21


Jungkook.

Tal y como había predicho, terminé apartado de la conversación con la vista puesta en la escena que protagonizaban mi novia y su mejor amiga.

Cierto que tan solo estaban abrazadas, esta última sentada entre las piernas de la rubia, pero no era cuestión de la posición, sino del ambiente. No había más tensión sexual entre ellas porque aún quedaba gente en la casa, que sino entre que Moonbyul estaba borracha y yo había dejado de hacer acto de presencia desde hacía casi una hora, estarían montándoselo en medio del salón.

Y todo empeoró cuando a alguien se le ocurrió la maravillosa idea de poner a girar una botella de algún refresco y aplaudir. Sí, en menos de tres segundos todos los presentes habían hecho un círculo alrededor de esta y miraban pendientes hacia donde apuntaría el tapón.

— Voy al baño —declaré poniéndome en pie antes de que me empujaran a participar en aquel juego. Nadie me escuchó, y tampoco era mi intención que lo hicieran, a excepción de Moonbyul. Me incliné y le informé nuevamente, quizás con la esperanza de que me acompañara.

Pero no lo hizo. Asintió riéndose y le preguntó a su amiga que donde se encontraban los baños. Yongsun la estrecho más hacia sí y tras sonreírme, me señaló unas escaleras que daban al piso de arriba. Solté un suspiro y me marché lo más rápido posible, justo cuando la botella se detuvo y empezaron los silbidos y gritos.

Por suerte para mí el ruido disminuía notablemente a medida que ascendía un escalón, y cuando estuve pisando suelo firme, las risas y la música tan solo formaban parte del sonido de fondo de la casa. De hecho había otra cosa muy diferente que se posicionaba en un primer plano, unas pisadas de alguien que no había escuchado hasta ahora.

Sin previo aviso, un chico pasó casi corriendo enfrente de mí, dirigiéndose rápidamente al fondo del pasillo. Llevaba una camiseta ancha verde, con unos calcetines blancos que le llegaban hasta casi la mitad del muslo. Juraría que estaban diseñadas para mujer, en serio, casi rozaban la lencería.

Me quedé varios segundos sin reaccionar, desconcertado con lo que acababa de ver pasar frente a mis ojos. Cierto que iba medio borracho, que cargaba casi nueve latas de cerveza a mi espalda y mi situación no era la mejor, pero estaba seguro de que no lo había imaginado.

Aun así quise afianzarme de la realidad, siguiendo el camino del chico, y solo necesité asomarme para volverlo a distinguir al final del pasillo, a medio entrar en lo que parecía un baño.

Sí, definitivamente era un chico. Lo era, pero eso no restaba en absoluto lo apetecible que se veía, y de nuevo no tenía nada que ver el alcohol. Además me daba la impresión de que me recordaba a alguien, y no sabía si me moría más por adivinar a quien o por conocerle. Sin pensarlo eché a andar hacia su posición, disfrutando de las vistas que me proporcionó cuando repentinamente se agachó estado de espaldas a mí.

Joder. Esto podría ser la mejor o peor broma del destino. Mordí mi labio inferior con fuerza y me apoyé en el marco de la puerta con un brazo, esperando ver su rostro sin que él me descubriera.

— ¿Necesitas ayuda? —pregunté de sopetón, consiguiendo que el chico se asustara y todas las prendas que estaba recogiendo salieran desperdigadas sobre su cabeza. Levanté una ceja, sorprendido por su torpeza, y entonces cuando se puso en pie y vi su rostro reflejado en el espejo, lo entendí todo.

— Ju—Jungkook... —se giró colocándose esta vez de cara a mí, temblando ya desde un principio con solo devolverme la mirada. Tenía el pelo mojado, y las gotas que descendían hasta su camiseta la estaban empapando. Inconscientemente sonreí.

— Quien hubiera dicho que te iba a encontrar aquí —acerqué mi mano para quitarle un calcetín que había caído sobre su cabeza y le eché un vistazo de arriba abajo, demorándome lo necesario con cada centímetro— Por cierto, bonito trasero —añadí entre ligeras risas, consiguiendo que agarrara el extremo de su camisa y la estirara con timidez, primero por detrás y luego por delante. Al final quedó igual o más expuesto que en un principio. Tragué saliva e intenté no desconcentrarme de la conversación— ¿Qué haces aquí?

— Se me había olvidado recoger la ropa sucia y vine a... bueno, eso...

— ¿Te acabas de duchar? —tenía sentido, pero mi desconcierto iba tan solo en aumento. Eché un vistazo a mí alrededor y luego a él, sin entender del todo la situación— ¿Viniste a la fiesta?

— ¿Qué fiesta?

— La de Yongsun. Es su casa.

