18


Yoongi.

Jamás pensé que iba a apreciar un cigarro como lo hacía ahora, que lo iba a ansiar de esta manera, pero al parecer me equivocaba.

Y no para mí, de ninguna forma, sino para Jimin. Justamente cuando más estresado se encontraba el pelinegro, nos colocaban a un profesor cerca del lugar donde siempre nos íbamos a que se fumara un cigarro.

— ¿No tiene algo más importante que hacer? Joder, que se vaya a corregir exámenes o algo —se quejaba mi amigo con frustración. En realidad era comprensible la posición del profesor, pero dadas las ganas que tenía de nicotina, no podía pensar de manera objetiva— ¡Necesito un maldito cigarro!

— ¡No grites, bobo! —le tapé la boca corriendo, justo al mismo tiempo que el profesor se giró hacia nosotros, mirándonos con extrañeza. Le sonreí inocentemente y saludé agitando mi mano, como si no ocurriera nada extraño. No sé si funcionó, pero tras saludarnos con un ligero movimiento de cabeza, volvió a apartar la vista— ¿No puedes esperarte a la salida?

— No —le miré levantando una ceja y él suspiró, apoyándose sobre el impecable muro de la escuela— Bueno, supongo que sí, pero no quiero.

Últimamente Jimin parecía guardar mucho más rencor a ese grupo que de lo normal. Imaginaba que tenía que ver con aquello que había pasado en la fiesta y no quería ni mencionar, pero tal y como prometí, no iba a preguntar.

— ¿Tienes un chicle? —rebusqué en mis bolsillos y negué al no encontrar más que pequeños trozos de goma de borrar. Él suspiró y dio una patada a la primera piedra que se le cruzó por el camino— Genial.

— Podemos ir a comprar a la cafetería.

— ¿Sabes qué? —se puso la chaqueta y me agarró de la muñeca, comenzando a tirar de mí en quien sabe que dirección— Se me ha ocurrido algo mejor.

— ¿Mejor que la cafetería?

— Vamos a saltarnos las clases.

Le miré sonriendo, aún sin asimilar lo que había dicho. De hecho, hasta que no vi el total convencimiento de su mirada, no creí que lo diría en serio. Es decir, éramos estudiantes, debíamos estar en clase, no saltárnosla. Comencé a mirar a mí alrededor, agobiado por lo que mi amigo pretendía hacer, y lo peor, arrastrarme con él.

— ¡No, ni hablar!

— ¿Por qué no? —preguntó sujetando la puerta de entrada al colegio. Inconscientemente entré. De hecho, aún a pesar de mi negativa, aún seguía tras su espalda a cada paso que daba— Solo tenemos que coger las mochilas e irnos.

— ¿A dónde?

— A cualquier sitio fuera de aquí.

— ¿Y las clases?

— Nos las saltamos, ya te lo he dicho —él no me prestaba mucha atención, tan solo caminaba decidido por los desolados pasillos. Estaba todo tan silencioso que cualquier persona podría escuchar nuestra conversación desde la otra punta del colegio— Ve a por tu mochila y nos vemos en la salida.

— ¿Hablas en serio? —se detuvo en seco y asintió como si mi pregunta fuera la más estúpida del mundo. Y no lo era, definitivamente no lo era, al igual que el miedo que me invadía— ¿Y si nos ve alguien?

— Esa es la cuestión, salir sin que nos vean.

— ¡Pero fuera hay gente!

— Pero fuera ya dará igual quien haya.

— Imagina que nos pilla la policía, o peor aún, mis padres. ¡Imagina que me ve mi madre a estas horas!

— Tu madre está trabajando, y a la policía le va a importar una mierda que estés andando por la vía pública, Yoongi.

— No, ni hablar, no voy.

Esas fueron mis últimas palabras antes de que Jimin me indicase el lugar de encuentro y yo marchara resignado, mirando paranoico a cada persona que me cruzaba, en dirección a mi clase.

Sí, al final terminé cargando mi mochila y demás pertenencias y dirigiéndome a la entrada del colegio, donde por desgracia me estaba esperando el pelinegro aún con la capucha de su chaqueta subida. Siempre se acostumbraba a llevar chaquetas y sudaderas por encima del uniforme a pesar de que estuviera prohibido por el reglamento de la escuela.

