía a abrirse paso a sus pulmones.

— Yoongi... —comencé a acariciar su frente muy delicadamente. Podía distinguir las costillas marcándose a través de la empapada y finísima tela del uniforme. Esa camisa parecía casi su propia piel en algunos puntos de su magullado cuerpo— Yoongi, tranquilo.

— Mmmh...

— Yoongi —me miró. Levantó la vista por primera vez en todo ese rato y abrió los ojos. Estaban rojísimos, agrietados por pequeñas líneas rojizas y brillantes por las lágrimas. Acaricié su mejilla con la mano que tenía libre y con cuidado volví a apoyar su cabeza en mi pecho— ¿Te encuentras mejor? —asintió débilmente y sonreí.

No podía sentirme más aliviado. Jimin no llegaba, pero me daba exactamente igual, no me era necesario. Estaba mejorando, y lo hacía conmigo. Yo también podía servirle de ayuda, no solo estaba para dañarle. Podía salvarle, exactamente como en ese momento estaba haciendo.

Exactamente como hizo Jimin cuando la vez anterior yo fui el culpable de colapsar sus pulmones, su confianza y su razón. Como cuando me aproveché de él y a partir de ahí eché raíces en la desconfianza. Como cuando cometí el mayor error de mi vida, aquel que independientemente del castaño, jamás me perdonaría a mí mismo.

— Jungkook... —fue un murmullo, casi inaudible en otra ocasión, pero en este momento estridente a comparación con el silencio de los baños.

— Sí, dime.

— Qu-quiero humo.

Fruncí el ceño y él sonrió.

Lo decía en serio. No era una broma o una mala interpretación. Y en mi interior no podía negar que probablemente yo lo quería más que él en ese momento. Por eso antes de responder yo también me encontraba sonriendo.

— Te aviso que me falta el humo.

— Da igual —cerró los ojos y se arrimó un poco más a mí— Que sea sin humo entonces.

En ese instante cayó dormido y yo le besé en la frente, intentando calmarle con solo ese gesto.

Intentando calmarme a mí también, pues casi podía jurar que Yoongi había recuperado su respiración a costa de la mía, y si ese fuera el caso, no me arrepentía en absoluto.

Estuve casi diez minutos abrazando a Yoongi, con el corazón a mil por hora, preocupándome por cada movimiento que hacía, lo cual le sacaba expresiones de dolor aun estando dormido. Estaba hecho un cuadro, uno que me conocía muy bien, pues con mi grupo de amigos no era la primera vez que veía a alguien de esa forma.

Teníamos peleas continuamente, y aunque en el caso de algunos preferíamos no participar en abusos físicos, siempre que había violencia por parte de los dos bandos no había nadie que se salvara. Incluso yo me había llegado a encontrar en peores condiciones que Yoongi en ese momento, pero por algún motivo verle a él de esa forma dolía más que cualquier cosa.

Dolía por primera vez, que era lo más extraño.

Cuando Jimin llegó no hizo falta que dijera media palabra para saber que ya no era necesaria mi presencia. Por mucho que quisiera, Yoongi estaba en buenas manos. Quizás hasta en mejores.

— Jungkook —me llamó el menor antes de que cerrara la puerta del baño a mis espaldas. Me giré y eché un vistazo a Yoongi inconscientemente antes de mirarle a él— Dile a Taehyung que tenía razón. Y que no quiero tener nada que ver con ustedes. Con ninguno de ustedes.

— Nosotros no somos así —respondí sin pensar. No éramos eso. No éramos Yoongi dormido, sin fuerzas a base de golpes y gritos de socorro. Me lo repetiría mil veces si hacía falta.

— ¿No eres igual que tu amigo? ¿Estás seguro? —hablaba pausadamente, con una mirada tan afilada que cortada cualquier diferencia de edad o supuesta madurez. No era un niño, era demasiado intimidante para ello.

— No lo soy.

— Puedes negarlo, pero la realidad es la que es. Dan asco. Son la peor mugre con la que me he encontrado en mi vida. Cuando alguien tiene algo de lo que sacar provecho, algo bonito, lo manchan y pisotean hasta que se vuelve tan podrido como cada uno de ustedes —inspiré hondo, intentando aparentar que no me afectaban sus palabras. Que no eran ciertas, y por lo tanto carecían de importancia— No quiero que se acerquen a mí o a cualquiera que me importe.

— No puedes decirme qué hacer.

— Lo estoy haciendo en este momento.

Quise responder. Quise descargar toda la frustración que comenzaba a invadirme directamente con él, pegarle con todas mis fuerzas, romperle y seguir destrozándole hasta que no quedara nada. De hecho no solo a él. En ese momento me sentía con voluntad de quemar el mundo entero, de pisotearlo hasta que solo quedaran migajas.

Y el portazo que di al cerrar la puerta del baño tan solo fue el principio de mi rabia. Cada pisada que resonaba por los pasillos se unía en un dúo al recuerdo de los lloros de Yoongi, de las palabras de Jimin, de mis propios pensamientos más torturadores que cualquiera de los dos casos anteriores.

En la salida se encontraban Taehyung y Wonho, este último riéndose mientras se frotaba con indiferencia la mandíbula, la parte donde había recibido una patada del menor.

No pensé ni un segundo las consecuencias que tendría el que yo le pegara un puñetazo en el mismo sitio, tan solo lo hice.

— ¿Qué mierda? —exclamó tras escupir varias veces sangre, pues acababa de abrirle nuevamente la herida.

