20
Jungkook.
Entre las innumerables opciones de lo que podría estar haciendo un sábado por la tarde, de ninguna forma entraba ir a la fiesta que organizaba la acosadora de mi novia.
Detestaba tanto la idea que hasta me planteé terminar con Moonbyul para no tener que asistir a tal evento. Obviamente no lo hice, y a las nueve en punto me encontraba frente a su portal, con mi moto y un casco de recambio.
A diferencia mía, ella parecía totalmente emocionada. Llevaba esa deslumbrante sonrisa acompañándola a cualquier acto que hiciera, ya fuera besarme, saludarme, o incluso tan solo estar sentada en la moto. Parecía drogada.
— Se llevarán bien, ya verás.
— No. Nos seguiremos odiando y ella seguirá detrás de tu culo.
— ¡Jungkook!
— Es la verdad —volví a bajarme el casco cuando el semáforo se puso en verde e hice oídos sordos a los siguiente que me dijo. Probablemente sería algo tipo: "No le gusto, deja de decir tonterías" o "Deja de ser tan pesimista".
Mientras tanto, yo aprovechaba estos últimos momentos de libertad que iban disminuyendo a medida que la moto avanzaba por la carretera. Ya podía ver la zona urbanizada donde se encontraba nuestro destino, y he de decir que me sorprendió gratamente comprobar que no era de alta posición.
Todos los pisos eran bastante ordinarios y sin color. De hecho, a mi gusto, lo más destacable de la calle era mi moto y un cartel de un concierto de Hip—hop pegado sobre un muro. Al menos superaba económicamente a Yongsun.
Aparqué en la acera cuando Moonbyul me agarró de la chaqueta y zarandeó con fuerza, señalándome el piso de su amiga. Era exactamente igual de común y no excesivamente grande que los demás. Nada de lo que alardear.
— ¿Quieres llamar tú al timbre? —preguntó sonriente cuando nos encontramos frente a la puerta. Sonreía igual de ilusionada que una niña pequeña.
— Cariño, no sé qué esperas recibir de esta fiesta, pero te aseguro que nada va a cambiar. Tus amigos me caen mal y yo tampoco les agrado a ellos, acéptalo.
— Cállate —frunció el ceño y me apartó bruscamente del medio al tiempo que ella misma pulsaba el timbre.
Al instante abrieron la puerta. Bufé y aparté la vista al encontrarme Yongsun. De veras que no la aguantaba.
— ¡Sunnie! —genial, y ahora se abrazaban... ¡Eh, espera! ¿Le acaba de tocar el culo? Lo ha hecho, lo ha hecho de veras.
— Jungkook está encantado de que le hayas invitado.
— No exageres —respondí seco, más pendiente de la mano de Yonsung sobre la cadera de mi novia que de las palabras de esta última.
— Y yo estoy encantada de que haya venido, ya lo sabes.
Moonbyul volvió a abrazarla, probablemente ciega de emoción al engañarse a sí misma con las palabras de su amiga. Ninguno de los dos estaba encantado de la presencia del otro, ni siquiera nos llegaba a agradar. Nos caíamos totalmente mal, pero la rubia no conseguía entenderlo.
Una vez dentro no tardaron ni medio minuto en ponerse a hablar entre ellas y hacer el vacío por completo. Yo aproveché para dar una vuelta por el salón. Era bonito, nada lujoso pero con buena decoración, además de espacioso. En una pequeña mesa de en medio ya habían colocado cubos de hielo con latas de cerveza en el interior.
Debía ser pronto, porque apenas había un par de personas conversando, aunque según lo que me habías dicho Moonbyul, tampoco iba a ser una gran fiesta.
Agarré una cerveza y me senté en uno de los extremos del sofá, rezando internamente para que este mal trago terminara cuanto antes. Pensando en positivo, cada segundo que pasaba, era un segundo menos hasta la hora de salida.
— ¡Anda, si es Jungkook!
Levanté la vista sorprendido y volví a bajarla con decepción. Sí, eran las compañeras de piso de Moonbyul. Estaban saliendo, y eran casi tan insoportables como la dueña de la casa en la que nos encontrábamos.