Suspiré y mientras agarraba con fuerza el asa de mi mochila, avancé temeroso hasta mi amigo, quien parecía igual de indiferente a la situación que segundos antes. Por un segundo había tenido esperanzas de que se echara atrás, pero viéndole en ese momento, todas habían desaparecido.

— Vamos —me agarró de la mano y guió por todo el patio hasta la alejada zona en la que solía esconderse para fumar. Me dejó ahí, quieto y expectante de nuestro siguiente movimiento. Yo ya podía oír las sirenas de la policía y las esposas sobre nuestras muñecas— ¿Sabes trepar? —negué agobiado y él se asomó por última vez tras la esquina, supongo que para comprobar que no viniera nadie. Tampoco pareció hacer mucho caso a mi respuesta— Dame tu mochila.

— Jimin, no estoy muy seguro de esto...

— No va a pasar nada, ya te lo he dicho —agarró la mochila que le tendí y se la colgó del hombro junto a la suya. Era impresionante que a pesar de todo lo que pesaba seguía sin inmutarse, como si estuviera rellena de plumas. Y no sabía la suya, pero al menos la mía guardaba bastantes cuadernos y libros con todo el peso que estos implicaban— Tienes que apoyar el pie aquí y luego agarrarte de estas barras —observé detenidamente como él hacía todo lo que me iba explicando.

— ¿E-estas seguro de esto? —pregunté tímidamente desde abajo, ya que él estaba de pie sobre el muro. Con un pequeño paso, podría saltar la pequeña valla que había sobre este y cruzarlo. Sin pensarlo, se quitó su mochila y la lanzó al otro lado, haciéndome pegar un pequeño salto con el inesperado sonido que hizo cuando chocó contra el suelo de la acerca— Si nos pilla alguien la vamos a liar gorda...

— Yoongi —me miró serio y yo asentí, abriendo mucho los ojos y guardando una pequeña esperanza de que se echara atrás en su plan. Aún podía bajar, recuperar su mochila y volver a entrar— ¿Quieres que me muera?

— ¿Eh? —pestañeé desconcertado y negué de inmediato. Obviamente yo no quería eso— No, claro que no.

— Pues entonces vámonos, porque si me quedo un minuto más aquí es lo que va a pasar.

— ¿Te da alergia el colegio?

— Sí, eso es. Ahora andando —esta vez fue mi mochila la que lanzó, comenzando a prepararse para saltar él mismo. Aun así parecía que me seguía escuchando.

— ¿Y no deberías ir al méd...

Pues no, no me estaba escuchando en absoluto, porque a mitad de la frase saltó la valla y desapareció de mi campo de visión. Mi corazón se paró por un segundo y luego empecé a susurrar su nombre con preocupación, claro que sin recibir respuesta alguna. Miré a todos lados y sin pensarlo detenidamente, imité sus movimientos, consiguiendo alcanzar un puesto junto a la valla.

— ¿Jimin? —aún susurraba. Eché un vistazo abajo y le divisé encendiendo apresuradamente un cigarrillo. Cuando me vio, dio una calada y me hizo un gesto para que saltara— Está muy alto.

— Parece más alto de lo que es. No lo pienses, solo salta.

— Me voy a romper una pierna.

— ¡Yoongi, por dios, salta de una vez!

— ¡No grites que nos van a pillar!

— ¡Yoongi! —fui a mandarle callar de nuevo, pero al girarme para comprobar que no hubiera nadie, divisé a una persona acercándose a nuestro lugar. No supe si era alumno o profesor, ni siquiera su género. Tan solo salté sin pensarlo, cerrando los ojos y perdiendo el equilibrio al chocar contra la acera— ¡Hey, pero qué haces!

— ¡Auch! —abrí los ojos con expresión adolorida y me inspeccioné la rodilla que había chocado contra el suelo. Dolía. No era mucho, pero él me había dicho que no pasaría nada y ahora sentía latir mi pierna por sí sola. Maldito Jimin— Odio el tabaco.

— El tabaco no tiene la culpa de que cierres los ojos mientras saltas, idiota —me tendió la mano y yo se la agarré, agradecido por su ayuda. Una vez de pie, la rodilla seguía doliendo, pero casi no lo sentía. Me limpié el uniforme y agarré mi mochila que aún seguía tirada junto a la acera.

