🌃 O2 🌃

Se podía decir que despertarse era una de las cosas que más odiaba. Porque volver a la cruda realidad, le causaba una molestia e irritación con la que no podía lidiar.

Giyuu se sentó en el suelo y observó a su lado, viendo una hoja doblada colocada justo bajo su katana. Supuso que había sido Shinobu la que la había dejado, ya que era la única que era capaz de malgastar su tiempo en buscarlo. Dejando eso de lado, lo primero que cruzó por su mente al ver aquello fue que había una misión importante.

Suspiró y la agarró. La desdobló y comenzó a leer, aunque le era algo difícil concentrarse concentrarse. Leía el mensaje, pero a veces debía volver a leer una línea o el párrafo entero porque pese a que lo leía no se enteraba de nada, y todo eso por culpa de su mente que no dejaba de dar vueltas.

Cuando terminó, suspiró y agarró su katana al mismo tiempo que se ponía en pie. Tenía trabajo que hacer.







Tomioka estaba sentado sobre una roca, con sus piernas pegadas a su pecho. Su mirada se encontraba pegada en el cielo, observando las incontables estrellas que se alzaban sobre él y adornaban el oscuro cielo nocturno.

La luna resaltaba entre todas, siempre tan elegante y llamativa que a veces le costaba despegar su vista de ella.

Pero había alguien que hacía fácil el dejar de mirarla.

Makomo se acercó lentamente hacia él, con una pequeña sonrisa plasmada en su rostro. En silencio, se puso a su lado, hincando sus rodillas en la roca con cuidado.

— ¿Esperas a Sabito?— El de cabello azul asintió, sin despegar su vista del cielo. Makomo se fijó en que la mano del chico fue a parar a su mejilla, por lo que soltó una pequeña risa nasal.— ¿Te ha vuelto a pegar? ¿Qué hiciste ahora para enfadarlo? Él no es de pegar a las personas importantes para él.— Por alguna razón, ante lo último dicho, el chaval sintió su corazón dar un brinco, pero trató de ignorarlo.

— Lo de siempre...— Comentó en voz baja. La contraria suspiró y se apegó a él.

— Eres importante para Sabito.— Ambos se quedaron en silencio varios segundos, hasta que la chica retomó de nuevo la palabra.— No lo hagas comportarse así contigo. Debe ser duro para ambos. ¿Por qué no empiezas simplemente en creer en su palabra?— El de cabello azul oscuro se encogió de hombros.

Aún con la mirada puesta en la luna, Tomioka habló.

— No lo sé.— Fue lo único que dijo.

Makomo suspiró, pero mantuvo su sonrisa. Tras eso, levantó su mirada también, y se quedó observando la bella imagen que la noche les ofrecía.

Sabía que Tomioka no era alguien muy expresivo y era muy extraño. Sobre todo, era alguien de pocas palabras con ella.

Era consciente de la fuerte conexión de ambos chicos, y del gran lazo que los unía. Trataba de ayudar un poco hablando cada vez con alguno de los dos, pero en especial iba siempre por Tomioka, que era la principal fuente de los problemas entre ambos.

No lo culpaba. Sabito tampoco lo hacía, porque eran conscientes de que esa era su forma de ser. Y era comprensible que no quisiera hablar mucho o que no tuviera mucha confianza, debido a la (ya no tan reciente) pérdida de su hermana.

Debía ser duro, pero tenía que aceptarlo.

Ambos se quedaron en silencio durante minutos. El sonido de la corriente del río, del viento meciendo levemente la hierba y las hojas de los árboles eran los únicos sonidos presentes en ese instante.

Hasta que escucharon unos pasos. Makomo observó a su izquierda, echándose un poco hacia delante ya que Tomioka le impedía ver, y sonrió al ver a Sabito caminando en la dirección en la que ambos se encontraban.

Hola.— Saludó la chica suavemente. Sabito sonrió y habló.

— Buenas noches, chicos.— Y, por arte de magia, Giyuu dejó de observar el cielo y pegó su vista en Sabito, quien rio e hizo un pequeño gesto con su mano, en señal de saludo. Tomioka sonrió levemente, sin separar sus labios y se hizo un poco a un lado para dejarle espacio junto a él.

Makomo lo notó y al instante se separó para dejarlo moverse sin que ella molestase.

Gracias.— Agradeció antes de tomar asiento justo al lado de Giyuu, apegándose todo lo posible a él. Tomioka se puso algo nervioso ante la cercanía, aún no se acostumbraba a tener a sus compañeros cerca.— ¿Qué tal fue hoy? Y... Lamento por lo del golpe. Pero es que siento que con palabras ya no puedo hacerte entender.— Comentó mientras agarraba varios mechones del cabello del contrario y lo dejaba tras su oreja, para que no ocultara mucho su rostro.

— No es necesario disculparse. Está bien.— Comentó bajando la mirada.— Y, fue bien. Aunque prefiero entrenar junto a ti.

Sabito sonrió y acarició un poco la cabeza del contrario.— Prometo entrenar junto a ti mañana.

Makomo decidió darles privacidad. Se levantó y se fue con la excusa de que iba a buscar a Urokodaki para informarles de que estaban allí para que no se preocupara innecesariamente, y también para pedirle la cena.

Tras eso, ambos se quedaron completamente solos. El silencio se hizo presente varios segundos, pero no fue mucho.

— Y... ¿Estás nervioso por la selección final?— Preguntó Sabito con una sonrisa en su rostro. Tomioka asintió y dirigió su mirada al chaval a su lado.

— Lo cierto es que sí... Siento que no soy lo suficientemente fuerte... ¿Y si no sobrevivo?— Sabito le dio un golpe en la cabeza. Se puso de rodillas y lo encaró.

— ¿Ves? ¡Ya lo estás haciendo de nuevo! Tomioka, ¡todo irá bien!— Le reprendió levemente. El contrario desvió le mirada mientras apretaba los labios.

— Lo lamento...— Se disculpó. Puso su mano sobre la del contrario mientras sus mejillas se tornaban algo rojas ante el contacto.

Sabito simplemente suspiró. Un pequeño tono carmín adornaba su rostro, pero debido a la oscuridad no era muy notable.

— ¿Podrías tener un poco más de confianza en ti? Estoy seguro de que te irá bien.— Comentó en voz algo baja. Giyuu lo observó por encima de su hombro. Tras eso, se puso de rodillas, encarándolo.

Pero en ningún momento soltó su mano.

— Ahora que lo pienso... ¿Y si algo te sucede a ti?— Inquirió con una preocupación notable. Sabito sonrió y negó con la cabeza.

— No me pasará nada, Tomioka.— Aseguró.

Este apretó los labios y bajó la mirada.

— ¿Me lo prometes?— Preguntó y reforzó el agarre que tenía en su mano. Inconscientemente, entrelazó sus dedos.

Sabito sonrió. Agarró al contrario del mentón y lo obligó a levantar la mirada.

— Está bien. Lo prometo.— Dijo, ocultando su desconfianza.

El contrario no creyó del todo en aquellas palabras, porque sabía que Sabito siempre tendía a salvar a todos y eso podría llegar a ser un problema.

Su labio inferior tembló. Sabito notó esto y le dio un beso en la frente, para tratar de tranquilizarlo.

— Es una promesa.— Aseguró. El contrario simplemente cerró sus ojos y envolvió al contrario en un abrazo.

Y, con el fuerte miedo en su interior de perder a Sabito, siguió adelante.

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