— ¿La fiesta de mi hermana? —pestañeé varias veces, desconcertado por lo que acababa de oír. ¿Había dicho hermana? Lo había hecho, y de alguna forma las piezas encajaban a la perfección, independientemente de que a mí me gustaran más o menos. Casi no podía creerlo— No me gustan mucho las fiestas, y tampoco conozco a sus amigos, así que no bajé —esta vez fue él el que preguntó— ¿Tú eres su amigo?

Aún seguía en mi bucle de desconcierto.

Volví a echarle un vistazo de arriba abajo y pensé en Yongsun. Quizás tenía razón, pues ambos tenían defectos graves en la personalidad. Jamás hubiera imaginado nada parecido, y ahora que lo acababa de descubrir no sabía cómo reaccionar.

Finalmente intenté aparentar total normalidad, como si que el chico que tantos problemas mentales me estaba dando fuera hermano de la chica que tantos problemas en mi relación me estaba dando, no fuera tan importante.

— No. Me invitó porque mi novia es su mejor amiga.

— ¿Moonbyul? —asentí sin sorprenderme. Siendo el hermano de Yongsun no me extrañaba en absoluto que la conociera— ¿Tú eres el novio de Moonie? —asentí por segunda vez, sin saber muy bien a donde llevaba esto. Cuando volví a hablar lo comprendí todo— Mi hermana te odia.

Las carcajadas me salieron solas. Yoongi me miró extrañado y yo seguí riendo. No habían palabras tan obvias y que además desvelasen tantas verdades como las que acababa de soltar el castaño en ese momento.

Se encogió de hombros y volvió a agacharse para recoger otra vez las prendas de ropa. Para mi desgracia esta vez no inclinó la espalda y dejó todo su trasero expuesto, sino que se colocó en cuclillas. Aun así no podía dejar de mirarle.

— ¿No vas a bajar con los demás? Moonbyul estará preocupada.

— Moonbyul está borracha, y tu encantadora hermana ocupándose de ella —sonreí cínicamente. A veces llegaba a pensar que seguía con mi novia por la absurda rivalidad que mantenía con Yongsun. Quizás mi enemistad con ella era incluso más fuerte que el amor por mi pareja— Prefiero quedarme contigo.

— ¿Conmigo? —noté como le temblaron los brazos cuando se puso en pie, tambaleando ligeramente las ropa que descansaba sobre ellos. Sonreí y asentí— Mi habitación está sucia y desordenada.

— ¿No hay más habitaciones?

— Mi hermana nos matará si vamos a la suya —sonreí con maldad y no lo pensé ni un segundo antes de agarrar a Yoongi de la muñeca y arrastrarlo conmigo en busca de algún cuarto que pudiera asemejarse al de Yonsgun. Tan solo me topé con otro baño y el cuarto de sus padres antes de abrir la puerta de una bonita habitación con paredes amarillas— No, esta no, es la de mi hermana.

— Estoy seguro de que no le importará en absoluto.

— ¿Tú crees? —preguntó con desconfianza. Asentí y le empujé al interior de ella, percatándome de que llevaba nuevamente las manos vacías. Seguramente la ropa sucia se le había caído por el camino— De veras que odia que entre gente en su cuarto. Ni siquiera me deja a mí.

— No te preocupes, rarito. Tu hermana y yo tenemos una estrecha relación. No pasará nada.

— Creo que es una mala idea —ladeó la boca con preocupación pero no se movió de su sitio, tan solo permaneció allí, de pie junto a la puerta ahora cerrada, siguiéndome con la mirada. Parecía realmente preocupado, lo que hacía todo mucho más divertido. Sonreí y me dejé caer en la gran cama perfectamente hecha de su hermana. Ah, como disfrutaba estar invadiendo la privacidad de esa entrometida.

— Todo está muy ordenado —observé en voz alta, percatándome de la excesiva limpieza de la habitación. Precisamente no me lo habría esperado de Yongsun.

— Ah, eso es porque ha venido Moonbyul —le miré curioso, casi adelantando sus palabras— Siempre que viene a casa, ordena hasta el último centímetro de su habitación. Los demás días parece un vertedero.

— Vaya, que bien... —declaré con sorna.

No eran imaginaciones mías, y solo había necesitado un poco de tiempo con Yoongi para comprobarlo. Al paso que iban las cosas esas dos no tardarían en enrollarse, era obvio.

Mi relación con Moonbyul no iba a ningún lado, y de hecho, al menos por mi parte casi no había amor. Nunca me había enamorado de nadie, pero eso no quitaba que me gustaran las relaciones.

Me dejé caer del todo en la cama, quedando ligeramente inclinado por el respaldo y todos los cojines y peluches que había junto a él. Cerré los ojos y alcé mi mano, llamando al castaño con ella.

— Yoongi, ven aquí.