Miré a Jimin esperando a que hiciera algo, pero tan solo permaneció de pie, mirando la carretera y degustando el cigarro que acababa de encender y ya iba por la mitad. Parecía tan metido en su mundo que no me atreví a hablarle hasta que pasaron casi dos minutos y fue a encenderse otro cigarro. Sí, definitivamente debía estar muy estresado.

— Jimin —le di un toque en el hombro, distrayéndole de su objetivo, y me miró con la cajetilla aún sin abrir. Ahora volvía a tener la capucha bajada, aunque su uniforme siguiera cubierto por la ancha chaqueta— ¿Ahora a dónde vamos?

— No lo sé.

— ¿Entonces para que hemos salido?

— Para fumar.

— ¿Podemos volver a entrar?

— No —sonrió y se guardó la caja de tabaco sin sacar otro cigarro. Con su mochila colgada del hombro, me agarró del brazo y empezó a caminar conmigo, alejándonos del colegio. No hacía falta asegurar que no entraríamos de nuevo en el centro, al menos en lo que quedaba de día— Quiero un helado.+

— ¿Y también puedo?

— Solo si me dejas hacer una cosa —le miré extrañado y asentí sin mucha confianza. No tenía ni idea de que cruzaba su mente, pero definitivamente jamás me esperé que fuera a hacer lo que hizo en ese momento. Estrujó mis mofletes con fuerza y luego me abrazó. Podía sentir como sonreía sin verle— Eres el mejor, que lo sepas.

— Tú también, supongo —respondí desconcertado por su repentino acto. Él volvió a reír y me soltó, cogiendo esta vez mi brazo y avanzando junto a mí nuevamente por la acera. Parecía mucho más relajado que minutos antes— Jimin.

— ¿Sí?

— ¿Puedo pedir el mío de limón y almendras? —volvió a mirarme y asintió riendo. Inconscientemente yo también eché a reír, contagiándome de la suya. Casi todas las expresiones de Jimin se me pegaban al instante, haciéndome sentir lo que él sentía— Jimin.

— ¿Qué pasa?

— De veras que eres el mejor —esta vez fui yo quien le abracé con fuerza, consiguiendo de nuevo aquella risa que tanto me gustaba— Mejor que cualquiera —cuando volví a mirarle le encontré sonriendo tontamente a mi espalda, o en concreto a una persona.

Fruncí el ceño y me giré en su dirección, topándome con el grupo de Jungkook y este último mirando en nuestra dirección. Parecía enfadado, y cuando fui a saludarle tímidamente con la mano, se giró de nuevo hacia los demás.

Quizás no me había visto. Miré de nuevo a Jimin con confusión.

— ¿Qué hacías?

— Nada, tan solo darle envidia.

— ¿Envidia?

— Sí, Yoongi. Estoy seguro de que él también se muere por ir a comer helado.

Asentí y decidí dejar pasar el tema, incluso aunque sus palabras no tuvieran ningún sentido. Jungkook no tenía por qué tenernos envidia, pues él podía ir a comprar un helado cuando le viniese en gana.

Bueno, en general podía hacer cuanto quisiese como quisiese. Y si alguien tenía que envidiar algo, definitivamente no era él.

......

Jungkook.

Hacía casi media hora que había tocado el timbre de salida y yo aún seguía en la maldita entrada con el móvil en la mano y esperando a que pasara el tiempo. Bueno, exactamente esperando a que mi amigo saliera de una maldita vez.

Ya no quedaba nadie, todo estaba tan desierto que hasta la persona más común habría destacado en medio de la vacía explanada, pero ese no era el caso de Wonho.

Él habría llamado la atención incluso en medio de veinte mil personas a cada cual más extravagante, y más en esos momentos, cuando iba con media camisa desabrochada y una sonrisa que desbordaba sesión reciente de sexo por todos lados. Una vez más cerca atisbé a ver la cantidad de marcas que cubrían su cuerpo junto rastros de pintalabios.

— Te ha manchado —declaré una vez llegó a mi lado. Él se echó un vistazo y sonrió encogiéndose de hombros. Por el fondo vi como salía una de las profesoras de prácticas, arreglándose apresuradamente mientras se dirigía al aparcamiento de los profesores. Él la miró y volvió a sonreír antes de girarse hacia mí de nuevo.