Lo peor de todo era que a estas les gustaba hablar conmigo y provocarme. Con Yongsun solíamos evitarnos el mayor tiempo posible y ya.
— Bonitas trenzas —respondí con ironía a Wheein. Como era de esperar, inmediatamente su novia se hizo un sitio entre nosotros y le plantó un beso en los labios. Me era tan incómodo como desagradable, y la muy desgraciada lo sabía— Existen las habitaciones.
— ¿Por qué íbamos a necesitar una? —respondió Hyejin cuando se hubo separado de la de trenzas, aun conservando una mano sobre el muslo de esta, casi adentrándose en el interior de la minifalda que traía— Vinimos a hablar contigo.
— Ajá.
— ¿Por qué? ¿Acaso no quieres charlar un rato?
— Me muero de ganas —respondí sonriendo con falsedad. Ellas rieron, notando toda la ironía que traían mis palabras y haciendo caso omiso de ella. Suspiré y bebí otro trago de la lata.
Si quería sobrevivir ahí, necesitaría algo más que unos simples tragos de cerveza.
Yoongi.
Vale, quizás sí que había sido un fastidio que me castigaran, pero nada quitaba el hecho a que mis padres no estaban en casa. Con la autoridad fuera, nada me impedía levantarme a las mil. Exactamente como estaba haciendo en ese mismo momento.
Mi día había consistido en desayunar a la hora de comer. Luego jugar a videojuegos. Luego volver a comer, ver la tele, y comer de nuevo. Obviamente con el estómago tan lleno terminó entrándome el sueño, así que a las seis y media de la tarde decidí que era buena hora para una siesta y mi cuerpo decidió cinco horas más tarde que era buen momento para terminarla.
Así que sí, ahora me encontraba levantándome de la cama y dirigiéndome al baño del piso de arriba con un ojo medio cerrado, pasos somnolientos y un bostezo por cada tres segundos que transcurrían.
De camino a mi destino, pasando por las escaleras, escuché una canción de fondo. Parecía pop o algo por el estilo, tampoco presté mucha atención, simplemente me sirvió para recordar la fiesta que había organizado mi hermana.
También recordé que estaba invitado, pero tal y como respondí un día antes, mis ganas de asistir eran nulas. Casi todos los amigos de mi hermana se pasaban el rato haciéndome cumplidos por ser adorable y estrujando mis mofletes. ¡Y encima luego ella se quejaba de que le quitaba protagonismo!
No, definitivamente no pondría un pie en el piso de abajo ni aunque me pagaran. Bueno, si me pagaran con más bolsas de patatas y una cama de agua, quizás me lo pensaría, pero como no iba a pasar, me daba exactamente igual.
Seguí mi camino hasta el baño, esta vez mucho más despierto que segundos antes. Tan solo me choqué dos veces con una pared, y no tiré ningún cuadro al suelo. Después de una siesta de cinco horas era todo un mérito hasta recordar andar.
Entré y cerré la puerta a mi espalda, viendo cada movimiento reflejado en el impecable espejo. ¡Madre mía, parecía un zombie! Tenía rastros de patatas por toda la cara, y mi pelo parecía tener vida propia. Además de mi olor corporal, el cual podía sentir hasta yo mismo. Y déjame aclarar, que cuando yo era consciente de que olía mal, era porque realmente olía mal.
También mi ropa, o lo poco que llevaba encima, dejaba mucho que desear. Apenas era una camiseta larga, ropa interior y calcetines, pero todas y cada una de las prendas estaban manchadas de grasa o restos de comida basura. Incluso juraría en uno de los calcetines había un trozo de queso de la pizza que cené la noche anterior.
Aún por todas esas me planteé durante varios segundos si ducharme o no, porque la pereza era totalmente real. Mi cuerpo se había adaptado a mi cómoda y totalmente seca cama, por lo que no me apetecía estar de pie mojándome, aunque me lo estuviera pidiendo tanto mi imagen como mi salud a gritos.
Suspiré y terminé cediendo a la lejana voz de la conciencia, la cual sonaba exactamente igual que la de mi padre.