No me sorprendió en absoluto escuchar de inmediato sus suaves pisadas acercándose a donde yo me encontraba. Entreabrí un ojo y sonreí, disfrutando de la bonita imagen que me proporcionaba. Era adorable, y encima vestido así no hacía más que acentuar ese rasgo suyo.

Mordí el interior de mi mejilla y aparté la vista, intentando no caer en la tentación. Tenía demasiadas malas experiencias con eso.

— No tienes buena cara —declaró en voz baja. Sonreí y asentí sin mirarle. Seguidamente noté como se sentaba en el extremo del colchón, probablemente con las piernas fuera. Se estaba volviendo a acercar a mí, y no estaba seguro de que este momento fuera el más indicado— ¿Has bebido mucho?

— No.

— ¿Estás bien?

— Estoy normal —suspiré y me incorporé, sentándome un poco más recto, apoyándome completamente contra el respaldo de la cama. De esa forma me encontré a la misma altura de Yoongi, y no solo eso, también podía apreciar perfectamente sus piernas desnudas con aquellas especies de calcetines altos decorándolas. Tragué saliva y volví a levantar la vista. Mantener la mente fría, eso era lo que tenía que hacer— ¿Qué ocurre?

— E—estuve pensando en lo que pasó ese día...

— ¿Lo de los baños? —asintió y agachó la vista. Podía notar que estaba nervioso por la forma en la que agarraba el extremo de su camiseta y jugaba con ella. Carraspeé mi garganta y asentí. Era un logro que el castaño se decidiera a hablar de ello, teniendo en cuenta que hasta hacía unas semanas ni siquiera lo aceptaba como real— ¿Qué pasa con eso?

— So—solo quería decirte que te perdono —volvió a mirarme, esta vez fijamente, y siguió hablando. Se estaba forzando enormemente en seguir la conversación sin apartar la vista, y teniendo ese par de inocentes y enormes ojos taladrándome la conciencia no era precisamente agradable— No sé muy bien lo que pasó, pero eres mi amigo. No me harías nada malo —sonrió con dulzura y colocó una mano en mi brazo. Lo hizo muy despacio, como si fuera un riesgo, uno que debía correr. Yo seguía anonadado por la situación. Toda mi cabeza era un cúmulo de pensamientos que chocaban entre ellos— Tuviste un mal día y perdiste el control. A veces ocurre.

— Tuviste un ataque de ansiedad.

— ¿Eh? —me miró sorprendido por la frialdad de mi respuesta. Seguidamente negó varias veces, acompañándose de sus manos en forma de cruz— No, no, no lo tuve, ya te lo he dicho. No he tenido ningún ataque de nada, tan solo me asusté un poco.

— Lo tuviste, Yoongi. Y fue mi culpa.

— ¡Shhh! —se lanzó encima de mí y cubrió mi boca con sus dos manos. Me quedé en shock, intentando asimilar la nueva escena, aquella que me tenía entre sus dos preciosos muslos y su trasero rozando mi bajo abdomen. Quería incitarle a bajar un poco, quería hacer tantas cosas que comenzaba a perderme a mí mismo de nuevo— Olvidémoslo, ¿sí?

Sonrió y destapó mi boca, quedándose un largo rato con la vista puesta en ella. Entonces sin previo aviso pasó su pulgar por mi labio inferior, trazándolo suavemente. Parecía un niño explorando con curiosidad, y por desgracia, mis reacciones no llevaban nada de esa inocencia.

— Yoongi...

— Siempre he pensado que tienes unos labios muy bonitos —lo soltó así sin más. Me quedé callado y terminé por sonreír. Por algún motivo empezaba a encontrarme muy bien en ese momento. Afilé la mirada con diversión y sin previo aviso atrapé uno de sus dedos entre mis dientes— ¡Hey, no hagas eso!

Lo liberé y él lo juntó a su pecho, mirándome con falso e inocente rencor. Yo reí y sonreí, mostrando toda mi dentadura, invitándole a volver a acercarse. Y para mi sorpresa y gratitud, lo hizo, acercando lentamente esta vez su dedo índice. Sonreí e hice el amago de morderlo nuevamente, dejándole el tiempo suficiente para que consiguiera alejarlo.

Rió alegremente y siguió con el juego.

Se veía tan vivaz, tan adorable riéndose alegremente con tal estúpido juego. Realmente era raro, pero ahora empezaba a cambiar mi perspectiva. Ya fuera raro o diferente, era mucho mejor que cualquier otra persona. Era la maldita tentación en persona, el ser humano más adorable y atrayente que había conocido.

Y por desgracia, totalmente fuera de mis probabilidades, aunque ahora se encontrara restregándose inintencionadamente contra la erección que me había creado en tan solo unos minutos.

— ¿Estás bien? —preguntó al ver que no seguía con el juego por haberme distraído. Asentí y recoloqué de nuevo en la cama, sentándome adecuadamente otra vez e incorporándole a él conmigo, sosteniéndole de la cintura para que no cayera. No me pasó desapercibido como se tensó bajo mi tacto, recordándome que hasta hacía casi un mes ni siquiera me permitía estar con él a solas— Quizás deberías volver abajo.