— Me ha manchado en muchos más sitios, por si te interesa —respondió satisfecho.

Rodé los ojos y negué, dejándole en claro lo poco que me importaba su vida sexual. En realidad era algo bastante triste, pues en caso de que realmente me interesara, tendría nuevas noticias de las que hablar a diario.

Wonho no era precisamente un negado al sexo, de hecho no era un negado a nada. Todo lo que podías imaginar, o lo había hecho o estaba en proceso, tanto a las malas como a las buenas.

Se encendió un cigarro y nos dirigimos al parque que había junto a su casa, caminando un par de manzanas. Iba a quedarme a dormir en su casa, o al menos iba a pasar la noche en su casa. Al parecer aprovechando que mañana no había clase, invitó a un par de amigos a su piscina climatizada, y yo tenía la suerte de estar con entre ellos.

Al cabo de unas horas yo ya me encontraba en bañador, sumergiéndome en la calidez de la cristalina agua. Solo tenía que echar un vistazo a mí alrededor para darme cuenta de la alta posición social de Wonho y su familia.

Si algo compensaba su falta de empatía, era el dinero.

Justo en ese momento entró con dos botellas de alcohol en la cubierta y lujosa sala. Los dejó en el borde de la piscina y se sumergió conmigo. Aún era pronto para que llegasen los demás del grupo, pero por suerte sus padres no estaban y podíamos hacer uso de la casa a nuestro antojo. Claro que había sirvientes y demás empleados, pero nunca se había entrometido en la vida de mi amigo, y esa vez no fue diferente.

— ¿Era la tercera o la cuarta?

— ¿El qué? —preguntó subiéndose sobre una colchoneta negra que flotaba en la superficie. Aún llevaba una de las botellas en la mano, la cual no dudó en abrir una vez recuperó el equilibrio sobre el hinchable objeto.

— Profesoras con las que te has liado.

— Ah —sonrió, probablemente recordando cada uno de aquellos momentos y levantó tres dedos en alto antes de darle un largo trago a la fuerte bebida— Ahora tengo el ojo echado a la de matemáticas.

— Dicen que es lesbiana.

— ¿Y? —pareció tan indiferente que ni me molesté en discutirlo con él.

— Haz lo que quieras pero dame un trago —respondí acercándome para agarrar la botella de cristal. Con el agua por la mitad del pecho, esta vez fui yo quien probé el ardor del alcohol inundando mi garganta, y minutos más tarde mi mente. Por desgracia yo era muy débil a esa sustancia— ¿Quiénes van a venir?

— Solo podían Yugyeom y Mark. Los demás ya tenían planes.

La realidad fue muy diferente.

Al cabo de una hora efectivamente llegaron esos dos amigos, pero acompañados de un gran grupo de chicas a las que jamás había visto en mi vida.

No me extrañaba en absoluto que las hubieran encontrado esa misma noche por la tarde e invitado a venirse, puesto que ni siquiera tenían bañador. Miré a Wonho, asesinándole con la mirada por no haberme avisado de las inquilinas, pero él me ignoró y fue en busca de más bebida mientras Yugyeom se encargaba de poner la música al tope. Por suerte eso último ayudaría a no tener que escucharles hablar.

Varias se me presentaron, pero entre el alcohol y mi poco interés ni me enteré de sus nombres. Aun así repetí como cinco veces que tenía novia, y otras cinco que nuestra relación era completamente cerrada.

Igualmente seguía acercándose a sacar conversación y Wonho se reía desde la distancia. Le saqué un dedo y me alejé una de las esquinas de la piscina, llevándome la botella de alcohol conmigo.

Todo el mundo parecía estar pasándolo bien, pero yo realmente no disfrutaba del momento. Ni siquiera pensaba en Moonbyul. Cierto que teníamos una relación cerrada, pero de seguro que en cualquier otra ocasión, con todo lo que había bebido y sabiendo que mis amigos no dirían nada, habría terminado en un cuarto con alguna de las chicas.

Pero esa vez en serio que no tenía ganas.

Tan solo bebía y les observaba desde lejos, dejando divagar mi mente en deplorables recuerdos que no se dignaban a desaparecer.