Tenía sus palabras de: "No seas cerdo y límpiate" taladrándome los oídos, así que en pocos minutos ya me encontraba tiritando, completamente desnudo, e intentando regular la temperatura del agua de la ducha.
— ¡Ah, quema, quema! —giré inmediatamente el manillar al otro extremo sin pensarlo, y como consecuencia a actuar sin pensar las cosas, lo que sucedió no fue precisamente mejor. El agua salía con la misma potencia, pero esta vez asemejándose a la del Polo Norte— ¡Frío, frío, frío!
Tardé casi diez minutos en conseguir una temperatura que no me hiciera gritar desolado en busca de ayuda. Ayuda que por cierto, nunca llegó. Era un orgullo haberlo conseguido solo, pero mi sistema nervioso probablemente habría preferido frenar mucho antes el dolor aunque fuera con la intervención de una tercera persona.
El proceso de enjabonarme cuerpo y cabello no requirió a nadie más que a mí mismo. Era algo que sabía hacer perfectamente desde pequeño. Bueno, quizás las cosas habían cambiado ligeramente desde entonces, pero el proceso básico seguía siendo el mismo.
Ahora en vez de distraerme jugando con muñecos de plástico —que también pasaba alguna vez—, lo hacía con otro tipo de actos.
Jimin decía que a eso se le llamaba masturbarte, y no había más que decir, que era mucho más divertido que cualquier patito de goma.
En esta ocasión no tenía muchas ganas, así que pocos minutos después me encontraba saliendo de la bañera, buscando desesperadamente una toalla con la que taparme y calentarme. Encontré una grande roja y no tardé ni un instante en envolverme en ella como si de un gusano de seda me tratara. Me veía muy gracioso reflejado en el espejo.
Sonreí y empecé a hacer caras raras frente a él.
Tampoco me preocupé mucho de colocarla, pues terminó tirada detrás de la puerta del baño mientras yo cruzaba el pasillo corriendo hacia mi habitación. Cierto que iba desnudo, pero no corría por esa razón, sino por el frío que hacía.
Una vez dentro fui directo a mi armario y agarré la camiseta más grande que encontré. Una lisa verde que me llegaba por los muslos. Añadí unos bóxers y calcetines altísimos blancos —los cuales había robado a mi hermana— al vestuario.
Podría haber cogido también unos pantalones, pero me gustaba tanto mi imagen vestido así que preferí pasar un poco de frío. Y sí, decía un poco porque en cero coma pensaba meterme de nuevo bajo las sábanas de mi cama.
Fui al baño para recoger la ropa sucia y de paso colocar la toalla que había dejado tirada en el suelo. En realidad tampoco fue tan mala idea, todas las prendas habían absorbido el agua que se me había derramado durante la ducha, así que no tendría que pasar ninguna fregona. Sonreí orgulloso de mí mismo y me agaché para recogerlas una a una.
— ¿Necesitas ayuda?
Pegué un pequeño salto por la sorpresa de escuchar otra voz que no fuera la mía. Solté toda la ropa, la cual tras tocar el techo, volvió a caer sobre mí. Uno de los calcetines terminó sobre mi cabeza, pero yo ahora no prestaba atención a eso.
Toda mi atención estaba puesta en el atractivo chico a mi espalda, el cual me miraba a través del espejo.
Tragué saliva y mordí con nerviosismo mi labio inferior antes de responder.
— Ho—hola, Jungkook.
— Quien hubiera dicho que te iba a encontrar aquí —sonrió y me quitó el calcetín de la cabeza, dejándolo caer de nuevo al suelo junto a todo lo demás. Me giré tímidamente, colocándome ahora de cara a él y espaldas al espejo. De nuevo sentía que estábamos demasiado cerca, apenas un par de centímetros— Por cierto, bonito trasero.
Solo con eso, el agobio comenzó a recorrer cada centímetro de mi piel. Me sentía aprisionado, desconcertado y totalmente confundido. Y no solo por la cercanía o su presencia, pues había otra cosa que llamaba mucho más mi atención.
Era la primera vez que veía de nuevo su sonrisa en mucho tiempo.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top