— Yoongi, respóndeme con sinceridad a lo que te voy a preguntar. ¿Vale? —el asintió indeciso, sorprendido por mi repentina pregunta. Y quizás no era el mejor momento, quizás ninguno lo era para sacar otra vez el tema, pero necesitaba saberlo— ¿Tienes miedo de mí?

— ¿Eh?

— Que si te asusto.

— Y—yo... —se mordió el labio y fue a negar, a mentirme en la cara, ya que yo sabía de antemano la respuesta. Tan solo quería escucharla de sus labios. Al final debió retractarse y asintió casi imperceptiblemente, bajando la mirada— Un poco.

— ¿Por lo que pasó aquel día? —volvió a asentir. Hizo un puchero y tuve que sostener su barbilla para que no la bajara de nuevo. En realidad no sé si era mejor ver su expresión o que la escondiera. Definitivamente la primera opción no ayudaba en nada a mantener mi mente fría— ¿Te asusté?

— Puede... —sentí un bajón repentino con su respuesta. Lo peor es que tampoco podía decir que no había sido mi intención, porque en ese momento ni siquiera pensé en él, no me interesaba como pudiera sentirse o su opinión al respecto. Directamente no pensaba— Pe—pero no fue tu culpa, es que yo no sabía que querías hacerme. Fue muy extraño, te comportabas raro.

— Piensa un poco Yoongi.

— ¿Pensar el qué?

— ¿Qué imaginas que quería hacerte? —le miré enarcando una ceja. Era imposible que fuera tan inocente, es decir, casi me lo comí en la cabina de los baños. No podía engañarse de tal forma— Y no digas pegarte.

— Pero ibas a pegarme.

— No iba a pegarte —suspiré y coloqué una de mis manos en su muslo, acariciándole disimuladamente. Él lo vio, pero apartó la vista inmediatamente, fingiendo no haberse percatado de nada. Sin pensarlo dos veces empecé a ascender mi mano— No quería hacerte nada malo.

— ¿No? —negué y él asintió lentamente, seguramente sin prestar mucha atención a mis palabras, pues aunque intentara disimularlo, estaba completamente pendiente de mi mano en su muslo— Parecía que te habías vuelto loco.

— En cierto modo me volviste loco —reí en voz baja y le acerqué más a mí. No pensaba, al igual que días antes solo me dejaba llevar, pero en esta ocasión con un mayor control de la situación. De ninguna forma quería asustarle— ¿Ahora estas asustado? —negó desconcertado, poniéndose ligeramente bizco al intentar mirarme fijamente con lo cerca que estábamos.

Rocé su nariz y él se estremeció con ese simple toque, haciéndome sonreír. Era malditamente tierno— Si no te gusta algo, dímelo y pararé.

Volvió a asentir, seguramente porque no tendría nada que responder. Estaba totalmente rígido, sin reaccionar, tan solo asentía sumiso a cada palabra que salía de mis labios, lugar donde no tardó en posar su mirada.

Coloqué la mano libre tras su cabeza y me incliné para besarle lo más delicadamente posible. Posiblemente había sido el beso más superficial, suave, breve y dulce de mi vida, pero por alguna razón se sintió muchísimo mejor que cualquier otro que hubiera experimentado.

Por eso me dolió tanto encontrar esa expresión de decepción en su rostro al separarnos. Suspiré y quité mi mano de su cabeza, alejándome de nuevo. Había sido un idiota idealizándolo todo.

— ¿Y el humo?

Le miré con desconcierto, sin comprender a que se refería con esas tres palabras. Si no fuera porque había un silencio casi absoluto en la habitación y la pronunciación de ellas fue perfecta, podría haber puesto la excusa de haber entendido mal. Pero no, no era el caso.

— ¿Qué dices?

— El humo. La otra vez cuando hiciste eso luego salió humo —formó un puchero y dio un pequeño saltito, acomodándose encima mío— Me gustó mucho.

— Lo siento mucho, pero ahora no tengo humo —me encogí de hombros y sonreí de lado, intentado no echarme encima suyo en ese mismo instante. En ese momento no existía nadie más que él— ¿No te ha gustado?

— N—no, es decir, sí. Sí me ha gustado. Mucho —asintió sonriente y se acercó de nuevo a mi rostro, chocando contra mi respiración. Esta vez el que no se movió al rozarle fui yo, sorprendido por sus actos— ¿Podemos hacerlo de nuevo?

— ¿Aunque no haya humo?

— Aunque no lo haya.

No tardé ni medio segundo en aceptar su proposición, sin plantearme siquiera cualquier consecuencia a la que pudiera llevarme.

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