🌃 O5 🌃
Giyuu estaba tan impactado, que no reaccionó hasta que sintió el molesto dolor en el corte de su brazo. Gimió con molestia y retrocedió de golpe, tratando de mantener la distancia con aquel demonio.
¿O no debía llamarlo así?
Tenía la apariencia de Sabito. No hablaba, pero era idéntico a él.
Tomioka apretó sus labios, sintiendo el corazón en su garganta.
No. No podían jugar de esa manera con él. Sabito era alguien muy importante, era su debilidad y lo estaban usando en su contra.
Pero, ¿qué podía hacer? Se veía incapaz de atacarle, incluso sabiendo que no era él.
— Atácame.— Dijo el de cabello naranja mientras le lanzaba la katana de madera a Giyuu, quien la atrapó con sus manos y tragó en seco antes de negar.— Venga ya, no pasará nada.— Tranquilo, sonrió suavemente.
— N-No... No soy capaz de pegarte...— Admitió avergonzado. El contrario negó y sacudió su mano, restándole importancia.
— No te preocupes, el dolor es lo de menos. Además, sabes bien dónde debes dar y dónde no. No vas a matarme, Giyuu.— Trató de tranquilizarlo. Tras eso, se acercó a él y puso ambas manos en sus brazos, acariciando suavemente.
Aquello le transmitió algo de confianza, se relajó tanto que ni fue consciente de que el contrario le había llamado Giyuu y no Tomioka, como estaba acostumbrado a ser llamado por todo el mundo.
El de cabello azul cerró sus ojos y trató de concentrarse, cuando sintió unos brazos envolverlo y apegarlo a él. Como era obvio quién era, simplemente correspondió antes de abrir los ojos.
— ¿A qué vino ese abrazo...?— Preguntó curioso Tomioka, aún sin separarse del contrario.
— ¿Acaso ya no puedo abrazarte?— Bromeó el pelirrojo, cuando sintió al contrario apoyar su rostro en la curvatura de su cuello.— Venga, solo era para que te calmaras un poco. Ahora, vamos.— Se separó de él y blandió su arma.— Ataca.
Giyuu suspiró, pero pese a todo, no cedió. Algo dentro de él le detenía.
Habían pasado tres horas aproximadamente. El hermoso paisaje nocturno ya era visible, y la luna junto a las millones de estrellas que la acompañaban se alzaban sobre ellos.
Tomioka estaba sentado en la roca de siempre, con sus ojos cerrados, sintiendo la suave brisa mecer su cabello y sus prendas.
Era cómodo. No había demonios y siempre estaba muy vacío. Aquello era bueno, ya que él siempre solía ir allí para estar solo.
Aunque siempre solía llegar alguien a hacerle compañía.
Y aquella vez no fue una excepción. Makomo siempre iba allí para hablar un poco, así que ignoró los pasos que sonaron.
Pero no pudo ignorarlo al notar quién era.
— Urokodaki...— Dijo algo nervioso.— Qué bueno verte aquí...— Rio falsamente.
— Deberías avisar cuando vengas, Sabito está preocupado.— Comentó mientras se cruzaba de brazos. Tomioka alzó una ceja, y un suave tono carmín se apoderó de sus mejillas.
— ¿Sabito...?
— Sí, lleva un rato buscándote.— Aclaró. Tras eso, el chico se levantó de golpe y bajó de la gran roca.
— ¿Dónde está?— Preguntó. El mayor quedó algo extrañado ante la actitud del muchacho, pero pasó aquello por alto y simplemente respondió.
— Se encuentra casi al pie de la montaña...— Le dijo. El de cabello azul agradeció antes de salir corriendo.— Qué raro es...— Suspiró.
El chico comenzó a bajar en busca de Sabito, pero a mitad de camino tropezó con alguien y cayó al suelo. Al alzar la mirada, vio a una chica, pero no una cualquiera.
Era un demonio.
Tomioka retrocedió, con un nudo en su garganta y el corazón a mil.
No iba armado. ¿Ahora qué podía hacer? No era lo suficientemente bueno, probablemente sería vencido por el demonio.
Cerró sus ojos con fuerza, cuando una parte de él recordó al pelirrojo. Recordó su mirada molesta, y ahí fue cuando reaccionó.
Sabito estaba a nada de comenzar a subir, ya que se había dado por vencido y daba por hecho que Giyuu no estaba por ahí, pero, en cuanto puso un pie en el camino, vio una silueta que cada vez se hacía más grande.
Se acercó corriendo y allí lo vio. Estaba herido, pero sonreía mientras sostenía a un demonio por una pierna, el cual estaba en un estado algo... Penoso.
— ¡Mira, Sabito! ¡Lo hice!— Exclamó con ilusión.— Aunque no acabé muy bien...— Rio suavemente mientras bajaba la mirada. De repente, sintió sus párpados pesados, y no pudo controlar su cuerpo.
Unos brazos lo atraparon, pero su memoria ya no alcanzaba a recordar más allá de aquel momento.
Sabito suspiró, pero una leve sonrisa estaba dibujada en su rostro. Se alegraba de que Tomioka estuviera bien, y... Se sintió bien el verlo emocionado.
Con cuidado, lo dejó a un lado por un momento, ató al demonio para que no huyera y lo dejó en un lugar para que la luz le diera en cuanto se hiciera de día. Tras eso, fue con Tomioka y lo cargó.
Al llegar a la cabaña, habló con Urokodaki y junto a Makomo, curó todas sus heridas.
Y, aquella noche, durmió abrazado a Giyuu y con la extraña calidez que este le otorgaba.
El próximo día de entrenamiento realmente le iba a convencer. Esa vez debía funcionar.
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