Cada vez me molestaba y arrepentía más de mis actos con Yoongi. No solo por lo deplorable de ellos, sino por las consecuencias. A causa de ellos el castaño ya no se atrevía ni a caminar a mi lado en los pasillos.

Actuaba como si todo estuviera bien, fingía sonrisa despreocupadas como un profesional, pero era obvio que todo había cambiado rotundamente. Y me molestaba, me molestaba enormemente.

No podía dejar de imaginar como de diferente habrían podido ser las cosas. En todo lo que habíamos hecho si hubiera manejado la situación de otra forma. Y lo peor de todo era que tampoco conseguía hacerme a la idea de que quisiera eso con él, pues era imposible. O yo estaba cayendo muy bajo o mi abstinencia sexual estaba volviéndome loco.

Ni siquiera ahora, excitándome al imaginarle en ropa interior conmigo en la piscina, colgado de mi cintura y yo colocándole sobre la pared de esta, totalmente mojado, besando y mordiendo cada zona de su cuerpo que se me pusiera por delante, lamiendo el agua de este y dejando unas visibles marcas en su lugar con sus gemidos de fondo.

No, de ninguna forma lo iba a aceptar. Me engañaba a mí mismo, era posible, pero las excusas se sentían infinitamente mejor que la realidad. En estos momentos era culpa del alcohol, y en cualquier otro ya pensaría alguna otra forma de evadir la posible verdad.

— ¡Hey, tío! —me giré sorprendido hacia el rubio que salió del agua, salpicándome entero. Por suerte estaba tan borracho como mojado, así que no me molestó en absoluto— ¿Ocurre algo?

— No tengo muchas ganas de fiesta, solo eso.

— ¿Quieres que las echemos? —preguntó Mark. Al parecer él tampoco estaba muy interesado en la femenina compañía, al contrario que los otros dos, quienes parecían rozar el paraíso cada vez que una de las chicas se les acercaban.

— No, no hace falta.

Y realmente no hizo falta.

A la media hora llegó un sirviente alegando que había alguien esperando en la entrada a Wonho. Este se marchó a ver que sucedía, y en un momento que fui al baño, le encontré hablando casi a gritos con un chico en la entrada.

Bueno, en realidad más bien escuchaba todas las quejas que el otro joven le echaba en cara. No parecía contento con nuestra improvisada fiesta, y Wonho no podía mostrarse más indiferente en ese momento. Yo volví a la piscina, totalmente convencido de que la música seguiría toda la noche, pero para mi sorpresa, nada más llegar la apagó e invitó a las chicas a marcharse.

Era la primera vez que veía a mi amigo hacer caso a alguien, y era consciente de la importancia que eso tenía, por muy borracho que fuera.

Cuando nos hubimos quedado nosotros cuatro a solas, ahora muchísimo más tranquilo sobre unas hamacas que había fuera de la piscina, me acerqué a preguntarle a mi amigo por la identidad de la persona. Él suspiró y colocó sus gafas de sol, cosa bastante estúpida ya que era de noche.

— Es Minhyuk. Éramos amigos de pequeños.

— Parece que se tienen confianza.

— Supongo que algo quedará. No rechazaría un polvo asegurado por cualquier persona, ya lo sabes —debió adelantar que iba a seguir indagando en el tema, porque se me adelantó, interrumpiéndome y cambiando el rumbo de la conversación— Minhyuk va a clase del hermano del emo.

— ¿De Jimin?

— Ese. Parece que le odias.

— Supongo —respondí con su mismo tono. Le imité y me tumbé en la hamaca, dejándome llevar por la bajada del alcohol, a la cual seguro que seguirían vómitos y resaca. Ya me había acostumbrado, así que no me preocupaba en absoluto— Definitivamente no rechazaría ningún polvo asegurado por él.

Ambos reímos, quitándole importancia al asunto y cubriendo el verdadero rencor que guardaba en mis palabras. Pero claro, como iba a explicar la envidia que le tenía a un niño emo por tener de mejor amigo a un rarito.

Preferí desahogarme fingiendo que lo que realmente me molestaba era tener que asistir a una fiesta con Moonbyul y su amiga acosadora.

Sí, fue una buena excusa, porque me dio para desahogarme durante horas.

¿Ustedes alguna vez se han escapado del colegio? 

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