Taehyung me miró con la intención de meterse en medio, pero al segundo decidió quedarse apartado. No era su problema, no tenía por qué posicionarse de ninguna parte. Tan solo no iba con él. Esto pasaba continuamente en el grupo, peleas por doquier que terminaban con miles de heridas y varias risas.

— Casi lo matas, jodido psicópata.

— ¿A Yoongi? —sonrió y volvió a escupir a un lado, limpiándose seguidamente el labio con su propia lengua. Casi parecía que disfrutaba del sabor de su propia sangre. Era escalofriante, pero nada sorprendente. No en él— Lo tenía controlado, sé cómo funciona eso.

— Tu control es una mierda.

— Jungkook, deberías calmarte —intervino Taehyung intentando agarrarme del brazo. No iba con fuerza, de hecho era consciente de la situación y por ello ponía delicadeza en cada acto, pero aun así le aparté con toda la brusquedad posible. Si alguien me iba a tocar en ese momento, no sería a base de caricias.

— No, Taehyung, déjale. Que diga lo que tenga que decir.

Y entonces me di cuenta de que en realidad no había nada que quisiera soltar por la boca, porque no existía nada que me quitara de culpa. Pero aun así no me lamentaba de mi día a día. Yo era como era, aun dando todo el asco del mundo, así era yo. A veces me desgarraba el alma pensarlo, pero era inútil lamentarse, pues no había forma de cambiarme.

— Estás loco.

— Jungkook —esta vez Taehyung no me tocó, no se atrevió, pero aun así sí que volvió a avanzar los pasos que yo le había apartado con un empujón— ¿Estás bien?

— ¿No se han metido nada antes de llegar? —ahora era una conversación entre ellos dos. Una sobre mí que no me extrañaba en absoluto, ya que a cualquiera le sorprendería toparse con mi rostro descomponiéndose en carcajadas de un segundo a otro.

Reí con toda mis fuerzas. Me apoyé en el muro y seguí riendo, ahora de cara a él. Y me moría de ganas de llorar, pero solo salían carcajadas, una tras otra, desestabilizándome hasta rozar la locura con la punta de mis dedos.

Era eso. Me estaba volviendo loco.

Yo no era diferente a Wonho, no iba a ser tan hipócrita de excusarme cuando había hecho exactamente lo mismo un tiempo antes. Tal como había dicho Jimin, daba el mismo asco que él. Todos lo dábamos.

— Taehyung —ambos me miraron, uno preocupado y el otro curioso por lo siguiente que fuera a hacer. Ahora más calmado tan solo sonreía débilmente. Mi pecho se sentía apretado, pero seguía sonriendo— Tu novio me dijo que no te le acercases más. Que no nos acercáramos ninguno del grupo a él. Ni a Yoongi o cualquiera que le importe —el rostro del castaño iba descomponiéndose a medida que las palabras brotaban de mis labios— Ah, y también dijo algo de que tenías razón, pero eso no lo entendí.

— ¡Joder! —le dio un puñetazo a la pared, seguido de un segundo y un tercero. No fui a detenerle, no me necesitaba para ello, pues ya lo hizo él cuando lo vio necesario, terminando por arrastrarse por el muro hasta tocar el suelo— Jodido niño. Hasta que se da cuenta.

— ¿Me he perdido algo? —intervino Wonho sonriente. Era el único que no había cambiado desde el comienzo de la situación. Su sonrisa era la misma. La misma de siempre, de todos los días y todos los momentos.

— Al fin Jimin reconoce que eres un imbécil —respondió Taehyung, riendo amargamente. A diferencia mía, no se preocupaba por retener las lágrimas— ¿Cuánto tiempo llevaba detrás de ti? ¿Uno? ¿Dos meses?

— ¿Jimin? —Wonho se encogió de hombros con indiferencia y yo seguía sin comprender nada en absoluto de la situación, aunque realmente en esos momentos tampoco me importaba— No sé, eres tú quien no dejaba el tema. Desde que me lo tiré en la fiesta no parabas de hablar de ello.

— Aún te odio por ello.

— Lo sé —respondió el pelinegro entre risas— Y si supieras lo bien que la chupa, me odiarías más aún incluso. Deja de mirarme así, si quieres pegarme hazlo. Será divertido. Una pelea para liberar tensiones.

— No quiero pegarte.

Me giré hacia el sonido de la puerta de entrada, lugar por donde efectivamente estaban saliendo Jimin y Yoongi, este último en brazos del primero. Aún seguía durmiendo, tan puro que parecía a punto de levitar.

Jimin ni siquiera nos miró, y los ojos del castaño permanecieron cerrados todo lo que tardaron en salir a la calle y subirse en el coche que les estaba esperando junto a la acera. Cuando se fueron, aún tenía el rostro de Yoongi en la mente.

— Wonho —llamé a mi amigo, quien se giró inmediatamente en mi dirección, sonriendo socarronamente. Tenía una caja de tabaco en la mano y estaba en proceso de encenderse un cigarrillo que tenía entre los labios. Sonreí y saqué mis puños de los bolsillos de la chaqueta— Yo sí quiero una pelea.

El cigarro salió disparado con el primer golpe de los muchos que vinieron después, tanto dados como recibidos. Y es que si a alguien se le había ocurrido una sola idea buena ese día, había sido a él. Una pelea sería la mejor forma de liberar tensiones. 

De olvidar por un instante la mugre que yo era.

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